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Ilustraciones frías y mecánicas que se resisten a tener alma

'Problem Solving' - Eric Petersen

‘Problem Solving’ – Eric Petersen

El vacío se apodera de los paisajes y los humanos podrían ser autómatas. Además de ser un gran admirador de los manuales de instrucciones, a Eric Petersen le gusta llevar la contraria. Mientras que muchos artistas quieren dar a sus personajes la mayor expresividad, él persigue una frialdad mecánica. «Dibujo líneas uniformes en el ordenador para eliminar parte del elemento humano y la calidad expresiva que se ven en los trabajos no digitales», dice resumiendo el espíritu de sus trabajos.

'Moving Up' - Eric Petersen

‘Moving Up’ – Eric Petersen

No sorprende saber que, antes de poder dedicarse de lleno al arte, era programador informático. Influido por «los gráficos instruccionales» y los videojuegos, cultiva con dedicación un estilo «puramente funcional» al que da un toque anticuado manchando la superficie con marcas de desgaste o suciedad. Nadie se mira, todos viven solos en su escenario de ciencia ficción y actúan con una torpeza automática cuando realizan alguna acción. Algunas de las obras parecen el resultado de un error de software: varias personas intentan salir por una puerta a la vez y se quedan atascadas como autómatas, un hombre a punto de dar la mano a otro atraviesa a alguien con el brazo.

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El encanto didáctico de las ilustraciones enciclopédicas

'Wonders of the Human Body'

‘Wonders of the Human Body’ (‘Maravillas del cuerpo humano’) – Cutaway World

«Cuando una lente enfoca los rayos de luz y después pasa a crear la imagen sobre la pantalla, los rayos se cruzan y ponen la imagen del revés. Pero cuando esto pasa en nuestro ojo, el cerebro interpreta la imagen del derecho, ya que desde muy pequeños empezamos a aprender la verdadera posición de las cosas». El texto lo acompañan dos ilustraciones explicativas que comparan el ojo con una vieja cámara de fuelle, ambos capturan la imagen de un bucólico puente de madera que une las dos orillas de un riachuelo. Todo es sencillo y a la vez esclarecedor.

En los cortes transversales, perspectivas, diagramas, progresiones y visiones de rayos equis reside el encanto didáctico de las antiguas ilustraciones enciclopédicas y publicitarias que recopila el microblog Cutaway World, traducible por Mundo diagrama, en referencia a las imágenes cortadas que permiten ver el interior de lo que se explica.

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Dibujando la adolescencia con boli Bic

'Laughing Daisies' - Helena Hauss

‘Laughing Daisies’ – Helena Hauss

Es un bolígrafo corriente que puede deslumbrar como un estilógrafo y su diseño (sin apenas cambios desde que se comenzó a vender en 1950) trae recuerdos escolares de libretas cuadriculadas. El boli Bic, el más vendido del mundo, sirve además como inesperada herramienta para el arte, sobre todo cuando se trata de hiperrealismo. Autores actuales —empezando por el asombroso Juan Francisco Casas (Jaén, 1976)— han demostrado que no hay límites técnicos para lograr la precisión.

A estas alturas, ya no sorprenden las ilustraciones hechas a boli Bic, pero las de Helena Hauss tienen el poder de transmitir la frescura adolescente de los años de instituto que muchos asociamos a la tinta azul de los apuntes. La artista afincada en París dibuja a chicas fumando a escondidas en la biblioteca o perforándose las orejas con alfileres, a amores de instituto besándose apasionadamente en un cementerio o carcajeándose del mundo tirados en el suelo.

'The Bet' - Helena Hauss

‘The Bet’ – Helena Hauss

Las latas y los botellines de cerveza, las revistas teen y las camisetas con leyenda son imprescindibles en el universo de Hauss. No racanea detalles y, además de confesar una «gran atracción por el color azul» se declara una fetichista de «los patrones y la tipografía»: en el lomo de cada libro de la biblioteca se puede leer el título, las etiquetas de las bebidas alcohólicas son fieles a la realidad, el papel de pared es un ejemplo de paciencia…

Justifica el uso de bolígrafos vulgares recordando sus dúas en el instituto, cuando dibujaba en los cuadernos y durante las clases, a escondidas de los profesores. «Era una buena manera de que no te pillaran cuando te miraban desde lejos», cuenta en su página web. Con el tiempo, se animó con otros materiales, pero siempre se sintió cómoda sujetando el tubo hexagonal del bic, poniendo a prueba la bola de tungsteno que libera poco a poco la tinta. «Al principio, sentía algo de vergüenza por usar bolígrafos, como que no me sentía una artista real, pero en los últimos años me he dado cuenta de que se ha vuelto una especie de moda y lo he aceptado, ya que siento que este es el momento y el lugar adecuado para hacer esto».

Helena Celdrán

'Midnight Lust' - Helena Hauss

‘Midnight Lust’ – Helena Hauss

'Cover Girl' - Helena Hauss

‘Cover Girl’ – Helena Hauss

Sin título - Helena Hauss

Sin título – Helena Hauss

'The Piercing' - Helena Hauss

‘The Piercing’ – Helena Hauss

Laura Callaghan, ilustradora de la banalidad y el capricho

Ilustración de la serie 'Pick Me Up' (2015) - Laura Callaghan

Ilustración de la serie ‘Pick Me Up’ (2015) – Laura Callaghan

Cuando describe su arte habla de «mujeres sin miedo en ambientes coloridos». Laura Callaghan representa la banalidad sin remordimientos. Sus chicas, vestidas con ropa de estampados excesivos, queman billetes, se miran vanidosas en el espejo, se hacen un selfie mientras comen, contemplan con apatía el desorden que reina en su habitación, viven saturadas de caprichos y casi siempre tienen cara de aburrimiento y fastidio.

No hay espacios vacíos, las perspectivas y los colores son planos. Trabaja a mano y emplea acuarelas, tinta china y estilógrafo, materiales analógicos para lograr una estética supuestamente infantil como conseguida con rotuladores y lápices de colores.

Ilustración de la serie 'Pick Me Up' (2015) - Laura Callaghan

Ilustración de la serie ‘Pick Me Up’ (2015) – Laura Callaghan

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‘Vagabondiana’, mendigos y buscavidas en el Londres del siglo XIX

Mendigos dejando el centro de la ciudad para acudir al asilo de pobres, donde debían trabajar a cambio de comida y alojamiento - John Thomas Smith

Mendigos dejando el centro de la ciudad para acudir al asilo de pobres, donde debían trabajar a cambio de comida y alojamiento – John Thomas Smith

Exsoldados ataviados con abrigos andrajosos que alguna vez fueron parte del uniforme; excéntricos apoyados en muletas; amaestradores de perros bailarines; vendedores de cordones de botas, plantas artificiales de seda o comida para pájaros… La prosperidad en Londres siempre se redujo a una élite, mientras que los buscavidas, vagabundos y mendigos nunca han dejado de ser parte del paisaje de las añejas y señoriales calles de una ciudad que no hace más que aumentar la brecha social desde hace siglos.

El pintor, grabador y anticuario londinense John Thomas Smith (1766-1833) era un documentador nato del Londres de su época. Al contrario que la mayoría de los autores del siglo XIX, se preocupaba por retratar a personas de toda condición social, sin remilgos ni idealizaciones.

Los últimos vestigios arquitectónicos de la ciudad medieval de Londres —arrasada en su mayoría en el Gran Incendio de 1666— no llamaban la atención cuando Smith los plasmó en minuciosos grabados. De la misma manera, a nadie se le pasaba por la cabeza en 1810 dedicar toda una serie de obras a retratar a los vagabundos y mendigos que atestaban las calles de la metrópolis inglesa.

'Charles Wood y su perro bailarín' - John Thomas Smith

‘Charles Wood y su perro bailarín’ – John Thomas Smith

En 1817 Smith publicó muchos de estos trabajos en Vagabondiana, una colección que recibió diferentes nombres según la edición y que en la primera se publicó acompañada por una introducción de Francis Douce (1757-1834), un rico anticuario inglés que (como Smith) trabajó en el Museo Británico. Douce hace un repaso por la historia del arte y menciona a otros autores que buscaron a sus modelos en los vagabundos: Miguel Ángel los tomó como referencia en los comienzos de su carrera para ilustrar a personajes bíblicos. Como no tenía modo de compensarlos económicamente, hacía bocetos adicionales para dárselos y que pudieran venderlos a un tercero.

Smith no comete en sus grabados y dibujos el error de buscar compasión, sino que otorga dignidad a los modelos. Refleja su admiración por quienes apenas tienen nada, porque son conocedores de todo lo necesario para sobrevivir cada día y poseen un sentido de la dignidad que no tiene que ver con el del resto de la sociedad.

Las piezas gráficas no son mudas, las respaldan textos que el autor elaboró a partir de la experiencia de verlos cada día y compartir vivencias mientras retrataba a cada persona. Hay vendedores de cucharas que caminan 40 kilómetros al día gastando un par de botas cada seis semanas, historias de impostores que se hacen pasar por exmarineros, buscadores de clavos que caen de las herraduras de los caballos, mendigos que niegan serlo, dejan el sombrero en el suelo y consideran que cualquier moneda que los transeúntes tiren allí es más producto del azar que de la caridad.

Helena Celdrán

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

'Vagabondiana' - John Thomas Smith

‘Vagabondiana’ – John Thomas Smith

Robert McGinnis, de becario de Disney a ilustrador de 007

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

Si alguien ha logrado sintetizar las cualidades de James Bondflema british, licencia para matar (física y sexualmente), joie de vivre, insensibilidad al peligro y elegantes maneras para el compartamiento mundano— quizá la persona que sigue en la lista al indomable número uno, el actor Sean Connery, sea un señor de 88 años de Cincinnati (Ohio, EE UU). Se llama Robert McGinnis y todavía no está retirado. Durante la edad de oro de 007 fue el dibujante que vendía al espía con licencia para matar al mundo entero en carteles y dibujos promocionales.

Hablamos de la era predigital y era necesario impulsar a los espectadores mediante la imagen fija. El héroe debía entrar en la mente del consumidor antes de que este pasase por taquilla para dejar que las retinas se rindiesen a la fascinación definitiva de la pantalla. McGinnis, un ilustrador que había empezado com0 becario en la factoria Disney, era el hombre que nos daba las razones por las cuales era necesario ver la nueva película de  Bond.

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

Las ilustraciones de McGinnis para los largometrajes de 007 no se limitaban a la cartelería —hizo los pósters oficiales de casi todas las películas de la saga—, sino también a dibujos para promoción y publicidad o para productos de mercadotecnia asociados al personaje, un best seller de la cultura pop. El artista se manejaba con tanta comodidad ilustrando al personaje, las chicas Bond, los villanos y los escenarios exóticos, que el escritor Ian Fleming (1908-1964) , autor de las novelas sobre el espía británico, comentó más de una vez que debía retirarse y dejar al dibujante al frente de las nuevas aventuras: «Entiende a Bond mejor que yo y trabaja mucho más rápido».

McGuinnis había adquirido la virtud de la efectividad cuando era un crío recién salido de Secundaria que encontró hueco como aprendiz en la factoría Disney porque tenía dotes innatas para el dibujo y necesitaba ganar algo de dinero para pagarse los estudios universitarios de Bellas Artes. En Disney, como recordaría más tarde, sólo aprendió cómo rendir de a toda velocidad: «De dibujo no me enseñaron nada, pero lo sabían todo sobre cómo explotarte para que entregases el trabajo a tiempo».

Pero los trabajos para las películas de Bond, aquel «elegante camaleón» que «se movía como un gran felino en la jungla» —figuras literarias que se emplearon para hablar del espía—, le llegaron a McGinnis cuando ya había alcanzado el estatus de artista veloz, brillante y resultón. Como cartelista de cine había debutado con Desayuno con dismantes, en cuyo cartel perfiló a Audrey Hepburn como la Venus de Milo del siglo XX, y en Barbarella, en la que presentó a Jane Fonda como la primera heroína de ciencia ficción con la sexualidad, además de las pistolas de rayos, como arma de ataque.

Aún antes, durante el servicio militar en la II Guerra Mundial había tenido como compañero al también ilustrador Mitchel Hooks (1923-2013), que trabajaba como portadista de novelas en ediciones pulp. Fue este quien puso a McGinnis en el mercado editorial con una recomendación para Dell Publishing, una de las más activas empresas de los años cuarenta y cincuenta en el mercado del hard boiled, la ficción policiaca barata, lasciva y de consumo rápido.

El estilo le gustaba a McGinnis, que siempre destacó como un apasionado dibujante de la figura femenina. Se estima que firmó unas 1.200 portadas para novelas no siempre de bajo nivel —puso imagen de cubierta a obras de algunos buenos autores del género noir,  como Donald Westlake y Erle Stanley Gardner (el padre de Perry Mason)— y revistas de relatos detectivescos.

Fue en el mercado ajetreado del pulp, con bajas remuneraciones, deadlines inaplazables y trabajo abundante, donde el ilustrador fundó su estilo, basado en un dibujo de líneas claras y un prodigioso  sexto sentido para la combinación de colores —«me gusta crear sensación de color usando poco color», decía— y empezó a moldear a sus heroínas licenciosas, mujeres no siempre convenientes, casi nunca inocentes y de hermosura incuestionable.

Aunque inserto ahora unas cuantas imágenes de portadas de libros de esa época, en este set de Flickr los ávidos de más material pueden sentirse saciados.

Cuando explotó como cartelista de cine se empezó a hablar por primera vez de McGinnis como ilustrador. Él fue el primer sorprendido de que llegasen pedidos de Hollywood («estaban un poco mejor pagados que las portadas de libros, pero los veía como simples encargos, nunca pensé que llegaran más allá»), pero de pronto comprendió que la nueva condición de artista le permitía arriesgar en estilo y producción.

Al recibir la propuesta del póster de Arabesco, la película de 1966 con Gregory Peck y Sofia Loren, le enviaron una copia previa del montaje. Dijo que no le bastaba y exigió que para hacer el cartel con propiedad debía tener en sus manos el vestido atigrado y de longitud mínima que luce la actriz italiana en una de las secuencias clave del film. Los estudios cedieron y mandaron la prenda al dibujante, que vistió a una modelo para pintar el original, una obra maestra de tensión y un cebo convincente para ver la película. «Me encanta Sofia Loren, era la más bella mujer de su tiempo. Me sabía de memoria sus rasgos y las medidas de su cuerpo, sólo tuve que cerrar los ojos y dibujar«, dice McGinnis, que está especialmente orgulloso de este trabajo.

© Robert McGinnis

© Robert McGinnis

Ahora se publica el libro The Art of Robert E McGinnis (El arte de Robert E McGinnis) [Titan Books, 176 páginas y PVP de 24,99 libras esterlinas no disponible en euros por el momento]. El volumen es la reivindicación definitiva de un creador fundamental que ha puesto a disposición de los editores su archivo de originales, entre ellos los dibujos para aquellas novelas baratas de acción que desprovistos de tipografía dejan de ser una pieza de diseño gráfico y adquieren la consistencia de arte.

Capaz todavía de seguir pintando a los 88 años, McGinnis no suele aparecer entre los grandes de la ilustración y creadores de menor valía le preceden siempre en los cánones —por ejemplo Frazetta, Hannes Bok, Virgil Finlay o Michael Whelan—.

Este clásico —que en los años sesenta también pintó para revistas eróticas como Cavalier desnudos femeninos sin firmar (por temor a represalias de los pacatos productores de Hollywood)— quizá sea el último de los grandes dibujantes que no tiene la necesidad de sentarse ante una pantalla en ningún momento del proceso. «No sé trabajar con máquinas, nunca fui capaz y es muy tarde para aprender. Además, nunca seré capaz de pintar sobre ningún material distinto al papel. Es tan sensual como la piel humana«, dice.

Ánxel Grove

Seedfeeder, el anónimo y mítico ilustrador de la ‘guía sexual’ de la Wikipedia

Sentados - Seeedfeeder

Sentados – Seedfeeder

La casi infinita geografía de la Wikipedia —18.000 millones de palabras, 32 millones de artículos en 287 idiomas y, por cierto, para los descreídos, con un  índice de fiabilidad comparable al de la otrora reina del conocimiento, la Encyclopædia Britannicatiene dimensiones de planeta de ficción o pesadilla provocada por la fiebre. Imprimir por completo los contenidos de la enciclopedia en línea daría lugar a 17.119 volúmenes de 400 páginas cada uno.

En magnitudes de este calado hablar de la autoría de 48 ilustraciones parece un simple capricho y tal vez lo sea, pero el dibujante que reseño es uno de los grandes mitos de la enciclopedia online. Su apodo es Seedfeeder (nombre que en inglés se aplica a los comederos de pájaros: de seed, semilla, y feed, alimentar).

Haciendo clic en esta página podrán ver sus obras completas y quizá entender por qué es tan famoso. El anónimo Seedfeeder es el mejor dibujante sobre sexo de la Wikipedia.

El artista de lo carnal ha representado, con un estilo de línea clara que, según cuenta, está inspirado en los folletos de seguridad de las líneas aéreas —colores planos, figuras inequívocas, estilo vectorial old school y cierta esterilidad de folleto con información útil para alumnos de Secundaria—, 48 viñetas de actos sexuales: posturas para hacer el amor en pareja o grupo, estilos y formas de masturbación, juegos y perversiones —algunas cuando menos exóticas, como la japonesa del gokkun—. Abundan las posturas heterosexuales, pero también hay espacio para las homosexuales.

De pie - Seedfeeder

De pie – Seedfeeder

Los dibujos son exactos y cumplen su función didáctica con tanta precisión que han sido utilizados profusamente en la edición inglesa de la enciclopedia y en docenas de versiones más, entre ellas la española: el anexo de posturas sexuales reproduce unas cuantas.

Retirado en 2012 como usuario registrado, por sus declaraciones todavía alojadas en los archivos de la enciclopedia sabemos que Seedfeeder es hombre, heterosexual, tiene un trabajo técnico y ejecutó su contribución como ilustrador a la Wikipedia la sin intención de promocionarse o ganar dinero —los dibujos son de licencia libre—: sólo deseaba, insiste, colaborar como editor gráfico en la obra colectiva y añadir elementos «informativos» a un tema no siempre bien tratado a la hora de ser ilustrado.

Pese a los dos años de silencio desde la jubilación del artista, el interés por la obra de Seedfeeder sigue vivo: hace unos días la web Gawker titulaba Wikipedia’s Greatest Sex Illustrator Is an Anonymous Legend: Seedfeeder (El mejor ilustrador sexual de la Wikipedia es una leyenda anónima) y el Huffington Post seguía la estela con Wikipedia’s SeedFeeder Is The Weirdest Sex Illustrator You’ve Never Heard Of (Seedfeeder, el de la Wikipedia, el más extraño ilustrador de sexo del que hayas oído hablar), que añadía el toque morboso marca de la casa con el adjetivo extraño, a todas luces inapropiado, y la políticamente correcta pero cansina hasta la náusea NSFW (en inglés, no adecuado para ver en el trabajo).

¿Es necesario que las ilustraciones sean tan explícitas? «Mi filosofía es que cada artículo de la Wikipedia debería contar con todas las formas de medios asociados: imágenes, audio y vídeo. Todos los artículos, sin excepción. Cualquier argumento basado que ‘una imagen no es necesaria’ tiene valor cero para mí», ha explicado de modo razonable y claro el dibujante anónimo que se ha convertido en mito por dibujar de modo directo y sin artificio algunas de las muchas formas de hacer el amor.

Jose Ángel González

Visiones oscuras de Springfield, la ciudad de los Simpson

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

Los escenarios son tan conocidos para ti como los de tu barrio. Con Springfield, el mundo de la familia Simpson, Matt Groening siempre coqueteó con la posibilidad de estar refiriéndose a un lugar real. Primero negó que se refiriera a ninguna localidad, con el tiempo confesó haberse inspirado en su ciudad natal —Portland, en el estado de Oregón—, también en Springfield (Massachusetts), ciudad de procedencia del (hasta el año 2001) productor ejecutivo y show runner de los Simpson Mike Scully.

Springfield contiene la dualidad de no estar situado en ningún estado en particular y a la vez ser representativo de cualquier microcosmos social de occidente. Todos hemos relacionado una ciudad real con el convencional y a la vez caótico, divertido y a la vez mediocre universo de los Simpson.

A lo largo de las ya 26 temporadas de la famosa serie de televisión, sus guionistas han desarrollado la historia y los escenarios con mimo, tanto que cuando uno consulta la entrada de Springfield en la Wikipedia encuentra una cantidad de información similar o superior a la de otras localidades reales. Habitantes: 20.720, elevación: 482 metros, fundada por Jebediah Springfield en 1796, medio ambiente «inusualmente contaminado», geografía «variada» que incluye «bosques, praderas, cordilleras, un desierto, un cañón, un glaciar, playas, badlands, pantanos, un puerto, abrevaderos y canales navegables».

Consciente de que está cerca de ser real para los millones de fans de la serie, el artista estadounidense Tim Doyle crea una colección de ilustraciones que presentan a la ciudad de los Simpson con cierto realismo, envuelta en la oscuridad de la noche de un día cualquiera, con las luces apagadas y siluetas de personajes reconocibles pero a la vez ligeramente humanizados.

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

El badulaque de Apu con las torres de la central nuclear de fondo, el bar de Moe con un saxofonista apoyado en la esquina que podría ser Murphy Encías Sangrantes, la tienda de cómics con un poste de fondo señalando uno de los restaurantes de comida rápida de Krusty Burger… En la atmósfera de las láminas de la colección, que amplía desde 2012, el autor muestra una localidad en decadencia, vacía de vida y melancólica, despojada de sus habituales colores chillones.

Doyle relata en su página web que la idea para esta serie de ilustraciones se remonta al año 2001, cuando saltó la noticia de que, «a raíz de una disputa laboral», los Simpson podían llegar a su fin. «Me encontré extrañamente afectado por esta posibilidad», confiesa reflexionando sobre los muchos años que ha pasado enganchado al show desde su estreno en 1987 en los EE UU en el Show de Tracey Ullman.

«Pensé en cómo las localizaciones más famosas de Springfield, en cómo todos nosotros (…) sabemos dónde conseguir un Fresisuis, pillar un flameado de Moe o recordar dónde Jebediah Springfield perdió la cabeza. Me di cuenta de que estos lugares completamente ficticios forman una especie de geografía cultural».

Helena Celdrán

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

'UnReal Estate' - Tim Doyle

‘UnReal Estate’ – Tim Doyle

Gustave Verbeek, cómics que se leen al derecho y al revés

Viñeta de 'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' al derecho y al revés

Viñeta de ‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ al derecho y al revés

En seis viñetas cabía una historia para la que en realidad hacían falta doce. Gustave Verbeek (1867-1937) —originalmente Verbeck— llamó la atención del público neoyorquino cuando en 1903 comenzó a publicar sus tiras cómicas en el New York Herald. Los personajes caricaturescos no parecían poder quedarse quietos, no se sabía a ciencia cierta si estaban volando o tenían los pies sobre la tierra. El truco estaba en que el lector tenía que leer la secuencia de seis viñetas primero, darle la vuelta a la revista y terminar la historia al revés.

La biografía del autor de origen holandés podría tener algo que ver con la idea de crear un mundo de antípodas confusas y seres que parecen en continuo movimiento. Nacido en Nagasaki, su padre (Guido Verbeck) era educador y misionero de la Iglesia Reformista de América en Japón además de uno de los asesores políticos extranjeros más importantes del Emperador Meiji Mutsuhito (1852-1912). Gustave se crió en Japón y estudió arte en París. Después de trabajar como ilustrador y viñetista en varias publicaciones europeas, en 1900 se mudó a los Nueva York, donde vivió hasta su muerte.

La serie de 65 episodios, que se publicó semanalmente de octubre de 1903 a enero de 1905 en el diario New York Herald y en filiales de la publicación, se titulaba The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo (Algo así como Las ‘alrevesadas’ de la pequeña dama Lovekins y el Viejo Muffaroo).

Ambos son en realidad el mismo dibujo dado la vuelta: él lleva un gran sombrero de paja y sonríe de oreja a oreja; ella lleva un vestido amarillo y un extraño sombrero y apenas se le ven los pies. Una tienda de campaña se convierte dada la vuelta en una explosión en el agua, un enorme pájaro puede ser también una isla, el pico una barca y las patas dos troncos de árbol. Las aventuras tienen siempre un componente de fantasía loca, hay reinos lejanos y criaturas que con frecuencia recuerdan al folclore japonés.

La influencia oriental de Verbeek  se combina con la viñeta occidental y da como resultado un estilo extrañamente exótico. Criado en Japón cuando el país apenas comenzaba a abandonar su aislamiento cultural y comercial y a relacionarse con el resto del mundo, está claro que para esta colección de trabajos el artista encontró la inspiración en los joge-e (en japonés, dibujos en dos direcciones), xilografías típicas de la dinastía de los Meiji que combinan dos grotescos rostros en el mismo personaje.

Helena Celdrán

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man -  Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

Rafael Varona, el Henri Rousseau del gif animado

© Rafael Varona

© Rafael Varona

Imagina «mundos guardados» en los que parece ser un pequeño recipiente de cristal, microcosmos apacibles de animales exóticos, escasa presencia humana y vegetación frondosa. El ilustrador Rafael Varona (afincado en Berlín, pero celoso de revelar su país de procedencia) presenta en Impossible Bottles (Botellas imposibles) una colección de dibujos que adquieren movimiento en poéticos gifs animados.

El perezoso mueve el brazo y se balancea en una liana como para alcanzar la fruta de un árbol, una ligera brisa abanea a las aves que permanecen sobre las ramas, las gotas de lluvia caen sobre la laguna en la que una mujer de pelo largo se baña y un hombre bucea para contemplar el movimiento de las enormes algas del fondo.

© Rafael Varona

© Rafael Varona

Los bucles encapsulados, de colores planos, recuerdan a la idealizada jungla que representó en sus cuadros el pintor naíf Henri Rousseau (1844-1910). Con un mimo obsesivo, el francés imaginaba fantasías tropicales y selváticas y las envolvía en ensoñaciones que de pronto parecían realidades. Cada óleo es una provocación primitivista que rompe con las proporciones y la perspectiva y da la bienvenida al color plano, celebra con descaro la falta de profundidad.

Varona se une a la «admiración por el color» con el mismo acercamiento naíf y también participa del componente surrealista de las obras de Rousseau. El título de la serie (que el autor seguirá ampliando) alude a las botellas que contienen grandes veleros y otras miniaturas que permanecen grandiosas en el interior sin revelar cómo han conseguido pasar por el cuello del recipiente.

Helena Celdrán

© Rafael Varona

© Rafael Varona