En busca de un héroe para la Hispania del siglo V

José Zoilo Hernández (cedida)

José Zoilo Hernández se describe en Twitter como un «biólogo y escritor de novela histórica». Tan dispar conjunción presenta a uno de los recién llegados (en realidad no lo es tanto) al género histórico español, uno de esos a los que habrá que seguir. Porque la pregunta es clara: ¿Qué hace que un sello de un mastodóntico grupo editorial apueste por un novato y lo haga lanzando una trilogía ambientada en una época tan poco frecuente como el siglo V en Hispania? Como suele ser habitual, la respuesta parece más clara al adentrarse en las páginas de la primera novela de Las cenizas de Hispania, El alano (Ediciones B, 2019).

Porque la mezcla de héroe y épica, de descripción de una época casi virgen (el turbulento siglo V en Hispania, el fin del mundo romano) y de un torrente de emociones y aventuras funciona a las mil maravillas en manos de Zoilo Hernández. Logra reconstruir una época difusa para la mayoría de los lectores y elevarla a un tiempo histórico casi de leyenda, con héroes reales, pero que podrían recordar a los que seguramente inspiraron leyendas como las artúricas. El protagonista de la trilogía, Attax, no es un Arturo hispánico, pero podría haber servido de fuente para alguno de sus caballeros. Aunque sólo sea, como dice de sí mismo: “un jodido bárbaro que toma vino y sabe distinguir más de diez calidades diferentes de aceite de oliva”.

Ah, y el «jodido bárbaro» no es un godo, es un alano, ni más ni menos.

[FIRMA INVITADA: La fascinante Hispania tardorromana]

Habíamos visto en novela histórica a godos, cántabros… ¿pero a quién se le ocurre crear un protagonista de novela histórico que sea un alano?

La verdad es que no es lo más habitual, aunque tampoco lo es hablar de vándalos o de suevos, por poner ejemplos cercanos. En mi caso, desde el primer instante en el que me planteé abordar la novela, tenía claro que necesitaba encontrar un personaje como Attax: quería un protagonista con un arraigo difuso, diferente. Un bárbaro, sí; pero un bárbaro nacido en Hispania, alejado de su propio pueblo, tanto emocional como geográficamente, pues sus congéneres marcharon a África junto con los vándalos, donde perdieron sus propias raíces. Algo así como un nómada dentro de un pueblo de nómadas, varado en una tierra que no termina de acogerle, pero que es, a la vez, la única que conoce. Como él mismo se define, “un jodido bárbaro que toma vino y sabe distinguir más de diez calidades diferentes de aceite de oliva”. Me resultaba una perspectiva tremendamente atractiva desde la que narrar esta historia.

¿Cómo nació la idea de escribir esta trilogía de Las cenizas de Hispania?

Cuando, tras algunas publicaciones de carácter técnico, me propuse comenzar a escribir ficción (mi mujer tiene gran parte de culpa en ello), quise buscar como escenario un momento y un lugar poco trillados, que aportaran cosas diferentes. De esta manera, deseché algunos periodos históricos en los que, por mucho que me apasionaran, la cantidad de información contemporánea me resultaba abrumadoramente extensa, y me centré en encontrar una época menos conocida, en la que los datos conservados fueran suficientes para crear los mimbres de una buena novela, pero en la que existieran lagunas entre los hechos constatados que un buen personaje pudiera vadear sin perder el rigor propio de la historia.

Así que decidí probar en la Hispania del siglo V, en el ocaso del imperio romano, el fin de un orden establecido durante más de cuatro siglos. Me documenté durante un año entero (tanto tiempo como ocupé posteriormente escribiendo la trilogía), viajé a los escenarios que deseaba describir, y lo que descubrí me cautivó. La Hispania tardorromana me resultó tan interesante que lo que imaginé que sería una novela, terminó convirtiéndose en tres. ¡La vida de Attax da para mucho!

En esta trilogía se mezclan lo épico y lo apocalíptico, una cierta sensación de estar asistiendo al final de un mundo y al nacimiento de otro. El siglo V, con sus invasiones y sus luchas, no tuvo que ser un tiempo fácil para vivir… Leyendo esta trilogía da la sensación de que aquella Hispania tiene mucho que novelar y se han escrito poco, ¿a qué lo achaca?

Es una época que me fascina. Tanto como escritor, como al elegir mis lecturas, me atraen situaciones como las que se plantean en esta trilogía: épocas de cambio, de conflicto, de desesperanza en algunas ocasiones, pero también de oportunidades. Pero no, definitivamente no me gustaría haber vivido en ese entonces; no habría durado ni un asalto.

Creo que es una época muy poco valorada no solo en la ficción, sino también a nivel académico. Es cierto que a nivel temporal no resulta muy extensa, y que las fuentes son escasas; solemos hablar de la Hispania prerromana, de la Hispania romana, de la Hispania visigoda, de Al Ándalus y los reinos cristianos, pero casi nunca se presta atención a lo que sucedió entre el fin de la época romana y los albores de la consolidación del reino de Toledo. Y es una pena, porque es un período en el que convergen un crisol de pueblos: hispanos de origen cultural romano, e incluso prerromano; germanos como godos, suevos o vándalos; pero también iranios como los propios alanos. Pienso que, en parte, se suele olvidar a estos pueblos, quizá porque dejaron escasa huella material entre nosotros.

Al leer sus novelas me recordaban, con sus diferencias y distancias, un poco al mundo que recrea Bernard Cornwell en su trilogía sobre Arturo o en su serie sobre Uthred el pagano; a esas ambientaciones que conectan al mito con la historia…

David, no imaginas el halago tan grande que suponen para mí estas palabras, pues Cornwell es, probablemente, mi autor favorito. Además, incluso desde mi lugar como lector, mucho antes de conocer la obra de Bernard Cornwell ya compartía algo con él: la necesidad de huir de leyendas y explicaciones etéreas, de damas del lago, espadas mágicas y seres mitológicos, teniendo ante nosotros un escenario tan increíble como la propia historia. Creo que en este caso podemos decir aquella frase de “en ocasiones la realidad supera a la ficción”. Únicamente hay que indagar en nuestro pasado para encontrar escenarios capaces de rivalizar con cualquier mundo de fantasía.

Se estudia y se conoce poco esa época como decía antes. Entonces, ¿por que a los españoles del siglo XXI les debería parecer interesante?

Cuando terminé las novelas y se las dejé leer a mi grupo de amigos de toda la vida, todos me dijeron algo similar: que apenas recordaban haber estudiado de pequeños algo sobre suevos, vándalos y alanos. Siempre aparecían los nombres de estos tres pueblos, juntos, en la misma frase, prácticamente intercambiables entre sí. Desgraciadamente se profundiza muy poco en este período a nivel académico, al menos en edades propias de ESO o bachiller. Asumimos, por ejemplo, que el pueblo suevo estableció un reino en la región noroeste peninsular que perduró durante casi ciento cincuenta años, pero nunca se explica que las tribus suevas que se internaron en la península en el año 409 apenas contaban con 30.000 miembros. ¿Podían acaso sojuzgar, como generalmente se interpreta a estos niveles, a una población nativa de varios millones de hispanos en toda la diócesis? Está claro que, en general, nos quedamos con una visión muy simplista de este período.

Otro ejemplo que se me viene a la cabeza: todos conocemos a Arturo, aunque no fuera rey ni probablemente se llamara así; pero muy pocos saben de la existencia de un caudillo de la Bética que plantó cara a los invasores suevos, por sus propios medios, en la misma época. Un hombre que recibió el apelativo de Dux belorum, la misma denominación que recibiera Arturo, Cuneglasus, Owain o Ambrosius, o como se llamara realmente. Un verdadero señor de la guerra.

Pero lejos de casos puntuales, este siglo tan convulso, de tanto cambio, representa desde mi punto de vista un período clave para comprender lo que sucede en los diferentes rincones de Hispania hasta la llegada musulmana, e incluso después. Constituye el paso de una diócesis imperial, con una cultura reconocible y homogénea (en buena parte del territorio) a una nueva fragmentación en pequeños territorios. Algo así como una descentralización. Sí, estaban suevos, vándalos y alanos, pero también toman importancia enclaves que se rigen de manera independiente, huérfanos de la administración imperial: surgen nombres de pueblos desconocidos hasta entonces (e incluso también después) como aunonenses, aregenses o runcones, así como entidades administrativas locales que controlan su propio territorio, como Sabaria, Oróspeda y los pueblos de la cornisa cantábrica, e incluso ciudades-estado, por así llamarlas, como Córdoba, que permanece independiente hasta la llegada del visigodo Leovigildo, casi un centenar de años después del fin del imperio. Un período de cambio fundamental que viene a preparar el terreno a la llegada visigoda y la posterior concepción de estado peninsular previo a la irrupción de Tariq ibn Ziyab. Pero esa ya es otra historia….

[TRIVIAL¿cuánto sabes de godos, suevos, vándalos y alanos?]

Se presenta en Twitter como biólogo y escritor de novela histórica, ¿cómo casan esas dos actividades?

En principio no casan mucho, no. Académicamente siempre he sido de ciencias, pero la historia ha sido mi debilidad desde muy pequeño. Aprender sobre historia y leer todo lo que caiga en mis manos sobre mis épocas favoritas, son dos de mis mayores aficiones. Quién me iba a decir hace años que añadiría a estas la escritura…

Su trilogía no ha seguido un camino común: autopublicó las dos primeras entregas en digital y ahora sale la trilogía completa en un gran grupo editorial… ¿Solo cuestión de suerte?

Soy consciente de que la trayectoria que he seguido no es, precisamente, la más habitual. En el verano de 2016 me decidí a poner El Alano a disposición de los lectores a través de Amazon, y dada la buena acogida que tuvo, en 2017 le siguió Niebla y acero. En principio, no fue una decisión especialmente meditada, apenas un “vamos a probar qué ocurre”, animado por el interés que había despertado la serie en algunas personas que ya trascendían de mi círculo cercano, y que estaban familiarizados con el mundillo literario, como la escritora Ana Joyanes o el catedrático de filología latina José Fremiot.

Para un autor desconocido como yo, que en aquel momento no contaba con presencia alguna en redes sociales, y que nunca he sido muy dado a volcarme en la promoción, los resultados fueron extraordinarios. Las novelas cosechaban comentarios positivos, tuve el apoyo de blogs como A Libreria, Libretería o Reina Lectora, e incluso tuve la oportunidad de escribir sobre la época en esta misma casa. Haber llegado a despertar el interés de una editorial como Ediciones B, y que hayan decidido apostar por mis novelas, ha superado todas mis expectativas; ¡si muchos de mis autores favoritos publican con ellos! Nunca podré agradecer lo suficiente a mi editora, Lucía Luengo, el que me haya brindado su confianza.

No creo que haya sido solamente cuestión de suerte: también hay trabajo, perseverancia y sobre todo una historia sólida detrás. Pero, sin duda, la buena fortuna también me ha acompañado a lo largo de todo este recorrido, y espero que continúe haciéndolo a partir de ahora.

Como escritor ya le estamos conociendo, ¿pero y cómo lector? ¿Qué elementos cree que la novela histórica, escrita hoy, debe tener?

Como lector suelo ser muy exigente, como tengo la impresión de que lo somos la mayoría de los enamorados de este género. Disfruto enormemente leyendo ensayos sobre períodos que me interesen, pero sobre todo me encanta la ficción histórica. Además, creo que compartimos una novela fetiche, y es la de Aquila el último romano, de Rosemary Sutcliff. Fue la primera novela de esta temática que leí, y la que me abrió el camino a muchísimas más.

¿Qué creo yo que debe tener una novela histórica? Pues considero que es básico que se mantenga el rigor: me gusta percibir que el autor se ha documentado previamente y, si se ve forzado a incluir un anacronismo, que incluya esta circunstancia en la nota histórica. En este punto siempre tengo una manía, y es leerme la nota histórica antes de comenzar la novela; confieso que, si no existe este apartado, ya leo la novela con cierto recelo. Manías que, desde que escribo, van a más. Además, considero básico que haya personajes sólidos, con los que se pueda empatizar. Desde mi propia perspectiva prefiero las novelas en primera persona, y por eso Las Cenizas de Hispania está narrada desde el punto de vista de Attax: creo que esto facilita la inmersión en la época de la novela, y la implicación emocional del lector. Sin embargo, también hay novelas escritas en tercera persona que consiguen un efecto similar, así que este punto no es esencial para conquistarme.

La pregunta obligada en este blog, ¿la novela histórica debe tener un componente didáctico?

Pregunta delicada. Yo creo que, en parte, sí: no pienso que sea su función, pero sí que puede exigírsele cierto compromiso. Una novela no es un ensayo, ni debe pretender serlo; pero debe mantener la premisa de no confundir, de no hacer caer al lector en errores que puedan alterar su concepción de hechos históricos relevantes. Escribimos ficción, pero nos apoyamos en la realidad.

A grandes rasgos, creo que una novela puede servir para despertar interés sobre un período determinado, y animarnos a buscar información para profundizar en él. Si, gracias a Las Cenizas de Hispania, se diera este caso, animaría a quien esté interesado en saber más sobre la Hispania tardorromana a indagar entre las publicaciones del historiador y arqueólogo español Javier Arce, un experto en la materia que resulta tan interesante como entretenido de leer.

A los lectores que le acaban de conocer, y viendo que la segunda y tercera novelas llegan en mayo y junio, ¿qué le esperan a Attax y sus compañeros en ellas?

Esta primera novela sirve para poner en marcha a los protagonistas, para situarlos en su camino, que los convertirá en testigos privilegiados del devenir del convulso siglo V. Juntos serán partícipes de los hechos más relevantes acaecidos en aquella Hispania crepuscular: conocerán tanto victorias como derrotas, disfrutarán de la amistad y el amor, pero también sufrirán la traición y la pérdida de seres queridos. Esto solo acaba de empezar, y no se me ocurre mejor narrador que un alano que recorre los caminos a golpe de espada…

¿José Zoilo se queda en la Hispania del siglo V o cambiará en el futuro?

Me encanta el siglo V, pero una vez terminada la trilogía decidí alejarme por un tiempo de él… aunque tampoco mucho. Te puedo decir que, ahora mismo, también me atraen los siglos VI y VIII, en los que situaré sendas novelas ya que tengo muy avanzadas.

Y vosotros, ¿habéis conocido y leído a este autor y su trilogía?

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