Se nos ve el plumero Se nos ve el plumero

"La libertad produce monstruos, pero la falta de libertad produce infinitamente más monstruos"

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El SUT, embrión (con perdón) de la Transición

El SUT nos hizo, quizás, mejores personas y, desde luego, más antifranquistas. Si te dice algo el SUT es que estás jubilado o a punto de estarlo.

Universitarios en un campo de trabajo

Universitarios en un campo de trabajo

Los jóvenes del 15-M, algunas ONGs y quienes sueñan con la regeneración democrática de España podrían encontrar inspiración en la memoria de algunos “sutistas” de los años 50 y 60.

Al cabo de medio siglo, una treintena de ex miembros del SUT (Servicio Universitario del Trabajo), cargados de canas, arrugas, calvas y alguna barriga cervecera, nos hemos reunido en Madrid.

Nos han convocado historiadores de la Universidad de Zaragoza (Miguel A. Ruiz Carnicer, entre ellos) para apoyar una investigación sobre nuestra pequeña/gran historia.

Entre los más ilustres sutistas, ya fallecidos, están el padre Llanos, Manolo Vázquez Montalbán, y Javier Pradera. Entre los vivos: Cristina Almeida, Xabier Arzallus, Juan Goytisolo, Pascual Maragall, Víctor Pérez Díaz, Jaime Peñafiel, Nicolás Sartorius, Ramón Tamames, Agustín Maravall, Paco Fernández Marugán, Juan Anlló, etc.

Cartel del SUT

Cartel del SUT

Además del natural ataque de nostalgia y de un cariñoso intercambio de viejos afectos (Teresa García Alba, Antonio Ruiz Va, Consuelo del Canto, Emilio Criado, Alvaro González de Aguilar, Pilar Ruiz Va, Paco Fdz. Marugán, etc.), la reunión ha servido para reflexionar sobre quienes éramos, cual fue la evolución de nuestra conciencia social y qué inquietudes políticas nos movían en el mundo universitario (de 1950 a 1968) en plena dictadura franquista.

En aquellos veranos intensos se produjeron intercambios de experiencias en dos direcciones. El efecto era muy enriquecedor sobre todo para los estudiantes que trabajaban en los campos y enseñaban a leer y escribir a los adultos y vivían en sus casas. Comían (a veces cada día en una casa distinta para repartir el coste) de lo que había en sus pobres casas.

La mezcla de universitarios inquietos con obreros y campesinos, al borde de la miseria y con la rabia contenida, era explosiva. No era, pues, de extrañar que los gobernadores civiles y jefes provinciales del Movimiento y el propio Ministerio de la Gobernación escribieran «mensajes urgentes del SUT» a la dirección del SEU en Madrid.

"Informe urgente del SUT" del Ministerio de la Gobernación al Cmisario del SEU (1967)

«Informe urgente del SUT» del Ministerio de la Gobernación al Comisario del SEU (1967)

Por eso, de vez en cuando, las autoridades del franquismo abrían y cerraban cíclicamente las actividades del SUT, tan contradictorias e incomprensibles para quienes aplicaban la política represiva de la Dictadura.

La letra misma del himno del SUT no deja de ser chocante para los universitarios de hoy, tan abocados al paro o al mileurismo.

Con la música de “Santa Bárbara bendita, tralaralará, tralará, patrona de los mineros…” cantábamos una estrofa que decía “somos universitarios que queremos ser obreros, mira Marusiña, mira, mira, como vengo yo”.

Los historiadores publicarán un libro si les ayudamos en la investigación. Si has sido “sutista” ponte en contacto con ellos. Si conoces a alguno, corre la voz.

Los archivos del SUT, del SEU y del Movimiento fueron indebidamente purgados o quemados. Y es difícil conectar con los miles de universitarios que pasaron voluntariamente sus veranos en cientos de campos de trabajo (minas, fábricas, talleres, granjas, etc.), llevando teatro, cine y enseñando a leer y escribir a miles de analfabetos en las Campañas de Educación Popular de Granada, Jaén, Cáceres, Almería, León, etc.

Con 18 años, estoy preparando un cartel del SUT para captar "sutistas"

Con 18 años, estoy preparando un cartel del SUT para captar «sutistas» en las universidades de toda España.

Recuerdo muy bien, por ejemplo, las actuaciones espectaculares del TEU de la Universidad de Barcelona, montando y desmontando sus escenarios en las plazas de los pueblos de Sierra Morena, Movían tablones enormes bajo un sol de fuego. Al atardecer, como en La Barraca de García Lorca, dejaban boquiabiertos a los vecinos. Aquella explosión de cultura, nunca vista por los serranos, se podía cortar en el aire con un cuchillo.

¿Quienes eran los actores de aquel Teatro Español Universitario que se unieron a la Campaña de Alfabetización del SUT? Para empezar Mario Gas y Enma Cohen. Ahí queda eso. Más que una inicitativa franquista (que se hacía, desde luego, con el dinero del Régimen de Franco) me parecía una herencia milagrosa de las Misiones Pedagógicas de la II República. Por algo, el SUT, aquella válvula de escape del franquismo para canalizar (quizás, controlar) las inquietudes sociales de los jóvenes y mejorar la imagen exterior de la Dictadura, acabó como el rosario de la aurora.

Algunos entraron en el SUT como partidarios del franquismo o católicos de la JOC (Juventud Obrera Católica), con raices falangistas o de Acción Católica, y salieron para engrosar las filas de la FUDE, del FLP, del PC , del PSOE y otras organizaciones políticas de la oposición clandestina. 

Apenas queda rastro oficial de aquellas actividades tan singulares, paternalistas, incluso revolucionarias, protagonizadas por una mezcla incomprensible de falangistas, curas obreros, comunistas, socialistas, democristianos y hasta monjas.

Sentado en mi "equipo móvil" (para cine y charlas en las plazas de los pueblos) con otros sutistas en la Capaña de Alfabetización de Jaén (verano de 1966)

Sentado en mi «equipo móvil» (para dar cine y charlas en las plazas de los pueblos) con otros sutistas en la Campaña de Alfabetización de Jaén (verano de 1966)

Con una combinación excitante de miedo y disimulo, de idealismo e ingenuidad, comenzaban como una catequesis marxista del padre Llanos (ex capellán del Frente de Juventudes) en El Pozo del Tío Raimundo (Vallecas) y, en ocasiones, acababan con huelgas, disturbios y persecuciones de la policía y la Guardia Civil por toda la geografía española.

Sutistas trabjando en una mina-

Sutistas trabajando en una mina.

A más de uno, su paso por el SUT, con su eventual ficha policial, le amargó la mili o le perjudicó en su carrera profesional. Para la mayoría, fue una experiencia que, en buena medida, cambió nuestras vidas. Y nos hizo -perdón por la inmodestia- mejores personas… y más antifranquistas.

El SUT nació en 1950 con su primer campo de trabajo en las minas de oro de Rodalquilar (Almería), en el corazón del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar.

Eduardo Zorita, uno de los fundadores del SUT, fichado por el padre Llanos, dice que fue al primer campo de trabajo en Almería porque “quería ver el mar”. Lo demás vino después.

Me cuenta Emilio Criado que Pedro Bermejo, uno de los dos fundadores del SUT, aún vivos, le decía hace un par de días, con un pequeña mezcla de amargura e ilusión, que los que ganamos. como siempre, fuimos nosotros, mientras nuestros amigos y anfitriones temporales (obreros y campesinos) siguieron con sus miserias y sus peleas objetivas.

Conocías la realidad/miseria social y querías cambiarla. Digamos que, con el SUT, al franquismo le salió el tiro por la culata. Viví la Transición muy de cerca (junto a Fernando Abril Martorell) y pude reconocer en aquel proceso de reconciliación y cambio muchos valores del compromiso social que habíamos adquirido conviviendo con obreros y campesinos en los campos de trabajo y las Campañas de Alfabetización el SUT.

No vendría mal dejar alguna huella escrita de aquellas aventuras paternalistas/revolucionarias, idealistas/ingenuas, pero -eso sí-  honradas y solidarias, para las generaciones venideras.  Para eso están los historiadores.

Y si conoces a algún sutista envíale, por favor, el enlace a esta nota. Gracias.

(Continuará…)

¿Mercado y moral? Imposible

Hay palabras que no pegan ni con cola. ¿Mercado y moral? Lo he sentido claramente al leer hoy el artículo de mi admirado Gabriel Jackson en El País titulado «Sobre la moral y el mercado».

Estoy completamente de acuerdo con él en que «el mercado, si no se regula, es inmoral». En cambio, disiento con el maestro Jackson en una cosa. Al hablar de la competencia de mercado, afirma, como los clásicos teóricos, que «el objetivo es obtener beneficios».

Así reza en todos los manuales de Economía. Y asi lo enseñamos también en la Facultad. Sin embargo, en la vida real, como periodista atento a los acontecimientos económicos, he comprobado en muchas ocasiones que las decisiones empresariales en un mercado competitivo no se adoptaban para lograr beneficio a corto , medio o largo plazo. (Ya sabemos que el mercado suele penalizar el pensamiento a medio y largo plazo. Para eso está, por supuesto, el Estado).

El objetivo de esos empresarios era otro. Lo primero para ellos era el tamaño, antes incluso que el beneficio. Tomaban decisiones con el objetivo de crecer, aunque ello disminuyera sus beneficios y la solidez de la empresa.

Una vez que el tamaño era considerado suficientemente grande (nunca es suficientemente grande para algunas mentes enfermizas), entonces el objetivo era otro: el reconocimiento social y el aplauso de sus paisanos. Es decir, tomaban decisiones para conseguir (en sentido figurado) una estatua en la plaza de su pueblo. Ni benefico ni tamaño: sólo estatua y aplauso fervoroso. La moral es, desde luego a mi juicio, ajena a estas decisiones.

Este es el artículo cuya lectura recomiendo:

Sobre la moral y el mercado

GABRIEL JACKSON en El País 13/07/2008

La historia económica reciente del «primer mundo» -los países de Europa occidental y del norte, los países anglófonos, Japón, Taiwan, Singapur y Corea del Sur- ha demostrado a las claras que el capitalismo de libre mercado es el sistema económico más productivo del que dispone la humanidad. Entre 1945 y el final del siglo XX, todos esos países mejoraron la calidad de su producción agraria e industrial y el nivel de vida de la mayoría de sus habitantes. Sus Gobiernos permitieron diversos grados de iniciativa económica privada y mostraron distintos niveles de preocupación oficial por la educación, la salud y la seguridad económica permanente de sus ciudadanos. Y todos ellos obtuvieron resultados mucho mejores que los países gobernados por regímenes centralizados y autoritarios, de tipo soviético, o por dictaduras militares y oligárquicas.

La crisis económica de EE UU es el fruto de tantas políticas de desregulación

La crisis de las hipotecas basura prueba que el mercado es amoral

Sin embargo, el capitalismo de libre mercado tiene un defecto muy peligroso que puede hacer que se venga abajo todo el edificio. El mercado, si no se regula, es completamente amoral. La competencia de mercado decide qué productos son los más atractivos para los consumidores, qué ejecutivos gestionan mejor las complejas relaciones humanas dentro de la empresa, qué abogados protegen con más eficacia sus intereses en la interpretación de los contratos y las leyes fiscales, qué anunciantes atraen el mayor número de clientes, etcétera. La competencia de mercado influye también enormemente en los salarios y otras condiciones de empleo en todos los niveles de la empresa. Pero el objetivo es obtener beneficios en la producción y el intercambio de bienes y servicios, con el mínimo control posible por parte de Gobiernos y sindicatos. El mercado no se preocupa por el destino de los individuos, salvo en sus funciones de trabajadores y consumidores.

Entre los años treinta y alrededor de 1970, la izquierda democrática del Primer Mundo logró, con bastante éxito, añadir al capitalismo de mercado el complemento de grandes inversiones públicas en calidad de vida: educación, sanidad, vacaciones remuneradas y seguridad social. Asimismo, en la época de Franklin Roosevelt, el Gobierno de Estados Unidos, consciente de que el mercado era amoral, aprobó diversas leyes que exigían transparencia y libertad de información en las actividades de banca e inversiones, e impuestos progresivos sobre la renta y las plusvalías para sufragar los servicios sociales y limitar hasta qué punto los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres bajo el capitalismo descontrolado.

La derecha democrática, por su parte, criticó el «Estado del bienestar» por considerarlo demasiado caro y se opuso prácticamente a cualquier regulación de los mercados capitalistas diciendo que era poner obstáculos a la «libertad de empresa» o al funcionamiento del «libre mercado».

Durante las presidencias de Ronald Reagan y los dos Bush, la derecha estadounidense consiguió recortar cada vez más los servicios sociales y evadir los controles de la banca y la Bolsa establecidos en los decenios anteriores. Una manera frecuente de no cumplir las normas existentes era llenar las comisiones federales supervisoras de conservadores que no creían en la legitimidad de las normas.

La actual crisis económica de Estados Unidos, que ahora está extendiéndose (esperemos que con menos gravedad) a Europa y los países de la costa del Pacífico, es en gran parte resultado de la desregulación llevada a cabo desde 1970. El colapso multimillonario más espectacular -aunque en absoluto el único- causado por las recientes políticas de desregulación es la crisis de las hipotecas basura. Como la desregulación permitió que una serie de «instituciones financieras» rebautizadas y vagamente definidas, no sujetas a las leyes bancarias, entrasen en el mercado de la vivienda, éstas se dedicaron a ofrecer con libertad hipotecas basura, documentos que no tienen que cumplir los criterios bancarios tradicionales. Además, transforman esas hipotecas en «valores» que pueden vender como si fueran inversiones legítimas, pero en las que el comprador (y a menudo el vendedor) no saben exactamente qué hipotecas, ni por cuántos dólares, entran en cada paquete como «valores». Muchos banqueros, y muchos empleados de firmas que negocian tradicionalmente en valores para grandes inversores privados, han reconocido que no sabían con exactitud qué «valor» estaba detrás de una hipoteca basura «valorada».

Esa ignorancia, no obstante, no les impidió compartir el entusiasmo mientras la burbuja crecía ni ser responsables de las pérdidas de miles de millones de dólares y de las numerosas bancarrotas de las empresas a las que están o estaban asociados.

Para mencionar un efecto de onda expansiva relativamente suave de la caída de las hipotecas basura: en el segundo trimestre de este año, la caja de ahorros y préstamos Washington Mutual perdió casi el triple de dinero que en el segundo trimestre de 2007. Nadie ha explicado por qué los responsables de la mayor caja de ahorros del país invirtieron tanto dinero en hipotecas basura, pero las pérdidas acumuladas han puesto en peligro la existencia del equipo directivo actual. Para sofocar la revuelta de los accionistas, los directores han recurrido a una gran empresa privada de renta variable, de la que recibirán miles de millones en capital nuevo y a la que venderán acciones del banco a un precio un 26% inferior al precio de mercado el día del acuerdo. Mientras tanto, sin consultar a sus accionistas actuales, han rechazado una oferta de compra de JPMorgan Chase que habría pagado un precio más favorable a los titulares. Todo ello es perfectamente «legal» en el mercado desregulado e incluso puede considerarse una operación del «libre mercado».

La crisis de las hipotecas basura es un ejemplo perfecto de la amoralidad del mercado. Los que vendieron esos «valores», en su mayoría, no intentaban robar a nadie. En general, no dijeron mentiras deliberadas. Su trabajo consiste en vender y obtener un beneficio. Si el cliente no protege sus propios intereses, es problema suyo. Los únicos que serán castigados seguramente por esta conducta son aquellos de quienes se puede demostrar que se deshicieron de manera consciente de sus propios «valores» al mismo tiempo que los recomendaban ardientemente a sus clientes. Si se les habla de su responsabilidad profesional respecto al público, cuentan lo mucho que han contribuido a obras benéficas, o lo importante que fue para ellos crear un negocio inmobiliario en una ciudad que no tenía ninguno, o que esos grandes beneficios y esas primas anuales fueron fundamentales para conseguir el mejor tratamiento médico posible para su madre o su tía.

Toda prosperidad y justicia social en el mundo depende, a la hora de la verdad, de la honestidad y la transparencia de las actividades económicas. Es cuestión de leyes y de moral. Tiene que haber leyes que protejan a los que no son especialistas, los que no son ricos y los profesionales de las finanzas que desean actuar con decencia y necesitan tener la seguridad de que sus competidores van a atenerse a unas normas justas y claras.

Pero las leyes, para ser viables en una sociedad compleja, deben ser lo bastante flexibles como para dejar margen a esa complejidad, y dicha flexibilidad significa también que quienes desean eludir las normas, muchas veces, se las arreglan para hacerlo «legalmente». Por consiguiente, no es posible defender un sistema amoral como el «mejor» sistema para la sociedad en general. Es preciso que exista un sentido de la responsabilidad personal y profesional. Y es preciso que se responda ante las autoridades de un sistema político democrático.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Gabriel Jackson es historiador estadounidense.

El PP, sin el caimán, asusta menos

Se fue el caimán. Dicen que, en Valencia, se fue el caimán. Casi no me lo creo.

¿Se fue el caimán o, simplemente, está mal enterrado?

De todo lo que se ha dicho en el Congreso que el PP clausura hoy en Valencia me quedo con una frase clave de Mariano Rajoy:

«No quiero que nadie vote al PSOE para que no gane el PP»

Si esa frase refleja la voluntad política de Rajoy, y se traduce en hechos, es muy posible que el PP vuelva a gobernar España en 2012 con Rajoy, Gallardón o Cospedal a la cabeza. Ojalá muchos españoles le perdamos el miedo al PP miserable y mentiroso del trío Pinocho del 11-M (Aznar-Acebes-Zaplana).

¿Qué buena es la alternancia en el poder si no te asusta el caimán?

Estoy tan de enhorabuena que no me lo creo. Casi me dan ganas de votar al nuevo Rajoy desaznarizado.

«Aznarismo» sin Aznar es prácticamente algo tan imposible como lo fue el franquismo sin Franco.

El titular del artículo de opinión de mi admirada Sol Gallego -¡qué gran directora perdió El País– es arriesgado, aunque prometedor:

Rajoy entierra el «aznarismo».

Me recuerda aquellos tiempos predemocráticos en los que los más jóvenes queríamos creer que Adolfo Suárez, ex ministro secretario general del Movimiento, iba a enterrar el franquismo. Y lo enterró. Ya lo creo. Y abrió la puerta a la recuperación de la libertad y de la dignidad del ser humano, pisoteadas por el dictador durante 40 ominosos años.

Y así entró Suárez en la Historia de España por la puerta grande, mientras el cruel dictador militar salió por la gatera, descolgado de calles y plazas, para quedar como una mancha indigna en los libros de texto de nuestros hijos, como Pinochet o el rey felón, Fernando VII. Y así está saliendo también por la gatera de la Historia el miserable Aznar que nos mintió a sabiendas del 11 al 14 M para conservar el poder sin respetar la sangre de casi 200 muertos. Su nombre –José María Aznar– quedará escrito en un nota al pie de página en los libros de historia.

Aunque rojo pálido, socialdemócrata sin partido, yo creí en las promesas democráticas de Suárez y me sumé a su equipo, con entusiasmo y lealtad, como ayudante del vicepresidente Abril Martorell.. Si yo fuera Zapatero, estaría hoy muy atento y preocupado por la eventual pérdida en 2012 del voto del miedo al caimán que tanto le ayudó, por dos veces, a llegar a La Moncloa.

Si nos fijamos en los sujetos que cada diario ha elegido para su portada de hoy, veremos que ninguno defrauda a su afición.

El País concede el honor de sujeto pr¡ncipal a Rajoy frente a Aznar:

Rajoy choca con Aznar…

En cambio, El Mundo prefiere como sujeto a Aznar frente a Rajoy:

Aznar fustiga a Rajoy

Los verbos también resultan muy expresivos: «choca» y «fustiga«

Público, contra todo pronóstico, lleva hoy un títular más equilibrado que los demás:

Rajoy y Aguirre ajustan cuentas

La difícil (aunque no imposible) reinserción de Pedro Jota

Contra mi costumbre, hoy he leído la homilía dominical de Pedro Jota Ramírez, “Carta del Director”, de cabo a rabo. Por razones personales que no vienen al caso, el título me enganchó: “Carmen Iglesias y nuestra imaginación con disciplina”. Empecé a leer la primera página con avidez y debo reconocer que –quizás por el calor- terminé la segunda, remoloneando, con dificultad.

Me han interesado dos aspectos (forma y fondo) del largísimo artículo epistolar pedrojotero, que enlazo aquí para los curiosos.

En lo que se refiere a la forma, me ha sorprendido la erudición histórica mostrada por el director de El Mundo; va más allá de las solapas de libros no leídos y las antologías de citas para impresionar, a las que los periodistas solemos recurrir, sin pudor, en casos de emergencia.

Aunque el artículo es un pelín rocambolesco, muy barroco, algo pedante y demagógico, cuando no cínico, no me ha parecido mal escrito. Con la pésima opinión profesional que tengo del colega en cuestión, habiendo seguido su patética trayectoria de acróbata o saltimbanqui del periodismo amarillo, este artículo merece un piropo por mi parte. Lo cortés no quita lo valiente. Creo que es el primero de los suyos que he leído hasta el final.

En cuanto al fondo, el artículo puede ofrecernos varios mensajes cruzados. Yo me quedo hoy con el que más conviene a mis deseos: la posible, aunque improbable, reinserción del autor en la crema de la intelectualidad y de la nobleza periodística.

Tal como le ocurrió al temible pirata Drake, convertido en Sir Francis Drake por la reina de Inglaterra, Pedro Jota Ramírez quiere superar su pasado de buhonero de alquiler para ser tenido por aristócrata del periodismo, de las artes y de las letras.

No sería la primera vez que cambiara radicalmente de posición. Y no seré yo, desde luego, quien critique la evolución de las personas, sobretodo si es para el bien de los demás. Bienvenido, pues, al reino de la moderación. Tampoco soy yo, precisamente, el más indicado para recibirle porque, a menudo, vivo, como él mismo, y mal que me pese, en el de la exaltación y la ira.

El director de El Mundo hace hoy un hiper elogio de la sabia y prudente historiadora Carmen Iglesias, convertida en su jefa, al haber sido propuesta como presidenta de Unidad Editorial por los accionistas mayoritarios del grupo. En ese largo e hiperbólico halago, veo indicios razonables de que Pedro Jota Ramírez puede sorprendernos en el futuro con aspiraciones a un reconocimiento público hasta ahora, a mi juicio, inmerecido. ¿Será cosa de la edad?

La buena noticia es que, teniendo a Carmen Iglesias como presidenta de su grupo editorial –y ojalá dure mucho en ese puesto y no nos dé la “espantá” ante la próxima campaña “conspiranoica” de El Mundo-, Pedro Jota no podrá seguir actuando tan arbitraria e impunemente como lo ha hecho hasta ahora.

Conozco poco a Carmen Iglesias (coincidí por última vez con ella en el Jurado que dio el Premio Abril Martorell a la Concordia al maestro Fernando Savater) pero sí lo suficiente como para confiar en que pondrá algunas gotas de cordura, de mesura y de solvencia profesional en la nueva trayectoria de Unidad Editorial, la editora de El Mundo.

El Grupo RCS, controlado por los italianos del Corriere della Sera, ha crecido mucho con la compra de Recoletos y de la suma brotará, a buen seguro, una nueva cultura corporativa. Hoy soy optimista sobre las posibilidades de mejora de mi competidor de pago y del gratuito elmundo.es.

El tamaño influye. Ya lo creo. Como influye la cantidad en la calidad. Pedro Jota, que no tiene un pelo de tonto y tantos como yo de vanidoso, no ha querido perder esta oportunidad, quizás irrepetible, para aspirar al metafórico título nobiliario que convirtió al pirata Drake en un lord inglés. ¿Por qué no?

Como periodista, especializado durante muchos años en información económica, he conocido de cerca decisiones empresariales que buscaban naturalmente el beneficio. Más tarde, he visto a esos mismos líderes decidirse no por el beneficio sino por el crecimiento a toda costa, por el tamaño. Con el paso de los años y la obtención de una posición de poder descomunal, próxima al monopolio, he llegado a la conclusión, casi zoológica, de que lo que les mueve (nos mueve) a la acción empresarial no es sólo el beneficio, ni siquiera el tamaño, sino que es, sobretodo, el ego.

No se si Pedro Jota Ramírez tiene o no una plaza o calle con su nombre en su querida tierra riojana. Por mi parte, después de haber leído su “Carta del director” de hoy y otra de hace veinte años, como joven director del “Diario 16”, cuando dice haber conocido a su nueva presidenta (antes progresista y hoy conservadora), ya puede el Ayuntamiento de Logroño o el Gobierno de La Rioja encargar la placa con el nombre de quien ha emprendido, a mi juicio, el difícil, aunque no imposible, camino hacia la reinserción en la nobleza del periodismo español. Amén. Debemos perdonar todo, pero no olvidar nada. Y no bajar la guardia. Por si sólo son indicios, fruto de mi imaginación calenturienta y poco disciplinada.

(¡Jo, qué calor!)

Ahí va un espléndido artículo de Javier Pradera, publicado hoy en El País, sobre jueces tan escandalosos como Manuel Hidalgo, el de la sentencia estrafalaria «Caso Bono» y del juez Ferrín Calamita (procedente del latín «Calamitas«, «Calamidad«)

Vigilar a los vigilantes

Javier Pradera en El País 29/07/2007

El control de las decisiones judiciales.

LA INDEPENDENCIA del Poder Judicial es administrada por magistrados inamovibles, responsables y sometidos sólo al imperio de la ley, que no pueden ser separados, suspendidos, trasladados ni jubilados sino por las causas y con las garantías previstas por las normas. Esa blindada protección tiene como límites las infracciones a las leyes, juzgadas por los tribunales, y las faltas disciplinarias, sancionadas por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Pero los delitos típicamente judiciales -como la prevaricación- son difíciles de probar; de añadidura, el corporativismo y el compadreo político toleran demasiadas veces la impunidad de magistrados culpables. La máxima de Juvenal «Sed quis custodiet ipsos custodes?» («¿Pero quién vigilará a los propios vigilantes?») enseña que la desconfianza ciudadana hacia el control de los jueces por sus pares es antigua.

El Supremo hace pública la sentencia absolutoria de tres policías, condenados antes por la Audiencia Provincial de Madrid, y el CGPJ abre expediente disciplinario a un juez de familia

Dos semanas después de anunciar el fallo, el Supremo ha hecho pública de forma íntegra la sentencia de 5 de julio que declara la inocencia de tres policías previamente condenados por la Audiencia Provincial de Madrid en mayo de 2006 a penas de prisión y otras accesorias como autores de supuestos delitos de detención ilegal, falsificación de documento público y coacciones. Los fundamentos jurídicos de la resolución absolutoria no dejan títere con cabeza. La introducción de matute durante la vista oral de un inventado delito de coacciones vulneró el principio acusatorio. El impertinente interrogatorio llevado a cabo por el presidente Manuel Hidalgo, que actuó también como ponente, conculcó el derecho de los acusados a un juez imparcial. Si los policías no hubiesen sido declarados inocentes por razones de fondo, esos dos motivos procesales habrían obligado a repetir el juicio con un nuevo tribunal.

El Supremo declara inexistente la supuesta detención ilegal de dos militantes del PP, llamados por teléfono a declarar ante la Brigada de Información sobre su encolerizada presencia -gráficamente documentada- en la manifestación de 22 de enero de 2005 donde el ministro Bono fue agredido. Los dos imputados acudieron voluntariamente a comisaria con abogado, no estamparon sus huellas dactilares, no fueron esposados ni conducidos a una celda y se les puso en libertad menos de tres horas después de su llegada. El delito de falsedad era una fantasía, y el delito de coacciones no lo defiende ni el único voto discrepante. Pero los dirigentes del PP que compararon en su día -como Esperanza Aguirre- a los tres policías absueltos con agentes de la Gestapo no se han disculpado.

Si la sentencia de la Audiencia Provincial proyecta sombras de prevaricación sobre sus autores, el CGPJ ha abierto expediente disciplinario a un juez de familia de Murcia que privó de la custodia de sus hijas a una mujer en trámite de divorcio a causa de su presunta homosexualidad. Fernando Ferrín Calamita, que ordenó en 1987 la detención de dos jóvenes por estar desnudas en una playa gaditana, había sido objeto previamente de 19 reclamaciones de justiciables ante la unidad de atención al ciudadano del CGPJ.

Entre otras muchas lindezas, el auto dictado el 6 de junio por el juez murciano invita a equiparar la regulación del divorcio, entendido como libertad de cada cónyuge para no permanecer ligado por más tiempo a su pareja, con un imaginario derecho «a desligarse de la obligación hipotecaria» contraída con alguna entidad financiera «que nos tiene atados a la mayoría de los españoles veinte o treinta años llevándose una parte importante de nuestros ingresos». El metafórico magistrado, tras poner en duda la constitucionalidad del matrimonio entre personas del mismo género, considera que la homosexualidad de una pareja ofrece tantos peligros para la educación de los hijos como la condición de toxicómano, pederasta, prostituta o miembro de una secta satánica de alguno de los cónyuges. El entresacado de citas no hace el debido honor a un auto que debe ser leído en su integridad: ¿puede ese pintoresco orate continuar administrando la independencia judicial en la España constitucional sin que el edificio del Estado de derecho comience a tambalearse?

FIN

Los curas pederastas no son de este Mundo

Uno de los mayores escándalos de nuestro tiempo no ha merecido ser noticia de portada en El Mundo. Sí lo ha sido, en cambio, en El País, aunque a una columna.

Se trata de los 500 millones de euros que ha tenido que pagar la Iglesia Católica como indemnización a los más de quinientos menores de edad que han sido víctimas de abusos sexuales por parte de curas norteamericanos.

El gran titular que manda en El País va dedicado a Imaz, presidente del PNV, a quien adjudican nada menos que el verbo «frenar» cuando se refiere a la «consulta popular» en el País Vasco.

El Mundo reduce esta noticia a un sumario en portada y prefiere atribuir a Imaz el verbo «repudiar», cuando pone en duda la «consulta popular de Ibarretxe». Repudiar -un verbo muy del gusto pedrojotero- es algo más fuerte que frenar.

El Mundo manda en su portada a cuatro columnas, naturalmente («raca, raca, raca», diría Peridis), con sus habituales patrañas sobre el 11-M tratando de salvar la cara al trío Pinocho (Aznar, Acebes y Zaplana).

Hablando de obispos, ahí van tres joyas del domingo publicadas en El País:

Carta, muy razonable, de un lector de El País publicada el domingo, con el título «No lo entiendo«:

Lecciones del diablo

Javier Pradera en El País

15/07/2007

Los obispos, contra la nueva asignatura

LA COMISIÓN PERMANENTE de la Conferencia Episcopal difundió el pasado 20 de junio un documento contra la Ley Orgánica de Educación (LOE) -complementario de una declaración anterior del 28 de febrero- que condenaba una vez más la asignatura Educación para la Ciudadanía, incorporada con carácter obligatorio y evaluable al plan de estudios de primaria y secundaria: «El Estado se arroga un papel de educador moral que no es propio de un Estado democrático de derecho». Los obispos critican severamente que la nueva disciplina invada terrenos de la Iglesia. Juan Antonio Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, afirma que sus contenidos están basados «en el relativismo ideológico y la ideología de género». La jerarquía eclesiástica toca a rebato: «La gravedad de la situación no permite posturas pasivas ni acomodaticias». Los padres de los alumnos y los centros escolares podrán recurrir «a todos los medios legítimos para defender la libertad de conciencia y de enseñanza, que es lo que está en juego». Aunque la declaración sea conscientemente ambigua acerca de los procedimientos idóneos para ese fin, el melifluo portavoz aclaró picaronamente que la objeción de conciencia no está «excluida» del arsenal de armas lícitas.

Los éxitos parciales conseguidos por la Federación Española de Religiosos de Enseñanza sobre los contenidos de la asignatura no han saciado el inagotable apetito del episcopado

Los centros concertados católicos agrupados en la Federación Española de Religiosos de Enseñanza (FERE-CECA) vienen tratando de acercar posturas con el Estado. Sin embargo, los éxitos parciales logrados por sus representantes en las negociaciones con el Ministerio de Educación sobre los contenidos curriculares de la asignatura -relativos al matrimonio homosexual o a las relaciones de género- no han saciado el inagotable apetito de la jerarquía. Alarmado ante la negativa de la Fere a recurrir a la objeción de conciencia, el cardenal primado y vicepresidente de la Conferencia, Antonio Cañizares, avisa a los colegios católicos del fuerte olor a azufre que despide la Educación para la Ciudadanía: «Los centros religiosos que impartan la nueva asignatura colaborarán con el mal».

La disciplina se estudiará en un curso de primaria (5º ó 6º) y otro de secundaria ( 2º ó 3º); sus contenidos también serán recogidos por dos asignaturas ya existentes: Ética (4º de secundaria) y Filosofía (bachillerato). La incorporación de la materia a los planes de estudio será gradual: siete comunidades autónomas han decidido comenzar por 3º de secundaria. ¿Qué otorga su diabólico carácter a la disciplina condenada al fuego eterno por el cardenal Cañizares? La educación cívica se imparte actualmente en 15 países europeos; las recomendaciones del Parlamento de Estrasburgo y del Consejo de Europa para la expansión de sus contenidos curriculares -la tolerancia, la igualdad de sexos, el rechazo a la discriminación, la solución pacífica de los conflictos, la condena del racismo y la homofobia, etcétera- contradicen a los obispos exorcistas.

La innovación es criticada o mirada con escepticismo por quienes consideran que el campo propio de la enseñanza son los conocimientos y no los valores. Adela Cortina ejemplifica ese ideal de la escuela neutra con las palabras de mister Gradging en la novela de Dickens Tiempos difíciles: «No enseñéis a esos chicos y chicas sino hechos. Sólo los hechos son necesarios en la vida. No plantéis otra cosa y arrancad todo lo demás». En España, esa actitud se suele manifestar en forma de una burlesca equiparación entre la Educación para la Ciudadanía, inspirada por los principios democráticos y la Constitución de 1978, y la Formación del Espíritu Nacional, impartida por la dictadura franquista para adoctrinar a los escolares en los Principios Fundamentales del Movimiento, pero nunca criticada por la jerarquía eclesiástica. Esa ofensiva homologación es una cantera inagotable de paralelismos no sólo para los columnistas patosos y los tertulianos chistosos, sino también para los dirigentes del PP: tras alardear de su astucia por demorar un año la incorporación de la asignatura Educación para la Ciudadanía a los planes de estudio de la Comunidad de Madrid, la presidenta Esperanza Aguirre defiende el derecho de objeción de conciencia «a lo que es casi, casi, casi, un sucedáneo de la Formación del Espíritu Nacional».

FIN

Editorial del domingo en El País:

«Episcopado en rebeldía»

A falta de votos, buenas son togas (III)


«Es triste tener que luchar por cosas evidentes».

Más o menos, así era la cita de Dürrenmatt. Cada vez que me enfrento a un episodio de extrema politización de la Justicia la recuerdo y me invade una gran tristeza.

Lamento que la transición política haya sido una obra inacabada por nuestra generación. Por miedo o por prudencia, nunca nos atrevimos a tocar a la justicia procedente de la Dictadura. Quedó incólume. ¡Qué gran error!

Miren, si no, a ese miembro conservador del Tribunal Constitucional que atacó la Constitución (Roberto García-Calvo y Montiel, ex gobernador civil y jefe del Movimiento de Almeria, con leyenda negra incluida tras su no investigación del asesinato del estudiante Javier Verdejo) y nunca fue recusado por ello.

Aún nos falta aprobar esa asignatura pendiente de la transición (troncal, por cierto) para garantizar una mayor estabilidad democrática, dignidad y seguridad jurídica a las generaciones venideras.

No soy nada experto en cuestiones jurídicas pero los editoriales de ambos diarios, que copiaré a continuación, dan cuenta de la gravedad del asunto que ocupa sus portadas.

No es la primera vez que pongo este triste título. Ya lo hice cuando el escándalo de la juez Gallego del ácido bórico el pasado noviembre. Y antes con el escándaloso caso del Juez Hidalgo y su sentencia contra los policias del caso Bono

También recuerdo un 2º asalto sobre votos y togas poco después. Es un problema muy grave, recurrente y de difícil arreglo si no profundizamos en la democracia con más democracia.

Vuelven banderas victoriosas

JAVIER PRADERA en El País

07/02/2007

La manifestación celebrada el pasado domingo en Madrid, convocada por la organización vizcaína Foro Ermua y seguida masivamente por dirigentes, militantes y votantes del PP, tuvo un triple lema oficial: Por la libertad. Derrotemos juntos a ETA. No a la negociación. Según el comunicado leído al término del acto, la convocatoria no era «ni de derechas, ni de izquierdas, ni de centro»: esa milagrosa exoneración de las servidumbres del espacio político se remonta a la retórica falangista.

Sin embargo, buena parte de la asistencia -tal y como estaba previsto en el guión de los organizadores- desvió el teórico objetivo de la marcha entre la plaza de Colón y la plaza de la Independencia (el gusto por la hipérbole mentirosa de la Comunidad madrileña multiplicó por ocho el número de concurrentes, como en los tiempos heroicos de la Plaza de Oriente) para exigir a gritos la dimisión del presidente del Gobierno y cubrirle de improperios en las pancartas: Zapatero, embustero; ZP, traidor; ETA-Zapatero-Quién está detrás del 11-M; Al poder llegaste en tren. Queremos saber de la mano de quién. El presidente del Foro Ermua ya había lanzado la víspera -en la tercera de Abc- una misteriosa advertencia al presidente del Gobierno: «Esta es la última vez que se lo diremos: mañana será tarde y a partir de ese momento dejaremos que sea aplastado por la pavorosa rueda que él mismo ha puesto en movimiento».

La consigna de unidad democrática, coactivamente dirigida contra las demás fuerzas parlamentarias después de insultarlas, no es la única maniobra de doble vínculo del PP. Un bosque de banderas españolas -la izquierda abertzale también suele cubrir el horizonte con un telón de ikurriñas- y la emisión del himno nacional por la megafonía que amenizaba el acto (una circunstancia no prevista pero tampoco excluida por el decreto 1.560/1997 regulador de la Marcha de granaderos) sirvieron a los populares para recabar de manera partidista el monopolio de los símbolos identitarios compartidos por todos y para expulsar a sus adversarios políticos -demonizados como enemigos existenciales- del marco institucional. Esa desleal estrategia del principal partido de la oposición, orientada a excluir al Gobierno socialista y a la mayoría parlamentaria que le respalda de la lucha común contra el terrorismo, ha marcado obscenamente toda la legislatura.

Primero fueron las acusaciones veladas y las insidias maliciosas -vertidas por los portavoces del PP en el Parlamento y por los periodistas a su servicio en El Mundo y en la radio de los obispos- sobre las fantasiosas connivencias, encubrimientos y complicidades de los socialistas con el atentado del 11-M, supuestamente planeado por oscuras fuerzas concertadas -ETA, entre otras- para llevar a Zapatero al poder. Tras la declaración del alto el fuego permanente declarado por la banda terrorista el 22 de marzo de 2006, los nueve meses transcurridos sin atentados con resultado de muerte fueron interpretados por los populares como una prueba segura de que el presidente del Gobierno estaba pagando a ETA la factura pendiente por su sangrienta ayuda prestada a su victoria electoral el 14-M: el reconocimiento del principio de autodeterminación y la anexión forzosa de Navarra al País Vasco.

Pero el atentado de Barajas no sólo hizo volar por los aires el aparcamiento de la T-4, sino también la lectura paranoide de la tregua realizada por el PP: el comunicado de ETA descargó toda la responsabilidad del crimen sobre el Gobierno por haber establecido «como tope» para el diálogo «los límites de la Constitución española y la legalidad». Con el descaro de los apostadores que se niegan a reconocer sus equivocaciones, Rajoy fabricó un sofístico dilema para acertar siempre como hacen los trileros: «Si usted no cumple [las exigencias de ETA], le pondrán bombas, y si no hay bombas, es porque ha cedido». En cualquier caso, los dirigentes del PP -inasequibles al desaliento- han decidido regresar a la víspera del atentado del 30 de diciembre acusando al Gobierno de traicionar a los muertos, capitular ante el terrorismo, desactivar el Estado de derecho y preparar la ruptura de España.

FIN

Sujetos: «Rubalcaba», en El Mundo; «la cúpula de ETA», en El País

Cada vez que veo a Franco en las noticias me da repelús. Hoy sale, otra vez, el dictador en la portada de El Mundo.

Leo el título y el sumario y veo que este diario ha convertido en noticia lo que no es otra cosa de un autoanuncio publicitario. Menos mal. Al ver esta foto del dictador, autollamado «Generalísimo«, a tamaño natural -o sea, de sello de Correos-, casi me da un patatús.

La presunta información nos remite a Página 48. Allí nos encontramos una página completa de autobombo publicitario que supongo muy del gusto de los algunos lectores de este diario y, naturalmemte, de los coleccionistas de sellos. Que les aproveche la colección. Yo paso. No quiero ver al «Caudillo» ni en sellos.

Estoy trabajando a medio gas y haciendo los propósitos de enmienda habituales en estas fechas. O sea: limpiar y ordenar mi despacho, arreglar la bici para hacer algún ejercicio, volver al peso que tenía antes de Nochebuena, analizar los titulares en este blog en el desayuno y no después de la cena, tomar menos cañas para no perder ningún punto del carnet, etc.

Una vez hecha la lista inútil de própositos, que tampoco cumpliré este año, me he dedicado a leer la prensa de pago en lo único que aún la distingue de los demás medios de comunicación: el análisis de los hechos y la opinión de los especialistas.

Por eso, recomiendo hoy la lectura de estos artículos y editoriales:

EDITORIAL de El País:

Si fueran inteligentes

03/01/2007

Si los dirigentes del PP fueran más inteligentes no sólo aceptarían participar en la reunión de todos los grupos políticos parlamentarios que promueve el Gobierno para poner en común posibles iniciativas compartidas contra ETA, sino que renunciarían a colocar ahora en primer plano los reproches a Zapatero y, por el contrario, tratarían de actualizar y ampliar pactos antiterroristas anteriores de acuerdo con la nueva situación creada con el brutal atentado de Barajas.

Eso no significa que Zapatero no deba dar explicaciones, preferentemente en el Parlamento, como prometió cuando anunció su intención de explorar la posibilidad de una retirada pactada de ETA. Pero el momento actual, que incluye un gran desconcierto de la opinión pública, requiere escenificar la unidad de los demócratas frente al terrorismo, como ocurrió en otras graves situaciones en el pasado. El PP demostraría grandeza de miras si en lugar de seguir insistiendo en que Zapatero debió decir ruptura en lugar de suspensión de contactos con la banda -debate absurdo tras las aclaraciones de Rubalcaba- y de utilizar el pacto antiterrorista como bandera de denuncia contra los socialistas aplica sus principios a la nueva situación y apoya un acuerdo que mire más al futuro que al pasado, aunque partiendo -como entonces- de la experiencia vivida.

El pacto antiterrorista legitimó una eficacia policial y firmeza judicial que debilitó a ETA y su entorno tanto como para que algunos de sus dirigentes presos constataran la derrota política de la lucha armada; y esa derrota creó condiciones favorables para intentar una disolución pactada de ETA y evitar una larga -y sangrienta- agonía. Es posible que el Gobierno, o su presidente, interpretaran equivocadamente el grado de madurez de ETA, pero eso es algo que no estaba claro cuando todos los partidos, salvo el PP, votaron una resolución a favor de intentar una salida de ese tipo. Seguramente los socialistas hubieran debido pactar con el PP la nueva estrategia. Pero luego el Partido Popular ha mostrado poco interés real en recuperar el acuerdo, prefiriendo denunciar los incumplimientos del Gobierno; y éste también se ha adaptado a esa situación.

Cuando se firmó el pacto antiterrorista el PNV tenía aún pie y medio en la estrategia soberanista de Lizarra, que pretendía ligar el fin de ETA a la obtención del programa máximo nacionalista. Esa actitud del nacionalismo vasco, que condicionó su oposición a la ley de partidos y a la ilegalización de Batasuna, aconsejó a socialistas y populares no abrir el pacto a otras formaciones -como querían CiU e IU- para evitar rebajar su contenido. Mientras que ahora el PNV de Imaz ha mantenido una actitud leal a la resolución parlamentaria de mayo de 2005, y defendido que no puede haber negociación política sin retirada de ETA. La banda ha dinamitado las expectativas abiertas por aquella resolución, pero ha abierto la posibilidad de un acuerdo renovado que incluya al PP. Zapatero también demostraría inteligencia si en lugar de considerar de entrada imposible tal acuerdo con el argumento de que el PP no lo desea, se pusiera al habla con Rajoy hoy mismo buscando un acercamiento como el que se produjo en diciembre de 2000.

FIN

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Artículo de Sánchez-Cuenca, publicado en El País:

¿Ganan los ‘spoilers’?

IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA

03/01/2007

Entre la declaración de alto el fuego y el coche bomba del 30 de diciembre sólo han pasado nueve meses. El brutal atentado del aeropuerto de Barajas ha tenido lugar menos de 24 horas después de que el presidente del Gobierno infundiera optimismo a la sociedad sobre el futuro del proceso de paz. ¿Qué ha pasado? ¿Cuáles son las estrategias a partir de ahora? Es muy difícil responder a estas preguntas, porque nos falta información y perspectiva. Resultan envidiables las certezas de tantos a la hora de explicar lo sucedido y de dibujar las líneas futuras de la lucha contra el terrorismo. Escribo estas líneas sabiendo que el análisis es provisional, pero, aun así, quizá no del todo inútil si ayuda a dar algo de sentido a los últimos acontecimientos.

En todos los procesos de paz hay al menos dos partes, y dentro de cada una suelen convivir moderados y radicales. Los radicales reciben el nombre de spoilers en los estudios sobre estos procesos: se caracterizan por hacer siempre cuanto esté en su mano por abortar cualquier acuerdo entre los moderados. La paz (el cese de la violencia) llega cuando los moderados de ambos bandos consiguen alcanzar un acuerdo y son capaces de controlar las reacciones de los spoilers.

A estas alturas hay base para sospechar que dentro de ETA se dan profundas divergencias entre duros y blandos, entre spoilers y moderados. Los cuarenta y tres meses sin muertos entre el 30 de mayo de 2003 y el 30 de diciembre de 2006, la declaración de Anoeta, la evolución de Batasuna y el alto el fuego del 22 de marzo de este año constituyen un sólido indicio de que los moderados en el conglomerado de ETA quieren acabar con la violencia terrorista mediante algún tipo de acuerdo con el Gobierno. Parecía que los moderados llevaban la voz cantante, pero durante el desarrollo del proceso de paz ha habido signos de que la correlación de fuerzas cambiaba en el seno de ETA, de que los spoilers ganaban posiciones frente a los moderados.

Los estudios comparados muestran que los spoilers pierden la partida cuando se crea una sólida coalición entre moderados de ambos lados que vacía de apoyo social a las facciones más extremistas. En España, esto no ha sucedido. Los más radicales dentro del mundo de ETA no sólo no han sido arrinconados, sino que han ido ganando terreno.

Las razones son muy complejas y todas ellas discutibles. Puede que Otegi, Ternera y los suyos hayan sobrevalorado su capacidad de control de la organización, o puede que no se hayan atrevido a desafiar abiertamente a los más duros cuando se aproximaba el momento de la verdad. Quizá el Gobierno pudiera haber hecho más para reforzar a los moderados frente a los spoilers ante los obstáculos judiciales con los que se ha encontrado Batasuna para dar pasos a favor de su integración en el sistema. El Gobierno parecía más preocupado por demostrar que no hacía concesiones que por consolidar la posición de los moderados dentro de ETA. Y la estrategia de enfrentamiento del PP tampoco ha ayudado mucho. Por ejemplo, resulta increíble que se montase un escándalo fenomenal por una reunión entre líderes de Batasuna y del PSE.

A partir de ahora se abren múltiples incógnitas. El hecho de que el atentado del 30 de diciembre se haya saldado con dos desaparecidos, probablemente muertos, puede que desbarate la estrategia de ETA. ETA quería introducir la máxima presión sobre el proceso, pero el haber asesinado a dos personas impide cualquier movimiento del Gobierno. Los terroristas insistirán en que su intención no era acabar con la vida de nadie y por eso avisaron con una hora de antelación de la explosión del coche bomba. Eso servirá para tranquilizar a algunos de sus seguidores, pero no va a alterar la posición del Gobierno.

Paradójicamente, el atentado deja toda la responsabilidad sobre ETA y no sobre el Gobierno. ETA se enfrenta ahora a una decisión muy difícil: o hace algo para relanzar el proceso de paz o desafía nuevamente al Estado en un combate que sabe perdido de antemano. Quizá ante un dilema así los moderados vuelvan a ganar posiciones.

Mientras se aclara el futuro, es fundamental hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, resulta absurdo el intento del Partido Popular por oponer proceso de paz a Estado de Derecho. Se trata del mismo intento de apropiación que han practicado con la Constitución o la bandera. El proceso de paz se realiza desde del Estado de Derecho, no supone en ningún caso la violación de la legalidad. Baste recordar la declaración del Congreso de mayo de 2005 que marca los límites de la actuación del Gobierno.

En segundo lugar, no es cierto que se haya retrocedido en la lucha antiterrorista. Hasta el momento, ésta es la legislatura con menos víctimas del terrorismo de la historia de la democracia. Han continuado las detenciones de etarras y ha habido operaciones policiales de la máxima importancia (descabezamiento del frente político en octubre de 2004 con la detención de Mikel Antza y Anboto). No tiene demasiado sentido comparar número de detenciones entre distintas legislaturas, pues sabemos que esos números son una función directa de la actividad de ETA. Cuanto menos actúa ETA, menos detenciones se producen, no por negligencia policial, sino porque los etarras no dejan rastro mientras están inactivos. Es simplemente falso afirmar que el último Gobierno de Aznar derrotó a ETA y que el Gobierno de Zapatero le ha hecho revivir.

En tercer lugar, el proceso de paz no descarrila porque el Gobierno haya actuado en soledad, sin apoyos. Es verdad que el PP, por motivos electorales, se ha opuesto a la iniciativa del Gobierno, pero éste ha contado con el apoyo de todos los demás partidos del Parlamento y con una amplia mayoría de la opinión pública, según han mostrado sistemáticamente las encuestas.

En cuarto lugar, el atentado del 30 de diciembre no cambia las condiciones generales que hicieron posible el inicio del proceso de paz. Si hubiera un cambio de posición creíble en el seno de ETA, el proceso debería seguir adelante. La derrota final de una organización terrorista como ETA, que tiene un patológico grado de apoyo social en el País Vasco, sólo es posible si su brazo político se integra en el sistema. Ese paso sólo se producirá mediante un final negociado de la violencia, se pongan como se pongan los enemigos del proceso de paz.

FIN

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Análisis en El País:

Amenaza cumplida

JAVIER PRADERA

03/01/2007

La plausible presunción -desgraciadamente refutada por los hechos- de que el tranquilizador mensaje sobre la marcha del proceso de final dialogado de la violencia enviado por el presidente del Gobierno el pasado viernes descansaba sobre fuentes de información privilegiadas y seguras sirvió durante pocas horas para contrarrestar los negros augurios de la vuelta de ETA a la vía del crimen: desde el verano, las acciones de la banda terrorista y las declaraciones de los portavoces de su brazo político venían dando sobrados fundamentos racionales a ese temor. Al día siguiente de las palabras de Zapatero, ETA rompía en Barajas el alto el fuego declarado en marzo de 2006, si es que el aquelarre de Atxiluregi, el robo de las 350 pistolas, los estragos de la kale borroka y los amenazadores comunicados no hubiesen acreditado ya suficientemente que la banda terrorista se había levantado de la mesa de negociación.

Este desenlace dramático pone en cuestión tanto la calidad y fiabilidad de las fuentes como los métodos de análisis de los contenidos que han servido al presidente Zapatero para tomar sus arriesgadas decisiones en materia de terrorismo. El atentado también invita a formular un pesimista diagnóstico sobre la posibilidad de emprender otra vez el camino abierto sin éxito por la resolución aprobada en mayo de 2005 en el Congreso de los Diputados. La brutal respuesta dada en Barajas por los terroristas a la generosa oferta de las Cortes Generales para alcanzar un final dialogado de la violencia pone de manifiesto que las condiciones históricas y políticas no estaban aun maduras; ese objetivo tan sólo podría lograrse en un impreciso futuro si ETA aceptase discutir exclusivamente los términos de su rendición condicional, en lugar de aspirar a obtener en la mesa de negociación -como ha sucedido esta vez- esa victoria pactada que los asesinatos, las extorsiones y los atentados no le habían deparado.

La experiencia de las dos treguas anteriores de ETA permite aventurar que las eventuales ventajas conseguidas por la banda armada durante los nueve meses de 2006 consagrados a tareas de reorganización, avituallamiento e infraestructuras no resistirán a corto o medio plazo la ofensiva de las policías española y francesa y de la Ertzaintza. Los costes para la trama civil del nacionalismo radical que apoya obedientemente a los comandos armados todavía en libertad de ETA también serán muy elevados. Los más de 700 presos que cumplen condena o esperan juicio en España y Francia perderán la esperanza de que las medidas de gracia acorten su estancia en la cárcel. Los dirigentes y cuadros de la disuelta Batasuna verán disiparse igualmente la oportunidad de regresar a los ayuntamientos, las diputaciones forales y los Parlamentos del País Vasco y de Navarra, fuentes no sólo de influencia política sino también de puestos de trabajo remunerado. Y los sectores de la izquierda abertzale partidarios de la táctica del cuanto peor, mejor deberán afrontar las medidas represivas del frustrado Gobierno socialista de forma inmediata y la eventual llegada al poder del PP en el futuro.

Las consecuencias del atentado de Barajas sobre el sistema político español -en vísperas de un agitado año electoral que comenzará con las municipales y autonómicas y concluirá con las legislativas- son de difícil previsión. Sin duda, la imagen de Zapatero ha quedado seriamente dañada por la ruptura de la tregua: la fortuna premia a los audaces pero también castiga a los osados cuando equivocan sus apuestas. A la vez, el atentado de Barajas ha desmentido las falsedades propaladas por los dirigentes populares sobre el imaginario pacto secreto suscrito por Zapatero con ETA como recompensa por la fabulada participación de la banda en el 11-M para que los socialistas llegasen al poder. Ese diabólico convenio conduciría inevitablemente paso a paso a la ruptura de España y a la territorialidad (la anexión al País Vasco de Navarra y de las comarcas ultrapirenaicas francesas), autodeterminación e independencia de Euskal Herria. La realidad de la historia, sin embargo, contradice esa paranoica fantasía: ETA ha pedido como siempre un disparatado precio y ha cumplido -también como siempre- su amenaza de volver al camino del crimen cuando ha comprendido que el Gobierno de Zapatero no accedería nunca a pagárselo.

FIN

Que les aproveche su lectura. Ya me cansé de limpiar y ordenar papeles viejos. Me voy al cine a ver esa nueva de Clint Eastwood.

«Vuelve el Rajoy de las grandes ocasiones…» ¿Información u opinión?

Cada día disimulan menos algunos colegas a la hora de separar los hechos (que son «sagrados») de las opiniones (que son «libres«). A mi me lo enseñaron así, pero parece que esta regla de oro del buen periodismo está pasando de moda.

Me consta que, tarde o temprano, el lector inteligente percibe cuando un periodista mete la cuchara, por muy sutil que sea, a favor de sus intereses personales o de su empresa.

Todos tratamos de guardar las formas separando, más o menos claramente, los hechos de las opiniones.

Y cuando necesitamos apoyar nuestra visión o interpretación de los hechos con alguna opinión contundente, buscamos a alguien que opine como nosotros, e incluimos su frase entre comillas con nombre, apellidos y cargo de quien la dice.

Durante años, he sido el típico español «hombre de la calle» más citado por el New York Times, el Wall Street Journal, el International Herald Tribune, etc.

Los colegas de mi mujer, que aterrizaban en España en busca de historias, necesitaban atribuir las opiniones -que muchas veces resumen un acontecimiento mejor que una ristra de hechos- a alguna fuente local.

Y ahí estaba yo, citado por todo lo alto, cuando opinaba como ellos. Si mi opinión no coincidía con la del periodista en cuestión, sencillamente buscaban otra fuente que cuadrara mejor con la historia que querían contar. Quien esté libre de citas precocinadas que tire la primera piedra.

La lectura de esta presunta información de la portada de El Mundo de hoy me ha recordado, por contraste, el esfuerzo que hacían los colegas extrajeros por parecer objetivos y por separar los hechos de las opiniones. Aquí parece que esa regla ya no se lleva.

Ni el titular ni los dos primeros párrafos sobre «el Mariano Rajoy de las grandes ocasiones» tienen desperdicio.

Cármen Remírez de Ganuza empieza así su fervoroso artículo de opinión con apariencia tipografica de fría crónica informativa (léase en tono de arenga castrense):

«Volvió ayer a la política nacional el Mariano Rajoy de las grandes ocasiones. El orador parlamentario contra el plan Ibarretxe, el protagonista de la concentración patriótica y liberal de diciembre pasado en la Puerta del Sol reapareció ayer en Madrid para solemnizar, a cuatro días del 28º aniversario de la Carta Magna, su mayor apuesta de Estado y de reforma constitucional.

El líder del PP no se limitó a presetnar una alternativa a la política territorial de Zapatero. Ni siquiera se entretuvo en enumerar la relación de «retoques» o «ajustes`parciales» de la Carta Magna y de reoformas legislativas propuestas en la Conferencia del PP clausurada ayer como «correciones» necesarias sobre los «desajustes» del Estado autonómico». Sigue en página 16. Editorial en página 5.

Y ahí acaban las tres columnas de primera página dedicada «al Rajoy de las grandes ocasiones» sin que me haya enterado de qué es lo que ha dicho. Sólo sabemos que el orador «reapareció«, que «no se limitó a…» y «ni siquiera se entretuvo en…».

Desde luego, a mi me enseñaron que lo más sabroso, o lo que más engancha al lector, de un acontecimiento (el qué, quién, cómo, cuando, dónde y por qué) debía ir en el primer párrafo, ni siquiera en el segundo. El segundo debería contener el resumen de todas las historias anteriores relacionadas con el suceso en cuestión.

Lleva -eso sí- un dato en el sumario:

«Propone 17 cambios constitucionales…»

En cambio, en el titular de portada de El País se quedan en 14:

Rajoy propone 14 retoques a la Constitución ante el «Estado residual» de Zapatero

Además del editorial sobre la reaparición del «Rajoy de las grandes ocasiones», El Mundo dedica este segundo editorial a temas tan de su agrado como el mismo titular:

«Montaje», «Conspiración» y Goma 2

Su retórica vale tanto para un roto que para un descosido. Se puede leer a gusto del lector.

Basta con cambiar el nombre de los diarios: donde dice El País, ponemos El Mundo y donde dice ABC ponemos la COPE.

La vehemencia del editorialista -y la hemeroteca- le traiciona.

En página interior, El Mundo ilustra su tesis conspirativa sobre la conspiración de la conspiración con reproducciones de los diarios citados, tratados, como yo hago a veces, con el photoshop.

Como la reproducción se lee muy mal, copino y pego los titulares:

Los «siameses» atacan de nuevo

Naturalmente, lo que han hecho con el photoshop es una chapuza. Es posible que, con las prisas, hayan utilizado un bligrafo y fotocopia. Pero no seré yo quien les de clases técnicas de algo que acabo de aprender de mis hijos.

El País:

La policía destapa un nuevo montaje para alimentar la teoría conspirativa del 11-M

ABC:

Detenidos cuatro policías por tráfico de drogas y explosivos y por simulación de delitos

Sumario:

Dos de los agentes de la trama estaban en contacto desde meses con un diario nacional para elaborar un montaje conspirativo que encubriera sus delitos

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Por ser domingo, te tenido tiempo de ir al cine («El Perfume») y de leer los diarios. Dos artículos recomiendo. Uno es éste de Santos Juliá, publicado en el suplmento Domingo de El País:

Víctima y verdugo

Santos Juliá

03/12/2006

«UNA UTILIZACIÓN de la memoria histórica’ guiada por una mentalidad selectiva abre de nuevo viejas heridas de la Guerra Civil y aviva sentimientos encontrados que parecían estar superados»: así se expresa la Conferencia Episcopal en la Instrucción pastoral aprobada en su última sesión plenaria. Nada más justo, a primera vista: todas las memorias selectivas de acontecimientos traumáticos avivan sentimientos encontrados. El problema es que todas las memorias son, por definición, selectivas: no hay memoria sin olvido, memoria de lo que consuela, olvido de lo que desasosiega.

¿Cuál es la memoria y cuál el olvido de los obispos españoles en relación con esa Guerra Civil cuyas heridas ven ahora a punto de reabrirse? Por lo que se refiere a lo segundo, la cosa está bien clara. Los obispos han olvidado que fue la Iglesia católica la que elaboró, a las pocas semanas de iniciarse la guerra, el sagrado relato de la cruzada contra el invasor. Las palabras con las que se describe una guerra nunca son inocentes, y cruzada no lo fue. Significó que se combatía en nombre de Dios y que para el infiel no quedaba más destino que el exterminio. El alcance de las matanzas ocurridas en la zona bajo control de los militares que se rebelaron contra la República se debe precisamente a que desde las primeras semanas actuaron como cruzados de una guerra santa.

En su administración de la memoria, la jerarquía católica ha olvidado además que, por celebrar el fin de la guerra como triunfo de la cruz y al recibir -también en la abadía de Montserrat- al caudillo de aquella guerra como salvador de la religión y de la patria, la represión sobre los vencidos se aplicó a conciencia y sin respiro. Liquidar, exterminar, erradicar, limpiar, barrer, depurar: ése fue el léxico empleado por los obispos en sus cartas pastorales. Es por completo seguro que sin ese aliento sagrado empujando sus velas, el nuevo Estado construido tras la victoria no habría podido acometer una represión tan cruel y duradera. Quizá convendría recordar a los autores de esta Instrucción pastoral que el cura delator que lleva a la muerte al protagonista de aquel memorable relato de Ramón J. Sender, Réquiem por un campesino español, no fue un personaje de ficción, sino una figura repetida cientos, miles de veces en la España de la guerra y de la inmediata posguerra.

Sobre estos olvidos ha construido la jerarquía de la Iglesia católica su más reciente memoria. En los pontificados de Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, el Vaticano resistió las presiones procedentes del Estado católico español encaminadas a beatificar a sacerdotes y religiosos asesinados durante la Guerra Civil. En la transición, los obispos pasaron de puntillas sobre el pasado, sacudiendo el polvo de su identificación con lo que ahora denominan púdicamente «régimen político anterior». Luego, la memoria comenzó a hacer de las suyas y lo único que la jerarquía católica ha recordado ha sido a sus muertos, elevados a los altares. Cada vez que un religioso asesinado durante la guerra es beatificado, la Iglesia ejerce una memoria, como no podía ser menos, selectiva y recuerda su papel de víctima, la hecatombe que sufrió durante los primeros meses de la guerra, cuando miles de católicos fueron asesinados por el mero hecho de serlo.

Haciendo buena la definición de Carl Schmitt, que veía en la Iglesia universal una complessio opositorum, la Iglesia católica española fue durante la Guerra Civil víctima y verdugo. Su memoria selectiva la lleva a olvidar lo segundo para celebrar ritualmente lo primero. Podría, si no quiere seguir desempeñando un papel principal en este peligroso juego de las memorias enfrentadas, recordar lo segundo sin olvidar lo primero. En ese caso, tendría que publicar otra Instrucción pastoral reconociendo haber bautizado como cruzada la Guerra Civil y haber impulsado, invocando a los mártires de una guerra santa, el extermino del enemigo por un Estado que se definía a sí mismo como católico.

Entonces, a lo mejor, los obispos españoles -que han cerrado bajo siete llaves la memoria del Concilio Vaticano II- podrían recuperar algo de autoridad para impartir «orientaciones morales ante la situación actual de España». Mientras no lo hagan, la memoria selectiva de los demás -cada cual tiene derecho a la suya- sólo recordará que de los males que han afligido a la nación española durante los dos últimos siglos, el más terrible fue el de la represión del laicismo y de otros venenos similares ejercida por los clérigos en la Guerra Civil y en los años sin fin de aquel Estado católico que con tanta euforia emprendió los trabajos de depuración una vez la guerra terminada.

FIN

Y el otro es de Javier Pradera, publicado en el mismo suplemento:

Borrar el pasado

Javier Pradera

03/12/2006

DOS AÑOS Y MEDIO DESPUÉS de abandonar el poder ejercido a lo largo de dos mandatos, el PP continúa embelleciendo su etapa de gobierno y satanizando la actuación socialista durante el periodo inicial de esta legislatura. Todavía vivos los ecos de la cinta de FAES que atribuía a ETA el atentado del 11-M, el vídeo del PP sobre la inseguridad ciudadana bajo el Gobierno de Zapatero -en contraste con los idílicos tiempos populares- tal vez podría haber sembrado «la conmoción y el pavor» en la sociedad española si no fuera porque dos de sus secuencias corresponden a violentos conflictos callejeros de 1996 y 2002 (filmados cuando eran ministros del Interior Mayor Oreja y Rajoy, a las órdenes del presidente Aznar) y otra tercera reproduce una refriega entre narcotraficantes colombianos en Medellín. Por lo demás, el instrumento de comunicación preferido por los populares para glorificar su pasado y borrar las máculas que pudieran afearlo son las intervenciones parlamentarias, las declaraciones a la prensa y los discursos a los militantes de sus satisfechos líderes.

El lenguaje reconciliatorio de Aznar -paz, diálogo, generosidad- durante la tregua de ETA en 1998 contrasta con las diatribas lanzadas desde la oposición por el PP en el actual alto el fuego terrorista

El vídeo -esta vez del PSOE- sobre «cómo actuó el PP cuando estaba en el Gobierno» durante el anterior alto el fuego de ETA ha sido una piedra lanzada a las cristalinas aguas de ese inventado pasado. Por supuesto, hay obvias diferencias entre las treguas de 1998 y 2006: junto al pacto de ETA con el PNV y EA firmado en secreto hace ocho años, la principal desemejanza es que el PSOE dio entonces su apoyo a José María Aznar y el PP se lo niega ahora a Zapatero. El reconciliador lenguaje utilizado por los populares desde el Gobierno también choca con sus feroces diatribas desde la oposición -directamente o por intermedio de los portavoces de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT)- contra la política socialista. El vídeo resucita las melifluas declaraciones del presidente Aznar -en actos públicos o en entrevistas de prensa- sobre «el proceso de paz», las exhortaciones a «la generosidad, la comprensión y el perdón» para favorecer la reconciliación, el final dialogado de la violencia, la discreción y la reserva en los contactos con la banda, la eventual reinserción de los presos sin necesidad de que hagan una condena explícita de sus crímenes, el reconocimiento del Movimiento Vasco de Liberación, etcétera. Hasta Miguel Ángel Rodríguez sostuvo -antes de la tregua- que «no debería haber ni vencedores, ni vencidos»; Mayor Oreja tampoco consideraba indispensable para el diálogo con ETA la entrega de las armas.

La redomada doblez de los dirigentes del PP les lleva ahora a reprochar al presidente del Gobierno el incumplimiento de algunos requisitos establecidos por la resolución del Congreso de mayo de 2005 para iniciar un final dialogado de la violencia con ETA; en aquella ocasión, sin embargo, Rajoy consideró una traición a los muertos esa moción y votó en contra. La hipocresía del PP no se manifiesta sólo a la hora de borrar el propio pasado; también le facilita la tarea de lanzar a la vez pronósticos contradictorios sobre el futuro.

De un lado, los populares expresan o respaldan la paranoide convicción según la cual estaría todo el pescado vendido; las manifestaciones organizadas al alimón por la AVT y el PP denuncian que Zapatero se ha rendido ya ante ETA: el presidente del Gobierno y la banda habrían suscrito un compromiso formal para poner en marcha un proceso que significaría la capitulación del Estado democrático de derecho ante el terrorismo, y que acabaría ineluctablemente con la anexión de Navarra al País Vasco, la ruptura de España y la independencia de Euskal Herria. De otro lado, la dificultad de mantener esa hipótesis conspirativa tras el desmentido dado por los hechos durante los meses transcurridos desde la declaración del alto el fuego aconseja al PP hacer también suya de manera oportunista la alternativa opuesta: la ruptura de la tregua sería un fracaso personal del presidente Zapatero que arruinaría sus oportunidades electorales. Se diría que el PP, desbancado del poder tras el atentado terrorista del 11-M, apuesta por reconquistarlo como una consecuencia lateral de la reanudación de los atentados mortales de ETA.

FIN

¿Cientos de miles o 120.000 contra Zapatero?

Ya de niño, con el cerebro medianamente lavado por los frailes, me impresionaron mucho estos versos cómicos de un romance (creo que anónimo) sobre una contradicción recionalmente irresoluble:

¿Cómo es posible que, siendo Dios infinitamente poderoso y, a la vez, infinitamente bueno, pueda permitir que ocurran tantas desgracias, tanto sufrimiento evitable, tanta hambre, desigualdad, tortura, injusticia, etc, sobre la Tierra?

Una de dos: o no es tan poderoso como dicen mis frailes o no es tan bueno.

La respuesta me la dió este sabio romance de cariz peligrosamente racionalista:

«… vinieron los sarracenos

y nos molieron a palos,

que Dios ayuda a los malos

cuando son más que los buenos…»

Quizás, por eso, buena parte de la COPE, El Mundo, el PP, los profesionales de la política que viven (y a menudo abusan) de las víctimas, etc., tienen tanto interés en sumar mucha gente en la calle a favor de sus pancartas políticas.

Deben creer, como el autor del romance, que si llegan algún día a ser muchos más que los otros, entonces tendrán a Dios de su lado.

Al final, va a resultar que ser bueno o malo va a depender de los votos.

Sin embargo, esta vez me ha parecido ver pocos curas y monjas y ningún obispo en esa quinta manifestación contra el diálogo de Zapatero con ETA , aprobado por los representantes de la mayoría de los españoles.

Ambos diarios difieren hoy en sus portadas en la cantidad de manifestantes -lo que ya es habitual- y también en el objetivo que pretendían los convocantes.

El País, abajo:

Más de 120.000 personas se manifiestan en Madrid contra el diálogo con ETA

Sumario:

La cúpula del PP se suma a la manifestación

El Mundo, arriba:

Una gran multitud pide por quinta vez a Zapatero que no se rinda

Sumario:

Cientos de miles de personas, incluída la plana mayor del PP, contra la negociación con ETA

Como vemos, en El Paísvan:

«contra el diálogo con ETA»

mientras en El Mundo van:

«contra la negociación con ETA

Por el famoso romance, ya sabemos que las palabras las carga el diablo o Dios, dependiendo del número de personas que las digan o, quizás, -¿por qué no?- de lectores que las lean?

Y si dependiera del número de lectores… (¡ay!), Dios estaría apoyando… a los 2,5 millones que leen cada día 20 minutos y no a los 1,2 millones escasos que leen cada día El Mundo. (Este argumento no me consuela nada, porque en la edición digital El Mundo aún nos gana con mucha ventaja. Claro que la lanzaron diez años antes que 20minutos.es) El tiempo lo dirá.

¿Será verdad que los obispos, que hace exactamente un año pedían más dinero al Estado (véase El País, 26-11-05), están ya satisfechos con lo que han sacado de nuestros bolsillos, gracias a la generosidad o cobardía del gobierno socialista?

Por lo que veo, los obispos ya no hacen tanto ruido… a la vista.

¿Será por dinero o por la genuflexión de Moratinos ante su colega en el Vaticano?

Aquí pasa algo.

Dos artículos recomendables de El País (Domingo).

Uno es éste análisis de Javier Pradera:

Guerra y dictadura

LOS INCIDENTES PRODUCIDOS en el Valle de los Caídos con ocasión de una misa por el 31º aniversario de la muerte de Franco, por un lado, y la petición suscrita por cerca de noventa organizaciones de izquierda para que el proyecto enviado por el Gobierno a las Cortes el pasado 8 de septiembre en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura sea retirado del Congreso, por otro, ponen de relieve que el debate intergeneracional sobre las siete décadas pasadas continúa vivo. La iniciativa tendrá una agitada travesía parlamentaria; mientras el PP anuncia su rechazo frontal, ERC e IU anuncian sendas enmiendas a la totalidad. Y si los medios de la derecha presentan el proyecto como un acto de revanchismo, un informe de Amnistía Internacional descalifica su articulado como una especie de ley de punto final o de amnistía encubierta.

El proyecto de ley del Gobierno que amplía derechos y establece medidas en pro de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo será impugnado en el Parlamento desde la derecha y desde la izquierda

La propuesta gubernamental elude el título previsto de ley de memoria histórica y adopta un rótulo descriptivo referido al reconocimiento y ampliación de derechos y al establecimiento de medidas «a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura». Se trata de una decisión razonada: la exposición de motivos aclara que no es tarea de las normas jurídicas «implantar una determinada memoria histórica» o «reconstruir una supuesta memoria colectiva». Una vez excluido el empleo de esos estereotipos, reificadores de experiencias personales y diversas, la propuesta gubernamental opta por amparar la recuperación de la memoria personal y familiar, que incluye el derecho a la reparación de las injusticias sufridas en forma de condenas, sanciones o violencias «cualquiera que fuere el bando o la zona en la que se encontraran quienes las padecieron». Los recuerdos mantienen una singularidad individual, irreductible a una fantasmal memoria histórica -colectiva y monolítica- cuya voz sería monopolizada por los portavoces que se arrogasen el privilegio de hablar en su nombre.

Pero la batalla de las palabras desempeña un papel en las guerras políticas: la kilométrica denominación del proyecto gubernamental facilitará el regreso a los debates parlamentarios y a la prensa de la expresión memoria histórica con que ERC bautizaba en febrero de 2006 -añadiendo republicana y antifascista- su proposición de ley, rechazada después por el Congreso. Navegando entre los improperios derechistas, por planear una supuesta revancha simbólica frente a los vencedores de la Guerra Civil, y las denuncias izquierdistas, por no declarar de modo expreso la ilegalidad de la dictadura, la exposición de motivos del proyecto de ley reivindica, sin embargo, su voluntad de dar continuidad al espíritu de concordia y de respeto al pluralismo que guió a la transición e inspiró a la Constitución.

Desde el punto de vista de la reconciliación nacional, es lógico que los grandes beneficiados de la ampliación de los derechos y de las medidas económicas mencionadas en la norma sean los represaliados, encarcelados y exiliados por haber servido a la Segunda República o por haber luchado contra el régimen de Franco cualquiera que fuese su alineamiento (o el de su familia) durante la guerra, sin olvidar a sus deudos ni a los familiares de los fallecidos. El proyecto indemniza igualmente a los herederos de los muertos por la democracia entre 1 de enero de 1968 y 6 de octubre de 1977.

El proyecto regula también una miscelánea de materias: desde la localización de los desaparecidos hasta la doble nacionalidad de los brigadistas, pasando por el Valle de los Caídos, el Archivo de Salamanca y la supresión de los escudos conmemorativos de la Guerra Civil en los edificios estatales. Junto al polémico terreno de las cuestiones simbólicas, el principal tema de discordia entre el Gobierno y sus aliados girará en torno a las sentencias dictadas por tribunales militares en juicios sumarísimos; el invento sustitutorio de la nulidad de esos fallos, una «declaración de reparación y reconocimiento personal» que concedería un consejo elegido por el Parlamento, carecería de efectos jurídicos o de cualquier otro tipo y omitiría el nombre de los verdugos, parece una broma de los Santos Inocentes.

Y el otro es de John Carlin sobre la lucha contra el sida y sobre la situación de la mujer en Africa . Aviso: es largo, pero vale la pena leerlo:

REPORTAJE LA GRAN PLAGA

El hombre que plantó cara al sida

Gay, ex prostituto y enfermo, Zackie Achmat se ha convertido en una leyenda en la lucha contra la pandemia

JOHN CARLIN

26/11/2006

Los padres de Zackie Achmat eran musulmanes conservadores. Cuando él tenía 14 años prendió fuego a su colegio, se fue de casa y se ganó la vida durante una época como prostituto homosexual. Ateo declarado, con ideas políticas forjadas a base de una intensa lectura de las obras de Marx, Lenin y Trotski, contrajo el sida a los 28 años y fundó el primer movimiento de su país defensor de los derechos de gays y lesbianas. Su padre se fue a la tumba odiándole; su madre nunca logró sobreponerse a la vergüenza. Sin embargo, hoy, el propio Nelson Mandela le ha calificado como un héroe nacional en el país más golpeado por el sida del mundo. Porque no existe ninguna otra persona en Suráfrica, ni seguramente en ningún otro país, que haya dedicado tanto tiempo y energía, que se haya entregado de forma tan desinteresada a la guerra contra el sida; que haya sacrificado tanto para ayudar a tantos.

Achmat es un emblema de la lucha global contra un virus que ha infectado a 40 millones de personas

900 personas mueren cada día en Suráfrica por sida, y otras 1.000 resultan infectadas

«El riesgo de difusión del sida es mayor en países en los que hay excesos sexuales pero no libertad sexual»

«El hijo de Mandela murió de sida, y él lo anunció al mundo para combatir el tabú del sexo y el sida»

La inmigración y la desigualdad entre sexos favorece la enfermedad en India, China y Rusia

«Si disminuye la violencia contra las mujeres, el resultado será una contención de la epidemia».

Achmat, nacido en 1962, despierta la misma admiración fuera de su país y es reconocido entre los activistas del sida como un emblema de la lucha global contra una enfermedad que hoy padecen 39,5 millones de personas, 4,3 millones más que a finales del 2005, según la ONU. Mañana mismo,

Achmat, que ha sido nominado para el Premio Nobel, hará una intervención ante el Banco Mundial en Washington en la que propondrá que combatir el sida no debe ser sólo prioridad para los países pobres más afectados -o incluso países grandes en peligro como China, India y Rusia -, sino que tiene que ser una responsabilidad compartida. Todos deben aportar apoyo político y económico, dirá, porque no hacerlo en un mundo interdependiente, de fronteras más y más porosas, impactará de manera imprevisible en la prosperidad y seguridad de todos.

Achmat, coincidiendo con el inminente Día Internacional del Sida, hizo un análisis para EL PAÍS de la situación actual. Destacó que, aunque el número de víctimas del virus no deja de crecer, hay motivos para el optimismo, principalmente debido a que los avances científicos se empiezan a aplicar por fin en África, donde viven tres cuartas partes de las víctimas, pero un millón de personas ya tiene acceso a los medicamentos antirretrovirales que hace tiempo son accesibles a todos en los países ricos.

Achmat lleva ocho años dirigiendo una organización llamada Campaña de Acción para el Tratamiento (en inglés, TAC), que se ha dedicado en gran medida a presionar a su Gobierno, a la industria farmacéutica y a la opinión internacional para que se acabe con la desigualdad en el acceso al tratamiento para el sida en países ricos y pobres. La TAC es al sida lo que el partido gobernante de su país, el Congreso Nacional Africano (ANC), del ex presidente Mandela, fue al apartheid. Y así como en los tiempos de lucha de Mandela, Suráfrica era símbolo mundial de la discriminación racial, hoy Suráfrica ofrece el ejemplo más deplorable de cómo reaccionar ante la epidemia.

Mandela declaró en una famosa ocasión que estaba dispuesto a dar la vida por su causa. Achmat ha estado todavía más cerca que Mandela de dar la suya. Durante años se negó a tomar la medicación antirretroviral que podía salvarle la vida porque los fármacos no estaban al alcance de los surafricanos pobres. Mandela le pidió personalmente en 2002 que cediera, pero hubo que esperar al año siguiente, cuando el Gobierno de Thabo Mbeki relajó su perversa postura contra el tratamiento antisida, para que Achmat -con la enfermedad plenamente desarrollada y al borde de la muerte- empezara a tomar las píldoras de Lázaro.

Desde entonces ha sufrido un ataque al corazón que volvió a ponerle al borde de la muerte. Sin embargo, durante la entrevista celebrada esta semana, irradiaba el optimismo y la buena salud de un hombre que ha visto sus esfuerzos recompensados, que ha ganado batallas contra su Gobierno y contra la industria farmacéutica internacional, ya que ha ayudado a dividir por 25 el precio de los fármacos antisida en Suráfrica desde que fundó la TAC, en 1998. Que las cosas parezcan estar cambiando, que el Gobierno surafricano esté sacando, por fin, la cabeza de debajo del ala, se debe más que nada al activismo de Achmat, que vivió buena parte de su adolescencia en la cárcel (incendiar su colegio fue uno de los muchos actos de protesta política y por el que estuvo nueve meses incomunicado cuando tenía 15 años) por su militancia en el ANC, que pasó los años ochenta en la clandestinidad en nombre del ANC y que ha dedicado los ocho últimos años de su vida a combatir la postura del Gobierno del ANC respecto al sida. Y está ganando.

Mbeki parece aferrarse todavía a la posición de «negar la evidencia» cuando asegura que el virus del sida no mata, que los fármacos antirretrovirales hacen más mal que bien y que la remolacha y el ajo son la mejor cura para la enfermedad. Pero la presión política en su país y fuera de él -en gran parte generada por la TAC- ha alcanzado su masa crítica, y tanto él como, sobre todo, los futuros aspirantes a la presidencia dentro de su propio partido se han visto obligados a cambiar de rumbo y sumarse a la ortodoxia internacional sobre la materia. Hay muestras de una revolución silenciosa en la política sobre el sida dentro del Gobierno de Mbeki, indicios de que se preparan medidas radicales para mejorar el acceso a tratamientos antirretrovirales y para que el Gobierno abandone su retórica confusa, engañosa, cuyas consecuencias muchos consideran criminales dentro y fuera de Suráfrica.

A pesar de que el número de personas infectadas de sida es sólo comparable al de India, un país con una población 25 veces mayor, el panorama nunca ha sido tan esperanzador para la campaña de la TAC. Tanta energía positiva desprende Achmat -lleva, como siempre que aparece en público, una camiseta negra con las palabras HIV-Positive estampadas en el pecho, en grandes letras blancas-, que incluso logra sacar algún consuelo de las abominables cifras del sida en Suráfrica, las peores en un continente al que se atribuyen dos tercios de los casos mundiales; un país en el que 900 personas mueren de la enfermedad y 1.000 resultan infectadas cada día; que alberga a 5,5 millones de los seropositivos de todo el mundo; en el que el sida ha acabado ya con 1,5 millones de vidas.

«Las víctimas del sida, sólo en Suráfrica, son mucho más numerosas que las de la guerra de Irak», explica Achmat, que habla del tema sin parar durante cuatro horas -primero en un restaurante, ante una cena baja en colesterol (por su corazón) y sin alcohol (por el sida), y luego en su casa hasta altas horas de la noche-, con buen humor, con lucidez y con una pasión inagotable. «Pero aquí hemos hecho tan mal las cosas, somos un ejemplo tan claro de cómo no actuar ante la epidemia, que ofrecemos una buena lección al mundo que todos los gobiernos deberían estudiar».

«La gran lección sobre cómo no hacer las cosas está aquí». Lo que Achmat recomienda es estudiar el caso de Brasil, el país en vías de desarrollo que ha afrontado la enfermedad de forma más admirable.

Suráfrica y Brasil se parecen en muchos aspectos: los dos países tienen inmensas desigualdades entre ricos y pobres, son prósperos y dinámicos en comparación con sus vecinos y, a principios de los noventa, estaban prácticamente en el mismo nivel de sida. Para explicar lo que ha sucedido desde entonces, qué radicalmente distintos han sido los métodos utilizados por los dos, Achmat recurre a un gráfico que ha incluido en la intervención programada para mañana ante el Banco Mundial. El gráfico muestra dos curvas; una es la incidencia de la muerte por cada 100.000 mujeres entre 15 y 64 años en Brasil, y otra la del mismo grupo en Suráfrica. La curva brasileña es la que se podría esperar en cualquier país normal: asciende lentamente y se hace más brusca cuando el grupo de edad supera los 50. La curva surafricana es tan pronunciada cuando las mujeres están en plena edad fértil como a los 60 años.

En general, el número de muertes entre los hombres y mujeres del grupo de edad de 30 a 34 en Suráfrica es más elevado que ningún otro. «Nosotros nos hemos equivocado en todo y Brasil ha acertado en todo: unos dirigentes que han sentado un claro ejemplo, haber sabido combinar la prevención con el tratamiento, invertir el dinero necesario, mostrar, como sociedad, una actitud saludable respecto al sexo. Lo que quiero decir es que a Brasil no le acompleja que sus habitantes practiquen mucho el sexo. A diferencia de Suráfrica, donde también hay mucho sexo pero se ve la hipocresía y el rechazo desde las alturas». Achmat lo explica con una fórmula: «Beatería pública y permisividad privada». Mientras que en Brasil, dice, la permisividad es tanto privada como pública. «El problema, el riesgo de difusión del sida, es mayor en los países en los que hay excesos sexuales pero no libertad sexual; en los que es tabú hablar de sexo, pero a las mujeres se las trata de manera abominable».

A Achmat, cuya militancia le ha ganado el odio de peligrosos radicales musulmanes en Suráfrica, le horroriza lo que considera la peligrosa insensatez de las religiones que no son capaces de abordar con honradez la cuestión del sexo. «Lo malo es que se confunde moralidad con sexo, se eleva el sexo a la categoría de máxima inmoralidad. Y todavía peor es cuando la gente es permisiva pero pretende que no lo es. Lo que ocurre, yo creo, es que luchamos cada día para tener una nueva Ilustración. Porque la Ilustración significa democracia, razón, ciencia, igualdad, respeto al individuo. En la guerra contra el sida debemos librar esa batalla cada día».

Para Achmat, el gran defensor de esa Ilustración de nuestros días ha sido Nelson Mandela. «¡Eso es ser un dirigente! Ningún otro político surafricano ha hablado más abiertamente ni con más prudencia sobre el sida. En 2003 apareció en el estrado, en una concentración de la TAC, con una de estas camisetas de HIV-Positive. ¿Sabe lo que significa eso en un hombre que se crió en los años veinte y treinta, en un hogar tradicional, rural, aristocrático, que estuvo 27 años en prisión y que, en muchos sentidos, se comporta como un caballero victoriano del siglo XIX? ¡Y luego su hijo muere de sida y él da una rueda de prensa para anunciarlo al mundo, precisamente para combatir el tabú del sexo y el sida! En cambio, aquí, en Suráfrica, mueren 1.000 personas al día y nuestros dirigentes actuales, ni una palabra».

Sin embargo, las cosas están cambiando en Suráfrica. «Ha habido una gran transformación, y el próximo presidente no tendrá más remedio que hacer que el sida sea una gran prioridad. En comparación con 1988, el año en el que se celebró el primer Día Internacional del Sida, hemos avanzado enormemente en cuestión de tratamientos, uso de condones, investigación, y -cosa muy importante- cada vez se es más consciente de que existe una relación entre desigualdad entre sexos y sida; que si se disminuye la violencia contra las mujeres y ellas adquieren más independencia económica, el resultado será una contención de la epidemia».

También se dedica mucho más dinero a combatir el sida. Pero no es suficiente, el 50% de lo que se necesita en todo el mundo, dice Achmat, que considera «obscena, escandalosamente obscena» la desproporción entre el gasto dedicado a la llamada guerra contra el terrorismo y el dedicado al peligro mucho más claro e inminente representado por el sida y otras enfermedades que siegan la vida de los pobres, como la malaria y la tuberculosis.

No obstante, Achmat termina las cuatro horas de conversación en un tono esperanzado, como corresponde a un momento en el que parece encontrarse en el umbral de una famosa victoria, la de haber contribuido a cambiar por completo las políticas sobre el sida que han hecho de Suráfrica un caso perdido y un ejemplo vergonzoso para el resto del mundo. «Creo que el movimiento creado en torno al sida, no sólo aquí, sino también en el resto de África, ha engendrado un grado de solidaridad social y motivación común que no se había visto ni siquiera hace 50 años, durante los movimientos africanos de independencia. Creo que sobre las cenizas del sida podemos construir unas sociedades más democráticas y fuertes, como ocurrió en Europa tras la II Guerra Mundial».

La gran injusticia -una de las más grotescas del mundo- es que una enfermedad que ya es sólo crónica y en gran medida asintomática en Europa y en Estados Unidos, sigue siendo mortal en África. El gran objetivo es que se deje de discriminar a los países pobres en materia de salud; que tanto en África como en otros continentes en los que existe la amenaza de que el sida adquiera dimensiones africanas se logre la igualdad.

Achmat sabe que la victoria está lejos, que la guerra será larga, que todavía existen grandes peligros y será preciso matar más dragones, pero él mismo ha resurgido de las cenizas. Es inteligente, ambicioso, astuto y dinámico, y después de haber logrado victorias en el campo de batalla del sida más duro de todos, el de Suráfrica, después de haber derrotado él mismo a la propia muerte, su fe de ateo le dice que, a pesar de tanto sufrimiento, todo es posible.

Aún hay salvación para China, India y Rusia

LOS GOBIERNOS de China, India y Rusia, tres países que Achmat considera al borde de una catástrofe sin precedentes por lo que respecta al sida, aún tienen tiempo de actuar. «Los conocimientos y los tratamientos médicos están mucho más avanzados que cuando empezó a extenderse la enfermedad en Suráfrica, hace 10 años, y los medicamentos son muchísimo más baratos». Los motivos de alarma en estos países no tienen que ver sólo con que los casos de sida estén aumentando. «Tienen en común con Suráfrica dos factores que favorecen la epidemia: vastos movimientos de mano de obra inmigrante y una terrible desigualdad entre los sexos», explica Achmat.

Los trabajadores que están lejos de sus familias no sólo tienden a mantener relaciones sexuales superficiales en los centros urbanos en los que trabajan, sino que, cuando vuelven a sus hogares rurales de vacaciones, contagian la enfermedad a sus esposas. Por eso es por lo que el VIH, además de extenderse por toda Suráfrica, ha causado «estragos», según Achmat, en países pobres y exportadores de mano de obra del sur del continente, como Malaui, Lesoto y Mozambique. «Si se piensa que, en los momentos de máxima afluencia, Suráfrica ha tenido 1,5 millones de trabajadores inmigrantes, y que en China hay 135 millones, que en su mayoría viven en grandes recintos urbanos, y muchos de los cuales son -un factor de riesgo más- mujeres en edad de tener una vida sexual activa, es fácil ver las posibilidades de catástrofe».

Por lo que respecta a India, no sólo existen también grandes migraciones internas, sino que las clases medias viven en un rechazo de la realidad que es peligrosamente retrógrado. «Las clases medias jóvenes y florecientes siguen pensando que el VIH es cuestión de los homosexuales y de las trabajadoras del sexo», dice, al tiempo que destaca que hace 15 años la gente pensaba lo mismo en Suráfrica, pero que hoy las mujeres jóvenes de su país tienen cuatro veces más posibilidades de resultar infectadas que los hombres. «Lo irónico es que India es el mayor productor mundial de fármacos para el tratamiento del sida y, sin embargo, la gente es muy ignorante sobre la enfermedad». Por ahora, India está empatada con Suráfrica en cuanto al número de infectados, alrededor de 5,5 millones cada una. «Dado que tienen más de 1.000 millones de personas, esa cifra es menos del 0,5% de la población. Imagínese si alguna vez llegara al 10%, como aquí… E imagínese si tuviéramos porcentajes semejantes en China, las consecuencias que eso tendría en países como Vietnam, Camboya, Birmania, tal como hemos visto con los vecinos de Suráfrica. Por no hablar de la sangría de recursos a medida que la demanda de tratamiento adquiera proporciones masivas».

Rusia, cuyas posibilidades de desastre también ha estudiado Achmat, posee además un enorme problema de consumo de drogas por vía intravenosa, que se suma a un machismo desenfrenado y a inmensas oleadas migratorias de trabajadores que van del campo a unas ciudades en plena expansión. «Está claro con qué fuerza se está propagando la enfermedad en Europa del Este», advierte Achmat, que empezó a predicar la catástrofe en su país a principios de los noventa y que trágicamente ha resultado tener razón.

«El gran temor es que esos países sigan los pasos de Suráfrica, así que más vale que confiemos en que lo ocurrido aquí les sirva de advertencia», dice Achmat. «Una de las mejores cosas que pueden hacer todos los países en peligro de sufrir una epidemia similar», según Achmat, «es estudiar con detalle el ejemplo de Suráfrica».

Un Plan Marshall contra el sida

Achmat explica el argumento que piensa plantear mañana en el Banco Mundial y en el que seguramente va a seguir insistiendo, todavía con más fuerza, en años venideros: que lo que se necesita ahora en esta África asolada por el sida es el equivalente al Plan Marshall en Europa. Y que tiene sentido económico crear un fondo de reconstrucción para levantar «sociedades más democráticas, más responsables, en las que estos horrores no vuelvan a producirse».

«Contamos con las herramientas básicas para iniciar un Plan Marshall en África. Tenemos a la gente de nuestro lado», asegura el activista surafricano, que ha trabajado más que nadie para concienciar a la población sobre el sida y movilizar a los ciudadanos para que luchen por sus derechos. «Lo que necesitamos ahora es la dirección y los recursos necesarios». Es decir, como explicará mañana en Washington, que los países ricos deben dar más dinero, que hay que gravar con impuestos especiales a las clases medias y ricas, que las grandes empresas tienen que pagar, que los científicos tienen que colaborar y no competir -como ahora- para hallar una vacuna contra el sida, y que los Gobiernos deben ofrecer incentivos para animarles a hacerlo. Y que todo esto lo deben hacer los países ricos no sólo por obligación moral, sino por lógica política y económica.

Partiendo de la premisa de que las enfermedades como el sida que devastan los países africanos contribuyen a la pobreza, eliminando a la gente joven, de cuya mano de obra depende el progreso, Achmat argumenta que pagar ahora representa ahorrar mucho más a medio y a largo plazo. En una época en la que la migración masiva de los países pobres a los ricos genera tantos problemas, unirse de manera decidida a la guerra contra el sida es, para los países ricos, una cuestión de proteger sus propios intereses.

¿Merece o no merece este hombre el Premio Nobel?

«Pumpido dice ahora…» o «la fiscalía se opone…»

Cuando El Mundo utiliza «ahora» en su titular no cabe duda de que va con retintín o, al menos, con cierta carga editorial.

Hoy recurre al «ahora» por dos veces: «Pumpido dice ahora…» (a cuatro columnas) y «Conthe afirma ahora…» (a una columna). Forma parte del periodismo «declarativo», tan socorrido y tan de moda para cuando no hay noticias sobre acontecimientos relevantes.

Ambos diarios se hacen eco de la posición de la fiscalía «por falta de pruebas suficientes» pero El Mundo eleva este escrito al máximo honor de las cuatro columnas y tres sumarios, arriba, mientras El País lo despacha a una columna y con un párrafo. Cosas del mercado de la prensa.

En la línea de comentarios anteriores («A falta de votos, buenas son togas«), El País dedica hoy un editorial a la batalla de patio de colegio -aunque descomunal por la pérdida de credibilidad del Gobierno de los jueces– entre el Poder Judicial y el Supremo.

¿Quien juzga a los jueces?

¿Quien controla al controlador?

La verdad es que Forges al pie de este editorial encaja de maravilla.

Y de regalo, ahi va este artículo claro y directo de Javier Pradera sobre el video del PP con imágenes manipuladas de violencia en Colombia o en la España de Aznar y utilizadas sin éxito contra Zapatero.

Vídeos y mentiras

JAVIER PRADERA 22/11/2006

Las alternancias en el poder permiten a los electores contrastar las promesas para el futuro de los partidos con su historial como gobernantes en el pasado y separar así las ofertas creíbles de los embustes groseros. Geoffrey Regan señala en Guerras, políticos y mentiras (Crítica, 2006) que la moraleja de 1984 -«quien controla el pasado controla el futuro y quien controla el presente controla el pasado»- es aplicable tanto al régimen totalitario fabulado por George Orwell como a las democracias. Sirva de ejemplo de esa manipulación del pasado desde el presente con vistas al futuro el vídeo de propaganda negativa proyectado en la conferencia del PP para ilustrar la inseguridad ciudadana durante los dos años y medio de Gobierno socialista. La cinta incluye imágenes correspondientes al 28 de octubre de 1996 y al 1 de mayo de 2002 -cuando Aznar presidía el Gobierno y el Ministerio del Interior estaba a cargo de Mayor Oreja y Rajoy, respectivamente- como si pertenecieran a la actual legislatura; también se permite el rasgo de humor negro de añadir una refriega de narcotraficantes en Colombia de octubre de 2003.

Agarrados in fraganti como niños sorprendidos al meter el dedo en el bote de mermelada, los responsables políticos del desaguisado no han tenido siquiera la gallardía de reconocer su resbalón y han endosado las culpas a la empresa productora del vídeo. Cambiando su habitual aire de sombrío inquisidor por el alegre papel de cínico ingenioso, el secretario de Libertades Públicas, Ignacio Astarloa, bromeó con la idea de que esas imágenes (incluida, al parecer, la colombiana) muestran la lamentable situación de la seguridad dejada en 1996 a sus sucesores por los socialistas. No es la primera vez que el PP utiliza de manera fraudulenta el montaje y la voz en off de un vídeo: el reportaje sobre el 11-M producido por FAES, una fundación presidida por Aznar, es una burda manipulación para atribuir solapadamente a ETA la responsabilidad total o parcial del atentado de los trenes de la muerte.

El uso de la mentira por el PP no se circunscribe a esos garbeos por el mundo audiovisual, sino que recorre toda su política informativa. Aznar comprometió su palabra ante el Congreso y los ciudadanos (en una entrevista de Antena 3) para garantizar que la existencia de armas de destrucción masiva en manos de Sadam Husein era una realidad indubitable; los destinatarios de aquella comprobada falsedad aguardan todavía la rectificación y las disculpas del presidente de honor del PP. La infundada atribución a ETA -con fines electoralistas- del atentado de Atocha por el Gobierno de Aznar en las vísperas del 14-M y la insostenible acusación posterior de los populares según la cual los socialistas impedirían a la sociedad española saber la verdad sobre la autoría del atentado ilustran esa galería de embustes. La utilización de la mentira no sólo infringe las reglas de juego democrático, sino que además atenta contra la convivencia civilizada: «Al mentir, el mentiroso acrecienta su poder y reduce el nuestro; mentir a alguien supone fundamentalmente no respetarle como ser humano» (Michael P. Lynch, La importancia de la verdad para una cultura pública decente, Paidos, 2005)

FIN

A los Pinochos les salió -otra vez- el tiro por la culata.