Baptiste Touverey, autor de ‘Constantinopla’: «Las series de televisión son el gran relato de estos tiempos»

El escritor francés Baptiste Touvery, durante su visita en Madrid (D.Y.)

Una novela histórica ambientada en un lugar tan poco frecuente (en la ficción) como la Constantinopla del siglo VII d. C. Persas, romanos, complots, traiciones, venganzas, batallas… y a un ritmo frenético. Lo comparan con series como House of Cards o Juego de Tronos, y su autor no rechaza el símil. Pasado a ritmo actual, novela histórica actualizada a golpe de serie televisiva. Y el resultado, aunque pueda sorprender, funciona: una novela poderosa, apasionada, que adentra en las conjuras y luchas de poder del imperio romano de Oriente.

Os hablo de Constantinopla (traducción de José Antonio Soriano Marco, Grijalbo, 2019), primera novela del escritor, periodista y traductor francés Baptiste Touverey. En ella, relata la caída del emperador Focas y el ascenso de Heraclio, las luchas de éste contra el imperio persa: momentos históricos en los que el imperio romano estuvo a un tris de desaparecer, pero renació distinto y renovado. Una historia trepidante y de carácter coral, que engancha y que se articula en torno a la lucha por el poder. En pocas semanas se ha colocado como una de las ficciones históricas más vendidas en España. Hablo con este autor sobre su debut literario en un hotel madrileño.

¿Esta Constantinopla esconde claves políticas?

Si las hay, no las he colocado de manera consciente. No es una novela ácida o escrita con acritud. No es Macron quien habla en la novela… (se ríe) Además Focas (el malévolo emperador al que derrocan en la novela) es mucho más simpático que Macron. Pero creía que era importante convertirlo en algo algo moderno, que los lectores no sintiesen mucha distancia entre su tiempo y el de la historia. Nosotros no podemos reconocernos en la psicología de aquella época, porque nadie sabe cómo pensaban y sentían, nuestra mentalidad ha evolucionado. Habría sido poco franco no establecer esa conexión. Por ejemplo, he dejado fuera la religión fuera de manera consciente, es un tema que a mi no me interesa en absoluto. Lo que más me interesaba era la política y las relaciones de fuerza de ese momento. Añadí más tarde un capítulo sobre la importancia de la familia, sobre los distintos tipos de familias entre el imperio persa y el romano, cuyos conceptos de familia eran muy diferentes. Pienso que el concepto de familia ha tenido más importancia en la historia que la religión.

Quizá esa sensación de sentir lejano el pasado sea uno de los problemas que tiene la historia hoy, un momento donde la historia y las humanidades están en retroceso frente a la tecnología… ¿La novela histórica podría servir para recuperar ese gusto por la historia?

Eso espero, que estas novelas puedan ser útiles. Pero en cualquier caso, no creo que haya desaparecido ni desaparezca el gusto y el interés por la historia, porque responde a una necesidad más profunda, el mundo del pasado nos parece siempre más sencillo que nuestro tiempo. Es más fácil de proyectar e imaginar porque está lejos. Además, el pasado por el ser mero hecho de serlo adquiere una fuerza épica que el presente no tiene.

Esa conexión entre el pasado que narra y la modernidad de la que habla, hace que el lector vea muchos paralelismos con el mundo en el que vive en su novela…

La novela transcurre en una zona que está entre los Balcanes, Cartago, Egipto y todo Oriente Medio. Es una región que se inflama y todos los pueblos se enfrentan entre sí. Es un polvorín. Y hoy sigue siéndolo. Además, está el poder en Constantinopla, donde hay juegos de poder y el gran divertimento del pueblo son las carreras de caballos, que son el fútbol moderno¡el circo era más grande que el Santiago Bernabéu! Podemos pensar que el fútbol son once jugadores pegando patadas, pero hay mucho más tras él. En el circo romano, pasaba lo mismo. Así que sí, hay muchos paralelismos.

Hay quien dice que la novela histórica es un género anticuado, pero en tu novela vemos estilos y aires más frescos. Ya no es Yourcenar, Scott, Graves… ¿Ha intentado adaptarlo a un público actual, más acostumbrado a las series y el móvil que a los libros?

Me encanta Margarite Yourcenar, ¿eh? (sonríe) Memorias de Adriano es el libro que más veces he leído en mi vida, pero no me sentía preparado para escribir un libro como ese. Sí que he intentado hacer algo nuevo, me inspiro mucho en las series de televisión: en Roma, Juego de Tronos… Es un tono donde todos los lectores pueden entrar. Es el gran relato de estos tiempos. Si quieres escribir hoy en día tienes que acudir y competir con esos relatos, así que pienso que lo original en Constantinopla es la estructura: los capítulos son cortos, no hay nada superfluo, sin relleno. No quería hacer una novela histórica como Ken Follet, al que leo y me gusta, pero cuando leo Los pilares de la tierra acabas sabiendo cómo construir una catedral tú mismo. Yo quería que nos sumergiéramos en la época gracias a ciertos elementos evocadores, no muchos, sin descripciones excesivamente detalladas, quería quedarme en contar la historia.

¿Su labor como traductor ha sido clave en su salto a la novela?

Hay una gran relación entre traducción y la escritura. La traducción es una forma de reescribir, en cierto sentido. Cuando escribes te encuentras haciendo el mismo ejercicio mental que cuando traduces: sientes una idea y buscas las palabras adecuadas; es como traducir, lees una frase en alemán, en mi caso, sientes lo que quieres decir en alemán y busca una traducción, no literal, no palabra por palabra. Es un puente entre los idiomas, y en ese momento no sabes las palabras en el idioma destino. Es el mismo proceso que se da al escribir novelas.

Y ¿haber traducido a Stefan Zweig, un autora que ha escrito tanto y tan bien sobre el pasado, marca?

Sí, pero en otro sentido. Algo de Zweig que me ha inspirado mucho es cómo trata a sus personajes femeninos, que suelen ser más interesantes; sus personajes masculinos suelen ser más unidimensionales. No es que pensara conscientemente al escribir Constantinopla en él y sus personajes, pero a posteriori sí lo he visto. Una de las protagonistas resultaría totalmente zweigeniana, si existe ese término.

¿Cuándo se dio cuenta de que en la Constantinopla del siglo VII d.C. estaba su primera novela?

Fue un flechazo: al azar, descubrí las cuatro páginas que Edward Gibbon dedica a los episodios que narro en su Historia de la decadencia y caída del imperio romano. Leía para otro proyecto, que no tenía nada que ver, sobre los conquistadores, ligándolo con la caída de Constantinopla. Y esas cuatro páginas se cruzaron. Era el tema idóneo: sobre los conquistadores se ha escrito mucho, y sobre esta época casi soy el único.

Ser casi el único, ¿supone más presión o más libertad?

Hay presión porque tienes miedo de tener una idea fantástica y no estar a la altura. De ensuciar o estropear el tema. Sigo teniendo ese miedo. Este periodo lo conozco muy bien, he leído mucho, pero me he dado muchísima libertad. Para mí es importante lo dramático, lo importante es la ficción y me he dado mucha libertad.

De aquella época, ¿te habría gustado haber vivido algún momento?

Sí. El momento en que Heraclio se encuentra en Persia y el imperio romano está casi acabado, reducido a unos kilómetros alrededor de Constantinopla, asediada. Y él es el único que comprende que todo puede cambiar y darse la vuelta, porque va a atacar al enemigo. A él le atacan en el corazón de su imperio y él ataca al corazón del de enemigo. Aquella noche, tras la victoria de Heraclio en la batalla de Nínive ante los persas, en esa tienda de campaña imperial en la que se da cuenta de que lo ha logrado, de que su apuesta loca ha funcionado, sí que es un momento que me habría gustado al menos ver: ese momento de euforia tras la victoria cuando todo estaba perdida, cuando las cartas se dan la vuelta inesperadamente y de manera completa.

¿Habéis leído Constantinopla?

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