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¿Por qué el jabón no hace la misma espuma cuando te vas de vacaciones?

Fernando GomollonPor Fernando Gomollón-Bel (CSIC)*

Ahora que muchos estaréis de vacaciones quizás hayáis notado que, en vuestro destino, el jabón hace menos espuma cuando os ducháis. O igual os pasa justo lo contrario. Os habéis llevado vuestro champú de siempre, pero no es lo mismo. ¿Qué está pasando?

Molécula de jabón y micela

Arriba: esquema de una molécula de jabón con sus dos partes, la cabeza hidrófila (amarillo) y la cola hidrófoba (azul). Abajo: esquema de una micela con grasa atrapada en su interior.

La respuesta, como sucede casi siempre, está en la Química. Antes de nada, hemos de recordar por qué el jabón limpia. El jabón está formado por moléculas que tienen una cola que repele el agua (hidrófoba) y una cabeza que es soluble en ella (hidrófila). Esta propiedad hace que el jabón, al entrar en contacto con el agua, forme lo que los científicos llaman micelas: esferas en las que todas las cabezas están en contacto con el agua y todas las colas orientadas hacia el interior. A esta cavidad interna le encantan las grasas y es por eso que las micelas de jabón atrapan las manchas y la suciedad a la perfección.

Probablemente ahora os estéis preguntando: ¿todo esto qué tiene que ver con las vacaciones? Resulta que el hecho de que un jabón haga más o menos espuma, o limpie más o menos según el agua que utilicemos, es debido a las micelas y a la dureza del agua. La dureza es una medida de la cantidad de cal que tiene disuelta el agua. Así, por ejemplo, el agua de Zaragoza es muy dura (tiene mucha cal) mientras que la de La Coruña es muy blanda (apenas tiene).

¿En qué afecta esto a los jabones? Las cabezas hidrófilas de las moléculas de jabón se llevan también muy bien con los iones de calcio y magnesio con carga positiva que contiene la cal.

Envase y mapa

Arriba: dosis de jabón recomendada por el fabricante. Abajo: mapa de la dureza del agua (TecDepeur.com).

Así, cuando hay mucha cal (cuando el agua es muy dura), las moléculas de jabón empiezan a asociarse con estos iones y las micelas se rompen o no llegan a formarse. Por lo tanto, en zonas con aguas muy duras, los jabones formarán menos espuma y lavarán menos.

Técnicamente no es que laven menos, sino que necesitaremos más cantidad de jabón, ya que muchas de sus moléculas estarán asociándose con el calcio y el magnesio, y no serán capaces de formar micelas y atrapar la suciedad.

De hecho, si miráis en la parte de atrás de vuestro detergente, deberíais encontrar algo similar a lo que refleja la imagen de arriba a la derecha.

Como veis, el envase  incluye una tabla en la que se indica la cantidad de jabón recomendada según el tipo de agua de la zona. Generalmente, la etiqueta también incluye un pequeño mapa de España que debería parecerse al que véis a la derecha.

Una solución que nos permitiría gastar menos jabón y contaminar un poco menos el planeta sería hacernos con un descalcificador. Estos aparatos tratan el agua mediante una serie de procedimientos físicos (filtraciones con carbón activo, ósmosis) y químicos (con sustancias que, como las moléculas de jabón, atrapan los iones calcio y magnesio) que eliminan la mayor parte de la cal del agua. Pero esto ya es otra historia que quizás os contemos otro día.

 

* Fernando Gomollón Bel es investigador en el Instituto de Síntesis Química y Catálisis Homogénea (UZ-CSIC) y colabora habitualmente en el blog Moléculas a reacción.  Esta entrada participa en el XXXVII Carnaval de la Química – Edición Rb – alojado en este último blog.

¿De dónde viene el nombre de los elementos químicos?

JV García RamosPor José Vicente García Ramos (CSIC)

Cada elemento tiene un nombre que, en algunos casos, nos resulta ya familiar: oro, plata, cobre, cloro, platino, carbono, oxígeno, nitrógeno, etc. Pero, ¿por qué se llaman así? Muchos de sus nombres se refieren a una de sus propiedades. Por ejemplo, el nombre del oro en latín (aurum) significa “principio brillante” y el del mercurio (hydrargyrum) quiere decir “plata líquida”. Esta práctica de nombrar los elementos según alguna de sus propiedades ha continuado a lo largo de los años. El cesio fue descubierto en 1860 por el químico alemán Bunsen (el inventor del mechero Bunsen), que lo llamó así porque tiene la propiedad de darle un color azul a la llama, y en latín caesius significa “cielo azul”.

OroSin embargo, hay otros elementos cuyos nombres hacen referencia a una persona. El curio debe su nombre a Marie Curie (1867-1934), quien hizo los primeros estudios sobre la radiactividad, por los que recibió el Premio Nobel de Física en 1903. También obtuvo el Premio Nobel de Química en 1911 por su descubrimiento de los elementos polonio (llamado así en honor de Polonia, su país de nacimiento) y radio (del latín radius, que significa “rayo”).

Otros deben su nombre a lugares geográficos, como es el caso del pueblecito llamado Ytterby, en Suecia, que tiene cuatro elementos dedicados a él (terbio, itrio, erbio e iterbio) por ser el lugar donde se encontraron por primera vez. Otro ejemplo es el californio, que, aunque no aparece en la naturaleza, fue sintetizado por primera vez en 1950 en Berkeley, en el Radiation Laboratory de la Universidad de California.

Cada elemento tiene un símbolo formado por una o dos letras que lo identifican, de la misma forma que nuestro nombre y apellido nos identifican a nosotros. El símbolo de un elemento representa un átomo de dicho elemento. Hay 14 elementos cuyo símbolo es una letra que en general coincide con la primera letra de su nombre, excepto en el caso del potasio. Este elemento se descubrió en 1807 y se llamó así por la potasa, la sustancia de la que se aisló la primera vez. Su símbolo (K) viene de kalium, que significa “potasa” en latín. Casi todos los demás elementos tienen un símbolo de dos letras, de las cuales la primera siempre es mayúscula, y la segunda, minúscula.

Dmitri Mendeléiev

Dmitri Mendeléiev

Basándose en la hipótesis de que las propiedades de los elementos dependen, de forma periódica, de sus masas atómicas, el científico ruso Dmitri Mendeléiev (1834-1907) publicó en el año 1869 una tabla periódica en la que situó todos los elementos conocidos en aquella época, ordenándolos de tal forma que los que pertenecían a una misma familia apareciesen en la misma línea horizontal. Sin embargo, el descubrimiento del helio le causó un gran problema, puesto que este nuevo elemento no tenía un lugar adecuado para colocarse en la tabla. Esto, en el fondo, fue una brillante confirmación de la ley periódica, ya que el helio y los demás gases nobles, descubiertos más tarde, acabaron constituyendo un grupo.

 

José Vicente García Ramos es investigador del Instituto de Estructura de la Materia (CSIC) y autor del libro Las moléculas: cuando la luz te ayuda a vibrar (CSIC-Catarata).