Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

Archivo de agosto, 2017

6 novelas de librerías para inducir un coma libresco a tu bibliofilia

Llamadme loca, pero por mucho que me pase la vida en reginaexlibrislandia mi bibliofilia siempre quiere más. Soy bibliobulímicalibromaníaca y librera compulsiva. Tanto que si voy de invitada a vuestra casa me importan un rábano el menú o la decoración, y voy directa como un obús a cotillear vuestra biblioteca. O si veo una película la trama y los personajes se desvanecen si se cuela en un fotograma una novela, por muy fugaz que sea su aparición. E incluso en el dentista me olvido de esa endodoncia inminente si alguien en el perímetro lee algo que me dispara el biblioradar.

(Funny Face, 1957 / Paramount)

(Funny Face, 1957 / Paramount)

Y eso en escenas cotidianas de mi vida, pero la cosa se agrava si me dejas suelta por una librería ajena. Ahí la lucha encarnizada por refrenar la pulsión de colocarle al dueño su librería es todo un festival del desequilibrio mental que arranca antes incluso de traspasar el umbral.

Sí, queridos, ya de entrada tiendo a quedarme con la cara pegada al cristal del escaparate mirándolo todo en un silencio espeso y reconcentrado, y boqueando como un pez. Pero, ojo, ese momento besugo bibliófilo esconde una frenética actividad subcutánea y bajo-pelucón de escaneo y catalogación de libros y librería.

El caso es que tanto quienes padecen bibliofilia en menor grado como quienes sufrimos bibliobulimia severa atesoramos libros que van sobre libros, librerías y cualquier criatura bibliófaga real o inventada. Mientras los primeros los disfrutan con inocente deleite, la verdad es que yo los devoro para inducirle un coma libresco a mi bibliofilia cuando quiero darme una tregua y amansar a la fiera.

Como hoy ha sido uno de esos días y a puntito he estado de que me empapelaran por acoso he corrido a prepararme un cóctel bien cargado con algunas de las mejores novelas de libros y librerías:

1. 84 Charing Cross Road. Helene Hanff. Anagrama. La novela epistolar de Helene Hanff recoge la correspondencia que mantuvieron durante veinte años una extravagante, irónica y brillante guionista norteamericana y los libreros de una librería de viejo londinense al término de la II Guerra Mundial. La insaciable sed de ella por hacerse con libros imposibles y el empeño de ellos, especialmente de Frank Doel, por conseguírselos, da pie, con los años, a una intimidad cargada de ternura e ironías proyectadas sobre el fondo de una misma pasión: los libros y las librerías. Si a ello añadimos la incontenible anglofilia de Helene Hanff, su particular sentido del humor y ese empeño perverso en desinflarle a puñaladas lingüísticas la flema inglesa al siempre correcto Frank Doel, y lo espolvoreamos con sus esfuerzos por aliviarles las estrecheces de la posguerra, el resultado es esta joya de que derrocha inteligencia, diversión, ternura y bibliofilia.

84 Charing Cross Road

84 Charing Cross Road

2. La librería. Penélope Fitzgerald. Impedimenta. Obra maestra de la entomología librera narra odisea de Florence, una viuda de guerra que quiere montar una librería en un pueblo costero de Sulfolk en 1959. Si con eso ya hay material para una buena historia, es en los matices donde reside la maestría de Fitzgerald. Porque Florece opta por una librería no solo por bibliofilia, sino porque su experiencia profesional fue en su juventud entre libros. Porque la aldea está aislada -su acceso por tierra es un infierno y la opción más directa es en una barca de remos- y en él no existe actividad comercial. Porque el local está infestado de ratas, de humedad y de poltergeist y, para remate, porque ese enclave es el elegido por la reina social local para su ateneo cultural, motivo por el que comanda una resistencia sutil y despiadada contra la librería. Así que Florence luchará con uñas, dientes, libros y su niña-ayudante para mantener a flote su negocio y resistir ante una presión vecinal que pasa de clama tensa a tormenta a punto de estallar cuando se plantea vender ejemplares de Lolita, de Nabokov.

La librería

La librería

3. La Librería ambulante. Christopher Morley. Periférica. Esta delicia literaria te inocula tanta bibliofilia en las venas que de tan ganas de hacerte con una furgoneta y recorrer el mundo hasta arriba de ejemplares para hacer de tu existencia un geiser andante de literatura. Dicho eso vayamos por partes: estamos en la segunda década del siglo XX, en unos EEUU todavía rurales y de paisajes idílicos, donde conviven viejos carromatos y novísimos automóviles. Roger Mifflin, un librero ambulante que desea regresar a Brooklyn para redactar sus memorias, vende su singular librería sobre ruedas (junto a su yegua y su perro) a la ya madura señorita Helen McGill, que decide, harta de la monotonía de su vida, lanzarse a la aventura y recorrer mundo conectando libros con lectores. A partir de ese momento se sucederán encuentros y desencuentros, y las más divertidas peripecias destilarán grandes enseñanzas que proporcionan libros y librero. Humor a mansalva, bibliofilia extrema y dosis justas de ternura y realismo hacen de La Librería Ambulante un imprescindible de bibliófagos de corazón.

La librería ambulante

La librería ambulante

4. Firmin. Sam Savage. Seix Barral. Una buena idea para masacrar el tedio existencial a librazo limpio es Firmin, una de esas delicias de tinta y papel que no dejan de ir de lector a lector sin campaña mediática que valga porque ellas son, per se, su mejor carta de presentación. Sam Savage nos presenta a una rata que habita las entrañas de una librería de viejo en Boston, y lo que para ella arranca como una pulsión devoradora de libros en sentido literal pronto deriva en un apetito lector voraz y real, que sacia de forma compulsiva ejemplar tras ejemplar. Es así como Firmin se convierte en un ser bibliófilo, entrañable, marginado por su familia de rattas y quijotesco con delirios de voyeur, tics kafkianos y un espíritu shakesperiano que exuda ternura y sarcasmo. Una novelita deliciosa que es un homenaje bibliófago al poder redentor de la literatura y a las librerías como refugios universales.

Firmin

Firmin

5. Una librería en Berlín. Françoise Frenkel. Seix Barral. En 1921, Françoise Frenkel, una joven apasionada por la lengua y la cultura francesas, funda la primera librería francesa de Berlín, La Maison du Livre. En 1939 huye de la Alemania de Hitler, donde ya es imposible difundir libros y periódicos franceses, y se exilia en Francia, buscando refugio. Pero, en realidad, tras la ocupación nazi de territorio francés, lo que le espera es una vida de fugitiva hasta que, en 1943, logra cruzar la frontera suiza de manera clandestina y encontrar en Ginebra, al fin, la libertad. Una librería en Berlín descubre, milagrosamente intactas, la voz, la mirada y la emoción de una mujer valiente cuya fuerte determinación y pasión por los libros y pro su profesión la llevará a conseguir escapar de un destino trágico.

Una librería en Berlín

Una librería en Berlín

6. Mi maravillosa librería. Petra Hartlieb. Periférica. A medio camino entre obra testimonial y homenaje al oficio de librero, incluyo este libro-bomba porque es un artefacto narrativo que pulveriza la versión romántica que del oficio se tiene desde fuera. Regentar una librería es duro, es casi un suicidio profesional y es decir adiós a tu vida personal. Pero vale la pena. Y no soy yo, Regina ExLibris, quien lo dice, sino Petra Hartlieb, que tiene ahora una gran familia, un perro y una librería en Viena. Diez años atrás supo de una librería que se traspasaba. Lo que se planteó como una broma (¿por qué no la compramos?), detonó un cambio radical de vida, de ciudad y de oficio. Pero ni estaba preparada para convertirse en empresaria, ni para ser librera, esposa y madre a la vez. Una historia llena de divertidas anécdotas, que logra, gracias a una escritura ágil y empática, impregnar al lector de las alegrías y los problemas de Petra, empeñada en mantener a flote su librería de barrio en pleno S.XXI. Glorioso tapiz realista y nada edulcorado del día a día en una librería cuya lectura te pone de muy buen humor.

Mi maravillosa librería

Mi maravillosa librería

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Francamente, querid@, sí me importa que no leas Lo que el viento se llevó

Ojalá pudiera embutirme en la piel de Rhett Buttler para espetarme a mi misma un «Francamente, cariño, me importa un bledo» y dejarlo estar. Pero, como Scarlett O’Hara, soy impulsiva, algo arrogante y bastante tenaz, sobre todo cuando se trata de reivindicar una novela capital como Lo que el viento se llevó, injusta y doblemente desdeñada y relegada al olvido por varias generaciones de lectores.

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

Y digo doblemente porque, o ha sido canibalizada por su también colosal adaptación a celuloide, o bien ha sido injustamente encorsetada como «novelón romántico» sin más. O incluso ambas cosas a la vez.

Con respecto al pulso novela-película poco puedo hacer más allá de insistir en la calidad del original frente a su adaptación. Bueno, eso y también utilizarla sin sonrojarme como reclamo para incentivar lecturas.

Pero donde sí me pongo brava, alzo el puño y pongo a la Providencia Librera por testigo es a la hora de no cejar hasta aflojar ese corsé de prejuicios bibliófilos que encorsetan la novela de Margarett Mitchel. Necesito liberarlo, lograr que su verdadero talle narrativo se muestre ante el mundo en su esplendorosa dimensión real: un texto que va mucho más allá de una historia romántica, costumbrista o histórica.

Y es que, queridos, este Premio Pulizter, destila a palabras las altas y las bajas pasiones de cuatro personajes memorables -Scarlett O’Hara, Rhett Butler, Ashley Wilkes y Melanie Hamilton- en plena Guerra de Secesión estadounidense y en los difíciles años de la reconstrucción sureña tras la derrota confederada, dibujándonos de forma impecablemente vívida cada uno de los años de esa traumática década en los que toda una forma de vida se viene abajo.

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

Y precisamente es el poder leer cómo lo ven, sienten, viven y encajan sus protagonistas lo que hace de ella una novela histórica sobre un momento crucial en la línea del tiempo estadounidense, sí, pero sobre todo la convierten en una novela de personajes.

Personajes espectacularmente perfilados que intercambian unos diálogos memorables -sobre todo entre Scarlett y Rhett- con los que entre risas y lágrimas nos hacen partícipes de un momento y unos hechos que, aunque edulcorados en cuestiones delicadas como la esclavitud (no nos engañemos, queridos, Mitchell era sureña de pro) lo cierto es que se ven de otra manera más allá del punto y final.

Es un libro magnífico, queridos, y en reginaexlibrislandia siempre habrá sitio para un par de ejemplares de fondo.

Os refresco la trama:  Georgia, 1861. En la elegante mansión sureña de Tara vive Scarlett O’Hara, la más bella, caprichosa y egoísta joven de la región. Ella suspira por el amor de Ashley, pero él está prometido con su prima, la dulce y buena Melanie. Aunque todo es derroche, armonía, melaza, limonada y riqueza en la algodonera Tara, la sombra de la nube la Guerra de Secesión se cierne amenazadora sobre los tocados, las sombrillas y los vestidos almidonados hasta el delirio.

Lo que el viento se llevó

En la última fiesta antes del comienzo de las hostilidades entre el norte y el sur, mientras los jóvenes bravuconean con estúpido entusiasmo sobre el inminente conflicto, Scarlett conoce a Rhett Butler, un apuesto, arrogante y aventurero vividor, que sólo piensa en si mismo y que no tiene ninguna intención de participar en la batalla, sino en hacerse rico con ella. Eso y conquistar el corazón de la hermosa Scarlett.

Pero ella sigue enamorada de Ashley, que acaba de anuncias su compromiso con Melanie. Despechada, Scarlett acepta en matrimonio a Charles, el hermano de Melanie, al que desprecia. Años más tarde, y como consecuencia del final de la guerra, ya viuda, Scarlett debe afrontar el hambre, el dolor y la pérdida e instalarse en Atlanta, donde Melanie espera noticias de Ashley y Butler aparece de nuevo. El resto es cosa vuestra, reginaexlibrislandianos de pro.

Con Lo que el viento se llevó (Ediciones B) se ha forjado uno de los grandes mitos de la cultura contemporánea, y os aseguro que a pesar de sus más de mil páginas y de la visión margaretmitchelliana (léase tirando a confederada) de los hechos, logra hacerte sufrir con el destino de cada personaje, te noquea con la fuerza de sus diálogos y termina por hacerse corto. Palabra de Regina ExLibris.

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¡Orden en la sala! 6 novelas de juristas vistas para sentencia

Nunca me desmayo porque no estoy segura de caer con elegancia. Con semejante mazazo verbal ponía orden en la sala Christine Vole en la adaptación de Testigo de Cargo de Agatha Cristie, que filmó Billy Wilder en 1957.

(Testigo de Cargo, 1957 / U.A.)

(Testigo de Cargo, 1957 / U.A.)

Adoro ese libro en particular y adoro según qué novelones de temática legal; adoro la película de Wilder y adoro a la Dietrich, y hoy la Providencia Librera tuvo a bien llamarme a declarar al estrado como «testigo experta bibliófaga» en un juicio que se desarrolló de forma espontánea en mi librería.

Por fin, ¡por fin! iba a poder versionar en plan bibliófilo a la Dietrich como la gran arpía glamurosa con turbias intenciones que declara como testigo en el proceso contra su marido, un presunto homicida. Vale, en mi caso no había homicidios, argucias legales ni pelucones entalcados, pero había un litigio libresco a mi altura y yo iba peinada para la ocasión.

Os pongo en contexto: un abuelo desesperado por la pasividad de su nieto ante los estudios que él ha elegido acusaba a su nieto veinteañero de tomarse demasiado a la ligera la facultad de Derecho tras su primer año académico. El abuelo, un reginaexlibrislandiano asiduo con el que tengo confianza, zanjó una acalorada discusión con su nieto llamándome a mi al estrado:

Cliente Abuelo -Juez : Regina, escucha. Hazme el favor de recomendarle novelas que vayan sobre el mundo jurídico: abogados, jueces, fiscales, jurados, culpables, inocentes, veredictos, recursos, argucias legales, pleitos, falsos culpables, falsos testigos y demás.

Cliente Nieto-Acusado: Pero, ¡abuelo! ¡Para ya, qué pesado te pones! Que yo NO necesito leer nada. NA-DA. ¡Bastante tengo que estudiar ya!

Cliente Abuelo -Juez: ¡Qué dices! Elegiste Derecho y no hay forma de que estudies ni de que te intereses por nada. Para saber si es o no lo tuyo, para que entiendas de otra manera ese mundo y para que veas si realmente quieres ejercer de alguna manera lo mejor es que intentes verlo desde una óptica menos dogmática y más entretenida. ¿Regina, ves por donde voy?

Regina ExLibris: Sí, sí. Entiendo lo que dices. Igual podemos inocularle el gusanillo jurídico a librazos. Veamos, existe un género propio, el thriller jurídido, donde juristas ficcionan a partir de sus experiencias reales ejerciendo como fiscales, abogados y demás. Los buenos son dinamita pura, y realmente se articulan sobre cómo funcionan las cosas de verdad en ese ámbito. Muchos son estadounidenses, pero hay alguno made in Spain.

Cliente Abuelo -Juez : Ahí, ahí. Algo que le enganche y le despierte el interés. Algo tipo John Grisham… ¿sí?

Cliente Nieto-Acusado: ¿John quién?

Regina ExLibris: John Grisham, es un autor que escribe novelas de ese tipo que se leen a millares por todo el mundo. Luego hay otras novelas que no son thrillers legales en sí, pero que o bien están protagonizadas por algún abogado, o bien una causa legal tiene relevancia en la trama principal. Algunas son clásicos de la Literatura.

Cliente Abuelo -Juez: ¿Y podrías sacarle al menos seis de los que tú recomiendes con esos parámetros? Así se los lleva para estas vacaciones.

Cliente Nieto-Acusado: ¿Cómo que AL MENOS 6? ¿Has «PERDIDO EL JUICIO», abuelo? (el chico subrayó su juego de palabras acompañándolo de un enérgico vaivén de muñeca con dos dedos en forma de pinza, para asegurarse de que nos escapara su agudeza ni a su abuelo ni a mi).

Cliente Abuelo -Juez: No, hijo, no. ¡Lo has perdido tú! Eres culpable de poco interés por tu carrera y te condeno trabajos forzados: leerás sí o sí las seis novelas de juristas prescritas por la testigo Regina ExLibris en las próximas seis semanas. Yo también las leeré y las comentamos juntos. (Aquí mi querido reginaexlibrislandiano me guiñó un ojo)

Cliente Nieto-Acusado: ¡JA, JA, JA! Pero, peeeeero…

Cliente Abuelo -Juez: ¡Orden, orden en la sala¡ ¡o te empapelo por desacato, subo a ocho y te quedas sin propinas de fin de semana!

Al final concluyó el juicio y se llevaron las seis novelas prescritas por Regina ExLibris y vistas para sentencia por el abuelo. Son:

1. Matar un ruiseñor. Harper Lee. B de Books. Atticus Finch, un abogado con escrúpulos en un pueblucho polvoriento del viejo Sur carcomido por los efectos de la Gran Depresión y del racismo es único en su especie: un letrado íntegro y un viudo consagrado al cuidado y la educación de sus dos hijos. Un personaje memorable en un contexto sobrecargado de emociones encontradas. Con Atticus, su circunstancia y su entorno, Harper Lee armó un artefacto narrativo perfecto que estalló en una maravillosa novela cuya onda expansiva resuena más allá del fin, porque entraña una lección vital. Narrada en la voz de la pequeña Scout, cuenta cómo su padre defiende a un hombre negro acusado en falso de violación y cómo sus vidas -la suya, la de su hermano Jem y la de su amigo Dill- se verán zarandeadas por el proceso judicial y por la actitud de su padre. Un padre que educa a sus hijos mostrándoles sin tapujos las miserias del mundo.

Matar a un ruiseñor

Matar a un ruiseñor

 

2. Defender a Jacob. William Landay. Esfera de los Libros. Cuando descubren el cadáver de un adolescente en un bosque con tres puñaladas en el pecho, la idílica comunidad de Newton entra en shock. El ayudante del fiscal del distrito, Andy Barber, se hace cargo del caso hasta que su hijo Jacob, compañero de clase del chico, es acusado del crimen. Andy no sólo perderá su trabajo, sino que verá cómo todo su mundo se desmorona. Con algún recelo, agobiado por un secreto del pasado y convencido de que su hijo ha sido injustamente acusado, buceará en Facebook, interrogará a escolares, se enfrentará a su esposa y hará lo imposible para hallar un culpable que devuelva la inocencia a Jacob y devuelva la paz a sus vidas. Magistral thriller legal que cuestiona los límites del sistema judicial estadounidense en el que los niños son tratados como adultos y que es también una soberbia novela que plantea la escalofriante pregunta de hasta qué punto los progenitores conocen realmente a sus hijos. Brutal.

Defender a Jacob

Defender a Jacob

3. Presunto inocente. Scott Turow. Debolsillo. Con él se abrió la veda del nuevo género literario: el thriller legal. La seductora y ambiciosa ayudante del fiscal general, R. Horgan, es violada y asesinada al final de la campaña de su jefe por la reelección. Horgan necesita esclarecer el crimen cuanto antes y para conseguirlo confía el caso a Rusty Sabich, un miembro de su oficina. Lo que Horgan desconoce es que, meses antes del asesinato, Carolyn y Rusty eran amantes. Ahora, el cuarentón solitario y melancólico Rusty siente que su matrimonio y su carrera hacen aguas, y para mantenerse a flote se aferra a su hijo Nat y al recuerdo obsesivo de su affaire con Carolyn, cuyo cerrojo pegó ella sin darle explicaciones. Investigar el crimen implica zambullirse de lleno en sus turbios recuerdos y en las entrañas del cuerpo jurídico, y, cuanta mayor es la profundidad a la que llega su investigación más insondable parece la verdad y más se enturbian y desdibujan las líneas divisorias de las esferas del sexo, la política el poder y la judicatura.

Presunto Inocente

Presunto Inocente

4. El Bufete. Ediciones Borja Martínez-Echevarría. Martínez Roca. Ganadora del Premio Abogados de Novela, narra cómo dos jóvenes ambiciosos son engullidos por un torbellino de poder, corrupción e intereses, donde abogados de bufetes de élite defienden sus turbios intereses a cualquier precio. Alberto Spínola, un joven, ambicioso y brillante abogado al que nada más terminar un máster de abogacía internacional le fichan en un prestigioso bufete internacional que opera en España. Berta es una astuta y tenaz periodista, conocida y temida por sus poco ortodoxos medios para conseguir exclusivas. Las vidas de ambos se entrelazan cuando una multinacional lanza una OPA hostil contra la petrolera más grande de España. Una compra que detonará un accidente de la petrolera de incalculable dimensión en el Mar del Norte, sobornos, asesinato de niños y un gigantesco complot de poderosos. Una sorprendente novela de abogados que reúne todos los ingredientes del género y que muestra qué ocurre cuando el hermético mundo de la abogacía se entremezcla con los negocios de alto nivel y el periodismo rapaz.

El bufete

El bufete

5. Tiempo de matar. John Grisham. Debolsillo. En Clanton, un pequeño pueblo de Mississippi, los delitos tienen distinto valor según la raza del culpable. Cuando Carl Lee Hailey mata a tiros a los rufianes que violaron a su hija de diez años, los habitantes de la zona -indignados al principio por la suerte de la pequeña, pero inmersos después en una espiral de violencia racista- pretenden llevarse por delante todo lo que obstruya su particular noción de justicia. El encargado de defender a Hailey es el inexperto abogado Jake Brigance. Tiene un caso entre manos que puede impulsar su carrera o destrozarla por completo. Pero, con la confusión que reina en Clanton, también es uno de esos casos del que puede derivarse la muerte de un joven letrado blanco. Una historia llena de maniobras, trampas, entresijos de las leyes en juicios de esa envergadura. Una novela brillante y muy dura, cuya onda expansiva persiste en la mente del lector más allá del punto y final.

Tiempo de Matar

Tiempo de Matar

6. Crímenes. Ferdinand von Schirach. Salamandra. Maravillosa y sobrecogedora colección de relatos basados en la experiencia profesional de este reputado jurista alemán que cuenta con cerca de setecientos casos desde que inició su carrera de abogado penalista en Berlín. Con ese bagaje vital y profesional Von Schirach ha transformado su pasado, con un aguzado instinto narrativo, en una obra literaria de atmósfera cautivadora. El lenguaje sobrio y conciso de la búsqueda de la verdad judicial subraya la atención que Schirach fija en los crímenes cometidos por individuos corrientes, dejando que los hechos expongan la realidad con toda su crudeza. Profundamente original, revelador y lleno de matices, plantea el fascinante tema de la escurridiza verdad en los procesos criminales y reflexiona sobre el sentido del castigo, pero, por encima de todo, nos habla con proximidad del ser humano, de su miseria y también de su grandeza.

Crímenes

Crímenes

 

Sinceramente recomiendo todas y cada una de ellas: unas por calidad literaria y profundidad de sus personajes, otras por su cualidad de libro-cepo (te enganchan hasta el final) y otras por reflejar una realidad demoledora y desoladoramente antagónica al ideal de Justicia. Regina ExLibris dixit.

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«Cualquier momento es bueno para un Desayuno en Tiffany’s con Capote»

Siempre me fascinó el lema del buzón del apartamento de Holly Golightly en Desayuno en Tiffanys: «Miss Holiday Golightly, de viaje». Así que, deslizándome peligrosamente entre el tributo y el plagio al texto de Truman Capote, le he dado una vuelta bibliófila a mi cartel de aviso de ausencia temporal en Reginaexlibrislandia.

(Breakfast at Tiffany's, 1961 / Paramount)

(Breakfast at Tiffany’s, 1961 / Paramount)

Ahora es reversible. Por un lado, el que indica que fui a hacer un recado, reza «Miss Regina ExLibris, de viaje (a la dura realidad)«. Y por el otro, que señala que estoy en mis confines librescos, «Miss Regina ExLibris, de viaje (a la ficción pura)«. Pero, eso sí, con un asterisco y una llamada al libro editado por Anagrama, que cualquier vía es buena para liarme a librazos con terceros. Y más si es este libro.

Pero no quedó ahí la cosa, porque tres o cuatro cafés después y con la B.S.O de Breakfast at Tiffanys inundando reginaexlibrislandia me he venido arriba alentada por uno de esos temibles momentos «¿Y si…?», e impulsada como por resortes en forma de «¿Y si lo pongo también en..?» me he liado a estampar la frase en las tarjetas de la librería como si no hubiera un mañana.

Por suerte para todos un reginaexlibrislandiano asiduo se materializó en mis confines en pleno frenesí de marcado, a tiempo de impedir que sellara cada anaquel, mesa o cabecera, e incluso el ordenador y la cafetera con mi recién-estrenado lema regino grabado en mi tampón de tinta. Yo creo que con un café más incluso se lo hubiera estampado a él mismo en la frente. Y, sí, queridos, a esas alturas yo iba embadurnada entera, pero mejor dejemos eso ahora…

El caso es que el caballero, que venía a buscar un ejemplar de Rendición, de Ray Loriga (Alfaguara), me preguntó entre curioso y divertido qué me traía entre manos:

Cliente: ¿Qué bien te lo pasas, no, Regina?

Regina ExLibris: Ya ves, cuando viene la Musa hay que actuar. Así que aquí estoy, ahora recortando papelitos y formando pelotillas viscosas de este adhesivo del demonio, que no daña libros ni muebles, pero se pega a cualquier sitio menos a donde tiene que ir.

Cliente: Pero, ¿qué te ha dado a ti hoy con la Holly esa?

Regina ExLibris: Pues, nada, que ayer noche me estuve releyendo Desayuno en Tiffanys y esta mañana amanecí creativa. Lo que estoy haciendo es una versión de una cita del libro vinculada al personaje para, ejem, mis fines reginaexlibrislandianos.

Cliente: Yo no me leí la novela, pero me encantó la película. ¿La viste?

Regina ExLibris: ¡Sí! Es una buena adaptación, aunque se toma sus licencias con respecto al original de Capote. Pero, bueno, también es verdad que algunas de ellas fueron forzadas para satisfacer los requisitos moraloides del Hollywood de la época.

Cliente: ¿A qué te refieres?

Regina ExLibris: Bueno, verás, la novela es mucho más dura y atrevida que la película de 1961, en la que se desdibuja bastante el hecho de que Holly es una mujer muy liberada y promiscua para la época -mediados de los años 50-, que se gana la vida como escort, y también que el Escritor es gay. Pero el resto de personajes secundarios no se quedan atrás. Vamos, que la película es una adaptación edulcorada del texto de Capote.

Cliente: ¡Vaya! No tenía ni idea… Es verdad que ahora que lo dices de alguna manera sabes a qué se dedica ella, pero no lo asumes en toda su crudeza. Es, cómo te diría, sí, algo sórdido reflejado de forla edulcorada, sí. Pero, bueno, lo que es cierto es que Audrey Hepburn está espléndida.

Desayuno en Tyffanys

Desayuno en Tyffanys

Regina ExLibris: Sí, la Hepburn está maravillosa, pero es que Capote nos legó a una de las heroínas de ficción más encantadoras, genuinas y carismáticas, siempre viviendo al límite, hedonista hasta el delirio, inalcanzablemente próxima y sexualmente libre. Ella vive literalmente al día y se confecciona su propia moral sobre la marcha, negándose a pertenecer a nada ni a nadie, superponiéndose al decorado de glamour que le rodea como una sombra chinesca, con escapadas furtivas a su propio paraíso: Tiffanys, mítica la joyería. Es una criatura indomable e irresistible. A mi me fascina, y con todos los peros de la película es incuestionable que la Hepburn lo bordó. Y sin embargo en los mentideros del celuloide se decía que Capote quería a Marilyn Monroe para su Holly. Tenía un feeling especial con Marilyn, y lo refleja muy bien en el esbozo que hace de ella en sus Retratos.

Cliente: Uy, eso no lo sabía. Pues fíjate que, con eso de la película, nunca me dio por leer el original. ¿Me lo recomiendas?

Regina ExLibris: Sin duda, querido. Yo siempre digo que cualquier momento es bueno para un Desayuno en Tiffany’s con Capote. Además se lee muy rápido, porque está cargada de diálogos muy ágiles y afilados, con mucho ingenio y que fluyen con naturalidad. Aquí evolucionó frente a lo que yo llamo «el primer Capote», lleno de melaza, porches con limonada y lírica sureña, como en El harpa de hierba, o en Otras voces, otros ámbitos.

Cliente: Pues ya está todo dicho, Regina: me llevo los dos, éste y el de Ray Loriga.

Y me dejó allí, tarareando Moon River, con la piel embadurnada de mi nuevo lema y el escritorio infestado de recortes impresos y sellados a lo Holly, pero con la bibliofilia henchida pensando en Desayuno en Tiffanys como lo que realmente es: una fábula moderna maliciosa y encantadora, a veces turbia y a veces entrañable, adelantada a su tiempo, provocadora y algo ácida, y cuyo encanto crece, como el genio creativo del propio Capote, por días.