Donde Tarantino ya era un imprescindible, llegó 2003 y nos trajo la maravillosa joya que es Kill Bill. Una película espectacular, con tremendo hilo, tremendos protagonistas, tremendo desarrollo y tremenda, tremendísima y brillante Uma Thurman.
Kill Bill es, en su más amplio sentido, una obra de arte. Eso sí, había que tener un cierto conocimiento básico para disfrutarla, porque yo recuerdo verla con mi padre y estar él quejándose, en la escena de amputaciones gratis de los 88 maníacos, porque «vaya cosa más exagerada esa sangre, menuda vergüenza». Y, será que soy yo muy torpe, que no conseguí que entendiera las referencias al manga. Igual si hubiera tenido internet habría sido más fácil, pero nada. No hubo manera.
Pero, volviendo al tema que nos ocupa, en Kill Bill, dentro del particular tour de venganza de Beatrix Kido, la protagonista hacía una parada en casa de Vernita Green (Vivica Fox), de cuyo asesinato a manos de Beatrix era testigo su propia hija, Nikki. A esta niña le daba vida Ambrosia Kelley, que tenía por entonces ocho años.
La carrera interpretativa de Kelley no fue mucho más allá. Después de Kill Bill apenas volvió a aparecer un puñado de veces en televisión, la última de ellas ya en 2012, en un episodio de How to Rock, una comedia adolescente de Nickelodeon centrada en el mundo de la música.
Durante un tiempo, justo después, parecía que el futuro de Kelley podría tirar precisamente por ahí, por la música, ya que incluso se hizo un canal de YouTube donde se presentaba como actriz y cantante.
Pero, poco tiempo más tarde, desapareció de todo foco mediático y no se ha vuelto a saber de ella.
Ahora, que los rumores de una tercera parte de Kill Bill en la que la historia giraría en torno a la venganza de Nikki contra Beatrix, parece que Tarantino no contaría con ella para el papel sino que, en su lugar, se piensa en Zendaya.