Me vais a perdonar, pero yo tengo bastante, bastante claro que el lugar que hoy en día ocupa en Hollywood Christian Bale es, ni más ni menos, que el hueco que estaba reservado a Josh Harnett.
El actor se convirtió en todo un icono a lo largo de los ’90 y principios de los 2000. Era muy atractivo y, además, muy buen actor. Directores como Ridley Scott o Michael Bay se lo rifaban, diciendo de él que era «el próximo Tom Cruise». Nacido en el 78, su primer gran título fue en la saga de Halloween y continuó con The Faculty, de Robert Rodríguez, y Las vírgenes suicidas, de Sofía Coppola, a finales de la década de los ’90. En 2000 ya lo querían en los grandes títulos, y así contaron con él en taquillazos como Pearl Harbor, Black Hawck derribado o La dalia negra, de Brian de Palma que coprotagonizó con Scarlett Johansson, en 2006. Ese mismo año, protagonizó el que sería su último gran éxito de la época: El caso Slevin, compartiendo cartel con nombres de la talla de Ben Kingsley, Lucy Liu y Morgan Freeman.
Y, entonces, su carrera «se paró». ¿Qué pasó?
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