No sólo un día al año

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hay días de los que todo el mundo se suele acordar; el día de la madre, el del padre, el de San Valentín, el de la mujer… Ahora que está cerca el primero, qué mejor momento para tener presente la maternidad.
Lo cierto es que frecuentemente cuando se piensa en las madres nos viene a la mente las que son jóvenes y dejamos de lado a aquellas que lo fueron primero, las mayores, que ahora además de madres incluso pueden ser abuelas.
La realidad es que ser madre es para toda la vida, no sólo cuando se es joven, vital, resolutiva, cuidadora, independiente o fuerte. Por eso este post va dedicado a las madres mayores, esas que frecuentemente están tan olvidadas por parte de la sociedad y de gran parte de sus familias, a muchas de ellas que viven solas, o en residencias, que pueden encontrarse con dolencias o enfermedades, pero que siguen siendo madres.

Imagen de promoción del Concurso de Fotografía Intergenracional de la Fundación Amigos de los Mayores.

Imagen de promoción del Concurso de Fotografía Intergenracional de la Fundación Amigos de los Mayores.

Son mujeres que experimentaron la maternidad hace cincuenta, sesenta o incluso setenta años cuando todavía no estaba ni siquiera presente la democracia en España y tuvieron que asumir, supuestamente sin rechistar, los condicionantes de una época histórica, social y política que las mantenía al margen.

Personas que han tenido que vivir e interiorizar cambios para los que nadie las preparó y han allanado el camino a las que hemos venido después. Mujeres que frecuentemente fueron educadas en un patriarcado que potenciaba la sumisión, la entrega incondicional y la dependencia de la mujer, pero que también lo cuestionaron o quisieron que sus hijas y nietas no viviesen lo mismo.

Al hilo de esto hace semanas una chica en la consulta me relataba como su abuela de más de ochenta años le aconsejaba, que no tuviese prisa por casarse y que disfrutase, experimentase y apreciase todo aquello que la vida le ofrecía sin tener como objetivo vital prioritario casarse y tener hijos. Esta mujer, que actualmente vive en una residencia de personas mayores, defendía la libertad, el aprendizaje, y la experimentación de la nieta; toda una apuesta por la vida en la vejez.


Las madres mayores que se han adaptado a una sociedad que ha cambiado muy deprisa tienen un gran mérito, pues partían de un nivel de represión y desconocimiento muy alto. Muchas han mostrado su interés por querer tener una vida más placentera, han apoyado a las hijas y los hijos para que se valiesen por sí mismas, han aprendido y defendido sus derechos, han logrado rehacer su vida y darse nuevas oportunidades, se han abierto al mundo de las nuevas tecnologías, etc., y mientras tanto han ido envejeciendo.

El otro día una mujer me hablaba del trabajo diario que tienen que hacer entre ella y sus dos hermanas ya que su madre está enferma de alzheimer desde hace tres años. A ella le generaba mucha tristeza verla tan desconectada de lo que fue, pero le dolía todavía más ver que su hija, que había sido criada por su madre, rechazaba y huía del encuentro con la abuela a la que miraba como una enferma ajena a lo que fue. Me decía entre lágrimas que aunque la enfermedad la había distanciado, ella sentía que seguía siendo su madre, la persona que le dio lo mejor que supo durante su crecimiento.

Muchas de estas mujeres se vuelven invisibles para la sociedad cuando dejan de aportar en la vida activa, de ocuparse de los aspectos familiares, o de aquellos recados varios que se requieren hacer. En una sociedad que adora lo joven, práctico, funcional y desechable, ¿Dónde queda lo emocional, su historia, lo escrito por ellas?

A esas madres que lo fueron primero, a las que siguen cuidando a hijos/as, nietos/as realizando una labor y función nada reconocida por gobiernos, autoridades y sociedad en general. A aquellas que aunque con dolencias pueden tener una vida independiente, a las que han dejado parte de su historia en el camino y no consiguen recordar, a aquellas a las que ahora hay que cuidar. A ellas que nos han enseñado tanto, sin libros o cualificación técnica, y sin ni siquiera ser conscientes. Se es madre todos los días, no un día al año.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

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