Ana B. Nieto concluye su trilogía irlandesa: «El fenómeno de la esclavitud me obsesiona»

Hace quince años la escritora Ana B. Nieto (Madrid, 1978) arrancó una ambiciosa trilogía ambientada en la Irlanda del siglo V. En 2013 apareció la primera novela La huella blanca y en este 2021 concluye esta gran aventura con Las espaldas de la tierra. Y en esas tres novelas, Nieto nos ha hecho recorrer una Irlanda lejana, entre los mitos de aquel mundo celta, con sus versiones de la Antigüedad de Gokus y Christian Grey, y la aparición del universo cristiano. Hemos acompañado a san Patricio, reyes y reinas, sacerdotes, invasores, guerreros y gentes normales. Ha, en definitiva, construido un ambicioso fresco que cabalga en las nieblas que separan la leyenda y la historia.

¿Qué se siente cuando se concluye una trilogía como esta que ha costado años en planear, escribir y publicar?

Han sido 15 años en total y lo que hay es mucha satisfacción de haberla completado como quería, con fidelidad a la historia y sin necesidad de cortar nada o sin las prisas de una entrega. Creo que el resultado es íntegro y coherente, cocinado a fuego lento. He tenido tiempo de madurarla mucho.

En esta última novela, esa sensación de mundo que desaparece y mundo nuevo que nace es más palpable…

Me gusta ese carácter crepuscular que también tiene El Señor de los Anillos. Es lo propio del romanticismo y la nostalgia.

Tiene esta novela unos toques que conectan claramente con el mito artúrico…

Eran tributos necesarios porque las raíces de la materia de Bretaña son todas de esta época, de una Britania post-romana que necesita unos nuevos héroes para enfrentar el medievo. Y yo, personalmente, le debo tanto a esas historias que tenía que tocarlas, aunque fuera tangencialmente.

Es una serie totalmente irlandesa, pero sin embargo, durante el transcurrir argumental de estas tres novelas resulta muy palpable la relación innegable de la isla verde con su vecina, Inglaterra…

Están tan cerca que se entrelazan todo el tiempo. Hacían incursiones cruzadas, para capturar esclavos, y la llegada del cristianismo a Irlanda tiene muchísimo que ver con el fenómeno de la esclavitud. Es a través de los cautivos que se produce el intercambio de ideas. Los misioneros solo le dan una forma oficial. Es un proceso muy estudiado.

Terminar la novela con el mito de Brandon el navegante, ¿es el símbolo final de que el viaje nunca concluye, que todo se transforma y sigue avanzando?

Brandon es un monje puramente cristiano y a la vez es heredero de la tradición de los viajes al Otromundo celta, los Imramma Echtraí. Era la figura perfecta entre ambas culturas. También es parte de la inspiración de Tolkien para el personaje de Eärendil. Él mismo reescribió el viaje del santo en uno de sus poemas, La muerte de San Brendan, en el que describe parte de las maravillas que luego utiliza en su mitología, como la Torre Maldita o el árbol blanco. En ese viaje, en ese personaje, se atan todos los cabos que me llevaron a escribir esta trilogía: el mundo pagano, el cristiano y el fantástico. Todo parte de ahí. Es nuestra fuente común. Y, por supuesto, si yo no admirase tan profundamente la obra de Tolkien nunca habría escrito estos libros.

¿Volverá Ana B. Nieto a novelar sobre Irlanda? ¿Qué aspecto le interesaría?

Quince años es mucho tiempo, ha sido un viaje muy intenso y largo. Si tuviera que escribir más sobre Irlanda hablaría de los esclavos irlandeses, los esclavos blancos, en Estados Unidos. El fenómeno de la esclavitud me obsesiona y ya he podido tratarlo con San Patricio. Un escritor siempre vuelve a los mismos temas.

¿Y a la narrativa histórica?

Por supuesto, mucho de lo que tengo previsto a corto plazo pertenece al género histórico y tengo tres proyectos en marcha, alguno muy avanzado. También es verdad que he sentido la necesidad de meterme en otros géneros. Hay que estarse renovando constantemente y no acomodarse para mantener la escritura fresca y la creatividad en ebullición.

¿Percibe que haber convertido en novela elementos tan fundamentales en la cultura irlandesa como lo celta y San Patricio era un reto más grande y ambicioso que cuando lo empezó?

Ha sido una barbaridad y algo atroz para quien nunca había escrito nada serio. Pero tenía muy claro que si me metía iba a hacer un trabajo muy comprometido. Empezó siendo una historia de celtas sobre un exiliado. A Patricio me lo encontré después y me atrapó lo heroico de su historia. Entendí muy bien al personaje.

En un artículo que escribió en XX Siglos hace unas semanas comentaba cómo había enfocado la mezcla entre lo mítico y lo legendario y lo escrito en su serie y dentro de una semana va a charlar con Aranzazu Serrano sobre cómo han utilizado los mitos vikingos y celtas para sus novelas, ¿son ustedes la prueba que los límites entre ficción y género histórico deberían ser menos rígidos y más flexibles, más enfocados a aprovechar lo posible para crear buenas novelas?

Creo que hay que tener mucho cuidado en el caso de la histórica y yo me tomo las licencias con mucha precaución. Es un género que hace una promesa algo diferente al lector, tiene un compromiso divulgativo con la Historia y la Historia es una ciencia. Es verdad que es especulativa, pero no me sentiría cómoda sin hacer todo el esfuerzo posible de estudio. Hay que ser diligente y estar al día del material investigado, indicar las licencias cuando sea necesario e intentar transmitir, por medio del texto, cuándo se está tratando con lo legendario y cuándo con los hechos documentados. A mí algunos de mis profesores en Limerick me dijeron que tenía un nivel de tesis. Ficción va a haber siempre mucha, en cualquiera de los casos, pero creo que lo honesto es hacer una reconstrucción lo más aproximada posible a lo que sí se sabe y no desinformar. Muchas veces prefiero construir con menos elementos, pero tener seguridad sobre lo que estoy usando. Lo de “que un dato histórico no te estropee una buena historia” a mí no me sirve, desde luego. Tengo demasiado respeto por el trabajo de los historiadores (y por los lectores) como para ignorar datos que conozco.

Otra cosa es utilizar, como hace Aranzazu, el mismo material para reinventarlo, para crear mitos nuevos. Personalmente, me parecen extraordinarias las personas que se atreven a dar ese paso.

Desde que publicó la primera entrega de esta trilogía ha publicado con varios sellos de Penguin, con Roca Editorial y ha acabado autoeditando la tercera entrega, ¿ha vivido en sus propias carnes la evolución del sector editorial?

No lo tengo muy fácil porque me gusta innovar constantemente y no acomodarme. Cuando tengo una historia en la cabeza intento ponerme a su servicio, serle fiel, buscarle el mejor género, el estilo adecuado, la editorial va lo último y a veces encajas con su calendario y preferencias y otras veces no. Trabajar de esa manera dificulta mucho el trabajo a todos los demás eslabones de la cadena del libro, pero hasta ahora es lo único que he podido hacer porque creo que la historia debe mandar para conservar su integridad. En el tema de sagas todos hemos visto series inconclusas, canceladas antes de terminar sus temporadas. Con los libros pasa lo mismo. Cuando decides mirar solo por la historia a veces te mueves en nichos muy pequeños, por lo que no sé si se trata de la evolución del sector, si más bien es un tema de tendencias o si hay otros motivos… En cualquier caso para mí lo importante era terminar el proyecto y corresponder a los lectores.

Hace poco le leía un hilo de Twitter donde contaba su experiencia como escritora y llamaba a no tener prisa a los futuros escritores, ¿es más difícil dedicarse a la literatura hoy que hace diez años? ¿Cree que es más complejo ser escritora de géneros o de narrativa contemporánea?

No estoy segura de si es más fácil o más difícil porque no llevo tanto tiempo. Más fácil para personas que vienen de ámbitos extra literarios, como los medios, la publicidad digital o el márketing y más difícil para quienes vienen de las letras puras. El canal siempre fue importante, pero antes lo tenían las editoriales, que hacían de prescriptoras y filtraban. Ahora el trabajo del canal se ha dejado en manos de los propios autores y las editoriales observan y cosechan resultados. Cada vez me encuentro a más compañeros que se pasan el día en redes y apenas tienen tiempo de escribir. Pierde la literatura porque se está poniendo el foco en cuestiones que tienen más que ver con la exposición que con el texto y se escogen muchos libros en base a criterios no literarios. En cuanto a la segunda pregunta, mi percepción es que, cuantas más etiquetas, más fácil es que te identifiquen los lectores entre todo lo que sale, que es muchísimo. Definitivamente, mucho más fácil clasificarse en los géneros, especialmente si te dedicas a los que son más populares. Pierden la creatividad, la originalidad y el riesgo, gana la especialización. Entrar en el circuito de la narrativa contemporánea en España me parece muy difícil y yo diría que se nutre, sobre todo, de los círculos periodísticos.

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