Entradas etiquetadas como ‘cómic’

Oscuros miedos secretos trasladados a viñetas

'Deep Dark Fears' - Fran Krause

‘Deep Dark Fears’ – Fran Krause

«Siento que moriré de viejo algún día y que, justo cuando yo ya no exista, se inventará algo asombroso, y me lo perderé por completo». «Cuando uso gotas para los ojos, me preocupa que hayan cambiado la botella por una de Superglue y los ojos se me queden pegados para siempre». «Cuando vamos en coche tarde por la noche y veo uno igual al nuestro, me preocupa, cuando pase a nuestro lado,  que en su interior haya una versión de nosotros con la mirada vacía».

El ilustrador, dibujante de cómics y animador estadounidense Frank Krause invita a compartir temores, fobias, neurosis y experiencias incómodas a cualquiera que necesite confesarlas. Él, a cambio, las trasladará a viñetas. Deep Dark Fears (Miedos oscuros y profundos) es el microblog donde las difunde.

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Laura Callaghan, ilustradora de la banalidad y el capricho

Ilustración de la serie 'Pick Me Up' (2015) - Laura Callaghan

Ilustración de la serie ‘Pick Me Up’ (2015) – Laura Callaghan

Cuando describe su arte habla de «mujeres sin miedo en ambientes coloridos». Laura Callaghan representa la banalidad sin remordimientos. Sus chicas, vestidas con ropa de estampados excesivos, queman billetes, se miran vanidosas en el espejo, se hacen un selfie mientras comen, contemplan con apatía el desorden que reina en su habitación, viven saturadas de caprichos y casi siempre tienen cara de aburrimiento y fastidio.

No hay espacios vacíos, las perspectivas y los colores son planos. Trabaja a mano y emplea acuarelas, tinta china y estilógrafo, materiales analógicos para lograr una estética supuestamente infantil como conseguida con rotuladores y lápices de colores.

Ilustración de la serie 'Pick Me Up' (2015) - Laura Callaghan

Ilustración de la serie ‘Pick Me Up’ (2015) – Laura Callaghan

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Gustave Verbeek, cómics que se leen al derecho y al revés

Viñeta de 'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' al derecho y al revés

Viñeta de ‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ al derecho y al revés

En seis viñetas cabía una historia para la que en realidad hacían falta doce. Gustave Verbeek (1867-1937) —originalmente Verbeck— llamó la atención del público neoyorquino cuando en 1903 comenzó a publicar sus tiras cómicas en el New York Herald. Los personajes caricaturescos no parecían poder quedarse quietos, no se sabía a ciencia cierta si estaban volando o tenían los pies sobre la tierra. El truco estaba en que el lector tenía que leer la secuencia de seis viñetas primero, darle la vuelta a la revista y terminar la historia al revés.

La biografía del autor de origen holandés podría tener algo que ver con la idea de crear un mundo de antípodas confusas y seres que parecen en continuo movimiento. Nacido en Nagasaki, su padre (Guido Verbeck) era educador y misionero de la Iglesia Reformista de América en Japón además de uno de los asesores políticos extranjeros más importantes del Emperador Meiji Mutsuhito (1852-1912). Gustave se crió en Japón y estudió arte en París. Después de trabajar como ilustrador y viñetista en varias publicaciones europeas, en 1900 se mudó a los Nueva York, donde vivió hasta su muerte.

La serie de 65 episodios, que se publicó semanalmente de octubre de 1903 a enero de 1905 en el diario New York Herald y en filiales de la publicación, se titulaba The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo (Algo así como Las ‘alrevesadas’ de la pequeña dama Lovekins y el Viejo Muffaroo).

Ambos son en realidad el mismo dibujo dado la vuelta: él lleva un gran sombrero de paja y sonríe de oreja a oreja; ella lleva un vestido amarillo y un extraño sombrero y apenas se le ven los pies. Una tienda de campaña se convierte dada la vuelta en una explosión en el agua, un enorme pájaro puede ser también una isla, el pico una barca y las patas dos troncos de árbol. Las aventuras tienen siempre un componente de fantasía loca, hay reinos lejanos y criaturas que con frecuencia recuerdan al folclore japonés.

La influencia oriental de Verbeek  se combina con la viñeta occidental y da como resultado un estilo extrañamente exótico. Criado en Japón cuando el país apenas comenzaba a abandonar su aislamiento cultural y comercial y a relacionarse con el resto del mundo, está claro que para esta colección de trabajos el artista encontró la inspiración en los joge-e (en japonés, dibujos en dos direcciones), xilografías típicas de la dinastía de los Meiji que combinan dos grotescos rostros en el mismo personaje.

Helena Celdrán

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man -  Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man’ – Gustave Verbeek

'The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo' - Gustave Verbeek

‘The Upside Downs of Little Lady Lovekins and Old Man Muffaroo’ – Gustave Verbeek

Un libro sobre las mutaciones del cómic contemporáneo

"Supercómic"

«Supercómic»

Advertencia previa de los editores: «Precaución: este libro no es una historia del cómic. Tampoco es una guía de lectura ni una lista de la compra para principiantes. Dios nos libre. Este libro es un conjunto de ensayos lúcidos, heterogéneos y desacomplejados sobre el cómic actual: sobre sus mutaciones fundamentales en todo el mundo a lo largo de los últimos años. Porque el cómic ha cambiado mucho últimamente, y con él sus lectores».

Supercómic. Mutaciones de la novela gráfica contemporánea, que acaba de editar Errata Naturae [360 páginas, 21,9 euros], es una colección de ensayos, sobre la  transformación reciente del cómic en un género que ha implosionado y ya no se limita al cultivo de la nostalgia de baja intensidad, sino que es también autobiografía, libro de memorias, crónica periodística en viñetas, reinvención de superhéroes, tebeo como ensayo, representación extrema de la sexualidad…

El público de esta nueva forma plural del cómic, dice el coordinador del libro, Santiago García, no vive la experiencia de la lectura con la nostalgia de la niñez de los aficionados clásicos, sino como una «revuelta de clase cultural» de «lectores adultos que esperan la llegada de nuevos cómics no con la intención de aumentar una colección iniciada cuando tenían quince años, sino porque su lectura les resulta tan apetecible como la de la última novela de Paul Auster, Michel Houllebecq o Roberto Bolaño, como la última película de Paul Thomas Anderson, J. J. Abrams o Lars von Trier, o como la última versión de Portal, Dead Space o GTA«.

El libro, que reúne trece ensayos, pasa por encima de discursos caducos para legitimar o prestigiar el cómic —arte mayor desde hace bastante— y se concentra en visiones personales. Hay narraciones desde dentro —La autobiografía en el cómic. Una breve introducción a un tema muy extenso, visto desde una bicicleta en marcha, del historietista escocés Eddie Campbell—, disecciones en detalle —‘Love and Rockets’ o la cumbre de la ficción seriada, de Ana Merino, sobre la obra de los hermanos Jaime y Gilbert Hernádez; Los fracasos de Chris Ware, de David M. Ball, o Un zoom para Shintaro Kago, de Jordi Costa, que examina la obra de un dibujante «cómico y repugnante, sublime y escatológico, vanguardista y retrógrado«— y entrevistas como El hombre tranquilo y las pequeñas cosas, donde Alberto García Marcos habla con Emmanuel Guibert.

Si desean leer la introducción de este vivificante libro sobre la cultura del cómic después del cómic, la editorial ha colocado aquí un pdf con la introducción.

Ánxel Grove

 

 

 

 

Viñetas de animales que despiertan una sonrisa

Una de las microhistorias de Liz Climo

Una de las microhistorias de Liz Climo

Una colección de osos, ratas, conejos, pingüinos, mofetas, nutrias, osos hormigueros y algún que otro dinosaurio protagonizan microhistorias que no superan las tres viñetas. Los paisajes apenas existen y la relación entre ellos es pura, casi infantil. A pesar de la sencillez, el universo sencillo de Liz Climo es acogedor y atractivo.

La artista estadounidense trabaja como diseñadora y revisa storyboards en el departamento de animación de Los Simpson, la serie de dibujos animados más popular y longeva de la televisión. Hi, I’m Liz (Hola, soy Liz) es su microblog personal, una vía de escape creativa con la que se sacude las obligaciones laborales.

En las formas redondeadas, los ojos diminutos y las expresiones serias pero bondadosas se adivina el rastro de Jean de Brunhoff (1899-1937), creador del elefante Babar. Las situaciones y las mininarraciones tienen un carácter naíf de libro infantil, que sin embargo también conmueve a un adulto. La serpiente que se comió un bastón de caramelo, el puercoespín que quería un gorro hecho de globos, el pingüino que juega a piedra papel o tijera y sólo puede sacar papel… Cada personaje daría para protagonizar una narrativa por sí mismo. Climo se fija en la cualidades de cada especie para introducirlas en las costumbres humanas sin resultar cursi y logrando una leve sonrisa en el espectador, que inevitablemente regresará a por más cuando haya leído todas las viñetas.

Helena Celdrán

'Las tijeras pueden con el papel. He vuelto a ganar' '¿Podemos jugar a otra cosa?'

Oso: «Las tijeras pueden con el papel. He vuelto a ganar». Pingüino: «¿Podemos jugar a otra cosa?»

 

"¡Uy! Me he debido dormir cuando comía mi ensalada"

«¡Uy! Me he debido dormir cuando me comía mi ensalada»

'Breaking Baaad'

‘Breaking Baaad’

"Te has comido otro bastón de caramelo ¿verdad?"

«Te has comido otro bastón de caramelo ¿verdad?»

Lisbeth Salander, a la caza de Charles Dickens

Tres representaciones de Lisbeth Salander

Tres representaciones de Lisbeth Salander

Cinco años después de la publicación del tercer volumen de la serie Millennium en el mundo se han vendido unos 65 millones de ejemplares de los libros, que están camino de convertirse en las obras de ficción más vendidas de toda la historia: se acepta que la primera es Historia de dos Ciudades, con más de 200 millones de unidades, pero la obra de Charles Dickens lleva en el mercado desde 1859 y las novelas de Stieg Larsson aparecieron en 2005, 2006 y 2007.

Aceptemos la opinión entusiamada de Mario Vargas Llosa («he leído Millennium con la felicidad y excitación febril con que de niño leía a Dumas o Dickens. Fantástica. Esta trilogía nos conforta secretamente. Tal vez todo no esté perdido en este mundo imperfecto») o nos sobrecoja la duda sobre por qué nos gustan tanto las malas novelas y sus abundantes clichés —antes de seguir, aquí está mi confesión: me fascinó el primer volumen, que acabé en dos días; me gustó moderadamente el segundo y no pude terminar el tercero, que me pareció un manuscrito falto de dos o tres correcciones a fondo—, lo cierto es que los personajes creados por el prematuramente muerto periodista y escritor sueco, en especial la heroína incorrecta Lisbeth Salander, han alcanzado la categoría de mitos con una premura muy propia del frenesí voraz de los tiempos.

Cubierta en coreano de uno de los libros de la saga Millennium

Cubierta en coreano de uno de los libros de la saga Millennium

Una búsqueda en Google a partir del nombre de la protagonista —hacker, punk, fumadora, bisexual, desinhibida, inteligente, justiciera, asocial, alegal, combativa («ningún sistema de seguridad es más fuerte que su usuario más débil»), posible enferma de Asperger, mal hablada, casi anoréxica (42 kilos), exresidente en siquiátricos y otros gulags estatales para los diferentes, excitante, ventitantos, metro y medio…— alcanza los casi tres millones de resultados. Lisbeth Salander influye en la moda, protagoniza un inminente cómic (dibujado por el catalán Josep Homs), se convierte en aplicación para smartphone, es citada como una resiliente de manual de psicología, se convierte en referente de la ética posmoderna de los antisistema («jamás habla con policías y funcionarios»), ejerce un feminismo extremo y es la más malota (y también la única atractiva) millonaria de ficción reseñada por la revisa Forbes.

Una constatación: la potencia inconstestable del impacto de Salander en su generación. En la web temática de los editores españoles del libro, Destino, hay mensajes de lectores, sobre todo mujeres, de este tono: «Una guerrera que se antepone a todo, que le dice a la sociedad mucho aunque no abra la boca»; «una antisocial, una luchadora innata, una singular hacker«; «hermosa, dura y tan frágil, que conmueve y una no puede dejar de solidarizar y empatizar con ella»; «una superviviente que lucha contra la adversidad. Y sí, este tipo de personajes que lucha contra algo está muy visto. La diferencia es que esta vez, la luchadora es una mujer, y lucha contra los hombres»; «por fin vemos una superwoman, no solo sexy y guapa…, sino inteligente y normal»…

Diseño de Jonathan Barker, ganador de un concurso 'online' sobre cubiertas alternativas de los libros de Larsson

Diseño de Jonathan Barker, ganador de un concurso ‘online’ sobre cubiertas alternativas de los libros de Larsson

Otra constatación, ésta de carácter personal. En la ciudad en la que vivo —no importa cuál: las ciudades occidentales son una misma ciudad repetida con matices diferenciales muy leves— abundan las librerías de segunda mano. En todas ellas, sin excepción, encuentro cada vez que entro docenas de ejemplares abandonados de las tres novelas de Larsson, Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire.

Nunca entendí la deserción cuando se trata de un libro de esos que se te han pegado alma y no puedo evitar preguntarme si los apasionados lectores de la trilogía no desean releerla. Si esa es la norma, ¿hablamos de un fenómeno efímero y de corto alcance, de una tendencia muy siglo XXI de consumo rápido y abandono?, ¿prefieren los seguidores de las novelas la edición digital y han decidido, muy de acuerdo con la postpunk Salander, prescindir del engorro de los papeles y acumular sólo bytes? (Larson, por cierto fue el primer escritor de la historia en llegar al millón de ejemplares vendidos en e-book en Amazon)…

En otros términos, ¿representará Lisbeth Salander los valores de individualismo y libertad que Huck Finn representó para los jóvenes del siglo XIX y Holden Caulfield para los del XX?, ¿será capaz Larsson de alcanzar a Dickens? Acaso convenga estar preparados para el cambio de paradigma literario y conocer alguna circunstancia más del autor sueco: un idealista tan cegato como para aplicar un análisis troskista a la realidad actual, un activista de causas nobles, un fanático de la ciencia ficción, un testigo mudo y apático durante su adolescencia de una violación en grupo a una joven y, en fin, un escritor capaz —y pocos lo son— de agitar los ingredientes de su vida en el remolino de la ficción para subyugar a los lectores.

Stieg Larsson y sus padres, en torno a 1955

Stieg Larsson y sus padres, en torno a 1955

1. Hijo de adolescentes en la mina más sucia. Karl Stig-Earland Larsson —cambió su nombre de pila más tarde por el de Stieg— nace el 15 de agosto de 1954 en el pueblo de Skelleftehamn, un villorrio pesquero situado 600 kilómetros al norte de Estocolmo y no demasiado lejos del Círculo Polar. Sus padres se habían conocido un año antes, cuando tenían quince. Ella, Vivianne Böstrom, se queda preñada casi de inmediato. Viven en pareja y en condiciones casi miserables en un apartamento de una sola estancia y sin calefacción. El padre, Erland Larsson, trabaja en la mina de Rönnskärsverken, una de las industrias más sucias y contaminantes de los países nórdicos por los excedentes de ácido sulfúrico derivados de los procesos de extracción de la factoría, propiedad del holding Boliden AB —causante del desastre ecológico de Aznalcóllar en el parque de Doñana en 1998—. Los sindicatos dicen que los empleados de la mina sueca estornudan sangre y mueren antes de los 50. El gobierno jamás investiga las denuncias.

2. La colaboración de Suecia con Hitler, revelada por el abuelo. Cuando los padres de Stieg se marchan a Estocolmo en busca de un futuro algo mejor, el niño, de un año, queda al cuidado de los abuelos maternos Severin y Tekla, con quienes vive hasta los nueve. Severin, que había sido militante antinazi y seguía creyendo en las bondades del comunismo ortodoxo, cuenta al niño el episodio más oscuro de la historia reciente de Suecia. Aunque el país era en teoría neutral durante la II Guerra Mundial, lo cierto es que actuó como un socio colaborador del nazismo: aportó materias primas (hierro y otros minerales) a la industria bélica alemana, permitió que millones de soldados de Hitler atravesasen su territorio para llegar a Noruega, Dinamarca y Finlandia y censuró toda la propaganda antinazi. Unos 300.000 comunistas, anarquistas o liberales con conciencia fueron encerrados en campos de concentración.  La revelación de este deshonroso secreto nacional, que rara vez se menciona en público en Suecia, conmociona al pequeño Stieg y se convierte en uno de los motivos de su vida.

Larsson y su máquina de escribir

Larsson y su máquina de escribir

3. Propensión genética a los ataques al corazón. Si algo está escrito en los genes de la rama materna de Larsson es le propensión a los infartos tempranos. El abuelo Severin muere de uno en 1962, a los 55 años. La abuela, de otro, en 1968, a los 57. La madre, en 1991, a los 55.

4. La máquina. Cuando Stieg cumple 12 años, sus padres —a quienes las cosas les van mejor: trabajan en comercios, habían tenido otro hijo y viven en Umeå— le regalan una máquina de escribir Facit, de hierro y muy ruidosa. Los padres se arrepienten: el chico no para de teclear —temas favoritos: política, ciencia ficción y diexismo (escuchar e identificar emisoras de radio lejanas y exóticas)—. Entre el receptor de radio y la Facit es tanta la gresca que los Larsson alquilan un pequeño local para Stieg y sus cacharros en un sótano del edificio colindante.

5. Maoísta y testigo de una violación. Cada vez más radical en sus postulados, en 1969 y en plena campaña mundial de protestas contra la intervención de los EE UU en Vietnam —no censurada por el gobierno socialdemócrata sueco—, Stieg se alista en un partido maoísta, el DFFG, y se declara «antirracista y feminista». Ese mismo año, en un campamento de verano, es testigo de cómo varios adolescentes, algunos de ellos amigos suyos, violan a una chica. Stieg no interviene. Más tarde encuentra a la muchacha e intenta pedirle perdón. Ella lo increpa por cobarde. Se ha publicado que el nombre de la víctima era Lisbeth.

Stieg Larsson y Eva Gabrielsson en 1980

Stieg Larsson y Eva Gabrielsson en 1980

6. Rechazado como periodista. Tras intentar sin éxito entrar en una escuela de Periodismo (suspende el examen de admisión) y trabajar como cerrajero, repartidor de prensa y empleado de una lavandería, empieza a publicar piezas en fanzines de ciencia ficción. En 1973 conoce en una manifestación antibélica a la estudiante de Arquitectura Eva Gabrielsson. Vivirán juntos hasta la muerte de Larsson.

7. Instructor de granaderas en Eritrea. En 1977, ya alejado del maoísmo y afiliado al minúsculo partido troskista sueco, en cuyas publicaciones firma piezas con el seudónimo Severin, en honor a su abuelo, organiza un viaje a Eritrea para intentar entrar en contacto con la guerrilla comunista del Eritrean’s People Liberation Front. Antes de dejar Suecia escribe dos cartas que rotula: «Abrir sólo tras mi muerte». Una es una declaración de amor a Eva y la segunda un «testamento» mediante el cual dona sus escasas pertenencias a la Liga de Trabajadores Communistas, un sindicato troskista. Tras un difícil viaje, Larsson logra contactar con los guerrilleros y entrena a mujeres en el uso de granadas con las técnicas básicas que había aprendido unos años antes durante el servicio militar. Tiene que regresar a toda prisa a Suecia por una gravísima infección renal complicada con altas fiebres provocadas por la malaria.

Portada del primer número de "Expo"

Portada del primer número de «Expo»

8. «Amenaza contra la raza blanca». Para ganarse la vida trabaja como ilustrador, desde 1979, en la agencia Tidningarnas Telegrambyrå, pero lo que de verdad le apasiona es escribir sobre antifascismo y racismo. En 1987 rompe sus lazos con los troskistas y en 1991 edita su primer libro, Extremhögern (Extrema derecha), con la periodista Anna-Lenna Lodenius. Se compromete con la facción sueca de Stop Racism y forma parte del núcleo fundador de la revista Expo, apadrinada por una fundación sin ánimo de lucro. Publican el primer número en 1995 y anuncian que se dedicarán al periodismo de investigación para detener el ascenso del neonazismo en Suecia. Un año más tarde un grupo supremacista publica una foto y la dirección de Larsson, sugiriendo que debía «ser eliminado por tratarse de una amenaza contra la raza blanca»; la redacción de la revista es atacada por una pandilla de extremistas y los datos personales de Larsson aparecen también en poder de un detenido por conexiones neonazis que había sido oficial de las SS de Hitler y en los domicilios de los acusados de asesinar al líder sindical Björn Söderberg. En una época en que varios periodistas suecos sufren atentados, uno de ellos mortal, la Policía ofrece a Larsson escolta durante meses. El periodista publica un libro sobre el partido político Sverigeremokraterna (Demócratas de Suecia), que enmascara una ideología de extrema derecha bajo una apariencia nacionalista.

Stieg Larsson

Stieg Larsson

9. Los primeros editores no abrieron el sobre con el manuscrito. En 2002, durante las vacaciones de verano, Larsson empieza a desarrollar lo que será la trilogía Millennium. Tras dejar que Eva y unos cuantos amigos íntimos lean los manuscritos de las dos primeras novelas, las envía, en 2003, a la editorial Piratförlaget, donde nunca, como ellos mismos han reconocido, llegaron a abrir el sobre, devolviéndolo con una carta formal de rechazo. En la segunda editora, la legendaria Norstedts, sí leen las piezas y le ofrecen de inmediato al autor un contrato por tres novelas y un avance de derechos de 70.000 euros. Es abril de 2004. El 15 de agosto Larsson cumple 50 años. Va a celebrar una fiesta pero la pospone para seguir escribiendo ficción. Sus amigos le encuentran más feliz que nunca. Incluso ha engordado.

10. «Quizá sí, me duele el pecho». El 9 de noviembre de 2004 tiene una cita en la oficina de Expo. Al llegar encuentra el ascensor averiado y sube los siete pisos a pie. Llega pálido, sudoroso, desencajado. Sus compañeros le preguntan si se siente mal, si quiere que llamen a una ambulancia. «Quizá sí, me duele el pecho», dice antes de desplomarse con un ataque al corazón. Muere una hora más tarde, en el hospital.

Cubierta de la primera edición en Suecia del libro inicial de la saga

Cubierta de la primera edición en Suecia del libro inicial de la saga

11. La batalla postmórtem por la fortuna.  Desde la publicación del primer tomo de la saga, que apareció en Suecia en agosto de 2005 con el título Män som hatar kvinnor (Los hombres que odian a las mujeres) —luego sustituido en algunas partes del mundo por el mucho más comercial de The Girl With the Dragon Tattoo (La chica con el tatuaje del dragón)—, y con la mundialización milmillonaria de las novelas, una amarga batalla legal y moral se desata entre el padre y el hermano del escritor y Eva Gabrielsson. Las leyes suecas no reconocen derechos de herencia a las parejas de hecho y la compañera de Larsson durante tres décadas no ha recibido ni un centavo de la fortuna que han generado las novelas y sus adaptaciones al cine. Ella sostiene que el padre y el hermano se desentendieron siempre de Larsson, pero algunos amigos íntimos de éste, como el militante antiracista Kurdo Baksi, dicen lo contrario. El escritor murió sin dejar otro testamento que aquella carta escrita antes de viajer a Eritrea en 1977. Los tribunales suecos han fallado en contra de la media docena de militantes del grupo troskista que quisieron hacer valer su derecho a la fortuna porque la disposición de la carta, según el fallo judicial, sólo era válida si Larsson fallecía en el viaje a Eritrea.

Stieg Larsson

Stieg Larsson

12. Nazis parlamentarios. En las elecciones de 2010, los Demócratas de Suecia, tras una campaña electoral propugnando el odio racial, obtienen 20 escaños en el Parlamento de Suecia. Es la primera vez que un grupo filonazi entra en el Riksdag desde la II Guerra Mundial.

13. La venganza de Dios. Al parecer, Larsson tuvo tiempo de escribir un manuscrito casi completo de otra novela y notas para algunas más. Es posible que Eva Gabrielsson tenga el original inédito, pero estaría en un ordenador portátil que pertenecía a la revista Expo. ¿De qué va la novela? Sabemos que se desarrolla en parte en el noroeste de Canadá, que Lisbeth Salander «se deshace de sus enemigos y de sus propios demonios» y que el tíulo que manejaba Larsson era La venganza de Dios.


14. Dos canciones (y 240 tazas de café). En las tres novelas de Larsson, pese al retrato naturalista de la sociedad cerebral y neurótica de Suecia, no hay apenas alcohol —Lisbeth es abstemia y el periodista Mikael Blomkvist sólo se regala algún malta añejo en momentos especiales—, aunque sí muchas tazas de café (240) e incluso una máquina para hacer espresso, la Jura Impressa X7, que cuesta unos 3.000 euros, aunque el escritor, en un patinazo, le otorga el valor de 10.0000. Como buen hijo de los años cincuenta, Larsson incluye en la saga dos guiños musicales muy pertinentes: Maria, un tema de Blondie de 1999 que habla sobre una chica a la que todo «le importa muy poco» y Cat People (Putting Out the Fire), de David Bowie (1982), que gira en torno a la idea de «apagar el fuego con gasolina».

Lisbet, Modesty y Pippi

Lisbet, Modesty y Pippi

15. ¿Quién es Lisbeth? En Lisbeth Salander los analistas y semiólogos han encontrado rasgos de Pippi Långstrump, el personaje de ficción de la escritora sueca Astrid Lindgren. Como Pippi, Lisbeth es la niña más fuerte del mundo, más que cualquier hombre, y se mueve a gran velocidad. Otro personaje-espejo es Modesty Blaise, una chica sin nombre y de pasado criminal que conoce extrañas artes de lucha y se enfrenta a villanos excéntricos entre los que abundan los «fantasmas» de su propio pasado. Sin embargo, parece que la verdadera inspiración de Larsson es su sobrina Therese, con la que cruzó centenares de emails mientras redactaba las novelas para palpar la sensibilidad adolescente. La chica, que tenía entonces 15 años, era muy flaca, vestía de negro a lo punk y se metía sin miedo en peleas contra chicos. Fue muy sincera con su tío en el intercambio y se mostró confesional y encantada de colaborar. Therese, que nunca ha hablado sobre su marca sobre el personaje, recibió de Larsson el mejor de los elogios: «Lisbeth Salander eres tú».

Ánxel Grove

Una colección ‘online’ de criaturas incomprendidas

Cuatro ilustraciones recientes de Renee French

Cuatro ilustraciones recientes de la artista – © Renee French

Son criaturas incomprensibles e incomprendidas. Las sombras grises del lápiz envuelven sus extrañas acciones en un ambiente fantasmal sin quitarles poesía. En las viñetas solitarias de la estadounidense Renee French (1963) las historias comienzan y acaban en el surrealismo de personajes que se sienten lejos de los demás.

Es conocida entre los aficionados al cómic. Con los años se ha convertido en una figura de culto, con historias protagonizadas por una mujer de jabón, chimpancés con vestido, niños de aspecto inusual, peces que boquean sus últimas palabras fuera del agua…

Aunque no es una recién llegada al negocio y sigue publicando, su página oficial no es buen lugar para ver novedades. Al entrar, un mensaje encabeza la home: «Esta web es antigua. Pasa y mira, pero para material actual visita mi blog«.

El blog se ha convertido en un receptáculo de viñetas en blanco y negro que capturan a la artista. French ha encontrado la comodidad en la sencillez de la página, en la que ya lleva años colgando a buen ritmo pequeñas ilustraciones. Es un cuaderno de bocetos que la obliga a añadir a diario una ventana a otro mundo: la autora reconoce el enganche y lo califica de «compulsión seria».

Un ave melancólica, personas con protuberancias que eliminan el rostro, un leopardo de cuyo hocico sale disparado un grupo de moscas… Las últimas ilustraciones que ha publicado las protagoniza una especie de pollito inanimado, hinchable y de gran tamaño, observado por personas que a su lado parecen puntos. French imagina escenas que le resulten desasosegantes, que despierten un miedo que sea dificil de explicar, explora el significado de la belleza e intentar entender por qué es tan importante que algo sea bonito.

Helena Celdrán

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© Renee French

Roy Lichtenstein, el chico tímido del Pop Art

'M-maybe' (1963) - Roy Lichtenstein

'M-maybe' (1963)

Afirmaba que las grandes obras de la historia del arte son «un banco de imágenes», una colección de logotipos artísticos que todos tenemos en la cabeza. Roy Lichtenstein buscaba la imagen clara y contundente que el espectador pudiera reconocer al instante.

Se atrevió a pintar lo que no le gustaba a nadie en el mundo del arte: comenzó en los años cuarenta a explorar la cultura popular, lo que se ve a diario en las revistas, en la publicidad, en las páginas amarillas y en los tebeos. Los envoltorios, lo vulgar y lo repetido eran para él una mina de inspiración.

Elevó a institución lo que nadie respetaba y desarrolló su arte pasando por encima de los pretenciosos, con una simpleza de tramas de cómic y motivos que parecían una burla (como una pelota de golf, un pollo asado o una radio). Así se abrió paso entre los expresionistas abstractos que triunfaban tras la II Guerra Mundial, como el atormentado Jackson Pollock, aclamados por la crítica más esnob del momento.

'Standing rib' (1962)

'Standing rib' (1962)

El Cotilleando a… de esta semana es para el pintor Roy Lichtenstein (1923-1997), un hombre descreído de su popularidad, que nunca quiso inventar nada, sino solo pintar y sentirse satisfecho con su pequeña revolución.

Se convirtió en inventor del Pop Art, en el envés del otro fundador del estilo, Andy Warhol, obsesionado por las marcas, mitómano y ególatra. Lichtenstein era tímido, callado y reflexivo, transmitía paz y trabajaba sorprendiéndose, incluso tras décadas de fama, de que sus obras se vendieran.

1. Nacido y criado en Manhattan (Nueva York), comenzó en la línea del expresionismo abstracto, emocional y contrario a la figuración. No se conserva ninguna obra de estos comienzos: el pintor renegó de ellas y las destruyó al encontrar su lenguaje propio.

2. Se matriculó en 1940 en la Ohio State University para especializarse en Bellas Artes. «Era de una tranquila sofisticación. Roy se había criado en Nueva York. Gran parte de los profesores por entonces procedían de Ohio, pero él ya había visto mucho del mundo del arte. (…) Con su manera de ser calmada, se ganó el respeto de todos sus colegas» recuerda el artista Sidney Chafetz, que fue su profesor en aquellos años.

'Look Mickey' (1961)

'Look Mickey' (1961)

3. Estudiando para su título de posgrado, fue nombrado profesor auxiliar en el departamento de Bellas Artes. En 1950 la universidad ya no le ofreció la plaza y él y su mujer Isabel se mudaron a Cleveland. Ella triunfaba como interiorista y él era dibujante, diseñador de muebles y de piezas mecánicas, decorador de escaparates… Por primera vez trabajaba con fines comerciales y entraba en contacto con los objetos mundanos. En sus obras comenzaron a introducirse contadores, válvulas, termómetros y otras piezas ajenas a los motivos canónicos.

4. Look Mickey (1961) fue la primera pintura en la que se alejó por completo del expresionismo abstracto. La obra protopop mostraba a un imperfecto pato Donald hablando al ratón Mickey. Todavía de trazos dubitativos, provocó en el artista un deseo de ruptura con todo lo que había pintado antes. Tenía miedo de dar el salto hacia un estilo que ni él sabía bien como defender, pero la atracción hacia esa puerta abierta no era fácil de ignorar.

'Whaam' (1963)

'Whaam' (1963)

5. Elaboró a partir del cuadro una colección en vistas a conocer a Ivan Karp, ayudante de Leo Castelli, un destacado marchante neoyorquino especializado en arte contemporáneo. Roy volvió a Nueva York -aún a costa de su felicidad matrimonial- porque languidecía como maestro y necesitaba jugárselo a todo o nada con el lenguaje radical que había desarrollado: «Comencé seriamente. Empleaba las otras pinturas -las abstractas- como alfombrillas. Como pintaba en el dormitorio, las ponía en el suelo para no mancharlo de pintura. Acabaron destrozadas. (…) Las pisaba y dejaba que cayeran gotas de pintura de otros cuadros sobre ellas. Al final las tiré, eran una docena o así».

'Girl with ball'

'Girl with ball' (1961)

6. The Engagement Ring, Girl with Ball o The Refrigerator fueron parte de esta nueva colección. Comenzó a transformar las fórmulas del cómic en un lenguaje pictórico. Los contornos eran negros, la paleta se reducía al blanco, el negro y los colores primarios (amarillo, rojo y azul). En 1961 empezó a aplicar extensiones de puntos que imitan las tramas de impresión o puntos Benday (en honor a su inventor, Benjamin Day, ilustrador y grabador). En estas primeras obras Lichtenstein los pintó a mano, pero después adoptó un sistema de plantillas.

7. Convertía las convenciones estéticas en clichés geométricos: «La nariz de la típica reina de la belleza estadounidense son dos comas verticales, no el contorno (…); y el estereotipo de hombre guapo es una única línea que representa el borde del labio inferior y una sombra debajo».

8. El galerista Ivan Karp recuerda el día en que expusieron las obras de Lichtenstein por primera vez: «Fue muy en contra de la opinión de nuestra comunidad artística (…). ¡Ya sólo la temática era tan ajena! (…) Cosas comerciales, objetos procedentes de los periódicos. Todo era muy directo, anodino, frío, tonto de alguna manera. Un conservador de un museo local, muy amigo de la galería, dijo que habíamos ido demasiado lejos y que ya no le interesaría venir si pensábamos exponer este tipo de obras».

'Golf ball' (1962)

'Golf ball' (1962)

9. Se convirtió en un estudioso de la imagen. Warhol repetía el motivo al estilo de una fábrica; Lichtenstein elevaba a los altares el objeto, le otorgaba el don de la individualidad y lo transformaba en abstracto. Los patrones del caucho negro de una rueda en Tire (1962) son un estudio geométrico. La pelota de golf que pintó ese mismo año, sobre un fondo casi igual de blanco, hace que la esfera parezca un círculo con manchas dentro.

10. En los cuadros-viñeta que lo hicieron popular, la acción se sitúa fuera del lienzo y lo que captura el pintor es un momento sin principio ni final, coronado con una frase enigmática dentro de un bocadillo. Siempre consideró la composición como uno de los pilares fundamentales de un cuadro. La contraposición de las tramas, las superficies lisas y los bocadillos buscaban ser un collage de texturas.

'Figures in Landscape' (1977)

'Figures in landscape' (1977)

11. Se fue distanciando poco a poco de la realidad, creando un mundo artificial que lo devolvía progresivamente a la abstracción. Se suele atribuir una presunta frialdad a las obras de Lichtenstein, por la meticulosidad del diseño y las composiciones limpias, casi mecánicas. Él se defendía de estas acusaciones: «Quiero que mi trabajo se vea como algo programado e impersonal, pero no creo que yo sea personal cuando lo realizo. (…) Tendemos a confundir el estilo de la obra acabada con los métodos empleados para hacerla».

12. Se dejó influir en los setenta, los ochenta y los noventa por el cubismo, el expresionismo y el surrealismo. La abstracción comenzó con ejemplos como Landscape with column (1965) o Yellow sky (1966). Continuó con las pinturas tipo mural de Figures in landscape (1977) y lo acompañó hasta el final de su vida con paisajes minimalistas, de influencia japonesa, como Landscape in fog (1996).

'Head with blue shadow' (1965)

'Head with blue shadow' (1965)

13. En una entrevista de 1967 habló de su interés por la sombra y la luz, que le llevó a esculpir cabezas de cerámica como Head with blue shadow (1965): «Siempre quise caracterizar a alguien como en un cómic. Iba a maquillar a una modelo con líneas negras alrededor de los labios, puntos en la cara y una peluca teñida de amarillo y negro. Estaba interesado en llevar los símbolos de las dos dimensiones a un objeto en tres dimensiones».

14. El crítico Gene Swenson le pidió en una entrevista de 1963 que definiera el Arte Pop. Lichtenstein respondía entre inseguro y burlón: «No sé, el uso del arte comercial como tema en la pintura, supongo. Era bastante difícil encontrar una pintura lo suficientemente despreciable para que nadie quisiera colgarla. Todo el mundo colgaba cualquier cosa. Casi se podía colgar un trapo empapado de pintura, porque todos estaban acostumbrados a este tipo de cosas. El arte comercial era lo único que todos odiaban. Pero según parece tampoco lo odiaban lo suficiente».

15. En los años ochenta experimentó con Brushstrokes, pinturas y esculturas de brochazos de colores que al principio se le resistieron por la dificultad de captarlas con realismo. «Parecían lonchas de bacon«, declaró en una entrevista el año de su muerte. Una reproducción de esas esculturas está en el patio del Edifio Nouvelle del Museo Reina Sofía de Madrid.

16. Siempre dudó de la duración de su éxito. Incluso poco antes de morir de una neumonía en 1997, cuando ya era un artista consagrado, su segunda mujer, Dorothy, recordaba que el artista decía con frecuencia «Sé que en cualquier momento alguien va a venir, me va a zarandear y me va a decir: señor Lichtenstein, es la hora de sus pastillas’.

Helena Celdrán

Las ‘mujeres calientes’ de Robert Crumb

"Hot Women: Women Singers From the Torrid Regions of the World"

«Hot Women: Women Singers From the Torrid Regions of the World»

Además de un dibujante afilado y complejo y un neurótico ser humano, el venerable Robert Crumb (1943) es uno más de los enganchados a la alta toxicidad de los discos previos a la tiranía digital. Su colección de varios miles de acetatos y discos de laca de 78 rpm es mítica.

Pese a la relación inmediata que cualquiera establece entre Crumb y el rock -por la temática hippie-sicodélica y su intervención como diseñador de una cubierta legendaria para el grupo en el que cantaba Janis Joplin-, los gustos musicales del dibujante no van por ese lado.

Crumb prefiere la sangre vieja y los ambientes robustos del blues, el country, el bluegrass, el cajun, el jazz y el swing

Él mismo cantó y tocó el bajo en R. Crumb & His Cheap Suit Serenaders y la mandolina con Eden and John’s East River String Band. Ambos son grupos sin edad determinada. Podrían haber bajado de las montañas hace siglo y medio o ayer mismo.

El creador de Mr. Natural no es nada egoísta como archivero. En un par de ocasiones ha actuado como editor, seleccionando canciones secretas de su colección para compartirlas con el resto del mundo. Como valor añadido, las portadas de las recolecciones son dibujos originales de Crumb.

En 1999 apareció That’s What I Call Sweet Music, una selección de música de baile de orquestas de los locos años veinte. En 2003 publicaron el disco que hoy recomiendo en la sección Top Secret de este blog, Hot Women: Women Singers From the Torrid Regions of the World (Mujeres calientes: cantantes femeninas de las zonas tórridas del planeta).

¿Mujeres calientes? ¿Qué puede entender un viejo verde como Crumb de una expresión tan, digamos, delicada?

Un ejemplo:

Pastora Pavón, La Niña de los Peines (la cantaora con «voz de sombra» de la que habló Lorca), con Niño Ricardo a la guitarra, dándole fuego a unas sevillanas en 1927.

La brasileña Araci Côrtes y la canción samba Quero Sossego, de 1931.

Toña la Negra, desde México, cantando El cacahuatero en una fecha indeterminada de comienzos de los años treinta.
Cléoma Falcon,  la pionera del cajun de Louisiana, cantando Blues Negres en 1934.

En más de una ocasión Crumb ha declarado que su mayor deseo sería vivir entre las nalgas de una mujer robusta.

Ahora ya conocen ustedes que canciones debe cantar la mujer-vivienda para que el lúbrico señor piojoso esté más contento todavía.

Ánxel Grove

Los personajes reales tras la ‘familia’ de Tintín

Personajes de los libros de Tintín

Personajes de los libros de Tintín

Si Georges Remi (al que todos conocemos por Hergé) no hubiese leído a Honoré de Balzac y quedado fascinado por La comedia humana, esa especie de crónica total de un tiempo -95 obras completadas y 48 inacabadas-, quizá el reportero Tintín se hubiese limitado a dar tumbos por el mundo junto a su fiel y testarudo fox terrier Milú. Es decir, se hubiese cruzado con personajes casuales y episódicos, pero sin establecer lazos, sin dejar rastro sentimental alguno.

Al entregarse a las aguas revueltas de Balzac, el más ambicioso de los novelistas, Hergé se propuso imitar al escritor francés en el uso dramático del ingenioso sistema de los personajes recurrentes -hoy canónico en toda series de televisión que valen la pena- y el cerebro-criminal que aporta sentido melodramático y unidad a las historias seriadas.

Tintín pasó así a ser parte de una familia inolvidable.

Pero Hergé (1907-1983) no era Balzac y la creación de personajes de ficción, a veces por la premura de los plazos de entrega y otras por la inseguridad creativa que le aquejó hasta la muerte, no le resultaba fácil. Para bosquejar a los personajes de Tintín, tanto a los principales como a los recurrentes, se fijó en lo que tenía cerca.

Aprovechando el renacimiento de la tintinofilia derivado del estreno de Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio, del sagaz Steven Spielberg (que no ha descubierto nada: de Tintín se habían vendido 300 millones de libros en 70 idiomas antes de la película), dedicamos este Cotilleando a… a las personas reales en las que se basó Hergé y a las circunstancias en que fueron proyectadas desde la vida real a las viñetas del cómic más hermoso de todos los tiempos. Esta recopilación debe buena parte de los datos y fotografías a los magníficos libros de Michael Farr, Tintín y Cia. y Las aventuras de Hergé.

Tintín y sus precursores

Tintín y sus precursores

1. Tintín. Invencible, bondadoso, correcto, algo ingenuo, bien educado, de edad indeterminada (parece un adolescente pero se impone retos de adulto), experto en casi todo, capaz de conducir con destreza cualquier tipo de avión o vehículo, primera persona en poner un pié en la Luna (16 años antes que Neil Amstrong), incapaz de soportar la injusticia, de gran rectitud moral…, los lamas tenían razón cuando en Tintín en el Tíbet (1960) le rebautizan como Gran Corazón. Los tres personajes de la foto de la izquierda fueron utilizados por Hergé para componer el carácter del intrépido reportero. Primero, él mismo (a la derecha). «Tintín está en mí y en mi deseo de ser intrépido, valiente y honesto», dijo el dibujante en una carta a un amigo en 1948. Boy scout amante de la camaradería nocturna ante una fogata, Georges Remi era un tipo tímido, temeroso de padecer la misma enfermedad mental (paranoia y esquizofrenia) que llevaría a la muerte a su madre, muy inseguro de sus capacidades y falto de educación reglada -había dejado los estudios para trabajar en publicidad-, el héroe que dibujó era el envés de él mismo. Segundo, su hermano menor Paul (en el centro, arriba), con el que compartió una infancia de aventuras urbanas en los suburbios de Bruselas, de quien tomó el aspecto de Tintín: aniñado, rubio, de mirada sincera… Tercero, el reportero francés Albert Londres (en el centro, abajo), uno de los fundadores del periodismo de investigación. Londres (1884-1932) criticó los abusos del colonialismo, la trata de blancas y los sistemas de prisiones y murió en un incidente sin resolver. Sus informes despertaban la consternación masiva de Europa. Hergé, que admiraba al periodista (siempre quiso ser reportero) y deseaba tener su valentía, lo utilizó como referente para Tintín.

Milú y Milú

Milú y Milú

2. Milú. Algo más que una mascota: fiel compañero, provisto de recursos para hacer frente a todo peligro, amigo de los entuertos, el pollo y el whisky y temeroso hasta el pánico de las arañas, el fox terrier es el único personaje que aparece, con Tintín, en los 24 álbumes de la serie. Hergé nunca tuvo perro, pero el dueño del restaurante donde comían los empleados del diario Le Vingtième Siècle, en cuyo suplemento infantil debutó Tintín en enero de 1929, tenía un fox terrier al que se atribuye cierto ascendente en la génesis de Milú. Lo que sí está claro es que el nombre del perro es un homenaje a la primera novia de Hergé, Marie-Louise Van Custem -la foto, a la izquierda, es de 1919-. Milou es el diminutivo de Marie-Louise con el que llamaban a la muchacha. Dos años mayor que Hergé, era hija de un empleado del afamado arquitecto de art noveau belga Victor Horta que no veía con buenos ojos que su niña saliera con un dibujante sin posibles. Hergé nunca olvidó a su Milou.

Los dos Haddock

Los dos Haddock

3. El Capitán Haddock. Entró en las aventuras de Tintín como un alcohólico y fracasado capitán de la marina mercante (El cangrejo de las pinzas de oro, 1941) y se estableció para quedarse. Es tal su importancia que en las encuestas entre tintinófilos supera a Tintín en carisma. Gran amigo, valeroso, atolondrado, colérico, enganchado al whisky (Loch Lomond a ser posible), impredecible y, a su manera, romántico, es el opuesto complementario de Tintín. Tiene el elenco de insultos más variopinto de la historia de la literatura: 268 adjetivos imprecativos, cada uno de los cuales significa algo (no siempre con sentido) y no es una palabrota. Hergé los buscaba con detenimiento en un ejemplar del que nunca se separaba de la enciclopedia Larousse. Van, en la traducción castellana, de «ametrallador con babero», «Atila de guardarropía», «cow boy del volante» y «lobo come niños» a «Mussolini de carnaval», «residuo de ectoplasma» y «sietemesino con salsa tártara». Quizá por su importancia en la serie, Haddock es el único de los personajes fijos que no está directamente inspirado en una persona real, aunque tiene rasgos psicológicos de Hergé y de su íntimo colaborador, el gran dibujante Edgar P. Jacobs (1904-1987).  Haddock es un personaje tan potente que merece el mote que él mismo se atribuye tras una de las confusiones semánticasde la Castafiore: «Had rock and roll«. Hay un hermoso giro histórico que contribuye a su excepcionalidad. Tras publicar El secreto del Unicornio (1943), donde aparece un ancestro de Haddock del siglo XVII, Sir Francis Haddock, el dibujante se enteró de la existencia del almirante inglés Sir Richard Haddock (1629-1715).

Las tres divas

Las tres divas

4. Bianca Castafiore. La única mujer con rango de protagonista de Las aventuras de Tintín es Bianca Castafiore, una diva de la ópera de fama mundial en el universo de Hergé, a quien el bel canto aburría muchísimo o, para su vergüenza, le hacía reir a carcajadas porque le parecía agresivo y afectado. La Castafiore, el ruiseñor de Milán, es una mujer algo neurótica, altiva y vanidosa, pero valiente hasta el punto de proteger a Tintín y Haddock en El asunto Tornasol (1956) de la persecución del gobierno protonazi de la Borduria de «los bigotes de Plekszy-Gladz». Hergé, que deseaba ridiculizar el ambiente clasista de la ópera, se basó para componer la figura de la diva en Renata Tebaldi (1922-2004) y su gran rival Maria Callas (1923-1977). Ambas aparecen en la foto, a la izquierda y la derecha, respectívamente, del personaje. En el año en que fue publicado el libro Las joyas de la Castafiore (1963), el único de la serie de características policiacas, Callas grabó el Fausto de Gounod, cuya Aria de las Joyas es la pieza con que deleita/tortura el ruiseñor de Milán a sus espectadores.

Tornasoles

Tornasoles

5. Silvestre Tornasol. Absurdo, obstinado, sordo hasta la comicidad, con una capacidad intelectual endiablada y social nula, el profesor Tornasol (en francés, Tryphon Tournesol y en inglés, Cuthbert Calculus) tiene una mente prodigiosa -es el diseñador del proyecto espacial de los dos álbumes de 1954, Objetivo: la Luna y Aterrizaje en la Luna– pero un espíritu romántico que le lleva a dedicarse con intensidad a la horticultura y, quizá, profesar un amor oculto por Bianca Castafiore. El personaje es casi una copia de Auguste Picard (1884-1962), un científico suizo que daba clases de Física en la Universidad de Bruselas a quien Hergé conocía y al que le hacía mucha gracía la manera de ser de Tornasol. Picard (a la izquierda en la foto) y Tornasol eran idénticos: conservadores en el vestir, fascinados con los inventos y heterodoxos en sus prácticas científicas.

Dos pares de gemelos

Dos pares de gemelos

6. Hernández y Fernández. Aparecen en 20 de los 24 libros de Tintín. Son, tras el protagonista y Milú, la presencia más duradera (Haddock, con 16 capítulos, viene a continuación). Van de sobrados y no dejan de meter la pata en hilarantes intervenciones. Hergé rindió homenaje con este par de temerosos detectives a su padre Alexis Remi y el hermano gemelo de éste, Léon (ambos aparecen en la foto, en 1928), inseparables, siempre ataviados de punta en blanco y amigos de usar la coletilla «je dirais même plus», que heredaron Hernández y Fernández, traducida al castellano como «yo aún diría más». En la pareja de fracasados maestros del disfraz también hay ecos de Charlie Chaplin y Laurel y Hardy, estrellas del cine mudo a las que Hergé admiraba.

Unos cuantos generales

Unos cuantos generales

7. Alcázar (y Tapioca). El eterno revolucionario general Alcázar aparece por primera vez en La oreja rota (1935 en blanco y negro, 1943 a color), reaparece como lanzador de cuchillos de music-hall en Las siete bolas de cristal (1948) y tiene un papel destacado en Tintín y los Pícaros (1976), el último álbum publicado. Entre la abundante documentación dejada por Hergé aparecieron muchos recortes de prensa y fotos de dictadores sudamericanos tan personalistas, populistas y crueles como tendentes a la opereta, como Juan Domingo Perón (a la izquierda en la foto) y Alfredo Stroessner (a su lado). La mujer del primero, Evita Perón, fue el modelo para Peggy, la dominante esposa a la que Alcázar obedece como un corderito. Las luchas cíclicas por el poder en algunos países sudamericanos llevaron al dibujante a buscarle a Alcázar un rival: Tapioca.

Rastapopoulos y su inspiración

Rastapopoulos y su inspiración

8. Rastapopoulos. Basándose en un enfrentamiento nada difuso ni de alta complejidad entre el bien y el mal, el ciclo de Tintín abunda en villanos: el Dr. Müller de La Isla Negra (1937), libro basado en un plan nazi para desestabilizar Inglaterra desde Escocia, y Tintín en el país del oro negro (1950); el Müsstler (Hitler+Mussolini) de El Cetro de Ottokar (1938 en blanco y negro, 1947 en color)… Ninguno, sin embargo, iguala a Roberto Rastapopulos, que es a Tintín lo que Moriarty a Sherlock Holmes -personaje que adoraba Hergé-: el mal quintaesencial y supremo. Aparece por primera vez en Tintín en América (1931, redibujado en color en 1945), sentado al lado de Mary Pikefort, caricatura de Hergé de la actriz Mary Pickford; lo encontramos convertido en un pérfido productor de cine en Los cigarros del Faraón (1932, redibujado en 1955); en el jefe de una oscura secta que se nutre del tráfico de opio en El loto azul (1934); a bordo de un suntuoso yate -desde el que dirige una red de tráfico de esclavos- en Stock de Coque (1958)… Hergé se inspiró en el multimillonario griego Aristóteles Onassis, un personaje de la jet al que se relacionó más de una vez con asuntos turbios.

Chang y Hergé

Chang y Hergé, Tchang y Tintín

9. Tchang. El niño chino que aparece en dos libros de Tintín, El loto azul y Tintín en el Tíbet (1960), tuvo para Hergé una importancia capital. Está inspirado en Chang Chong-chen, un estudiante de arte al que conoció cuando ambos tenían 27 años. Chang, que estudiaba escultura en Bruselas, ayudó a Hergé con el background que necesitaba para El loto azul y entre ambos prendó una profunda amistad. De esa época es la foto de la izquierda. Chang volvió a China en 1935 y Hergé perdió su pista en el violento desarrollo de la Revolución Cultural maoísta. Llegó a pensar que había muerto. En 1960, tras una crisis sicológica grave que requirió de asistencia siquiátrica, el dibujante y guionista abordó la más ambiciosa de sus obras, Tintín en el Tíbet, quizá la mejor. En el libro, Tintín recuerda al niño Chang al que había salvado de morir ahogado en El loto azul y, por instinto, se decidé a subir al Himalaya para salvarlo de un accidente áreo en el que no parece haber supervivientes. La vida imitó al arte. En 1975 Hergé y Chang se encontraron por carta y en 1981 el amigo chino perdido pasó tres meses en Bélgica. Hergé ya padecía la leucemia a consecuencia de la cual murió en 1983.

Ánxel Grove