Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

Entradas etiquetadas como ‘obispos’

¿Cientos de miles o 120.000 contra Zapatero?

Ya de niño, con el cerebro medianamente lavado por los frailes, me impresionaron mucho estos versos cómicos de un romance (creo que anónimo) sobre una contradicción recionalmente irresoluble:

¿Cómo es posible que, siendo Dios infinitamente poderoso y, a la vez, infinitamente bueno, pueda permitir que ocurran tantas desgracias, tanto sufrimiento evitable, tanta hambre, desigualdad, tortura, injusticia, etc, sobre la Tierra?

Una de dos: o no es tan poderoso como dicen mis frailes o no es tan bueno.

La respuesta me la dió este sabio romance de cariz peligrosamente racionalista:

«… vinieron los sarracenos

y nos molieron a palos,

que Dios ayuda a los malos

cuando son más que los buenos…»

Quizás, por eso, buena parte de la COPE, El Mundo, el PP, los profesionales de la política que viven (y a menudo abusan) de las víctimas, etc., tienen tanto interés en sumar mucha gente en la calle a favor de sus pancartas políticas.

Deben creer, como el autor del romance, que si llegan algún día a ser muchos más que los otros, entonces tendrán a Dios de su lado.

Al final, va a resultar que ser bueno o malo va a depender de los votos.

Sin embargo, esta vez me ha parecido ver pocos curas y monjas y ningún obispo en esa quinta manifestación contra el diálogo de Zapatero con ETA , aprobado por los representantes de la mayoría de los españoles.

Ambos diarios difieren hoy en sus portadas en la cantidad de manifestantes -lo que ya es habitual- y también en el objetivo que pretendían los convocantes.

El País, abajo:

Más de 120.000 personas se manifiestan en Madrid contra el diálogo con ETA

Sumario:

La cúpula del PP se suma a la manifestación

El Mundo, arriba:

Una gran multitud pide por quinta vez a Zapatero que no se rinda

Sumario:

Cientos de miles de personas, incluída la plana mayor del PP, contra la negociación con ETA

Como vemos, en El Paísvan:

«contra el diálogo con ETA»

mientras en El Mundo van:

«contra la negociación con ETA

Por el famoso romance, ya sabemos que las palabras las carga el diablo o Dios, dependiendo del número de personas que las digan o, quizás, -¿por qué no?- de lectores que las lean?

Y si dependiera del número de lectores… (¡ay!), Dios estaría apoyando… a los 2,5 millones que leen cada día 20 minutos y no a los 1,2 millones escasos que leen cada día El Mundo. (Este argumento no me consuela nada, porque en la edición digital El Mundo aún nos gana con mucha ventaja. Claro que la lanzaron diez años antes que 20minutos.es) El tiempo lo dirá.

¿Será verdad que los obispos, que hace exactamente un año pedían más dinero al Estado (véase El País, 26-11-05), están ya satisfechos con lo que han sacado de nuestros bolsillos, gracias a la generosidad o cobardía del gobierno socialista?

Por lo que veo, los obispos ya no hacen tanto ruido… a la vista.

¿Será por dinero o por la genuflexión de Moratinos ante su colega en el Vaticano?

Aquí pasa algo.

Dos artículos recomendables de El País (Domingo).

Uno es éste análisis de Javier Pradera:

Guerra y dictadura

LOS INCIDENTES PRODUCIDOS en el Valle de los Caídos con ocasión de una misa por el 31º aniversario de la muerte de Franco, por un lado, y la petición suscrita por cerca de noventa organizaciones de izquierda para que el proyecto enviado por el Gobierno a las Cortes el pasado 8 de septiembre en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura sea retirado del Congreso, por otro, ponen de relieve que el debate intergeneracional sobre las siete décadas pasadas continúa vivo. La iniciativa tendrá una agitada travesía parlamentaria; mientras el PP anuncia su rechazo frontal, ERC e IU anuncian sendas enmiendas a la totalidad. Y si los medios de la derecha presentan el proyecto como un acto de revanchismo, un informe de Amnistía Internacional descalifica su articulado como una especie de ley de punto final o de amnistía encubierta.

El proyecto de ley del Gobierno que amplía derechos y establece medidas en pro de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo será impugnado en el Parlamento desde la derecha y desde la izquierda

La propuesta gubernamental elude el título previsto de ley de memoria histórica y adopta un rótulo descriptivo referido al reconocimiento y ampliación de derechos y al establecimiento de medidas «a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura». Se trata de una decisión razonada: la exposición de motivos aclara que no es tarea de las normas jurídicas «implantar una determinada memoria histórica» o «reconstruir una supuesta memoria colectiva». Una vez excluido el empleo de esos estereotipos, reificadores de experiencias personales y diversas, la propuesta gubernamental opta por amparar la recuperación de la memoria personal y familiar, que incluye el derecho a la reparación de las injusticias sufridas en forma de condenas, sanciones o violencias «cualquiera que fuere el bando o la zona en la que se encontraran quienes las padecieron». Los recuerdos mantienen una singularidad individual, irreductible a una fantasmal memoria histórica -colectiva y monolítica- cuya voz sería monopolizada por los portavoces que se arrogasen el privilegio de hablar en su nombre.

Pero la batalla de las palabras desempeña un papel en las guerras políticas: la kilométrica denominación del proyecto gubernamental facilitará el regreso a los debates parlamentarios y a la prensa de la expresión memoria histórica con que ERC bautizaba en febrero de 2006 -añadiendo republicana y antifascista- su proposición de ley, rechazada después por el Congreso. Navegando entre los improperios derechistas, por planear una supuesta revancha simbólica frente a los vencedores de la Guerra Civil, y las denuncias izquierdistas, por no declarar de modo expreso la ilegalidad de la dictadura, la exposición de motivos del proyecto de ley reivindica, sin embargo, su voluntad de dar continuidad al espíritu de concordia y de respeto al pluralismo que guió a la transición e inspiró a la Constitución.

Desde el punto de vista de la reconciliación nacional, es lógico que los grandes beneficiados de la ampliación de los derechos y de las medidas económicas mencionadas en la norma sean los represaliados, encarcelados y exiliados por haber servido a la Segunda República o por haber luchado contra el régimen de Franco cualquiera que fuese su alineamiento (o el de su familia) durante la guerra, sin olvidar a sus deudos ni a los familiares de los fallecidos. El proyecto indemniza igualmente a los herederos de los muertos por la democracia entre 1 de enero de 1968 y 6 de octubre de 1977.

El proyecto regula también una miscelánea de materias: desde la localización de los desaparecidos hasta la doble nacionalidad de los brigadistas, pasando por el Valle de los Caídos, el Archivo de Salamanca y la supresión de los escudos conmemorativos de la Guerra Civil en los edificios estatales. Junto al polémico terreno de las cuestiones simbólicas, el principal tema de discordia entre el Gobierno y sus aliados girará en torno a las sentencias dictadas por tribunales militares en juicios sumarísimos; el invento sustitutorio de la nulidad de esos fallos, una «declaración de reparación y reconocimiento personal» que concedería un consejo elegido por el Parlamento, carecería de efectos jurídicos o de cualquier otro tipo y omitiría el nombre de los verdugos, parece una broma de los Santos Inocentes.

Y el otro es de John Carlin sobre la lucha contra el sida y sobre la situación de la mujer en Africa . Aviso: es largo, pero vale la pena leerlo:

REPORTAJE LA GRAN PLAGA

El hombre que plantó cara al sida

Gay, ex prostituto y enfermo, Zackie Achmat se ha convertido en una leyenda en la lucha contra la pandemia

JOHN CARLIN

26/11/2006

Los padres de Zackie Achmat eran musulmanes conservadores. Cuando él tenía 14 años prendió fuego a su colegio, se fue de casa y se ganó la vida durante una época como prostituto homosexual. Ateo declarado, con ideas políticas forjadas a base de una intensa lectura de las obras de Marx, Lenin y Trotski, contrajo el sida a los 28 años y fundó el primer movimiento de su país defensor de los derechos de gays y lesbianas. Su padre se fue a la tumba odiándole; su madre nunca logró sobreponerse a la vergüenza. Sin embargo, hoy, el propio Nelson Mandela le ha calificado como un héroe nacional en el país más golpeado por el sida del mundo. Porque no existe ninguna otra persona en Suráfrica, ni seguramente en ningún otro país, que haya dedicado tanto tiempo y energía, que se haya entregado de forma tan desinteresada a la guerra contra el sida; que haya sacrificado tanto para ayudar a tantos.

Achmat es un emblema de la lucha global contra un virus que ha infectado a 40 millones de personas

900 personas mueren cada día en Suráfrica por sida, y otras 1.000 resultan infectadas

«El riesgo de difusión del sida es mayor en países en los que hay excesos sexuales pero no libertad sexual»

«El hijo de Mandela murió de sida, y él lo anunció al mundo para combatir el tabú del sexo y el sida»

La inmigración y la desigualdad entre sexos favorece la enfermedad en India, China y Rusia

«Si disminuye la violencia contra las mujeres, el resultado será una contención de la epidemia».

Achmat, nacido en 1962, despierta la misma admiración fuera de su país y es reconocido entre los activistas del sida como un emblema de la lucha global contra una enfermedad que hoy padecen 39,5 millones de personas, 4,3 millones más que a finales del 2005, según la ONU. Mañana mismo,

Achmat, que ha sido nominado para el Premio Nobel, hará una intervención ante el Banco Mundial en Washington en la que propondrá que combatir el sida no debe ser sólo prioridad para los países pobres más afectados -o incluso países grandes en peligro como China, India y Rusia -, sino que tiene que ser una responsabilidad compartida. Todos deben aportar apoyo político y económico, dirá, porque no hacerlo en un mundo interdependiente, de fronteras más y más porosas, impactará de manera imprevisible en la prosperidad y seguridad de todos.

Achmat, coincidiendo con el inminente Día Internacional del Sida, hizo un análisis para EL PAÍS de la situación actual. Destacó que, aunque el número de víctimas del virus no deja de crecer, hay motivos para el optimismo, principalmente debido a que los avances científicos se empiezan a aplicar por fin en África, donde viven tres cuartas partes de las víctimas, pero un millón de personas ya tiene acceso a los medicamentos antirretrovirales que hace tiempo son accesibles a todos en los países ricos.

Achmat lleva ocho años dirigiendo una organización llamada Campaña de Acción para el Tratamiento (en inglés, TAC), que se ha dedicado en gran medida a presionar a su Gobierno, a la industria farmacéutica y a la opinión internacional para que se acabe con la desigualdad en el acceso al tratamiento para el sida en países ricos y pobres. La TAC es al sida lo que el partido gobernante de su país, el Congreso Nacional Africano (ANC), del ex presidente Mandela, fue al apartheid. Y así como en los tiempos de lucha de Mandela, Suráfrica era símbolo mundial de la discriminación racial, hoy Suráfrica ofrece el ejemplo más deplorable de cómo reaccionar ante la epidemia.

Mandela declaró en una famosa ocasión que estaba dispuesto a dar la vida por su causa. Achmat ha estado todavía más cerca que Mandela de dar la suya. Durante años se negó a tomar la medicación antirretroviral que podía salvarle la vida porque los fármacos no estaban al alcance de los surafricanos pobres. Mandela le pidió personalmente en 2002 que cediera, pero hubo que esperar al año siguiente, cuando el Gobierno de Thabo Mbeki relajó su perversa postura contra el tratamiento antisida, para que Achmat -con la enfermedad plenamente desarrollada y al borde de la muerte- empezara a tomar las píldoras de Lázaro.

Desde entonces ha sufrido un ataque al corazón que volvió a ponerle al borde de la muerte. Sin embargo, durante la entrevista celebrada esta semana, irradiaba el optimismo y la buena salud de un hombre que ha visto sus esfuerzos recompensados, que ha ganado batallas contra su Gobierno y contra la industria farmacéutica internacional, ya que ha ayudado a dividir por 25 el precio de los fármacos antisida en Suráfrica desde que fundó la TAC, en 1998. Que las cosas parezcan estar cambiando, que el Gobierno surafricano esté sacando, por fin, la cabeza de debajo del ala, se debe más que nada al activismo de Achmat, que vivió buena parte de su adolescencia en la cárcel (incendiar su colegio fue uno de los muchos actos de protesta política y por el que estuvo nueve meses incomunicado cuando tenía 15 años) por su militancia en el ANC, que pasó los años ochenta en la clandestinidad en nombre del ANC y que ha dedicado los ocho últimos años de su vida a combatir la postura del Gobierno del ANC respecto al sida. Y está ganando.

Mbeki parece aferrarse todavía a la posición de «negar la evidencia» cuando asegura que el virus del sida no mata, que los fármacos antirretrovirales hacen más mal que bien y que la remolacha y el ajo son la mejor cura para la enfermedad. Pero la presión política en su país y fuera de él -en gran parte generada por la TAC- ha alcanzado su masa crítica, y tanto él como, sobre todo, los futuros aspirantes a la presidencia dentro de su propio partido se han visto obligados a cambiar de rumbo y sumarse a la ortodoxia internacional sobre la materia. Hay muestras de una revolución silenciosa en la política sobre el sida dentro del Gobierno de Mbeki, indicios de que se preparan medidas radicales para mejorar el acceso a tratamientos antirretrovirales y para que el Gobierno abandone su retórica confusa, engañosa, cuyas consecuencias muchos consideran criminales dentro y fuera de Suráfrica.

A pesar de que el número de personas infectadas de sida es sólo comparable al de India, un país con una población 25 veces mayor, el panorama nunca ha sido tan esperanzador para la campaña de la TAC. Tanta energía positiva desprende Achmat -lleva, como siempre que aparece en público, una camiseta negra con las palabras HIV-Positive estampadas en el pecho, en grandes letras blancas-, que incluso logra sacar algún consuelo de las abominables cifras del sida en Suráfrica, las peores en un continente al que se atribuyen dos tercios de los casos mundiales; un país en el que 900 personas mueren de la enfermedad y 1.000 resultan infectadas cada día; que alberga a 5,5 millones de los seropositivos de todo el mundo; en el que el sida ha acabado ya con 1,5 millones de vidas.

«Las víctimas del sida, sólo en Suráfrica, son mucho más numerosas que las de la guerra de Irak», explica Achmat, que habla del tema sin parar durante cuatro horas -primero en un restaurante, ante una cena baja en colesterol (por su corazón) y sin alcohol (por el sida), y luego en su casa hasta altas horas de la noche-, con buen humor, con lucidez y con una pasión inagotable. «Pero aquí hemos hecho tan mal las cosas, somos un ejemplo tan claro de cómo no actuar ante la epidemia, que ofrecemos una buena lección al mundo que todos los gobiernos deberían estudiar».

«La gran lección sobre cómo no hacer las cosas está aquí». Lo que Achmat recomienda es estudiar el caso de Brasil, el país en vías de desarrollo que ha afrontado la enfermedad de forma más admirable.

Suráfrica y Brasil se parecen en muchos aspectos: los dos países tienen inmensas desigualdades entre ricos y pobres, son prósperos y dinámicos en comparación con sus vecinos y, a principios de los noventa, estaban prácticamente en el mismo nivel de sida. Para explicar lo que ha sucedido desde entonces, qué radicalmente distintos han sido los métodos utilizados por los dos, Achmat recurre a un gráfico que ha incluido en la intervención programada para mañana ante el Banco Mundial. El gráfico muestra dos curvas; una es la incidencia de la muerte por cada 100.000 mujeres entre 15 y 64 años en Brasil, y otra la del mismo grupo en Suráfrica. La curva brasileña es la que se podría esperar en cualquier país normal: asciende lentamente y se hace más brusca cuando el grupo de edad supera los 50. La curva surafricana es tan pronunciada cuando las mujeres están en plena edad fértil como a los 60 años.

En general, el número de muertes entre los hombres y mujeres del grupo de edad de 30 a 34 en Suráfrica es más elevado que ningún otro. «Nosotros nos hemos equivocado en todo y Brasil ha acertado en todo: unos dirigentes que han sentado un claro ejemplo, haber sabido combinar la prevención con el tratamiento, invertir el dinero necesario, mostrar, como sociedad, una actitud saludable respecto al sexo. Lo que quiero decir es que a Brasil no le acompleja que sus habitantes practiquen mucho el sexo. A diferencia de Suráfrica, donde también hay mucho sexo pero se ve la hipocresía y el rechazo desde las alturas». Achmat lo explica con una fórmula: «Beatería pública y permisividad privada». Mientras que en Brasil, dice, la permisividad es tanto privada como pública. «El problema, el riesgo de difusión del sida, es mayor en los países en los que hay excesos sexuales pero no libertad sexual; en los que es tabú hablar de sexo, pero a las mujeres se las trata de manera abominable».

A Achmat, cuya militancia le ha ganado el odio de peligrosos radicales musulmanes en Suráfrica, le horroriza lo que considera la peligrosa insensatez de las religiones que no son capaces de abordar con honradez la cuestión del sexo. «Lo malo es que se confunde moralidad con sexo, se eleva el sexo a la categoría de máxima inmoralidad. Y todavía peor es cuando la gente es permisiva pero pretende que no lo es. Lo que ocurre, yo creo, es que luchamos cada día para tener una nueva Ilustración. Porque la Ilustración significa democracia, razón, ciencia, igualdad, respeto al individuo. En la guerra contra el sida debemos librar esa batalla cada día».

Para Achmat, el gran defensor de esa Ilustración de nuestros días ha sido Nelson Mandela. «¡Eso es ser un dirigente! Ningún otro político surafricano ha hablado más abiertamente ni con más prudencia sobre el sida. En 2003 apareció en el estrado, en una concentración de la TAC, con una de estas camisetas de HIV-Positive. ¿Sabe lo que significa eso en un hombre que se crió en los años veinte y treinta, en un hogar tradicional, rural, aristocrático, que estuvo 27 años en prisión y que, en muchos sentidos, se comporta como un caballero victoriano del siglo XIX? ¡Y luego su hijo muere de sida y él da una rueda de prensa para anunciarlo al mundo, precisamente para combatir el tabú del sexo y el sida! En cambio, aquí, en Suráfrica, mueren 1.000 personas al día y nuestros dirigentes actuales, ni una palabra».

Sin embargo, las cosas están cambiando en Suráfrica. «Ha habido una gran transformación, y el próximo presidente no tendrá más remedio que hacer que el sida sea una gran prioridad. En comparación con 1988, el año en el que se celebró el primer Día Internacional del Sida, hemos avanzado enormemente en cuestión de tratamientos, uso de condones, investigación, y -cosa muy importante- cada vez se es más consciente de que existe una relación entre desigualdad entre sexos y sida; que si se disminuye la violencia contra las mujeres y ellas adquieren más independencia económica, el resultado será una contención de la epidemia».

También se dedica mucho más dinero a combatir el sida. Pero no es suficiente, el 50% de lo que se necesita en todo el mundo, dice Achmat, que considera «obscena, escandalosamente obscena» la desproporción entre el gasto dedicado a la llamada guerra contra el terrorismo y el dedicado al peligro mucho más claro e inminente representado por el sida y otras enfermedades que siegan la vida de los pobres, como la malaria y la tuberculosis.

No obstante, Achmat termina las cuatro horas de conversación en un tono esperanzado, como corresponde a un momento en el que parece encontrarse en el umbral de una famosa victoria, la de haber contribuido a cambiar por completo las políticas sobre el sida que han hecho de Suráfrica un caso perdido y un ejemplo vergonzoso para el resto del mundo. «Creo que el movimiento creado en torno al sida, no sólo aquí, sino también en el resto de África, ha engendrado un grado de solidaridad social y motivación común que no se había visto ni siquiera hace 50 años, durante los movimientos africanos de independencia. Creo que sobre las cenizas del sida podemos construir unas sociedades más democráticas y fuertes, como ocurrió en Europa tras la II Guerra Mundial».

La gran injusticia -una de las más grotescas del mundo- es que una enfermedad que ya es sólo crónica y en gran medida asintomática en Europa y en Estados Unidos, sigue siendo mortal en África. El gran objetivo es que se deje de discriminar a los países pobres en materia de salud; que tanto en África como en otros continentes en los que existe la amenaza de que el sida adquiera dimensiones africanas se logre la igualdad.

Achmat sabe que la victoria está lejos, que la guerra será larga, que todavía existen grandes peligros y será preciso matar más dragones, pero él mismo ha resurgido de las cenizas. Es inteligente, ambicioso, astuto y dinámico, y después de haber logrado victorias en el campo de batalla del sida más duro de todos, el de Suráfrica, después de haber derrotado él mismo a la propia muerte, su fe de ateo le dice que, a pesar de tanto sufrimiento, todo es posible.

Aún hay salvación para China, India y Rusia

LOS GOBIERNOS de China, India y Rusia, tres países que Achmat considera al borde de una catástrofe sin precedentes por lo que respecta al sida, aún tienen tiempo de actuar. «Los conocimientos y los tratamientos médicos están mucho más avanzados que cuando empezó a extenderse la enfermedad en Suráfrica, hace 10 años, y los medicamentos son muchísimo más baratos». Los motivos de alarma en estos países no tienen que ver sólo con que los casos de sida estén aumentando. «Tienen en común con Suráfrica dos factores que favorecen la epidemia: vastos movimientos de mano de obra inmigrante y una terrible desigualdad entre los sexos», explica Achmat.

Los trabajadores que están lejos de sus familias no sólo tienden a mantener relaciones sexuales superficiales en los centros urbanos en los que trabajan, sino que, cuando vuelven a sus hogares rurales de vacaciones, contagian la enfermedad a sus esposas. Por eso es por lo que el VIH, además de extenderse por toda Suráfrica, ha causado «estragos», según Achmat, en países pobres y exportadores de mano de obra del sur del continente, como Malaui, Lesoto y Mozambique. «Si se piensa que, en los momentos de máxima afluencia, Suráfrica ha tenido 1,5 millones de trabajadores inmigrantes, y que en China hay 135 millones, que en su mayoría viven en grandes recintos urbanos, y muchos de los cuales son -un factor de riesgo más- mujeres en edad de tener una vida sexual activa, es fácil ver las posibilidades de catástrofe».

Por lo que respecta a India, no sólo existen también grandes migraciones internas, sino que las clases medias viven en un rechazo de la realidad que es peligrosamente retrógrado. «Las clases medias jóvenes y florecientes siguen pensando que el VIH es cuestión de los homosexuales y de las trabajadoras del sexo», dice, al tiempo que destaca que hace 15 años la gente pensaba lo mismo en Suráfrica, pero que hoy las mujeres jóvenes de su país tienen cuatro veces más posibilidades de resultar infectadas que los hombres. «Lo irónico es que India es el mayor productor mundial de fármacos para el tratamiento del sida y, sin embargo, la gente es muy ignorante sobre la enfermedad». Por ahora, India está empatada con Suráfrica en cuanto al número de infectados, alrededor de 5,5 millones cada una. «Dado que tienen más de 1.000 millones de personas, esa cifra es menos del 0,5% de la población. Imagínese si alguna vez llegara al 10%, como aquí… E imagínese si tuviéramos porcentajes semejantes en China, las consecuencias que eso tendría en países como Vietnam, Camboya, Birmania, tal como hemos visto con los vecinos de Suráfrica. Por no hablar de la sangría de recursos a medida que la demanda de tratamiento adquiera proporciones masivas».

Rusia, cuyas posibilidades de desastre también ha estudiado Achmat, posee además un enorme problema de consumo de drogas por vía intravenosa, que se suma a un machismo desenfrenado y a inmensas oleadas migratorias de trabajadores que van del campo a unas ciudades en plena expansión. «Está claro con qué fuerza se está propagando la enfermedad en Europa del Este», advierte Achmat, que empezó a predicar la catástrofe en su país a principios de los noventa y que trágicamente ha resultado tener razón.

«El gran temor es que esos países sigan los pasos de Suráfrica, así que más vale que confiemos en que lo ocurrido aquí les sirva de advertencia», dice Achmat. «Una de las mejores cosas que pueden hacer todos los países en peligro de sufrir una epidemia similar», según Achmat, «es estudiar con detalle el ejemplo de Suráfrica».

Un Plan Marshall contra el sida

Achmat explica el argumento que piensa plantear mañana en el Banco Mundial y en el que seguramente va a seguir insistiendo, todavía con más fuerza, en años venideros: que lo que se necesita ahora en esta África asolada por el sida es el equivalente al Plan Marshall en Europa. Y que tiene sentido económico crear un fondo de reconstrucción para levantar «sociedades más democráticas, más responsables, en las que estos horrores no vuelvan a producirse».

«Contamos con las herramientas básicas para iniciar un Plan Marshall en África. Tenemos a la gente de nuestro lado», asegura el activista surafricano, que ha trabajado más que nadie para concienciar a la población sobre el sida y movilizar a los ciudadanos para que luchen por sus derechos. «Lo que necesitamos ahora es la dirección y los recursos necesarios». Es decir, como explicará mañana en Washington, que los países ricos deben dar más dinero, que hay que gravar con impuestos especiales a las clases medias y ricas, que las grandes empresas tienen que pagar, que los científicos tienen que colaborar y no competir -como ahora- para hallar una vacuna contra el sida, y que los Gobiernos deben ofrecer incentivos para animarles a hacerlo. Y que todo esto lo deben hacer los países ricos no sólo por obligación moral, sino por lógica política y económica.

Partiendo de la premisa de que las enfermedades como el sida que devastan los países africanos contribuyen a la pobreza, eliminando a la gente joven, de cuya mano de obra depende el progreso, Achmat argumenta que pagar ahora representa ahorrar mucho más a medio y a largo plazo. En una época en la que la migración masiva de los países pobres a los ricos genera tantos problemas, unirse de manera decidida a la guerra contra el sida es, para los países ricos, una cuestión de proteger sus propios intereses.

¿Merece o no merece este hombre el Premio Nobel?

«Los obispos admiten», en El País; «los obispos rechazan», en El Mundo

El documento de los dueños de la COPE -más diplomático que su emisora- permite diversas interpretaciones, a la hora de valorar el mensaje que más conviene, o gusta leer, a los clientes de un determinado diario.

El sábado nos ofrecieron estos titulares (ambos mandando a 4 columnas) dignos de reflexión:

El Mundo:

Los obispos rechazan que se trate a ETA como «interlocutor político»

El País:

Los obispos admiten la «indulgencia» para los etarras que dejen la violencia

Desde luego, quien no se contenta es porque no quiere. La Iglesia sirve platos para todos los gustos.

No pude colgar ayer esta noticia de elmundobórico.es.

Me interesa hacerlo hoy, aunque sea con retraso, para seguir de cerca el caso (o los casos) de los jueces que me parecen sospechosos de meter la cuchara ideológica hasta el fondo en sus actuaciones profesionlas.

Los peritos del bórico, el estrafalario juez Hidalgo del caso Bono y la mochila de Vallecas, etc., se resolverán algún día en justicia.

Mientras, me conformaré con geniales máximas forgianas como ésta.

Es ciertamente triste que los asuntos más graves de nuestra vida sólo sean tratados con seriedad por los humoristas. Pero algo es algo.

Gracias, Forges.

Iglesia-Estado: ¡Qué triste es luchar por cosas evidentes!

Los obispos amenazaron ayer al Gobierno laico de España con la desobediencia civil, la movilización callejera, la objeción de conciencia, etc., contra leyes del Estado si sus demandas sobre la enseñanza privilegiada de la religión católica en la escuela no eran atendidas a su gusto.

«Con la Iglesia hemos topado», amigo Zapatero. Ahí quiero verle.

Sacar a nuestras tropas de Irak, y enfrentarse por ello al mayor imperio del mundo, fue una minucia, si lo comparamos con la que se le viene encima al Gobierno si mantiene sus principios éticos y su programa político y no cede a las amenazas y chantajes de los dueños de la COPE.

Entiendo que Rajoy, Acebes y Zaplana sean (o se sientan) prisioneros de la COPE y de elmundobórico.es, porque en ello les puede ir un puñado de votos de la derecha exaltada. Y que sean fieles aliados de la Iglesia. Su doctrina -dicen- está inspirada por el humanismo cristiano.

En cambio, no puedo entender el pánico que les entra a los líderes socialistas (ya sean creyentes o ateos) cuando reciben la más mínima presión, amenaza o chantaje de los obispos más montaraces y cavernícolas de la Iglesia católica. Se arrugan a la primera de cambio.

He recomendado a varios colegas por sms que no se pierdan el chiste que Forges publica hoy en El País:

Después de verlo, una colega y, sin embargo, amiga, me ha contestado con este mensaje:

«¡QUÉ TRISTE VOLVER A LOS TIEMPOS EN QUE LA VERDAD Y LO IMPORTANTE SÓLO LO DECÍAN LOS HUMORISTAS!»

Me ha recordado una frase parecida de Dürremat (creo que en «Frank V«) que decía (más o menos):

«Es triste una época en la que hay que luchar por las cosas evidentes»

La información sobre el presunto pacto educativo Iglesia-Estado sólo es publicada hoy en El Mundo y, por los mensajes cruzados y velados que envía de una parte a la otra, creo que vale la pena leerla.

Tiene algunos párrafos de opinión -como de costumbre, sin citar fuentes- que caen fueran de cualquier manual de periodismo para principiantes.

Este, por ejemplo, es uno de ellos:

«El trato es tan favorable para la Iglesia que los obispos no podrán negarse a aceptarlo»

¿Quien envía a quién este mensaje tan valorativo de la presunta oferta del Gobierno a la Iglesia?

¿Va desde el Gobierno a la Iglesia?

¿Va desde la Iglesia – con 2.000 años de diplomacia continuada- al Gobierno socialista -tan bisoño y asustadizo en estas lides?

El País -salvo por el magnífico artículo de Fernando Savater de hace un par de semanas- parece no enterarse de lo

que se juega la democracia española (y buena parte de sus lectores) con el gravísimo asunto de la enseñanza de la religión en las escuelas laicas de España, en lugar confinar tan sagrado ministerio -como ocurre en los países más avanzados del mundo- a la familia, a la parroquia, a la mezquita o a la sinagoga.

Dedica la información sobre la cumbre de los obispos, reunidos en Madrid, a la «preocupación moral» que sienten por la situación politica de España y por la unidad nacional.

Preocupación moral e indignación me produjeron a mi las palabras guerracivilistas de un obispo fascista (¿de Cartagena?) que leí en «Morir en Madrid»:

«Benditos los cañones si en la brechas que ellos abren florece el Evangelio»

¿Es esta la doctrina cristiana que quieren inculcar a mis hijos en la escuela laica?

¡Válgame dios!

Nada de esto aparece hoy en las portadas, tan diferentes, de ambos diarios.

Tan sólo comparten un tema en portada.

El Mundo, a una columna:

En ex espía ruso, a punto de morir envenenado en Londres mientras seguía una pista del asesinato de Anna Politkovskaya

El País, a tres columnas:

El envenenamineto de un ex agente ruso en Londres resucita la sombra del KGB

Sumario:

El coronel exiliado investigaba el asesinato de la periodista Politkóvskaya

Sobre el asesinato de nuestra colega rusa, Juan Goytisolo publica hoy un artículo interesante en El País. (Pongo el enlace, en lugar de copiarlo como hacía antes, por si el acceso fuera gratuito a partir de hoy).

Ladran, Sancho, luego cabalgamos
Los pecados se estudian en casa; los delitos, en clase

El largo silencio de los obispos me tenía preocupado. Llegué a pensar que Zapatero les había prometido más dinero de la cuenta, al subir del 0,5 al 0,7 % ciento en el «cepillo» confesional del IRPF.

También me traía un poco mosca el poco ruido eclesiástico en torno a esta asignatura que tenemos pendiente en España, desde los tiempos de Maria Castaña: Educación para la Ciudadanía.

La jerarquía católica ha roto el silencio con el peculiar estilo que le caracteriza cuando algo roza su cartera o su clientela: llamando a la desobediencia civil contra las leyes del Estado.

Solo El Mundo lo da en portada, a una columna:

Los obispos llaman a la desobediencia civil contra la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía

Dentro lleva cuatro columnas, arriba, con una gran foto muy bien elegida del arzobispo de Granada en la que luce la típica sonrisa de la gracia de dios.

El País lo da en su interior con una foto pequeña y menos sonriente del mismo arzobispo rebelde.

La actitud tan irreverente del sector fundamentalista de la Iglesia católica me perturba y, a veces, me da miedo. Pero un Gobierno laico no puede dejarse asustar por estos fanáticos religiosos. No estamos en Irán, Arabia Saudita o Israel.

La arenga del arzobispo me ha recordado un artículo precioso e imprescindible de mi admirado Fernando Savater, publicado en El País de hace un par de semanas y que copio y pego aquí mismo:

En defensa propia

FERNANDO SAVATER

EL PAÍS – Opinión – 12-08-2006

Aunque el trazo grueso y la exageración truculenta son el pan nuestro de cada día en los comentarios políticos de los medios de comunicación españoles, las descalificaciones que ha recibido la proyectada asignatura de Educación para la Ciudadanía superan ampliamente el nivel de estridencia habitual. Los más amables la comparan con la Formación del Espíritu Nacional franquista y otros la proclaman una «asignatura para el adoctrinamiento», mientras que los feroces sin complejos hablan de «educación para la esclavitud», «catecismo tercermundista» y lindezas del mismo calibre. Muchos convienen en que si entra en vigor esta materia, el totalitarismo está a la vuelta de la esquina: como una imagen vale más que mil palabras -en especial, para los analfabetos, claro-, el suplemento piadoso Alfa y Omega del diario Abc ilustraba su denuncia de la Educación para la Ciudadanía con una fotografía de un guardia rojo enarbolando el librito también bermejo del camarada Mao. En fin, para qué seguir.

Con tales planteamientos, no puede extrañar que algunos clérigos y otros entusiastas recomienden nada menos que la «objeción de conciencia» docente contra semejante formación tiránica (desde que no hay leones en la arena, los voluntarios para el martirio se van multiplicando). Quienes abogamos desde hace años profesionalmente -es decir, con cierto conocimiento del tema- por la inclusión en el bachillerato de esta asignatura que figura en los programas de relevantes países democráticos europeos podríamos sentirnos ofendidos por esta retahíla de dicterios que nos pone quieras que no al nivel abyecto de los sicarios propagandistas de Ceaucescu y compañía. Pero lo cochambroso y raído de la argumentación empleada en estas censuras tremendistas demuestra que su objetivo no es el debate teórico, sino el más modesto de fastidiar al Gobierno y halagar a los curas integristas, por lo que haríamos mal tomándolas demasiado a pecho.

La objeción más inteligible contra esta materia viene a ser que el Estado no debe pretender educar a los neófitos en cuestiones morales porque ésta es una atribución exclusiva de las familias. Como ha dicho monseñor Rouco, la asignatura culpable no formaría a los estudiantes, sino que les transmitiría «una forma de ver la vida», que abarcaría «no sólo el ámbito social, sino también el personal». Francamente, no me resulta fácil imaginar una formación educativa que no incluya una forma de ver la vida, ni una educación de personas que omita mencionar la relación entre la conciencia de cada cual y las normas sociales que comparte con su comunidad. Pero de lo que estoy convencido es de que la enseñanza institucional tiene no sólo el derecho sino la clarísima obligación de instruir en valores morales compartidos, no para acogotar el pluralismo moral, sino precisamente para permitir que éste exista en un marco de convivencia. Los testigos de Jehová tienen derecho a explicar a sus hijos que las transfusiones de sangre son pecado; la escuela pública debe enseñar que son una práctica médica para salvar vidas y que muchas personas escrupulosamente éticas no se sienten mancilladas por someterse a ellas. Los padres de cierta ortodoxia pueden enseñar a sus hijos que la homosexualidad es una perversión y que no hay otra familia que la heterosexual; la escuela debe informar alternativamente de que tal «perversión» es perfectamente legal y una opción moral asumible por muchos, con la que deben acostumbrarse a convivir sin hostilidad incluso quienes peor la aceptan.

Los alumnos deben saber que una cosa son los pecados y otra los delitos: los primeros dependen de la conciencia de cada cual; los segundos, de las leyes que compartimos. Y sólo los fanáticos creen que no considerar delito lo que ellos tienen por pecado es corromper moralmente a la juventud. Por otro lado, es rotundamente falso que la moral sea un asunto estrictamente familiar: no puede serlo, porque nadie vive solamente dentro de su familia, sino en la amplia interacción social, y no serán sólo sus parientes quienes tengan

que soportar su comportamiento. Hace tiempo escribí que las democracias deben educar en defensa propia, para evitar convertirse en semillero de intransigencias contrapuestas y de ghettos incomunicados de dogmas tribales. Nada veo hoy en España ni en Europa que me incline a cambiar de opinión.

Resulta verdaderamente chocante que la oposición considere la Educación para la Ciudadanía un instrumento doctrinal que sólo puede beneficiar al Gobierno. Deberían ser los más interesados en preparar futuros votantes bien formados e informados que no cedan a seducciones demagógicas. En un artículo que analiza muy críticamente la situación política actual en nuestro país («Cómo se estropean las cosas», Abc, 18/7/06), Álvaro Delgado-Gal se pregunta: «¿Estamos los españoles educados democráticamente? La pregunta es pertinente, ya que la buena educación democrática no se adquiere así como así, ni florece, como las malvas, en terrenos poco trabajados». No parece por tanto que tronar contra la asignatura que pretende remediar estas carencias sea demasiado lógico.

Al menos los críticos deberían distinguir entre la necesidad de este estudio, que es evidente, y la orientación temática que finalmente reciba, sobre la que puede haber mayores recelos y objeciones. En cualquier caso, la menos válida de éstas es sostener que cada familia tiene el monopolio de la formación en valores de sus vástagos… mientras se expresa preocupación por la posible apertura de escuelas de orientación islámica en nuestro país. O nos preocupa el silencio de Dios o nos alarma el guirigay de los dioses, pero todo a la vez, no. Los mismos que reclaman homogeneidad entre los planes de estudio de las diferentes autonomías no pueden negar al ministerio su derecho a proponer un común denominador ético y político en que se base nuestra convivencia. También por coherencia, quienes exigen a Ibarretxe que sea lehendakari de todos los vascos y no sólo de los nacionalistas no deberían censurar que Gallardón se comporte como alcalde de todos los madrileños y no sólo de los heterosexuales. Por lo tanto, produce cierta irritada melancolía que el líder de la oposición, tras una conferencia en unos cursos de verano dirigidos por el cardenal Cañizares, afirmase (según la prensa) que «la laicidad y la Educación para la Ciudadanía llevan al totalitarismo». Vaya, hombre: y seguro que la electricidad y el bidé son causantes de la decadencia de Occidente.

Sin duda, hay muchos malentendidos en torno a la asignatura polémica que deberán ser cuidadosamente discutidos. Como vivimos en una época enemiga de las teorías, cuyo santo patrono es Campoamor («nada es verdad ni mentira, todo es según el color…, etc.»), es de temer que predomine ante todo el afán práctico de lograr comportamientos recomendables. Pero a mi juicio, la Educación para la Ciudadanía no debería centrarse en fomentar conductas, sino en explicar principios.

Para empezar, en qué consiste la ciudadanía misma. Podríamos preguntárselo a los inmigrantes, por ejemplo, pues lo que vienen a buscar en nuestros países -sean más o menos conscientes de ello- no es simplemente trabajo ni aún menos caridad o amparo, sino precisamente ciudadanía; es decir, garantía de derechos no ligados a la etnia ni al territorio sobre los que poder edificar su vida como actores sociales. Los neófitos oyen hablar a todas horas de las carencias de nuestro sistema, pero no de sus razones ni de la razón de sus límites. La ciudadanía exige constituir un «nosotros» efectivo que no sea «no a otros», por utilizar el término propuesto antaño por Rubert de Ventós. Ser ciudadano es estar ligado con personas e instituciones que pueden desagradarnos: obliga a luchar por desconocidos, a sacrificar nuestros intereses inmediatos por otros de gente extraña pero que pertenece a nuestra comunidad, y a asumir como propias leyes que no nos gustan (por eso es imprescindible intervenir en política, ya que luego el «no en mi nombre» es un subterfugio retórico y equívoco). Vivir en democracia es aprender a pensar en común, hasta para disentir: algo que con la moda actual de idolatrar la diferencia no resulta precisamente fácil ni obvio.

No soy de los que dan por hecho el despedazamiento de España a corto plazo, pero la verdad es que también veo apagarse más luces de las que se encienden. Con una izquierda cautiva de los nacionalistas y una derecha cautivada por los obispos, la imbecilización política del país es más que probable. Afortunadamente, gran parte de la ciudadanía no se siente obligada al cien por cien a alinearse con unos o con otros. Hay votantes del PSOE que consideran injustificable la mesa de partidos que nadie se molesta en justificar y votantes del PP que prefieren el teléfono móvil a las palomas mensajeras, a pesar del comprobado parentesco de éstas con el Espíritu Santo. A los hijos de todos estos relapsos les vendrá muy bien aprender Educación para la Ciudadanía, aunque no sea la panacea mágica de nuestros males. Para tantos otros, ay, llega la asignatura demasiado tarde.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

La metedura de video del PP sobre violencia en los tiempos de su propio gobierno recibe un distinto tratamiento informativo.

El País, arriba, a cuatro columnas, recoge la imágenes de 1996 y 2002 -con Rajoy de ministro de Interior- que han dejado en ridículo a los dirigentes del PP.

El Mundo pasa de puntillas sobre el caso y publica un cuarto de columna con este titular tan taurino:

Palmas y silencios ante el vídeo de la polémica

No puedo remediar el interés con el que sigo el caso de elmundobórico.es y los dos jueces (Garzón y Gallego).

Me recuerda bastante al caso Bono/caso Hidalgo , en el que aparecen polémicos jueces, dudosas falsificaciones, ataques a policías, y todo ello, casualmente, en beneficio de las tesis conspirativas del PP sobre ETA en el 11-M.

Por eso, copio y pego este interesante artículo de Javier Pradera en El Pais de hoy en el que aclara algunos puntos oscuros de «elmundobórico.es»:

Un viaje de ácido bórico

Javier Pradera

Al tiempo que cuatro jefes policiales son imputados por varios delitos, el PP pide una comisión de investigación parlamentaria para dilucidar las responsabilidades políticas del Gobierno.

EL TRAYECTO RECORRIDO por el caso del ácido bórico entre el juzgado número 5 de la Audiencia Nacional -cuyo titular es Baltasar Garzón- y el juzgado número 35 de Madrid -a cargo de Gemma Gallego- ha sido un viaje psicodélico que ha transportado al sumario desde la realidad verificable hasta la incontrolada fantasía. Más allá de las implicaciones procesales de un conflicto menor de orden policial-administrativo, seguramente sin trascendencia penal, la transformación alucinógena sufrida por la causa judicial al cambiar de manos la instrucción de sus diligencias se debe a un maligno virus político: el obstinado empeño del PP -con Eduardo Zaplana a la cabeza- y de un grupo afín de periodistas y locutores por atribuir la dirección de la matanza del 11-M a un batiburrillo criminal formado por ETA, agentes de servicios de inteligencia extranjeros y miembros de las fuerzas de seguridad teledirigidos por el PSOE.

Ni uno sólo de los abundantes indicios reunidos por la policía, analizados por la fiscalía e incorporados por el juez Juan del Olmo al sumario de los trenes de la muerte avaló esa extravagante tesis. Los maliciosos fabricantes de la teoría de la conspiración, sin embargo, no se resignan al terco desmentido de los hechos y ofrecen todo tipo de conjeturas absurdas y paranoides como interpretación alternativa a la explicación sumarial del 11-M, descargando sobre los demás la imposible tarea de probar la falsedad de sus retorcidas fantasías. En ese recalentado escenario, El Mundo y la radio de los obispos recibieron el pasado septiembre la filtración de un informe elaborado el 21 de marzo de 2005 por tres peritos de la policía sobre una sustancia intervenida en diciembre de 2004 a Hassan el Haski (imputado por los atentados de Casablanca y Atocha); el papel filtrado a la prensa era una copia del original impresa y firmada el 11 de julio de 2006 por sus autores (un dato omitido por la difusión periodística). Ese documento de trabajo de los expertos, sin embargo, no había pasado en su día de manera íntegra al informe oficial enviado al juez. Los jefes de la Comisaría de Policía Científica reprodujeron fielmente la respuesta de los peritos a la pregunta que les había sido dirigida (la sustancia analizada era ácido bórico), pero suprimieron sus extravagantes observaciones acerca de una posible conexión entre el islamismo y ETA basada sólo en que también se encontró ácido bórico en 2001 durante el registro de un piso franco de la banda armada en Salamanca.

El juez Garzón, que se hizo cargo del asunto el pasado septiembre como instructor de un sumario donde figuraba como imputado Hassan el Haski, llegó a la conclusión de que los jefes de la Comisaría de Policía Científica habían actuado correctamente, pero que los tres peritos podían ser culpables de un delito de falsificación por la copia impresa y firmada el 11 de julio de 2006 que sería luego filtrada a la prensa. Garzón se inhibió de la causa por razones de competencia, no sin advertir antes de la manipulación política llevada a cabo por los tres peritos para «generar una apariencia sin sustento real alguno» que permitiera vincular a ETA con el 11-M. Tras hacerse cargo a comienzos de octubre de la instrucción del caso, la juez Gallego -candidata de la conservadora Asociación Profesional de la Magistratura para una vocalía del nuevo Consejo del Poder Judicial- ha tomado medidas diametralmente opuestas a las decisiones adoptadas por Garzón: la exoneración de los tres peritos y la imputación de los jefes policiales por falsedad documental y falso testimonio.

El PP no ha querido perderse la fiesta del desquite de los tres peritos. Como portavoz del Grupo Popular, Eduardo Zaplana ha asomado de nuevo la cabeza para exigir una comisión de investigación sobre el caso del ácido bórico. Se reanuda así el baile parlamentario en torno al 11-M: ahora se trata de sostener que el Gobierno ordenó a la policía borrar los indicios sobre la conexión de ETA con el atentado. Pero se pongan como se pongan la juez, el PP, El Mundo y la radio de los obispos, continúa siendo indiscutible que el ácido bórico no es un explosivo, sino sólo un producto de limpieza utilizado por cientos de miles de amas de casa.

Me ha salido un poco largo. Pero es domingo y aún me dejo en el tintero la página 48 de El País de hoy, en la que anuncia mejoras en su versión digital elpais.com que estrenará mañana lunes.

Me apuesto algo a que se parece un poco a 20minutos.es. ¡Ojo al parche!

Arsenio suele decir que «quien te copia te homenajea».

Pues, así sea. Gracias, colegas de elpais.com, por homenajearnos.

Y suerte en el ciberespacio abierto y libre para todos. Dicen que, como nosotros, van a aceptar comentarios en todas sus informaciones. Veremos lo que aguantan… en libertad.

Mañana comentaré otra perla publicada por El Pais en su página 45 del sábado. En esa rara información (ELPAIS.es duplica su audiencia en un año), el ex líder de la prensa española reconoce a sus dos principales competidores digitales (elmundo.es y 20minutos.es) pero nos atribuye unos datos sacados de la manga.

Me preocupa que El País nos tema como competidores que vamos pisándole los talones digitales. Era mejor vivir con su indiferencia. Así pudimos alcanzarle y superarle en medio millón de lectores en papel.

A veces, me pregunto, como los niños, ¿que es mejor: mala atención o indiferencia?

Mañana comentaré los datos que da El País. Los míos están en la oficina.

P.S. Me acabo de enterar por Periodistadigital que ha salido un libro del general Rodríguez Galindo sobre el GAL en el que incluye historias curiosas de Pedro Jota Ramírez, hoy director de El Mundo.

¿El Papa «moviliza» o el Papa «aplaca»?

El sujeto principal de los diarios de ayer fue el Papa: a 4 columnas y gran foto con bandera en primer plano en El Mundo y a 3 sin foto en El País, después del mundial de Italia.

Si el sujeto fue el mismo, el verbo fue muy diferente.

Para El Mundo, el Papa «moviliza». Para El País, el Papa «aplaca»

El sumario en negrita y a dos columnas tambien es muy distinto.

El Mundo mete la cuchara política citando al Torquemada español:

Cardenal Cañizares:»La unidad de España es una cuestión moral»

El País se decide por un tema más festivo:

Noche de juerga con los más jóvenes seguidores del pontífice

Y deja para página interior, a 3 columnas junto a la foto de Rajoy, este otro gran titular que es «no noticia» para El Mundo:

Aznar tampoco fue a misa

Claro que El Mundo da, a 3 columnas, una noticia/anécdota en primera (digna del parvulario) que El País considera como «no noticia».

Toda persona con uso de razón comprenderá la razón en cuanto lea este titular, que nos trae la ración diaria de 11-M y ETA a que nos tienen acotumbrados El Mundo y el sector Pinocho del PP:

El Chino se fue a Pamplona el 13-M tras decir a su hijo: «Los de ETA se han pasado»

Como es sabido, los terroristas, después de matar a casi 200 personas, corren a decírselo a sus hijos… con pelos y señales.

Creo que esta vez, el que se ha pasado ha sido Pedro Jota ofendiendo la inteligencia de sus propios lectores.

El arte de titular con una «no noticia»
Zapatero «elude contestar»

El verbo «eludir» tiene mucho peligro en manos de un director de diario poco escrupuloso y amigo del periodismo declarativo (Fulano «dice», Mengano «declara«, Zutano «afirma», etc.)

«Eludir» puede ser muy útil para destacar un «no acontecimiento», una «no noticia» o una «no declaración».

(A mi me gusta más el castizo y torero «escurrir el bulto».)

Es decir, el verbo «eludir» permite titular a toda página con algo que nunca ocurrió pero que el periodista, o quien le pague en dinero o en especies, desearía que hubiera ocurrido.

Este parece ser el caso de la «no noticia» que El Mundo publica hoy en su pagina 27 y de la que El País no hace mención alguna:

Los obispos eluden pronunciarse sobre la unidad de España

Da la impresión de que al director de El Mundo le hubiera gustado que los obispos se pronunciaran sobre este asunto tan espinoso como terrenal, que esperaba que lo hubieran hecho, que incluso les había animado a ello o bien que ya lo daba por hecho.

Es más, es posible que este mismo periódico haya publicado previamente (ahora no lo recuerdo de memoria) que los obispos iban a discutir sobre la unidad (o la «no unidad») de España y que, al no hacerlo, han decepcionado al respetable y han dejado con el culo al aire al diario.

A mi me parecen bien que los obispos no confundan el culo con las témporas. Una declaración eclesiástica sobre la unidad de España (después de la pérdida de los últimos territorios pontificios allá por 1870) podría haber roto la unidad de los obispos (si la hubiera).

Un debate con declaración oficial sobre la unidad de España podría desencadenar la desunión de los propios obispos y, lo que es peor, poner en peligro la rentabilidad del cepillo que, con argucias y amenazas, pasan cada año por la renta de los españoles.

También podrían haber titulado:

Zapatero elude pronunciarse sobre la unidad de los obispos (o de la Iglesia española)

Sin embargo, Pedro Jota Ramírez ha preferido repetir el socorrido verbo «eludir» unido al sujeto Zapatero con otra «no noticia» a la que da los honores de cuatro columnas en primera página y editorial:

Zapatero elude contestar a Rajoy si tiene o no «compromisos» con ETA

El País opta por mandar en primera con una noticia:

ETA pidió a un alto cargo del PNV que avisara si continuaba la extorsión

Tengo la impresión de que si uniéramos en una página los titulares de primera de El Mundo y El País, desde que ETA declaró su alto el fuego, observaríamos dos líneas claras: noticias y no noticias que ayudan al proceso de paz en El País y noticias y no noticias que ponen palos en las ruedas del proceso de paz en El Mundo.

Y es una pena. Cuando Aznar hablaba de su «proceso de paz» con ETA (recordemos que el hoy empleado «independiente» del belicoso Murdoch llamaba a ETA Movimiento de Liberación Nacional Vasco) ambos periódicos apoyaron los pasos de aquel Gobierno del PP para conseguir el fin de la violencia.

¿Qué es lo que ha cambiado para que los diarios vayan ahora por caminos tan divergentes ante el actual proceso de paz liderado por Zapatero?

¿Se puede o se debe medir el nivel de hipocresía de políticos y periodistas?

¿Acaso deberíamos aplicar un frío análisis económico a la función de utilidad del terrorismo en la política española?

«Señor, ¡qué tropa!», diría, otra vez, Romanones.

(Bueno, creo que fue Romanones o, quizas, Silvela)