Archivo de mayo, 2015

Nagore, o el precio del ‘no’

Charo MármolPor Charo Mármol

Caras quemadas con queroseno, narices y manos cortadas, mujeres asesinadas… todas tienen un hilo conductor: las mujeres se negaron a ser consideras objetos, presas de sus verdugos. Unas sobrevivieron aunque quedaron marcadas para siempre. A otras les costó la vida.

En la India existe una práctica terrible: los hombres, a veces ayudados por sus familias, fingen un accidente casero y queman a sus mujeres con el queroseno de los hornillos con los que cocinan. Como nunca hay testigos y la policía no investiga, estos asesinatos quedan impunes permitiendo al marido casarse de nuevo y cobrar una nueva dote.

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La iraní Ameneh Bahramí rechazó la petición de matrimonio de un hombre al que no conocía y este le desfiguró el cuerpo con ácido sulfúrico. En 2013 llevaba 24 operaciones y no había podido recuperar la vista que había perdido. Reside en Barcelona, pero una vez al año debe ir a Irán donde sigue recibiendo amenazas de su maltratador.

En el trasfondo de toda esta violencia está la concepción de la mujer como objeto y como tal, con capacidad de ser comprada, vendida, y en todos los casos sometidas.

Cuando leemos estos datos pensamos que pasan a muchos kilómetros de nuestra realidad. Es algo de otras  culturas más primitivas. Nosotras y nosotros, europeos, españoles, somos un pueblo civilizado donde nada de esto ocurre.

Nada más lejos de la realidad. La violencia contra la mujer se da mil maneras en nuestro entorno más cercano. Cada año son asesinadas en nuestro país entre cincuenta y sesenta mujeres. En lo que va de año en España han muerto a manos de sus parejas 15 mujeres, una de ellas rematada por su marido cuando se recuperaba de una paliza, que él le había dado, en el hospital.

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Camuflaje intelectual

Por Silvia Martínez Valero Silvia Martínez Valero

Siempre me han dicho que las ideas son propiedad de cada uno y que nadie puede obligarte a cambiar tu manera de pensar. Sin embargo, algunas mujeres lo tienen difícil para reconocer su talento y creaciones como suyas propias.

Os hablo del camuflaje intelectual: a tener que firmar con el nombre de tu marido un libro que habías escrito tú mientras cuidabas de los hijos de ambos; a tener que sonreír mientras las cámaras entrevistaban al que se llevaba los frutos de tu éxito; a tener que fingir que no pasaba nada y que era tu marido quien pintaba tus obras de arte (parecido a lo que ocurre en la reciente película Big Eyes, basada en la historia real de Walter y Margaret Keane). Pero sí, sí que pasaba. ‘¿Hace cuánto ocurrían estas cosas?’, te estarás preguntando. ‘¿Era por el siglo XIX? No, no… yo creo que incluso antes.’ Te equivocas, aunque también haya ocurrido en el siglo XIX.

Cartel de la película Big Eyes, dirigida por Tim Burton.

Cartel de la película Big Eyes, dirigida por Tim Burton.

No hace falta más que fijarse en Amandine Aurore Lucile Lupin (lamentablemente conocida como George Sand), escritora francesa de más de veinte novelas desde las sombras de su seudónimo y que, una vez pudo abandonar a su marido, también comenzó a utilizar ropas de hombre para poder moverse por  los círculos literarios de París con más seguridad. No habría sido creíble que una mujer acudiera a todas aquellas reuniones artísticas como una más. Lo importante era no ser descubierta; lo importante era engañar a la sociedad e incluso a sí misma para poder dedicarse a lo que el alma le pedía y no podía realizar. ¡Qué ironía…! Los mismos hombres que acudían a aquellas reuniones tomaban café mientras hablaban de mujeres y comentaban cuánto les había gustado aquel nuevo libro de George Sand, preguntándose si algún día llegarían a conocerle. Jamás habrían sospechado que ya lo habían hecho; se encontraban justo al lado de George: una perfecta ama de casa.

Ella es solo un ejemplo de las miles de mujeres que hicieron lo mismo en aquel siglo, en los pasados, en los siguientes y en cualquier lugar del mundo. No obstante, puede sonarte a chino lo que cuento de nuestra querida Amandine. ¿No había en el siglo XIX calamidades mucho peores?

Puede ser. Hablemos, entonces, de Robert Galbraith. ¿Qué? ¿Que quién es? Se trata de J.K. Rowling, ¿ahora sí, verdad? ¿Tampoco? ¿La autora de Harry Potter? Ya, sabía que ahora sí.

Es cierto que no fue con esta saga con la que utilizó el seudónimo, pero la mujer es la misma. Hay que aclarar que no es que tuviese miedo de no ser publicada, ya que contaba con el aval de su vasta experiencia. Sin embargo, ella misma reconoció haber elegido aquel nombre masculino para poder escribir una serie de libros policiacos sin presiones y recibir críticas imparciales. Parece que cuando escribes en ‘terreno de hombres’ siendo mujer, todo te es puesto en tela de juicio. No se equivocaba; una vez terminada la novela, al revelarle su identidad al editor, ¿adivináis qué fue lo primero que dijo?: ‘Nunca habría adivinado que una mujer hubiera escrito esto’.

Tanto Amandine como J.K. Rowling escribieron y publicaron. Lo hicieron. Realmente, no le dedicaron demasiado tiempo a pensar cómo; a fin de cuentas, tenían el talento y tenían el esfuerzo. Afortunadamente, yo –mujer y proyecto de escritora– puedo decir que no me siento con ningún tipo de presión para publicar ni reconocer nada.

¡Propongo un brindis por el cambio de los tiempos!

Silvia Martínez Valero es una joven estudiante y constructora de historias.

Pequeños detalles y grandes oportunidades

judit mascó

Por Judit Mascó 

Cuando empecé en el mundo de la moda, no era muy consciente de que algo que te apasiona puede ser una profesión, e influir de manera determinante en tu vida, y en la de muchas más personas. La ropa, que para algunas personas tiene un aura de ‘frivolidad’ muchas veces inmerecida, y quizá es así para todo el mundo, hasta que un día te paras a reflexionar sobre quién hay detrás de la prenda que has elegido una mañana.

Hace tiempo tuve la oportunidad de viajar a Uganda a visitar una cooperativa de Café de Comercio Justo, y descubrí los  principios básicos de este movimiento. Uno de ellos me tocó  especialmente la fibra porque afecta mucho a las mujeres en el ámbito laboral: “Compromiso con la no discriminación, equidad de género y libertad de asociación“. En países como Uganda, por citar uno que conozco, la mujer no tiene un fácil acceso a la tierra y apoyarlas a ellas en concreto genera beneficios no sólo para ellas, sino para toda la comunidad. Este mismo proceso de la producción de café lo he visto en el ámbito textil.

En la vida muchas pequeñas cosas son inmensamente valiosas. Las pequeñas cooperativas, como Creative Handicrafts producen a pequeña escala moda sostenible, con una calidad muy cuidada y respetando los principios de comercio justo. Con esta cooperativa  y dentro de la colección primavera-verano 2013 Veraluna decidí hacer mi “pequeña” colaboración diseñando mi primer bolso que además se fabricaría bajo estos principios. El resultado no estuvo mal, así que cuando me volvieron a pedir ayuda para un nuevo diseño, no lo dudé.

La nueva creación ha sido un fular que tiene para mí algunas características que lo hacen práctico y atractivo: funcional, ni corto ni largo, suave y en dos versiones de color que permitan combinarlo prácticamente con todo. Éste es el resultado, y se aceptan todas las opiniones, pero sobre todo es una invitación a quienes deseen dar el paso hacia un consumo más responsable. Lo más agradable de llevarlo puesto es saber que su producción se ha hecho por mujeres trabajadoras cuyos derechos se respetan, y que comprarlos beneficia a muchas familias que ahora pueden tener una vida más digna.

El fular  diseñado por Judit Mascó está a la venta durante esta semana en Showroomprive, y los beneficios son íntegramente para la cooperativa Creative Handicrafs en la India.

Judit Mascó. Soy madre de 4 hijas, me entusiasma viajar y descubrir, de profesión modelo y presentadora,  y colaboro en varios medios de comunicación. Estoy comprometida con  diferentes entidades con las que me siento identificada.

Lo doméstico, en juicio público

Por María Alexandra Vásquez 

Imaginemos que una situación que siempre ha estado en un espacio oscuro, impenetrable, y escondido, sale a la luz… Y esa luz la encuentra en un espacio público al que puede asistir cualquier persona, en el ámbito de un juicio, que se realiza ante un órgano imparcial, independiente y autónomo.

Sala de juicio. Imagen de TrasTando

Sala de juicio. Imagen de TrasTando

La función de todo juicio es decir cómo se aplica el Derecho en el caso concreto. Se mira una concreta circunstancia por el prisma del derecho que la protege y acoge. En el proceso hay que escuchar a ambas partes. Encendamos los focos del escenario y comencemos la obra:

Trabajadora: ¡Mea culpa! Es verdad que hace 6 años, cuando me lo propusieron, inicié una relación laboral con una señora para cuidar a su madre de 90 años. Es verdad que la anciana tiene hoy 96 años, y yo tengo 65 años. Es verdad que apenas en octubre del 2012 me hicieron un contrato de trabajo, y que desde el 2009 trabajé sin contrato. Es verdad que acepté que el alta en la Seguridad Social fuera sólo de 24 horas a la semana. Es verdad que realmente mis horas de trabajo son 6 horas diarias que suman un total de 30 horas a la semana, y ahora me arrepiento haber aceptado lo anterior. Es verdad que después de 6 años de trabajo cuidando a la abuela su hija decide despedirme: y ahora ruego a Dios que me despida sobre el salario que me paga, que son 530€ por las 120 horas al mes, y no por lo que establece el contrato… Es verdad que el contrato empezó en el 2012 y ¿qué pasa con los años trabajados previamente?

Empleadora: La trabajadora es muy buena, estamos muy contentos, pero ya no la necesitamos, estamos pensando llevar a mi madre a una residencia. Es verdad que soy una persona religiosa, profesora de un colegio del barrio, que recibo un salario como Dios manda, estoy de alta en la Seguridad Social por las horas que trabajo y que por ello, cotizo para mi jubilación. Es verdad que recibo ayuda económica pública por la situación de mi madre. Es verdad que también cuento con la pensión que cobra mi madre todos los meses. Es verdad que estamos intentando salir de una relación laboral porque resulta que la trabajadora es mayor, no es tan ágil como se espera, se le solicitan trabajos fuera de lo acordado, y por ello puedo demostrar que existen unas causas de justificación del despido.

Juez (Pregunta a la empleadora): ¿Usted decidió de forma unilateral dar por finalizada la relación laboral?
¿Notificó por medio de carta la decisión de dar por terminada la relación, informando de la fecha de fin de relación laboral, y pagó la indemnización correspondiente? ¿Usted dio de alta por 24 horas a la semana a la trabajadora? ¿Y de forma verbal tenía un contrato con ella de 30 horas a la semana? ¿Le pagaba 530€ por esas 24 horas a la semana?

En ese caso, debe pagar tomando como base el Salario Mínimo Interprofesional. Un salario de 570.19 € en doce pagas. Debe abonar en la Seguridad Social todas las cantidades que corresponden a los porcentajes de cotización dejados de pagar a la Seguridad Social, para que la empleadora pueda tener algo acumulado para su pensión. Debe indemnizar por los años totales de servicio. Debe pagar antigüedad. 

Esta obra es sólo un ejemplo. Muchas veces las relaciones laborales en el trabajo doméstico son arbitrarias, despóticas y abusivas. Al desarrollarse en el ámbito privado, están de espaldas a las instancias públicas, y eso sigue siendo así en pleno siglo XXI. ¿Sólo en el empleo doméstico? ¿No habría que preguntarse también por los avances en la violencia intrafamiliar, en la violencia de género, en la trata de personas? ¿Qué pasa con las instancias públicas que deben garantizar el cumplimiento de los deberes de los empleadores y de las trabajadoras comos sus respectivos derechos?

Somos aún una sociedad que demanda empleo doméstico, lamentablemente con parámetros culturales de la Edad Media, porque muchas de las relaciones se fundamentan en la autoridad, subordinación y esclavitud. Hay muchas personas que tienen como medio de vida el empleo doméstico. El Estado debe invertir en organizar, establecer instancias, y medios que garanticen adecuadamente tal realidad, echada debajo del felpudo. Podríamos pensar en la ratificación del Convenio 189 de la OIT, instrumento al servicio de las personas. Nos quieren hacer olvidar que son los Estados comprometidos internacionalmente los llamados a velar por las personas que viven en su territorio, asumen su cultura, y obedecen sus leyes.

María Alexandra Vásquez forma parte del área jurídica del Centro Pueblos Unidos.

Cómo abrir puertas en un slum de Mumbai

Por Simona Basile Simona Basile

Hace 17 años abrí una puerta y entré por primera vez en una tienda de comercio justo. Era ‘il Villaggio dei Popoli’ situada en Florencia cerca del Museo dell’Accademia. Allí, empecé, primero como voluntaria y luego como becaria, mi colaboración y trabajo con diferentes organizaciones que se ocupan de la promoción del comercio justo, primero en Italia y después en España. En todos estos años he explicado muchísimas veces qué es el comercio justo, cómo funciona, sus beneficios y sus desafíos. He intentado trasmitir que significa un salario digno, el precio mínimo, la protección del medio ambiente y de los derechos de los trabajadores. Me considero una activista del comercio justo. Estoy convencida de que, como consumidores, tenemos el poder de generar cambios en la vida de muchas personas.

Anjali Tapkire, la primera trabajadora de la cooperativa Creative Handicrafts de  la India, ante algunos de los modelos que confeccionan ella y sus compañeras. Imagen:

Anjali Tapkire, la primera trabajadora de la cooperativa Creative Handicrafts de la India, ante algunos de los modelos que confeccionan ella y sus compañeras. Imagen: Oxfam Intermón.

Pero cada vez que entro en contacto con las personas que producen comercio justo me maravilla la potencia de este movimiento para cambiar vidas. Hace unas semanas tuve la oportunidad de acompañar a Anjali Tapkire durante su visita a España. Anjali es ahora una de las directivas de Creative Handicrafts, cooperativa de comercio justo de textil y artesanía de Mumbai que vela por los derechos de las mujeres en la India. Pero antes, con 18 años, fue la primera mujer que entró a trabajar en la cooperativa cuando ésta se creó en 1983. Junto a la fundadora, Isabel Martín, Anjali ha ido logrando que un pequeño proyecto para dar trabajo a algunas mujeres en los slums (grandes barrios marginales) de Mumbai se convirtiera en una gran cooperativa que hoy ha cambiado la vida de 700 mujeres.

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‘Si tu chico te da miedo, cuéntalo’: luces y sombras de una campaña

Dori Fernández

Por Dori Fernández

Parece que se me ha soltado la pluma (la gramatical, se entiende, la otra está bien adherida), y aquí vengo con otra reflexión que, si eres de las personas que están comprometidas con la igualdad entre mujeres y hombres, va a resultarte igual de alarmante que a mí.

Hace ya unos días el Ministerio de sanidad, políticas sociales e igualdad presentó la Campaña para la prevención de la violencia de género 2015, dirigida este año, igual que el anterior, a prevenir el maltrato entre jóvenes. El eslogan de la campaña es ‘Si tu chico te da miedo, cuéntalo’ y está siendo transmitida en prensa, radio, televisión, Internet y hasta en los cines; eso sí, afortunadamente sólo hasta el 7 de mayo. El spot, protagonizado por las actrices Nerea Camacho y Vecky Velilla, muestra a dos chicas adolescentes que sufren el control de sus parejas (varones) e insta a romper el círculo de la violencia machista e iniciar una nueva vida.

Campaña para la prevención de la violencia de género 2015

Campaña para la prevención de la violencia de género 2015

Hasta aquí todo parece acertado, ¿verdad? El problema llega cuando una pone en práctica la empatía y se coloca en la perspectiva del joven o adolescente (varón) que ve o escucha dicha campaña. ¿Qué siente? ¿En qué papel se ve en el relato de ficción que muestra la campaña? Se lo voy a adelantar para que no tengan que pensar mucho: se siente fatal, confuso, indignado y cabreado.

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Sentimientos ante la cámara

Charo Mármol

Por Charo Mármol 

‘Aislada en mi jaula de cristal’,  ‘anulada por mi familia’, ‘aplastada, pisoteada, humillada, denigrada’,  ‘luchando por tener lugar en una sociedad patriarcal’ ‘mi cárcel interna’… Estos son algunos de los sentimientos a los que las mujeres víctimas de la violencia de género, de la Casa de Emergencia de la Fundación Luz Casanova, han puesto imágenes a través de la cámara fotográfica.

Tomando como excusa la fecha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer,  se organizaron unos talleres en los que las mujeres trabajaron  los estereotipos y prejuicios que encontramos en la sociedad actual, con los que ellas se han encontrado en su vida, intentando poner nombre a los sentimientos que esto les ha ido provocando.

'Aplastada, pisoteada, humillada'. Imagen de Fundación Luz Casanova

‘Aplastada, pisoteada, humillada’. Imagen de Fundación Luz Casanova

Son mujeres de toda clase social y de todas partes del mundo. Hay un hilo conductor que las une: el maltrato por parte de sus parejas:

María José  es licenciada en psicología y trabaja como auxiliar administrativo en la administración pública. Llevaba casada 20 años y siete de noviazgo. Su ex era arquitecto técnico, de cierto prestigio, muy religioso, muy sociable y muy educado, pero la sometió a maltrato psicológico hasta que un día decidió dejarle.

Cándida es de Paraguay vino a España hace 8 años por una amiga. Empezó a trabajar de interna. Conoció a un español, conserje en una comunidad y se casó con él. La convivencia se convirtió en un infierno. Primero fueron los insultos, el aislamiento, los celos. Pronto llego la violencia física pero sólo tuvo fuerzas para abandonarlo cuando también empezó a golpear a los hijos.

Esperanza viene de un país caribeño. Llegó a España para hacer un Master de Negocios Internacionales. Entre sus compañeros conoció al que en poco tiempo se convertiría  en su marido. Nada más casarse todo cambió y comenzaron los malos tratos y el asilamiento de todos sus amigos y conocidos, la humillación, cosificación… Ella no tenía aquí familia que la apoyase y la de su marido tomó partido por él anulándola del todo. Antes de pasar a ser una víctima más decidió denunciar y abandonarlo.

Ellas tres y otras mujeres como ellas son las que han ido entrando en contacto con sus historias personales, con aquellos sentimientos más profundos que les ha causado el dolor, el maltrato y el sufrimiento infligidos por la persona a la que un día unieron su vida, en muchas ocasiones el padre de sus hijos, casi siempre la persona con la que pensaron que podían hacer el camino de la vida y envejecer juntos. Una vez puesto nombre a estos sentimientos y cámara en mano salieron a la calle e intentaron captar las imágenes que transmitieran sus sentimientos, lugares que les evocaban los momentos donde se han sentido discriminadas o marginadas.

Posiblemente ninguna de estas mujeres ganará el Premio Pulitzer de fotografía pero al menos la valoración de toda esta experiencia ha sido muy positiva: han podido expresar  a través del arte de la fotografía, la luz y el color, sentimientos, emociones y vivencias que han sufrido.

Ahora sus fotografías, junto a las que han realizado, siguiendo el mismo proceso, las personas del Centro de Día de la Fundación Luz Casanova, pueden verse en Madrid durante todo el mes de mayo. Se inaugura hoy martes 5 de mayo en el Restaurante Subiendo al Sur, de la calle Ponciano 5, de Madrid (Metro Noviciado).

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

En pie, generando igualdad

Montse Casasempere Generando igualdad

Por Montse Casasempere 

‘ Me llamo Mª José. Hace relativamente poco me descubrí mirándome de nuevo en el espejo, ni recuerdo cuándo fue el día en que dejé de hacerlo: la imagen que me devolvía me resultaba incómoda, supongo que es lo que ocurre con aquello que te resulta extraño.

Hace unos días sentí la necesidad de escribir, de recuperarme a mí misma en cada palabra que surgía de mis pensamientos. Y decidí contarme la historia de lo que fui, de lo que había sido… para reencontrarme con lo que soy en estos momentos, con lo que voy siendo, con la Mª José de siempre…

Y empecé con un Érase una vez… como siempre me contaban a mí las historias que me hacían soñar, como siempre empiezan los cuentos…

Érase una vez…. 4Una ‘mujer’ que caminaba por la vida sin rumbo, sin ilusiones, sin esperanza, sin que se le dibujara una mínima sonrisa en su rostro. En su círculo más cercano comentaban ‘puf! mírala, cómo ha cambiado, qué negativa, qué triste…’. Ninguna de esas personas hizo nunca el amago de acercarse a ella tan sólo por preguntarle qué le podía estar pasando.

Esa mujer poco a poco, día a día, fue dejando de ser. Creedme, no es tan complicado convertirse en invisible ante una misma…Y así pasó… Hasta que, como pasa con los cuentos, apareció su príncipe para salvarla…si bien esta vez no era un príncipe sino unas REINAS. Así, en mayúsculas. Eran las integrantes de la Asociación Generando Igualdad.

Sin dudarlo, sin pensarlo, nada más conocerla y proyectando sólo sonrisas le ofrecieron a la mujer la oportunidad de ir a su ‘casa’ (esa casa, que ya es la mía, el local donde dan ayuda psicológica, jurídica y grupal totalmente gratuita a mujeres como yo). Lo hicieron con tal amabilidad y cariño, que a la ‘mujer’ le fue imposible rechazar la oferta.

El primer día que la ‘mujer’ abrió la puerta de esa casa, se sorprendió del cariño que allí recibió, así como de la cantidad de mujeres a las que en su día les habían ofrecido la oportunidad de abrir esa puerta y que, ahora, la acogían a ella con un abrazo. Allí, poco a poco, la «mujer» fue encontrando el camino perdido. Hoy no puede sentirse más orgullosa del paso que dio, feliz de haber despertado aquel día en que se cruzó con Generando Igualdad y con todas las personas que han estado, guiándola, cuidándola, ofreciéndole terapia, compartiendo risas y lágrimas y convirtiéndose en lo que, sin duda son hoy, su FAMILIA.

Sin embargo, ahora, tras años de trabajo, la continuidad de la asociación corre peligro; ya que no cuentan con suficientes ingresos como para poder mantenerse en funcionamiento.

Como veis, tristemente, los cuentos no siempre van acompañados de finales felices, pero éste aún no ha terminado, lo estamos escribiendo y para darle un giro al final, sin duda, te necesitamos a ti.’

¿Nos ayudas a cambiar el final del cuento?

Mª José es una de las más de 700 mujeres que Generando Igualdad, dedicada a la atención de mujeres víctimas de la violencia de género, ha atendido en los últimos 15 años. Ahora, esta asociación está a punto de desaparecer. Si quieres ayudar a evitarlo puedes contribuir económicamente en http://www.generandoigualdad.com/donaciones/

Gracias por ayudarnos a seguir en pie… generando igualdad.

Montse Casasempere Ruiz es Vicepresidenta de Generando Igualdad.

No sólo un día al año

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hay días de los que todo el mundo se suele acordar; el día de la madre, el del padre, el de San Valentín, el de la mujer… Ahora que está cerca el primero, qué mejor momento para tener presente la maternidad.
Lo cierto es que frecuentemente cuando se piensa en las madres nos viene a la mente las que son jóvenes y dejamos de lado a aquellas que lo fueron primero, las mayores, que ahora además de madres incluso pueden ser abuelas.
La realidad es que ser madre es para toda la vida, no sólo cuando se es joven, vital, resolutiva, cuidadora, independiente o fuerte. Por eso este post va dedicado a las madres mayores, esas que frecuentemente están tan olvidadas por parte de la sociedad y de gran parte de sus familias, a muchas de ellas que viven solas, o en residencias, que pueden encontrarse con dolencias o enfermedades, pero que siguen siendo madres.

Imagen de promoción del Concurso de Fotografía Intergenracional de la Fundación Amigos de los Mayores.

Imagen de promoción del Concurso de Fotografía Intergenracional de la Fundación Amigos de los Mayores.

Son mujeres que experimentaron la maternidad hace cincuenta, sesenta o incluso setenta años cuando todavía no estaba ni siquiera presente la democracia en España y tuvieron que asumir, supuestamente sin rechistar, los condicionantes de una época histórica, social y política que las mantenía al margen.

Personas que han tenido que vivir e interiorizar cambios para los que nadie las preparó y han allanado el camino a las que hemos venido después. Mujeres que frecuentemente fueron educadas en un patriarcado que potenciaba la sumisión, la entrega incondicional y la dependencia de la mujer, pero que también lo cuestionaron o quisieron que sus hijas y nietas no viviesen lo mismo.

Al hilo de esto hace semanas una chica en la consulta me relataba como su abuela de más de ochenta años le aconsejaba, que no tuviese prisa por casarse y que disfrutase, experimentase y apreciase todo aquello que la vida le ofrecía sin tener como objetivo vital prioritario casarse y tener hijos. Esta mujer, que actualmente vive en una residencia de personas mayores, defendía la libertad, el aprendizaje, y la experimentación de la nieta; toda una apuesta por la vida en la vejez.

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Feliz Día del trabajo (de todos los trabajos)

Rosa_Martínez

Por Rosa Martínez

Hoy me levanté pensando “Qué bien que hoy no trabajo” y de repente me di cuenta que tenía que recoger la casa, vestir a los niños, ir a la compra, pasar por casa de mis padres, etc. Nunca nos paramos a pensar en todo el trabajo que hay que hacer, y que sin embargo nadie considera un trabajo, pero ¿Qué pasaría si esta semana me declaro en huelga y no hago nada de eso? ¿Y si todas las mujeres nos declarásemos en huelga?

Manifestación por los derechos de las limpiadoras del hogar. (C) Territorio doméstico

Manifestación por los derechos de las limpiadoras del hogar. (C) Territorio doméstico

Me gustaría que cuando hablemos del Día del Trabajo, tuviéramos en mente todos los trabajos. Sí, también ese que la sociedad no valora, no remunera y ni siquiera reconoce: el de los cuidados, el reproductivo, el de sacar la vida adelante.

Ese trabajo que realizan mayoritariamente las mujeres en todo el mundo, ese que es imprescindible y que no aparece en ninguna estadística ni indicador de progreso o riqueza. Así somos. En nuestra sociedad tiene más reconocimiento el gerente de una fábrica de armas o el banquero que desahucia a la gente de sus casas, que las mujeres que se ocupan de sus criaturas o de sus familiares dependientes.

Ellos (porque en ese tipo de puestos son mayoritaria y aplastantemente ellos) cobran algo más que un buen sueldo, tienen prestigio y estatus social; se les reconoce su contribución a la sociedad y a la economía. Ellas tienen más riesgo de caer en la pobreza y sufrir violencia, y su trabajo no es valorado ni social, ni económicamente.

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