Por Ángel Villegas Bravo
El día 20 de junio, por indicación del médico de familia, tuve que acudir a Urgencias del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Estuve en observación durante cinco horas, aproximadamente.

Un médico pasa consulta presencial. (ARCHIVO)
Durante ese tiempo, pude ver cómo se nos atendía a todos los que estábamos allí, con toda dedicación, con esmero y hasta con cariño. De manera que debo manifestar todo mi agradecimiento a los profesionales que pude observar y, por supuesto, a los que me atendieron directamente, y decirles (aunque ellos lo saben) que no solo los medicamentos curan y ayudan, que también ellos, con su actitud, son parte muy importante de la curación o alivio de un paciente.
Y, dicho esto, quiero dirigirme a los que, con intereses dañinos para todos los ciudadanos y en contra del deseo de la inmensa mayoría de ellos, quieren privatizar la sanidad pública, o «externalizarla«, en beneficio de unos pocos que, sin duda, la quieren para hacer negocio con ella.
No tienen ningún derecho a ello; no tienen ningún derecho a quitarnos lo que hemos construido y pagado entre todos; la sanidad pública es nuestra, de toda la ciudadanía, no suya, y las urnas no les legitiman para hacer lo que les viene en gana.
No nos cuenten milongas de que es insostenible, porque es mentira. Son ellos, los que la administran mal, los que cierran camas y plantas de hospitales, los que despiden personal, los que no renuevan contratos, los que derivan consultas a la sanidad privada, los que la quiebran, la desprestigian y luego, la privatizan.
Cumplan pues, con el deseo y mandato de los ciudadanos, no empleen mentiras que no se sostienen, no traicionen a quienes pagan sus sueldos y prebendas. En fin, ¡dejen en paz a la sanidad pública!