Aparecen de repente, en la historia del cine, nombre que automáticamente se asocian con el papel de caballero, de galán, de salvador, de príncipe o llámalo equis, no importa demasiado. Todos sabemos de lo que hablo, ¿verdad?
Nombres como Richard Gere, George Clooney o, ya en nuestro siglo (Richard, George, I’m so sorry), Ryan Gosling.
¿De qué conocemos a Ryan? Pues de El diario de Noah, evidentemente, que (¡cuidaín!) pertenece ya al lejano 2004, y desde entonces hemos podido verlo en titulazos del amor como Blue Valentine, Todas las cosas buenas, Crazy, Stupid Love, La La Land… Y en otras de temática no romántica como Fracture, Los Idus de marzo, Dos buenos tipos o la reciente Blade Runner 2049 (que «No, no, nonononono… Bueno, bah, un poquito»).
A veces pasa: consigues un papel en una película que llega hasta los huesos de millones, poniendo a la gente a llorar como magdalenas en una historia de amor, y se te queda la pegatina de Adonis. Que ya podría Ryan ser más feo que darle a un padre con un calcetín sudao, que seguiría siendo el maravilloso Noah para siempre jamás.
Pero es que claro, ¡el tío le hizo una casa con sus propias manos! A ver, que a mí mi marido me hizo una vez un ramo de flores de papel y casi me caigo de culo de la emoción. ¡UNA CASA, MARI!
Quizá por eso perturba un poco echar la vista solo un pelíííííín más atras para encontrarlo, en 1999, de esta guisa en El joven Hércules: Lee el resto de la entrada »