Reflexiones de una librera Reflexiones de una librera

Reflexiones de una librera
actualizada y decidida a interactuar
con el prójimo a librazos,
ya sea entre anaqueles o travestida
en iRegina, su réplica digital

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Francamente, querid@, sí me importa que no leas Lo que el viento se llevó

Ojalá pudiera embutirme en la piel de Rhett Buttler para espetarme a mi misma un «Francamente, cariño, me importa un bledo» y dejarlo estar. Pero, como Scarlett O’Hara, soy impulsiva, algo arrogante y bastante tenaz, sobre todo cuando se trata de reivindicar una novela capital como Lo que el viento se llevó, injusta y doblemente desdeñada y relegada al olvido por varias generaciones de lectores.

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

Y digo doblemente porque, o ha sido canibalizada por su también colosal adaptación a celuloide, o bien ha sido injustamente encorsetada como «novelón romántico» sin más. O incluso ambas cosas a la vez.

Con respecto al pulso novela-película poco puedo hacer más allá de insistir en la calidad del original frente a su adaptación. Bueno, eso y también utilizarla sin sonrojarme como reclamo para incentivar lecturas.

Pero donde sí me pongo brava, alzo el puño y pongo a la Providencia Librera por testigo es a la hora de no cejar hasta aflojar ese corsé de prejuicios bibliófilos que encorsetan la novela de Margarett Mitchel. Necesito liberarlo, lograr que su verdadero talle narrativo se muestre ante el mundo en su esplendorosa dimensión real: un texto que va mucho más allá de una historia romántica, costumbrista o histórica.

Y es que, queridos, este Premio Pulizter, destila a palabras las altas y las bajas pasiones de cuatro personajes memorables -Scarlett O’Hara, Rhett Butler, Ashley Wilkes y Melanie Hamilton- en plena Guerra de Secesión estadounidense y en los difíciles años de la reconstrucción sureña tras la derrota confederada, dibujándonos de forma impecablemente vívida cada uno de los años de esa traumática década en los que toda una forma de vida se viene abajo.

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

(Lo que el viento se llevó, 1939 / MGM)

Y precisamente es el poder leer cómo lo ven, sienten, viven y encajan sus protagonistas lo que hace de ella una novela histórica sobre un momento crucial en la línea del tiempo estadounidense, sí, pero sobre todo la convierten en una novela de personajes.

Personajes espectacularmente perfilados que intercambian unos diálogos memorables -sobre todo entre Scarlett y Rhett- con los que entre risas y lágrimas nos hacen partícipes de un momento y unos hechos que, aunque edulcorados en cuestiones delicadas como la esclavitud (no nos engañemos, queridos, Mitchell era sureña de pro) lo cierto es que se ven de otra manera más allá del punto y final.

Es un libro magnífico, queridos, y en reginaexlibrislandia siempre habrá sitio para un par de ejemplares de fondo.

Os refresco la trama:  Georgia, 1861. En la elegante mansión sureña de Tara vive Scarlett O’Hara, la más bella, caprichosa y egoísta joven de la región. Ella suspira por el amor de Ashley, pero él está prometido con su prima, la dulce y buena Melanie. Aunque todo es derroche, armonía, melaza, limonada y riqueza en la algodonera Tara, la sombra de la nube la Guerra de Secesión se cierne amenazadora sobre los tocados, las sombrillas y los vestidos almidonados hasta el delirio.

Lo que el viento se llevó

En la última fiesta antes del comienzo de las hostilidades entre el norte y el sur, mientras los jóvenes bravuconean con estúpido entusiasmo sobre el inminente conflicto, Scarlett conoce a Rhett Butler, un apuesto, arrogante y aventurero vividor, que sólo piensa en si mismo y que no tiene ninguna intención de participar en la batalla, sino en hacerse rico con ella. Eso y conquistar el corazón de la hermosa Scarlett.

Pero ella sigue enamorada de Ashley, que acaba de anuncias su compromiso con Melanie. Despechada, Scarlett acepta en matrimonio a Charles, el hermano de Melanie, al que desprecia. Años más tarde, y como consecuencia del final de la guerra, ya viuda, Scarlett debe afrontar el hambre, el dolor y la pérdida e instalarse en Atlanta, donde Melanie espera noticias de Ashley y Butler aparece de nuevo. El resto es cosa vuestra, reginaexlibrislandianos de pro.

Con Lo que el viento se llevó (Ediciones B) se ha forjado uno de los grandes mitos de la cultura contemporánea, y os aseguro que a pesar de sus más de mil páginas y de la visión margaretmitchelliana (léase tirando a confederada) de los hechos, logra hacerte sufrir con el destino de cada personaje, te noquea con la fuerza de sus diálogos y termina por hacerse corto. Palabra de Regina ExLibris.

  • Y vosotros, queridos, ¿leísteis Lo que el viento se llevó? ¿la leeríais?
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¿Pujarías por Ignatius Reilly en una subasta?

El caso es cardarme bien el pelucón con reflexiones pseudo-libreras-literales-literarias, queridos. Como un sauce llorón.

Eso, cuanto más almidonado, mejor. Que su densidad y consistencia vayan siendo tales que corra el riesgo de morir aplastada bajo su peso es algo secundario. Lo primero es lo primero, y si hay que fenecer por sobreexposición metafísico-literaria, se fenece, que para eso estamos.

La semillita de la última de mis ramificaciones mentales germinó al pescar los últimos coletazos de una conversación que tuvo lugar en mis confines, entre dos visitantes anónimos de reginaexlibrislandia.

Reproduzco los retazos que cacé al vuelo, ya cuando salían:

– Cliente 1: Que si, tio, lo vi en una web y me llamó la atención.

– Cliente 2: Pero, ¿no recuerdas el sitio?

– Cliente 1: No, pero era una subasta de personajes literarios. Te daban unos a elegir, y pujabas por el que quisieras. Y si lo ganabas…

¿QUÉ? Me dieron ganas de gritarles, ¿SI LO GANABAS EN LA PUJA QUÉ DEMONIOS HACÍAS CON ÉL?

Y ahí de ahí me empezaron a crecer ramificaciones desde el pelucón, y así sigo. Porque a mi lo que de entrada me carcome es el tipo de subasta del que se podría tratar, y me imagino dos variantes:

subasta de personajes de autores vivos con fines benéficos. Ellos aportan así su granito por una buena causa, y los mismo los seguidores de la criatura literaria. No sé, imaginaos a Donna León subastando a su Brunetti, o a Pérez Reverte su Alatriste… ¿Pujaríais?

subasta de personajes de autores muertos. Sus herederos subastan ese legado y otros pujan por ese personaje para ‘hacerlo suyo’ y poder continuar dándole vida impresa o, quizás, a su vez especular para que un tercero que sí quiera perpetuar su estela literaria pague por su capricho.

Justo el otro día pedía ayuda Alluman en un post para localizar el título y la autora de una novela que le entusiasmó, pero de la que no recordaba esos datos, solo el argumento.

Pisti nos puso en la pista de Alexandra Ripley, y de su El hechizo de Charleston. El caso es que esa autora saltó a la fama internacional por ganar un concurso literario cuyo premio era escribir la continuación de Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell.

De ahí salió su Scarlett, que se convirtió en otro best-seller planetario.

Pero si se hubiese tratado de una subasta en lugar de un concurso, ¿creéis que Alexandra Ripley hubiera pujado por Scarlett O’Hara?

Para seros sincera, queridos, os diré que estando en reginaexlibrislandia rodeada de miles de libros en cuyas entrañas habitan todos esos personajes que ya son de cada lector que los ha acompañado en su aventura literaria me cuesta un imperio imaginármelos como ‘propiedad’.

¿No es como tratar de sacar a subasta fragmentos de viento?

Por cierto que los dos visitantes que me abonaron el pelucón sin saberlo se llevaron un ejemplar de La Conjura de los Necios, de John Kennedy Toole. ¿Se plantearían ellos pujar por el inmenso Ignatius Reilly?

Y vosotros, queridos, ¿pujarías por un personaje literario en una subasta?

¿Por quién? Y después, ¿qué haríais con él?

Primero fue el Libro, luego su película

Está escrito, queridos, primero fue El Verbo y, por extensión, el Libro. Y después el resto, incluído el Cine.

Por eso y aunque disfrute horrores dejándome arrastrar por bobinas de fotogramas a mundos de celuloide lo cierto es que en muchos y gloriosos casos primero fue la novela y detrás llegó el peliculón.

Y de postre se sirvieron, entre otros premios, los Oscar de la Academia de Hollywood que, por cierto, están al caer.

De ahí que hoy en reginaexlibrislandia me diera por montar unas baldas en homenaje a algunos de los libros-consorte de filmes que han pasado a la historia mientras que ellos, los originales, languidecen en rincones polvorientos como los de mis confines.

Esta Regina se rinde a los pies de todos y cada uno de ellos y nunca me cansaré de recomendarlos desde mi púlpito librero, independientemente de si su adatpación cinematográfica me agradara o no en su día.

Allá van:

MATAR A UN RUISEÑOR, de Harper Lee llevaba una bomba de relojería dentro, y estalló en una maravillosa novela ambientada en una aldea sureña en los años 30 y narrada en la voz de una ñiña, cuenta cómo su padre defiende a un hombre negro acusado en falso de violación.

MARY POPPINS, de Pamela L. Travers. Aunque famosa por obra, gracia y peliculón de Walt Disney pocos leyeron la historia de Pamela L. Travers, un relato cargado de ambigüedad, fantasía y un toque gótico absolutamente encantador.

LAS HORAS, de Michael Cunningham. Impecable tríptico de un día en la vida de tres mujeres engarzado sobre la silueta de Virginia Woolf.

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS, de Thomas Harris. Para dejarse seducir por el oscuro encanto de un Hannibal Lecter exquisito y voraz.

EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS, de Joseph Conrad. Novelón de los que dejan huella, y en pantalla Apocalypse now.

HISTORIAS DE BERLÍN, de C. Isherwood. Soberbia galería de personajes que burlan sus estrecheces con excesos en Berlín mientras la peste nazi lo envuelve todo como una masa gelatinosa. Uno de ellos, Sally Bowles, fue el germen de Cabaret.

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ, de Margaret Mitchell. Altas y bajas pasiones de Scarlett O’Hara, Rhett Butler, Ashley Wilkes y Melanie Hamilton en plena Guerra de Secesión.

ALGUIEN VOLÓ SOBRE EL NIDO DEL CUCO, de Ken Kesey. Cargada de ironía y crítica feroz.

EL EXORCISTA, de Peter Blatty. Probad a leerla en la cama, queridos… ¡y no dormiréis solos!

EL PADRINO, de Mario Puzo. Disección impecable del clan Corleone.

QUO VADIS?, de H.Sienkiewicz. El contraste entre la aristocracia romana, con sus excesos y frivolidades, y los primeros cristianos, perseguidos y martirizados por un Nerón desatado.

BROKEBACK MOUNTAIN, de Annie Proulx. Hay que ser una narradora nata para armar el relato Brokeback Mountain, que va, como un lingotazo de bourbon, directo al estómago y al alma del lector. Ang Lee, se lo bebió y supo que tenía su película homónima.

LAS AMISTADES PELIGROSAS, de Ch. de Laclos. Pocos han oído hablar del libro pese al éxito del filme. El maquiavélico dúo protagonista consagra su vida a la seducción y al sometimiento de los demás. Regia.

LA NARANJA MECÁNICA, de A. Burgess. Es una lástima que un novelón así sólo circule entre los devotos de Kubrick.

EL COLOR PÚRPURA, de Alice Walker. Ganadora de un Pulitzer. Es la historia de dos hermanas a quienes les rompen la vida en pedazos. Pero ellas los recogen. Cargada de emotividad, pasión e incesto.

SIN NOVEDAD EN EL FRENTE, de E. M Remarque. Retrato fiel de la vida cotidiana de un soldado desgarrado por las atrocidades que presencia durante la I Guerra Mundial.

¿ACASO NO MATAN A LOS CABALLOS? de Horace McCoy. Inspiró Danzad, danzad malditos. En un maratón de baile en la Gran Depresión compiten desesperados que danzan hasta la extenuación y por comida. La joven Gloria ruega que la liberen de su agonía, como se hace con un caballo malherido. Brutal.

REBECA, de Daphne du Maurier. Inquietantes recuerdos de la segunda señora De Winter sobre sus vivencias de recién casada en una mansión aislada donde será gradualmente aplastada por la fantasmal presencia de la primera señora De Winter, Rebeca, muerta pero nunca olvidada.

MEMORIAS DE ÁFRICA, Isak Dinesen. Entre la escritora y aristócrata danesa y África se forjó una de las historias de amor más intensa y apasionante de literatura, sobre la que además se engarza su pasión por el aventurero inglés Denys Finch-Hatton.

Obviamente no están todos los que son, porque con mis lagunas inundaríamos todo el desierto de Nevada… ¿Sugerencias sobre olvidos imperdonables de quien suscribe?

Sed sinceros, ¿visteis alguna adaptación al celuloide que os conmoviera más que la novela en que se inspiró?