Durante las Navidades de 1948, una emisora radiofónica de Washington DC telefoneó a varios embajadores con la intención de preguntarles cuáles eran sus mayores deseos para aquellas entrañables fechas.
Henri Bonnet, Embajador de Francia en Estados Unidos fue conciso en su respuesta:
«La paz en el mundo»
Por su parte, Alexander Panyushkin, su homólogo soviético respondió de manera tajante:
«Libertad para todos más allá del imperialismo»
Cuando llegó el turno de sir Oliver Franks, Embajador del Reino Unido, éste contestó:
«Son ustedes muy amables. Desearía una caja de frutas confitadas»