Entradas etiquetadas como ‘domesticación’

¿Cómo surgieron la agricultura y la ganadería? Tres hipótesis sobre el origen del Neolítico

Por Juan F. Gibaja, Juan José Ibáñez y Millán Mozota (CSIC)*

El Neolítico fue un período clave de cambio para la humanidad. Hace unos 12.000 años en Próximo Oriente, por primera vez, una sociedad cazadora y recolectora se convirtió en sedentaria basada en la domesticación vegetal y animal. Los cambios que se produjeron en todos los ámbitos fueron tan extraordinarios como irreversibles. Y aunque el desarrollo y la expansión de las comunidades neolíticas duró varios miles de años, el proceso de neolitización fue muy rápido y apareció en momentos distintos en diferentes áreas del mundo de forma independiente. Pero, ¿por qué sucedió? ¿Qué llevó a aquellas sociedades a dar el salto y convertirse en neolíticas?

La agricultura neolítica. / Luis Pascual Repiso

Existen varias hipótesis para explicar este proceso fundamental. La primera remite a una razón poblacional: el Neolítico fue una respuesta a una crisis alimentaria causada por el crecimiento demográfico, en un momento y en unas condiciones determinadas. El antropólogo Mark Nathan Cohen, en su libro La crisis alimentaria de la Prehistoria, señala que el crecimiento natural de la población a escala global, una vez que los recursos naturales habían llegado a su límite, demandaba nuevas fuentes de recursos: la agricultura y la ganadería. Sin embargo, no se ha podido documentar tal periodo de hambruna global previo al Neolítico.

De hecho, el aumento poblacional parece ser una consecuencia del Neolítico, más que una causa. El crecimiento demográfico se vio reforzado por la reducción de la movilidad, lo que favorecía el desarrollo exitoso de embarazos y partos, además de la introducción de la leche y los cereales en la dieta, que contribuía a acortar el periodo de lactancia y, por ende, los intervalos entre nacimientos. Además, durante el Mesolítico, el período precedente al Neolítico, los vegetales que crecían espontáneamente ya formaban parte de su dieta. Por tanto, gracias a su recogida, las sociedades adquirieron un conocimiento detallado sobre las plantas, sus propiedades y ciclos de crecimiento, lo cual fue fundamental para poder domesticarlas.

Esto se enlaza con la siguiente hipótesis, una explicación cultural según la cual las comunidades llegaron a un nivel de dominio de la naturaleza y de desarrollo social que les permitió iniciar el cambio. Ya desde el Mesolítico se crearon diferentes ‘culturas’ relacionadas con la confección de distintos instrumentos y sistemas técnicos. Uno de los motivos del origen social del Neolítico contempla que la agricultura y la ganadería habrían sido promovidas e impuestas por individuos que querían acumular riqueza. Hay dos tendencias al respecto. Por una parte, se plantea que la creación de un superávit productivo permitió su almacenamiento y la aparición de un grupo social que se apropió de él. Y por otra, se contempla que la búsqueda del interés individual formaba parte de la personalidad de algunas personas que tendían a imponerse al resto.

Las sociedades mesolíticas. Reconstrucción del asentamiento de Mondeval (Dolomitas Bellunesi, Belluno, Italia). / Imagen de A. Guerreschi, diseño de M. Cutrona

Asimismo, el Neolítico fue, ante todo, un cambio de mentalidad, una nueva manera de ver la naturaleza y dominarla. El nacimiento de los dioses, de una religiosidad antes desconocida, habría sido el elemento clave que arrastró a los factores económicos y sociales.

Tercera hipótesis: un cambio climático

La tercera hipótesis que podría explicar el origen de esta nueva forma de vida es la climática. Es decir, que las novedades llegaron en respuesta a un cambio climático que limitó los recursos de las sociedades cazadoras, pescadoras y recolectoras.

El clima y la vegetación experimentaron importantes transformaciones durante la ventana temporal en la que se produjeron los cambios que dieron lugar al Neolítico. Después del Último Máximo Glacial, hace unos 23.000-19.000 años, el clima comenzó a atemperarse. Tuvo lugar un aumento general de las temperaturas y la humedad que culminó en los inicios del Holoceno, hace alrededor de 11.500 años, cuando se fijaron las principales características del clima que disfrutamos en la actualidad.

Dentro de esta tendencia hacia un clima más benigno y húmedo, se produjo una súbita pulsión fría y seca, denominada Dryas Reciente. Esta pulsión coincide con los primeros indicios de cambios hacia el Neolítico en Próximo Oriente, lo que ha llevado a plantear que quizá el inicio de la agricultura fue una respuesta al cambio climático. Lo que está claro es que, una vez iniciada la agricultura, los ciclos agrícolas se beneficiaron de la regularidad climática del Holoceno.

Sin embargo, durante los inicios del Holoceno también hubo súbitas pulsiones frías. Es decir, a pesar del clima mucho más templado y benigno, hace 8.200 años se produjo un periodo abrupto de frío y sequedad, acompañado en ciertas zonas como la cuenca mediterránea de procesos de deforestación natural y episodios de lluvias torrenciales. Este momento está siendo ampliamente analizado, ya que coincide, en buena parte, con el inicio de la expansión neolítica por Europa. Y es que, esta crisis climática conllevó efectos negativos en la productividad de los recursos marinos, lo que provocó el abandono de ciertos territorios próximos a la costa por parte de esas últimas comunidades mesolíticas.

Mapa sobre la neolitización de Europa. / D. Gronenborn

¿Con qué hipótesis sobre el origen del Neolítico nos quedamos? Lógicamente, estas tres teorías no son excluyentes entre sí, y podrían combinarse para obtener una visión más precisa y real. No habría, por tanto, un motor único. Además, los cambios se produjeron de manera progresiva, a lo largo de milenios, lo que indica que, probablemente, las sociedades prehistóricas no percibieran la dimensión de los cambios que estaban protagonizando.

 

*Juan F. Gibaja, Juan José Ibáñez y Millán Mozota, de la Institución Milá y Fontanals del CSIC, son autores de El Neolítico de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata).

¿Por qué hay tantas razas de perros?

Por Tessa Lynn Nester y Mar Gulis (CSIC)*

Los hay grandes como un mastín italiano y pequeños como un yorkshire terrier; de pelo largo al estilo chow chow o corto tipo dogo; con el cráneo achatado de un bulldog o alargado como un pastor alemán… Y, sin embargo, todos pertenecen a la misma especie: Canis familiaris. El perro es el mamífero con más diversidad morfológica que existe sobre la superficie de la Tierra.

Ilustración de Irene Cuesta

Ilustración de Irene Cuesta (SINC).

¿Cómo es posible que haya perros tan distintos? ¿Por qué entre los individuos de esta especie hay una variedad mucho mayor que entre los de otras especies, como el ser humano, cuyo origen es muy anterior? ¿Acaso los lobos, los parientes más cercanos de los perros, no se parecen mucho más entre ellos?

La respuesta a estas preguntas es relativamente sencilla: los perros son tan increíblemente diversos porque los seres humanos los ‘hemos hecho’ así. Para entender mejor esta respuesta, tenemos que hablar de cómo surgieron y cómo han evolucionado hasta la actualidad.

El origen del perro

Hoy sabemos que los perros son lobos domesticados a partir de una especie de lobo extinta y no de los lobos modernos (Canis lupus). De hecho, se cree que los lobos que conocemos en la actualidad y los perros son taxones (grupos de especies) hermanos que descienden del mismo ancestro común.

Sin embargo, el origen del perro es muy controvertido ya que no existe un acuerdo sobre dónde o cuándo se produjo la domesticación. Hay estudios genéticos que sitúan este evento en Asia, mientras que otros lo hacen en Oriente Medio o Europa. Los resultados de estas investigaciones tampoco coinciden en las fechas, de modo que el nacimiento de la especie puede haber ocurrido entre hace 20.000 y 40.000 años. Por otra parte, puede ser que todas tengan algo de razón y que existieran varios momentos de domesticación a lo largo de la historia.

Razas de perros

Hoy vemos una gran variedad entre las distintas razas de perros. / Mary Bloom, American Kennel Club, Shearin y Ostrander, 2010.

La domesticación es un proceso evolutivo en el que un organismo se adapta a un entorno humano a través de influencias que las personas ejercen sobre su reproducción y cuidado. A lo largo de las generaciones, este proceso cambia el genoma de la especie y, con ello, la morfología y el comportamiento del animal. Pero la manera concreta en que los lobos se convirtieron en animales domésticos también es tema de debate.

Se ha pensado que los humanos capturaron a los lobos y los domesticaron, pero esto es poco probable si tenemos en cuenta el comportamiento de los lobos salvajes. Es más factible que los lobos se hayan domesticado en un proceso conocido como autodomesticación. Desde este punto de vista los lobos más amistosos se habrían domesticado durante el Paleolítico a base de pasar tiempo cerca de comunidades cazadoras y recolectoras, comiendo las sobras, y se habrían hecho dependientes de los seres humanos con el paso del tiempo. Además, en ese proceso habrían desarrollado tolerancia al almidón, un carbohidrato común en la comida humana que los lobos salvajes siguen sin poder digerir. Después de poco tiempo, aquellos lobos se habrían hecho domésticos al encontrar un nicho en la sociedad humana.

Humanos y perros: una relación simbiótica

Lo que parece evidente es que entre los lobos domesticados y los seres humanos se formó una relación simbiótica de la que ambos grupos se beneficiaban. Los primeros conseguían comida y resguardo y los segundos un nuevo compañero, guardián y cazador.

La arqueología ha arrojado diversas muestras de esta relación, como las pinturas rupestres de hace miles de años encontradas en Arabia Saudí que parecen mostrar a un grupo de cazadores llevando a perros atados con correas. O el yacimiento de Oberkassel (Alemania), en el que se encontraron los restos de un perro y dos adultos humanos que vivieron hace 14.000 años y que habían sido enterrados juntos.

Pinturas Arabia Saudí

Las pinturas rupestres descubiertas en Arabia Saudí se remontan a miles de años atrás y posiblemente muestren a los cazadores llevando a los perros con correas. Es posible que sea una de las ilustraciones más antiguas de perros domésticos. / Journal of Anthropological Archaeology.

A partir de la dentición, se averiguó que el perro sufrió el virus del moquillo cuando tenía alrededor de 19 semanas y luego falleció a las 27-28 semanas de edad. Este descubrimiento es muy llamativo porque el virus del moquillo suele causar una muerte bastante rápida, durante las tres primeras semanas después del contagio, y el perro sobrevivió 4-5 semanas más de lo que habría sido normal. El hecho de que el perro no supusiera ninguna ventaja para sus amos durante el periodo en el que estaba enfermo y que aun así lo mantuvieran y llegaran a enterrarse con él nos indica que, además de asistirlo, posiblemente tenían vínculos afectivos que les unían al animal.

En cualquier caso, es evidente que en la actualidad mantenemos con los perros lazos de confianza y emocionales. Este es un fenómeno fácil de ver entre individuos de una misma especie –por ejemplo, entre una madre y su hijo–, pero muy poco frecuente entre individuos de especies distintas. De hecho, parece que el caso del perro y el ser humano es el único que existe.

Las razas del perro

Los perros siempre han sido muy útiles en nuestra sociedad en un gran número de papeles: pastores, guardianes, cazadores, rescatadores, compañeros etc. Dependiendo de su función, han sido seleccionados para tener las características que les permitieran hacer mejor su trabajo. Por ejemplo, los perros ganaderos son muy grandes, fuertes y con los músculos marcados porque a lo largo de generaciones los seres humanos han seleccionado a este tipo de individuos para que sean capaces de guardar el ganado y protegerlo de los depredadores.

Esta selección artificial es la responsable de que los perros sean tan distintos en su pelaje, tamaño y habilidades. No obstante, las razas de perro se diferencian mucho en su aspecto físico y poco en su genoma, ya que los rasgos físicos son solamente el resultado de pocos genes.

Aunque la domesticación empezó hace miles de años, la formación de las razas modernas tuvo lugar en el siglo XIX. Durante esta época, las personas aficionadas a los perros comenzaron a criarlos de acuerdo con un estándar de linaje, aspecto y comportamiento, y a fomentar de este modo las características que más les interesaban en cada caso. Así, en 1873 se creó en Londres el English Kennel Club, el primer club de razas de perros. Hoy, su homólogo estadounidense, el American Kennel Club, reconoce 193 razas, cada cual con sus propias características, temperamento y morfología.

Perros Moscú

Los perros callejeros en Moscú se parecen mucho debido al intercambio genético y a la pérdida de la selección artificial. / Andrey, Wikipedia.

Pero si dejáramos que todas las razas se entrecruzaran durante un periodo de tiempo las veríamos desparecer. Debido al intercambio genético, tendríamos solamente una raza de perro, en lugar de todas las que vemos hoy. Como ejemplo, los perros callejeros en Moscú, que han estado viviendo en las calles durante más de 150 años, sin las restricciones de la selección artificial. Sus acervos génicos se han mezclado rápidamente, lo que ha dado lugar a una única ‘raza’ de perro. Esto quiere decir, que somos los humanos los que mantenemos la separación de las razas evitando que se entrecrucen. Es nuestra especie la que mantiene y controla los rasgos y las características de los perros.

 

* Tessa Lynn Nester es investigadora predoctoral en el Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. Este texto es una reelaboración del artículo Mastín italiano vs yorkshire terrier. ¿Son la misma especie?, publicado en la revista Naturalmente.