Los años ’90 dejaron muchas cosas inolvidables. Trágicamente inolvidables, de hecho. Una de ellas, los Teletubbies: ese show infantil, emitido a partir de 1997 y hasta 2001, que pretendía enseñar y entretener pero que, francamente, podemos al menos debatir si conseguía en realidad alguna de las dos cosas.
Los nombres de los Teletubbies, que todos sabemos que eran harto extraños, eran Dipsy, Tinky Winky, Laa-Laa y Noo-Noo. Pero había en ese despropósito festivo otros dos elementos: el narrador (Tim Whitnall) y el sol, que tenía la carita de un bebé angelical.
Pues ese bebé, por supuesto, era una personita real y su nombre era Jessica Smith.
No voy a entrar en el debate de si Interstellar es o no maravillosa, porque no existe tal debate: lo es. Diga lo que diga mi amiga Vanesa.
Esta pequeña gran joya, dirigida por un Christopher Nolan en uno de sus mejores trabajos (y eso es mucho decir, porque es Nolan), vio la luz en 2014, protagonizada por Matthew McConaughey en su papel de Joseph Cooper, padre de dos criaturas, a saber una destacable Murph, que en su versión más joven era la actriz Mackenzie Foy, y un discreto Tom, que en su versión pequeña era… Timothée Chalamet. Pero de eso hablamos otro día.
La joven Foy tenía catorce años cuando interpretó a Murph Cooper, adolescente rebelde devenida en grandiosa científica (que era Jessica Chastain). La actriz ya había aparecido en Crepúsculo y en Expediente Warren, entre otros, pero sin duda el de Interstellar fue su gran papel.
Corría 1980 y Stanley Kubrick metía, directo desde las páginas de Stephen King, este terrorífico thriller en nuestras mentes inocentes a través de una de las mayores joyas del terror de todos los tiempos: El Resplandor. Que luego tuvo sus cosas, como todos supimos más tarde, como por ejemplo el nefasto trato con las terribles consecuencias psicológicas causadas a Shelley Duvall. Pero para cuando lo descubrimos ya era tarde para bajar la película de ese pedestal donde todos la pusimos.
Escenas terroríficas, como la habitación 237, el barman fantasma, Danny en su triciclo, la cascada de sangre, Jack en el baño o las escaleras… Kubrick nos dejó muchas escenas petrificantes para acompañarnos por los restos de los restos, pero ninguna, ninguna, tan inquietante como la de las gemelas Grady en el pasillo. «Hola, Danny… Ven a jugar con nosotras…».
Lisa y Louise Burns tenían doce años cuando se pusieron los vestiditos azules más escalofriantes del mundo. Era su segunda intervención en pantalla. La primera para cine. Y fue la última. Y aquí servidora no sabe si sentirlo o agradecerlo, la verdad.
La escena de las gemelas, desde hace más de cuarenta años, ha sido una de las más imitadas y recordadas en cine y televisión, donde han tenido referencias incluso en series punteras de animación.
Sin embargo, las actrices que interpretaron a tan terrible par se han dejado ver más bien poco fuera de los círculos más próximos a los eventos conmemorativos de esta escena, por lo que al grueso del público su imagen actual nos resulta completamente ajena.
Sin embargo, sí que tienen perfiles compartidos en redes sociales y, de vez en cuando, además de fotos de comidas, carteles y eventos varios, dejan caer una instantánea donde podemos verlas a ambas. Aunque, claro, cualquiera reconoce en ellas a las siniestras gemelas del Overlook.
En abril de 2011, a punto están de cumplirse trece años, se estrenaba Juego de tronos, la ficción de HBO basada en la saga de libros de George R. R. Martin Canción de hielo y fuego.
En aquella primera temporada eran varias las jóvenes estrellas que contrastaban con la sangre y la oscuridad de la trama con sus dulces e inocentes rostros. Cuando en 2019 terminó la serie, ya no eran los mismos. Muchos de ellos, de los más jóvenes del reparto, eran la progenie de Ed Stark, y entre ellos, no sé si estaréis de acuerdo conmigo, tal vez por lo peculiar de su personaje o por su peculiar evolución dramática, a quien muchos cogimos un especial cariño fue a Arya, interpretada por Maisie Williams, que se ha puesto últimamente en boca de todos por su próximo papel, pero no por el personaje, sino porque han sido muchos quienes no se han quedado indiferentes ante el drástico cambio físico de la actriz.
Antes de aparecer en Malcolm por primera vez en 2003, Hayden, nacida en el ’89, ya tenía un buen currículum. Además de multitud de apariciones ocasionales, había participado en nada menos que 41 episodios de The Guiding Light cuando tenía sólo 9 años, además de una docena de capítulos en Ally McBeal interpretando a Maddie Harrington, en 2002.
Como anécdota, por entonces también le puso la voz a Dot, la hermana pequeña de la princesa en la peli de animación Bichos, que le valió por cierto una nominación a mejor actriz de doblaje en los premios Young Artist.
Pero cuando apareció en Malcolm, aunque brevemente, lo hizo como un ciclón inolvidable. Puede que fuera su peinado, su personalidad arrolladora o ese no sé qué que sólo tiene quien promete mucho (o a lo mejor fue sólo que se llamaba como yo), pero Hayden se puso en el punto de mira.
Tal vez que sea que Hereditary es una obra maestra del terror, tal vez sea que si llega bajo la firma del estudio A24 ya damos por sentado que lo que vamos a ver es bueno y no miramos más allá. No sé cuál es la razón y no voy a abrir hoy ese melón. Lo que sí voy a decir es que, personalmente, vi Hereditary cuando se estrenó, en 2018, y la he vuelto a ver este fin de semana y mi sensación en ambas ocasiones ha sido la misma: «¿Pero qué acabo de ver?».
Como sea, y sin haceros spoilers por si estáis a tiempo de visionarla por primera vez (está disponible en Netflix), hay dos preguntas que parecen recurrentes en las búsquedas de Google: la primera es «¿Qué le pasa a la niña de Hereditary?». La respuesta a esa pregunta la encontramos en una sencilla búsqueda en su biografía: la actriz nació con una enfermedad genética conocida como disostosis cleidocraneal, que afecta sobre todo al desarrollo del cráneo y las clavículas.
La segunda pregunta es «¿Cuántos años tiene la niña de Hereditary?». Y esa pregunta, inevitablemente, a mí me ha llevado a hacerme otra pregunta más: ¿Cómo habrá crecido en estos seis años?
Era 2008, un año ya lo suficientemente avanzado como para que la publicidad en televisión lo tuviera francamente difícil a la hora de incrustarnos una frase en la cabeza lo bastante hondo como para convertirlo en expresión propia del folklore popular. Pero ahí llegó ese anuncio (que, por si no lo recordáis, era de Ausonia) y su «esh una fieshta», y el resto es historia de la tele.
Este chico, argentino por cierto que tuvo que forzar el acento español para el spot, se llamaba Ilán Cuesta. Hoy es arquitecto, y la frase encabeza sus redes sociales.
Hace exactamente 30 años, en 1994, se estrenaron algunas grandes joyas del cine. Basta echar un vistazo a Forrest Gump para darse cuenta de que los ’90, en cuanto al séptimo arte, pueden presumir de no tener que envidiar nada a la década anterior. Aunque, claro, también está el extremo opuesto: ese en que nos encontramos con cintas como Junior, Loca academia de policía 7 (sí, hay siete) o nuestra protagonista de hoy, Los Picapiedra. Me vais a perdonar, pero yo de ella solo salvo a Rick Moranis. Moranis siempre.
Basada en la saga literaria homónima de C. S. Lewis, en 2005 llegaba a la gran pantalla Las crónicas de Narnia. Aquella película, El león, la bruja y el armario, fue la primera la serie que llevarían después al cine y que completarían con El príncipe Caspian y La travesía del viajero del alba.
Hay quien quiere ver enfrentamiento entre los fans acérrimos de Harry Potter y los de Narnia. Pero esto es fantasía, y en fantasía la gente no es tan beligerante como en ciencia ficción, donde una guerra trekkies contra warsies puede durar cincuenta años. En fantasía cabe todo.
Como sea, en 2005 pusimos rostro y acción a los cuatro protagonistas: Edmund, Susan, Peter y Lucy Pevensie. Y hoy vamos a hablar de Lucy, a quien daba vida la joven actriz Georgie Henley.
Es curioso, y seguro que habrá más de un cinéfilo a quien esto le sorprenda, pero hay mucha gente, todavía hoy, que no sabe que el pequeñín de gafas que interpretaba al primo Fuller en Solo en casa era, en realidad, Kieran Culkin, el hermano pequeño de Macaulay, haciendo su debut en cine.
Pero no acaba ahí: los hermanos Culkin son ocho, cinco chicos y tres chicas, y más de uno se dedica al cina o ha aparecido en pantalla alguna vez.
Como mera curiosidad, vamos a hacer un pequeño repaso por esta peculiar familia. Eso sí, vamos a evitar aquí hacer hincapié en las traumáticas relaciones familiares, especialmente la de competitividad entre Kieran y Culkin, que se convirtieron, ya en los ’90, en la principal fuente de ingresos de sus padres. Eso, tal vez, lo dejaremos para otro día. Dicho esto, estos son los hermanos y hermanas Culkin, de mayor a menor: