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El triple filtro que no usaron Johnny Deep ni Amber Heard y sin el que no puedes vivir

El juicio por difamación entre Johnny Deep y Amber Heard lleva unos días en los titulares exponiendo una relación que tristemente perdió las formas.

¿CÓMO PERDEMOS LAS FORMAS?

Lo que caracteriza al ex binomio Deep-Heard es que son guapos y famosos, sin embargo, igual o más imperfectos que el resto de mortales, al menos en lo que a relaciones se refiere. Lo que nos lleva a perder las formas y nos conduce a la degeneración de una relación se compone de múltiples factores: sentido de identidad, personalidad, creencias, hábitos de comunicación, relaciones previas…De todo ello, hoy me centro en la comunicación, es decir aquello que decimos y cómo lo decimos.

Amber Heard y Johnny Depp, durante el juicio por difamación que enfrenta al exmatrimonio, en la corte de en Fairfax (Virginia, EE UU). / Evelyn Hockstein (EFE)

LOS TRES FILTROS

Una persona a quien acompañé mediante el coaching se veía a menudo en apuros por su mordacidad, es decir su capacidad de lanzar comentarios hirientes en cualquier momento y hacia cualquier persona. Para familiarizarse con este rasgo de carácter, le propuse considerar los tres filtros o las tres puertas antes de expresar su comentario mordaz:

  1. ¿ES VERDAD? El primer filtro plantea la pregunta: ¿Estoy seguro de que lo que voy a decir es verdad? ¡La de veces que decimos algo sin estar seguros de su veracidad! Simplemente nos pasa por la cabeza, tiene pinta de interesante, y zas el pensamiento como guiado por una gravedad cuántica nos pesa y emerge de nuestra inconsciente boca. O bien lo escuchamos en boca de alguien y lo tomamos como verdadero. Usar este filtro, significa callar como una estatua si tenemos la más mínima duda de que lo que vamos a decir sea verdad.
  2. ¿ES ÚTIL Y BENEFICIOSO? El segundo filtro te invita a preguntarte: ¿Es útil y beneficioso para la persona que lo escucha? Este filtro nos invita a considerar nuestras intenciones versus el impacto de nuestra acción. Puedo tener muy buenas intenciones diciéndole a una amiga que tiene sobrepeso y que le convendría hacer dieta – pensando que la ayudará – sin embargo, este comentario la puede hundir si atraviesa un momento difícil y está de un humor bajo. Usar este filtro significa anticipar la utilidad de lo que vamos a decir para la persona que lo reciba, y en caso de ser nula, no soltar prenda.
  3. ¿ES EL MOMENTO ADECUADO? Y la tercera consiste en preguntarte: ¿Es el momento adecuado? Este filtro nos invita a recordar que formamos parte de sistemas con sus propias dinámicas, ritmos y culturas, configurando la receptividad de sus miembros. Usar este filtro tiene que ver con respirar el “tengo que decirlo o me muero”, dándote cuenta de que no te vas a morir, y que si tienes paciencia, emergerá un momento en el que tal vez sea propicio decirlo.

Te animo a probar los tres filtros. Con tu pareja, con tus amigos, en el bar con una desconocida, en el ascensor con tu vecino. Ponerlos en práctica nos permite hacernos conscientes del fenomenal poder de la palabra, nos facilita el respeto hacia el otro y la posibilidad -real- de amarlo. Y no, que no se lo pregunten a Deep-Heard, aunque nunca es tarde para ellos ni para ninguno de nosotros. Todavía estamos a tiempo de usar los tres filtros en este momento. Y en el siguiente. Y en el que vendrá.

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Tu jefe te pide ser más proactivo: ¿buena idea o chorrada de turno?


 

«¿Eres reactivo o proactivo? Este es el tema del programa de radio del Ofici de Viure – un referente en temas de crecimiento personal en Cataluña –en el que participé hace un par de días. En el post anterior exploré la reactividad. Hoy sigo explorando la segunda mitad de la ecuación: la proactividad.

Imaginemos que tu jefe te pide que seas más proactivo y no tienes ni idea de por donde empezar. La proactividad se define como la capacidad de anticiparse a las circunstancias, tener iniciativa y orientarse al cambio.

HACIA DÓNDE

Mientras que la reactividad se enfoca más en lo que no quieres, la proactividad se centra en aquello que quieres. La proactividad se anticipa al futuro de la única forma posible: creándolo.

Para poder ser proactivo, lo fundamental es saber hacia donde vas. En qué te enfocas. En el caso de tu jefe, entender cuál es el objetivo común: ¿se trata conseguir más clientes, abrir un nuevo mercado, mejorar la calidad o entregar los pedidos con menos tiempo?

En mi práctica de coaching constato una y otra vez lo común que es para los humanos no saber lo que queremos. No saber lo que se quiere es la receta perfecta para no tener foco, y perderte en la desgana, desapego, depresión,…o simplemente cuando vengan mal dadas.

PRACTICAR EL DESEAR

Tal vez te hayas frustrado muchas veces, en lo personal o en lo profesional. Si este es tu caso, dejar de querer, dejar de desear no es nunca la respuesta. Cuando tomas esta actitud es como si te encontraras el genio de la lámpara cada día y no supieras que deseo pedirle y portanto acabas desperdiciando la ocasión.

En cambio cuando sabes lo que quieres, puedes empezar preparar el terreno para que suceda. Tal vez quieras un montón de cosas, y no sabes cómo ordenar las prioridades.

LA EMOCIÓN COMO GUÍA

Imáginate que consigues aquello que quieres. ¿Cómo te sientes? ¿Te hará contento conseguirlo? ¿Será bueno para la organización, tus compañeros, los clientes, la sociedad en general? Deja que tus emociones te guíen, ellas son el marcador de si lo que quieres tiene energía, o no, y te ayudarán a ordenar prioridades de forma orgánica.

SIMPLICIDAD

¿Qué te gustaría crear y qué iniciativas puedes tomar al respecto? Puede ser algo tan sencillo como me gustaría ver la cocina de la oficina más ordenada, pues empiezo por ordenarla. O bien, me gustaría pasar más tiempo de calidad con mi pareja, pues empiezo por organizar un fin de semana para los dos sin niños. O veo una oportunidad en mi trabajo…qué puñeta, pues voy a ponerle horas extras para probarla.

El mundo esta lleno de problemas. La proactividad, entendida como la capacidad de alinar tu energía con la de la sociedad es una de las claves para resolverlos.

Quien sabe, puede que incluso tu jefe tenga razón 😉

 

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¿Eres reactivo o proactivo?

Este el tema del programa de radio “L’ofici de viure” – referente en temas de crecimiento personal– al que me han invitado. Empiezo hoy por explorar la primera mitad de la ecuación: la reactividad.

REACTIVIDAD

Cuando nos pasa algo y reaccionamos estamos siendo reactivos. Fíjate en los típicos experimentos en los que añades el «reactivo» a algo y zás, todo se transforma como por arte de magia. Reaccionar no es malo en sí mismo. Vas por el bosque y te encuentras a un animal salvaje, el impulso de echar a correr te puede salvar la vida.

Tubos de experimentación

(Alex Kondratiev, UNSPLASH)

En psicología el control del impulso es una de las características que caracteriza el proceso de maduración humano. Si reaccionas mucho, implica que no eres capaz de controlar tus impulsos, sino que los impulsos te dominan.

Según el Budismo, la reactividad entendida como impulsividad está vinculada a tu percepción sesgada. Llegas al mundo con un determinado tipo de ignorancia que distorsiona tu percepción de la realidad. Sin embargo la tomas como veraz y allí empieza un ciclo de causa y efecto que alimenta tu reactividad primordial y tus problemas.

UN EJEMPLO DE CELOS

Tomemos el ejemplo que estás con tu pareja en una fiesta y ella se encuentra con una ex pareja. Observas su comportamiento y te sobreviene un ataque de celos. Piensas que está siendo más amigable de la cuenta y que está fuera de lugar. También estás dolido pues hace unos días que la sientes distante, aunque no estás seguro de ello pues tu has estado absorbido por tu trabajo y quizás esto nuble tu percepción. Tus celos te invitan a decirle que es hora de irse, pero encuentras las fuerzas para no hacerlo.

Haces bien de dudar pues bajo un estado reactivo, la interpretación de los hechos tiende a confirmar la emoción que uno siente en base una percepción sesgada. En el otro extremo podrías decirte pues reprimo mi impulso y no hago nada. Sin embargo la emoción que sientes es real y contiene una inteligencia. ¿Cómo puedes escucharla sin dejarte llevar por ella?

CUESTIONA TU INTERPRETACIÓN DE LOS HECHOS

La vía para salir de la reactividad está en acercarte a ella con compasión y curiosidad. En lugar de poner el foco en los otros o en lo que sucede, pon el foco en ti mismo, en cómo te sientes. Desvela tu interpretación de los hechos y no te la creas. También puedes compartirla. En el caso del ejemplo podría ser algo como: “He visto cuan contenta estabas de encontarte con Juan y he sentido celos. Soy consciente que he estado ocupado estas semanas y que echo de menos tiempo para nosotros.”  Al compartir desde este espacio honras tu emoción sin dejarte llevar por ella ni asumir que tu versión de los hechos es correcta.

IMPULSO AMIGO

Dejarte llevar por tu reactividad asemeja a cuando entras en una habitación en cuyo suelo hay una cuerda enrollada, sin embargo, al estar poco iluminada tú ves una serpiente. Te entra miedo y te alejas. Sin embargo, al acercarte a tu reactividad, a tus impulsos, recibiendo la emoción, cuestionando tu interpretación de los hechos y tal vez compartiéndola, la luz de tu consciencia ilumina la situación. Y al hacerlo ves que no es una serpiente sino una cuerda. Se disipa tu miedo y puedes por fin actuar de acorde a lo que es.

¡Oh! vaya… no dije nada sobre la proactividad. Si te interesa conocerla y descubrir cómo desarrollar esta capacidad, te lo cuento en el próximo post 😉