Con la última mudanza de mis padres, regresaron a mi diarios personales de cuando tenía dieciocho años en adelante. Por precaución, quise destruirlos todos, pero antes de hacerlo decidí releer el más antiguo. Para mi sorpresa, su lectura me capturó, pues aquello que pensaba que creía saber cómo había ocurrido, tenía matices e interpretaciones nuevas. Lo que más estoy disfrutando – voy por el cuarto – es de lo entrañable que me resulto, con mis interpretaciones sesgadas, aciertos, meteduras de pata, coraje, pequeños y grandes dramas. Es como si pudiera susurrar a mi yo de veintipocos años diciéndole: no te preocupes, todo irá bien.
El pasado no es algo que pasó y ya. El pasado sigue vive en nosotros, sobretodo cuando encapsula sufrimiento no resuelto. Es como si nuestros yoes que tuvieron problemas en la infancia, adolescencia u otras épocas, siguieran vivos dentro de nosotros, reclamando ser vistos, solicitando nuestra ayuda. Estas partes de nosotros toman energía y por eso cuando nos reclaman, hay que dedicarles atención.
Sin embargo no es posible curar el pasado de un golpe. Es más un proceso de revisitar cíclicamente los momentos cruciales de nuestra vida, explorarlos bajo una nueva luz, aumentando la comprensión, la aceptación y el perdón. Puede tratarse de la relación con tu madre, de tu divorcio, de cuando tuviste un aborto o cuando buscabas desesperadamente tu lugar en el mundo profesional.
Al revisar el pasado es fundamental una cuestión. Hay que evitar por todos los medios fijarnos únicamente en lo malo que sucedió y vernos como víctimas. De hacerlo, corremos el riesgo de quedar apresados por el conjuro de la negatividad, caer en el pozo del victimismo y perder fuerzas como constato a menudo en mi práctica de coaching. La historia bíblica de Idit va precisamente de esto.
Lot, su mujer Idit y sus dos hijas escapaban de la ciudad de Sodoma a punto de ser destruída. Las indicaciones de los ángeles habían sido claras: en ningún momento miréis atrás. Sin embargo, Idit desobedeció y se volvió hacia la ciudad ardiendo. Al hacerlo se convirtió en estatua de sal. Idit, al mirar atrás, se identifica con Sodoma y por ello fue destruída. Una lección de este pasaje es que mirar atrás para regocijarnos en el infierno que una vez transitamos es un error.
Por ello, cuando mires por la mágica ventana de tu pasado, hazlo con los ojos del corazón. Fíjate en tu fortaleza, en tu persistencia, en tu coraje. Sin demorarte en ningún lugar, atraviesa el pasado como un jinete al galope. Agradécelo todo pues sin este camino no podrías estar aquí.
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Muy buen artículo!!
14 junio 2024 | 7:48 am