Conocemos como ‘latido’ a cada uno de los golpes producidos por el movimiento alternativo de dilatación y contracción del corazón contra la pared del pecho, o de las arterias contra los tejidos que las cubren (tal y como recogen los diccionarios).
Por otra parte, el ‘ladrido’ es el sonido que emite un perro (su voz), que puede ser de mayor o menos intensidad dependiendo de lo que el animal quiere expresar.
Los dos términos tienen cierta similitud en su forma de ser escritos, aunque a primera vista sus significados nada tienen que ver el uno con el otro (o eso es lo que creemos), debido a que curiosa y originalmente tienen la misma procedencia etimológica.
Y es que ‘latir’ proviene del latín ‘glattīre’ cuyo significado literal era ‘dar ladridos agudos’ y hacía referencia a los gruñidos que emitían los cachorros de perro y nada tenía que ver con el movimiento del órgano muscular que tenemos en el pecho.
Como los ladridos de los pequeños canes solían ser leves y temblorosos, con el tiempo quedó asociado el término al acto de temblar algo y de ahí pasó al movimiento que producía un órgano (en este caso el corazón) que recordaba a un temblor.
Por tanto, etimológicamente hablando, un latido de nuestro corazón no deja de ser un ladrido leve y tembloroso de un cachorro de perro.
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Fuentes de consulta: molinodeideas / etimologias.dechile / RAE