Archivo de la categoría ‘Educación’

¿Los hijos varones de parejas divorciadas están más sensibilizados ante la violencia machista?

Por Dori Fernández Hernando 

El pasado 7 de septiembre se celebró en más de 25 ciudades una manifestación en apoyo a todas las madres que, como Juana Rivas, intentan cada día proteger a sus hijas e hijos de situaciones de violencia por parte de sus exparejas, una violencia de la que ellas mismas han sido víctimas en primera persona.

La de Sevilla, convocada y organizada por el movimiento estudiantil, en concreto por la Plataforma Feminista del Sindicato de Estudiantes y la Izquierda Revolucionaria ‘Libres y combativas’ llevó por lema: “Un maltratador no es un buen padre” #JuanaSomosTodas

Manifestación en Sevilla. Foto propia

Una manifestación en la que prácticamente el 90 por ciento eran jóvenes de universidad; chicas y chicos concienciados en la justicia de género. Y ese era el lema que reinaba de fondo: reivindicar una justicia con perspectiva de género que supiera contextualizar y entender la diferente posición social, económica y personal de la que parten las personas en nuestra sociedad en función del sexo, la identidad de género o la orientación sexual que poseen. Porque de haber sido así, quienes han juzgado a Juana Rivas aplicando sin pestañear el Convenio de la Haya sin atender como se debe al artículo 13b, hubieran comprendido que Juana, igual que otras muchas, escapó con sus criaturas de una situación de maltrato aprovechando la excusa de un viaje familiar (autorizado por su expareja); algo que es lógico si te están humillando, controlando, o agrediendo de distintas formas a diario y delante de tus propias hijas e hijos.

Y es que la cuestión de fondo es ineludible: ¿puede afirmarse que se garantiza a las y los menores una vida libre de violencia viviendo en un contexto de violencia hacia su madre?

Una vez dicho lo anterior, quiero centrarme en el aspecto que me parece más destacable de la movilización: la alta participación de jóvenes varones.

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Ada Lovelace: las referentes existen

Por Beatriz Pozo

Este artículo está escrito en un ordenador y probablemente va a ser leído en otros. Un montón de letras que surgen como por arte de magia cuando pulso una tecla y se reflejan en una pantalla, y que, con unos cuantos clicks más, pueden aparecer en cientos de otras pantallas. Si lo piensas bien es casi como magia, y, aunque probablemente son muchas las personas a las que le debemos que esa magia sea posible, hay una en especial que, por mujer y por preceder a muchos de los nombres que todos conocemos, como Alan Turing o Bill Gates, merece la pena ser destacada.

Retrato de Ada Lovelace. Imagen: wikipedia.

Se llamaba Ada Lovelace y podía parecer el prototipo de una mujer de la alta sociedad inglesa del siglo XIX. Nacida en una familia noble, se casó joven con un hombre de similar posición que llegaría a ser conde, y durante años fue una presencia regular en los eventos y fiestas donde se reunían las más importantes figuras de la sociedad londinense. Sin embargo, no era una mujer convencional.

La madre de Ada Lovelace no quería que su hija recibiera una educación literaria. Temía que se pareciera a su padre. Separada dos meses después del nacimiento de su hija, estaba claro que no guardaba un buen recuerdo de aquel poeta que la engañaba, y que se había marchado a viajar por Europa, para acabar muriendo ocho años después en Grecia. Claro que, por aquel entonces, Ada se apellidaba Byron. ‘Demasiadas emociones‘, debió pensar su madre, ‘mejor que la niña no estudie letras’.

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Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras

Por Damaris Ruiz

Soy nicaragüense, con casi 40 años y al menos en esta etapa de mi vida me acompaña y acompaño a una niña. Una niña que quiero ver crecer en un mundo donde las mujeres tengamos derechos sin tener que pelearlos diariamente, donde podamos caminar o hablar sin temor, donde hagamos y no pidamos permiso, donde asumamos que lo correcto lo definen nuestros valores. Además, es muy importante decir que tengo varios trabajos, pero solamente uno de ellos se corresponde con aquellos en los que solemos pensar cuando mencionamos la palabra trabajo.

Manifestación del Paro de Mujeres 2017 #NosotrasParamos en Nicaragua. Imagen de Milagros Guadalupe.

Salgo con cierta frecuencia fuera de mi país y muy a menudo otras mujeres me preguntan: ¿cómo lo haces? ¿cómo quedó tu niña? Pensándolo bien, creo que los dedos de una mano me bastarían para contar cuántos hombres me hacen la misma pregunta. Son múltiples las alternativas que vamos construyendo las mujeres para poder estar donde queremos estar, la tenacidad y el diálogo con otras nos van dando las fuerzas necesarias. Y sí a veces me pregunto ¿lo estoy haciendo bien? Pero también me toca escuchar de manera recurrente ¿y no has considerado un trabajo donde tengas que viajar menos y estar más en casa?

Cuando digo que nuestros trabajos son múltiples es porque si me pongo a sacar cuentas, por un lado uno de mis trabajos me demanda entre 8 y 10 horas diarias, pero por otro lado, mientras hago este trabajo estoy pensando y conectada con la escuela, la alimentación, los pagos y en su caso, las medicinas. Por supuesto antes de salir de casa, toca hacer todo lo que ya sabemos y al regresar también. A todo esto debemos sumar el tiempo para la interacción con las personas que cuidamos, su educación y la afectividad, que es algo tan fundamental para la vida de cualquier ser humano. Todos estos son trabajos y sentimos que a veces los tiempos no dan y eso que en mi caso, el papá de mi hija asume una buena parte de lo que corresponde.

La dicotomía entre presencia y ausencia física en mi caso particular, y que estoy segura les ocurre a muchas mujeres,  la resuelvo o al menos encuentro alternativas en la solidaridad que vamos tejiendo entre las propias mujeres. Nuestras madres, hermanas y amigas, terminan siendo parte de las redes de cuidados que construimos alrededor de aquellas personas que más importan en nuestras vidas.

¿Y los hombres? ¿Y las empresas y los Estados? Sin pretender generalizar, al menos en mis entornos más cercanos algo se está moviendo. El ejercicio de la masculinidad centrada en el padre-salvador-proveedor de ciertos hombres esté cambiando, aunque aún es insuficiente. Los trabajos que sostienen la vida y que sostienen las economías no deben seguir siendo única responsabilidad de las mujeres y los hombres no pueden seguir sintiéndose como actores secundarios o que “ayudan” a las mujeres.

Por supuesto, aunque es fundamental, no es suficiente con que los hombres participen de manera plena en la corresponsabilidad de estos trabajos. Las empresas se benefician con un sistema de cuidados que exonera a los hombres de sus responsabilidades familiares: esto garantiza que una parte importante de sus tiempos sean exclusivos para el mercado. Para revertirlo, las empresas deben pagar los impuestos necesarios y asegurar condiciones para que hombres y mujeres puedan participar en igualdad de condiciones en los mercados remunerados. Los Estados que se ahorran presupuesto al dejar en manos de las mujeres y familias todas las responsabilidades de cuidados deben invertir en políticas de protección social de calidad, en la región de América Latina y el Caribe tiene deudas enormes.

Una de las consignas feministas más fuerte del Paro Internacional de Mujeres fue “Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”, da para mucha reflexión y un mensaje directo para el sistema actual es un ¡Basta! Exigimos que todo sea pensado con nosotras. Es profundamente desigual que seamos siendo las mujeres las principales responsables de los trabajos de cuidados.  #NosotrasParamos #DigamosBasta

Damaris Ruiz es Coordinadora Regional de Derechos de las Mujeres para Oxfam en América Latina y el Caribe 

Hermanas

Por Rosel Murillo Lechuga

Es más fácil llegar a entenderse que ver una ola en el desierto.

Al menos así debería de ser, pues somos la raza evolucionada, con capacidades que otros seres de la tierra no han llegado a alcanzar, hemos desarrollado un idioma para comunicarnos, pero el don no lo es todo, hay que saber utilizarlo. ¿será que no estamos tan evolucionados? Será que nuestras emociones se quedaron en Atapuerca.

Las actrices Andrea Hermoso y Lucía Esteso en una imagen promocional de la obra ‘Perdóname cuando me haya ido’, de Rosel Murillo Lechuga.

La obra de teatro Perdóname cuando me haya ido dibuja la profunda incomunicación de dos hermanas que hace casi una década que no se hablan. ¿Y por qué no se hablan? Pues como casi la mayoría de las personas que conocemos enfadadas, o como nosotros mismos con otros. No se hablan porque no se escuchan, porque no se entienden, porque no se han puesto en el lugar del otro. Emma (interpretada por Lucía Esteso) decidió vivir su vida y marcharse de casa para buscar fuera lo que dentro no podía conseguir. Marta (interpretada por Andrea Hermoso), más pequeña, permaneció en la casa desempeñando las tareas que por obligación, tras la ausencia de su hermana, le había tocado asumir.

Un golpe en la puerta y las palabras al aire. Es curioso como entorpecemos a la facilidad y somos capaces de hacer ligeras las cosas más complicadas. Ese es el ser humano. Es complicado retomar una conversación después de diez años, ¿pero cómo acabar con la ausencia de palabra entre dos personas que no se hablan desde hace una década? Sólo una palabra es liberadora de todo el peso que nos acompaña la mayoría de las veces.

Un perdón es capaz de aliviar la carga más pesada, reponer el corazón más dañado.  Hemos construido palabras cortas, fáciles de pronunciar para arreglar los mayores daños y que así no sean tan difíciles de pronunciar, como perdón, gracias, te quiero… Prueben delante de un espejo primero, y luego prueben a mirar a los  ojos que fijamente te miran, y pide perdón. No es tan difícil, y la recompensa es mayor.

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Paco, la zorra, las brujas y las talibanas

Por Lorena Moncholí

Paco está triste, le han divorciado.

No fue su culpa, él es la víctima.

“¿Cómo osa la zorra (sic.)?”. Así la llama, por haberle dejado.

Paco tiene un amigo importante, con silla en la RAE, premios y algún que otro libro.

Tranquilo, Paco, voy a ponerles verdes a todas, ¡por nuestra amistad!’, le dice el periodista. ‘¡Que tengo columna y nada que escribir esta semana!’.

Paco era feliz con su moto y sin asumir responsabilidades. Con descendencia, pero sin saber ni cómo alimentarla, que de eso ya se ocupaba la otra.

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Asamblea de Brujas (1600), Art History Museum, Vienna. Obra de Frans Francken II, el Joven

Cuando una jueza le explicó que divorciarse no era ‘vivir los nuevos 30’, sino destinar las tres cuartas partes del sueldo a seguir manteniendo a su hijo, Paco se enfadó mucho. También, cuando le explicó, por sentencia, que los hijos deben quedarse a vivir en su casa de siempre y con los que sepan criarles y darles de comer de caliente, que para tigretones y foskitos ya hay una tarde a la semana.

Paco le echa la culpa de su tragedia a las brujas de las amigas, que manipularon a su inocente mujer que no sabía pensar por sí sola. O eso creía. Quizás, si la hubiera aislado de ellas, como hacen esos maltratadores de la tele, otra hubiera sido su suerte.

Paco tiene una personalidad muy débil. Antes de que le echaran, era un pijoprogre orgulloso. Eligió a conciencia un colegio para su prole, pero ahora, como ‘la zorra’ le ha dejado, ya no le gusta. Quiere fastidiar.

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Cómo enfocar -y saltar- las barreras invisibles

Por Paz Casillas

Hoy la pobreza ya no se mide exclusivamente como magnitud económica en función de los ingresos económicos obtenidos por la persona. Hemos aprendido que “no tener” significa sólo una parte en el proceso de estar socialmente excluido. Y aquí es importante hablar desde ya de género, porque las mujeres, por el mero hecho de serlo somos más vulnerables, es decir, contamos con menos oportunidades para ser partícipes de la sociedad y disfrutar de una ciudadanía con los derechos plenos.

Obra de Señora Milton.

Obra de Señora Milton.

En Fundación Atenea llevamos 30 años estudiando el fenómeno de la feminización de la pobreza y su invisibilidad. Y para abordar esta desigualdad y aportar soluciones hemos analizado nueve ámbitos sociolaborales que marcan la vulnerabilidad con tres variables: edad, etnicidad y/ó lugar de procedencia y género. Con ellos nos acercamos más a lo que significa ser hoy pobre, un hecho que tiene, principalmente rostro de mujer y que queda casi siempre oculto.

El problema es serio, porque lo que no se nombra no existe y los estudios que analizan los complejos fenómenos de exclusión social y las políticas, programas y proyectos desde una perspectiva de género son escasos. Es decir, están pensados para una realidad normativa que discrimina permanentemente a las mujeres y no contempla los mandatos de género partiendo de un tremendo error de diagnóstico.

Los nueve escenarios sobre los que analizamos la exclusión social son indicadores de economía, empleo, educación, salud, alojamiento, aspectos socio-relacionales y macro-sociales, ámbito personal y participación social ciudadana. Consideramos estos ámbitos como necesidades humanas a las que dar cobertura desde los Estados de Bienestar de las sociedades desarrolladas, derechos para estar integrados.

Y no, no valen excusas, ni crisis, ni austeridades. En el siglo XXI no podemos renunciar a ese sueño de bienestar conseguido, en gran parte. Los estados deben ser conscientes de que si no las cubren están vulnerando las posibilidades de una ciudadanía plena.

Por ello, y si hablamos de justicia social para todos y todas, ha llegado el momento de hablar claro y de manera contundente: sin un análisis de género las políticas seguirán sin favorecer a las personas y familias en situación de exclusión, principalmente mujeres.Si las políticas no cuentan con esta perspectiva pueden provocar el resultado contrario al que persiguen. Mientras se fomente que únicamente las mujeres se encarguen del cuidado, el 52 por ciento de la población seguirá estando en una situación de desventaja y condenada a empleos precarios y una situación de salud peor. La realidad confirma que las políticas muchas veces expulsan a las mujeres del mercado laboral, dificultan su permanencia y promoción y producen sobrecarga, enfermedad y malestar.

Muchas cosas han cambiado en la sociedad española, especialmente los modelos de familia. Por más que los gobiernos se empeñan en favorecer el modelo tradicional, la España del siglo XXI es cada vez más diversa y las mujeres ya no se definen en función de un segundomasculino. La igualdad de oportunidades es la base del desarrollo económico por más que el modelo neoliberal y patriarcal vigente se empeñe en darnos el mensaje contrario… Si no desaparecen los privilegios por clase y género, no habrá progreso. Ejemplos: las prestaciones de viudedad y, sobre todo, nuestro sistema fiscal vigente que sigue permitiendo el modelo de tributación conjunta. Ambas herramientas son discriminatorias y seguirán desincentivando la incorporación igualitaria de la mujer en el mercado laboral.

Las soluciones pasan por contemplar el género desde el análisis social, y no como algo residual en los presupuestos. Porque un sistema tan desigual sólo puede cambiar con apuestas políticas claras para acabar con estructuras que producen desigualdad y rechazo hacia las mujeres. Sobre todo ello tuvimos ocasión de reflexionar en octubre en la jornada sobre Género e Inclusión Social con la que Fundación Atenea ha conmemorado su 30 aniversario. Un espacio de conocimiento y reflexión para acabar con la exclusión de las mujeres.

Paz Casillas es directora de la Fundación Atenea

Irani Sen: una mujer de negocios nada convencional

Por Cristina Niell

Irani Sen es una mujer de negocios. Nació en la India hace más de 60 años y hoy es la cara visible de Craft Resource Centre (CRC). No es una gran empresa, solo tiene 18 trabajadores y trabajadoras. Sin embargo, sus decisiones afectan a más de 1.000 personas que trabajan organizadas en 63 grupos productores y elaboran bolsos, pañuelos, joyas, artículos de papelería… Irani dirige una organización de comercio justo y no ha tenido un camino fácil hasta aquí.

Irani Sen, durante una reciente visita a Barcelona, junto a los pañuelos que produce su cooperativa. Imagen: Rosana Poza/Oxfam Intermón

Irani Sen, durante una reciente visita a Barcelona, junto a los pañuelos que produce su cooperativa. Imagen: Rosana Poza/Oxfam Intermón

Porque su trayectoria no ha sido sencilla, sabe que tiene un rol a la hora de promover el cambio social: “las mujeres en mi situación, que han tenido una educación y tienen una profesión, deben hacerse oír, tener su propia identidad y motivar a otras”. Esa búsqueda de sí mismas es lo que, según Irani, está llevando a muchas mujeres en la India al divorcio. “Si quieres tener una identidad en esta sociedad hay que ser muy fuerte,  desempeñar un papel, pasar el mensaje”.

He conocido a Irani en una reunión de “negocios” en Oxfam Intermón, organización que importa algunos de productos elaborados en CRC y que se venden en sus tiendas de Comercio Justo.  La relación entre ambas organizaciones se inició hace más de 20 años con la compra de pequeños bolsos de piel, pañuelos y bisutería.

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Sonita Alizadeh: el rap de la fuga

Por Silvia Martínez Valero Silvia Martínez Valero

Es curioso cómo el talento siempre encuentra alguna manera de salir a la superficie. No importa dónde estés ni quién seas; el arte será siempre una forma de liberación. Un buen ejemplo de ello es la joven Sonita Alizadeh. Nacida en Afganistán, su familia intentó venderla como novia a la edad de diez años. En aquel momento, como ella misma ha confesado, no sabía muy bien qué significaba aquello y tuvo la inmensa suerte de trasladarse con su familia a Irán antes de que el acuerdo se consumara. Allí se dedicó a aprender a leer y escribir por su cuenta mientras trabajaba limpiando baños y llegaron hasta sus oídos los trabajos del rapero iraní Yas y el americano Eminem.

El éxito de su rap salvó a Sonita del matrimonio forzoso. Imagen promocional de la artista.

El éxito de su rap salvó a Sonita del matrimonio forzoso. Imagen promocional de la artista.

Con estos referentes cuyas letras hablan en numerosas ocasiones de situaciones difíciles y autosuperación, Sonita decidió emprender su propio camino como cantante de rap (algo que a todas luces iba a ser costoso, dado que en Irán se prohíbe a las mujeres cantar en público). No obstante, lo consiguió. Su primer éxito fue en una competición estadounidense en la que una de sus canciones acerca de los derechos de voto del pueblo afgano fue premiada con mil dólares. Sonita envió el dinero a su madre –que volvía a vivir en Afganistán- y esta le dijo que había encontrado un nuevo hombre a quien venderla. En este momento ella tenía 16 años y sí que comprendía las implicaciones de lo que estaba a punto de ocurrirle.

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Mutilación genital femenina: seis niñas por minuto

Por Ana Eloísa Molina 

La ablación es la extirpación parcial o total de los genitales femeninos. Esto le ocurre a día de hoy a 6 niñas cada minuto. ¿Sabéis que implica esto? Estamos hablando de 3 millones de niñas cada año que son sometidas a una práctica que vulnera sus derechos y que pone en riesgo sus vidas.

El futuro también es mío. Sensibilizar a las niñas y sus familias es fundamental contra la ablación. Imagen de World Vision.

El futuro también es mío. Sensibilizar a las niñas y sus familias es fundamental contra la ablación. Imagen de World Vision.

Las niñas pasan por este ritual desde que son solo unos bebés, en algunas etnias, o antes de ser “vendidas” a sus maridos, en otras culturas, pero hay un aspecto que siempre comparten: la ablación de sus genitales se lleva a cabo por mujeres sin conocimientos médicos y con instrumentos no esterilizados como cuchillas, navajas o incluso cristales.

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Sufrir por el agua, bailar con el agua

Por María José AgMaria-Jose-Agejas_avatar_1446635289-70x70ejas 

Clarisse se levanta y pregunta: ‘¿cuándo hay que lavarse las manos?’  Los niños responden como si fuera la tabla de multiplicar: ‘antes de comer, después de ir al baño, antes de amamantar a un bebé…

Estamos en unos terrenos de la iglesia católica en los que sobreviven en tiendas de campaña más de cuatro mil personas.  La mitad, quizá más, niños como los que esta mañana se divierten con Clarisse. Algunos van a las escuelas cercanas, otros no. Muchos llevan allí varados más de dos años o han nacido ya sin casa.

Clarisse es promotora de higiene y salud pública de Oxfam Intermón en Bangui, República Centroafricana. Un país en el que una de cada cinco personas ha tenido que dejar su hogar. De una población total que no llega a los cinco millones, la mitad no puede sobrevivir sin ayuda.

Clarisse baila durante una sesión de formación en higiene en el campo de desplazados de Grand Séminaire, en Bangui. Imagen: María José Agejas

Se ve a la legua que a Clarisse le fascina su trabajo. Mientras niños y adultos dibujan en una hoja el ciclo de contaminación oral-fecal, Clarisse se pone a bailar y a cantar, no sea que los asistentes se aburran y se vayan antes de haberse enterado bien de la importancia que tiene la limpieza para evitar enfermedades. De repente la clase de higiene se transforma en una fiesta y las señoras y los señores dan palmas y ríen, mientras alguno se suma al baile, inequívocamente africano, claro está. Así se pasa la mañana. Hay poco que hacer en un campo de desplazados.

Hay unas 450.000 personas desplazadas en el interior de la República Centroafricana, y otras tantas que han huido del país. Muchos están con familias o amigos, otros en campos como este.  No pueden volver a sus casas porque estas ya no existen o porque no se sienten seguros en sus antiguos barrios o pueblos debido a la presencia de grupos armados. Nadege es una de las mujeres que asiste al taller: ‘la vida aquí es muy difícil’, nos dice, ‘pero seguimos viviendo en este lugar porque tenemos paz y calma’. Nadege vive en el sitio con su marido y sus hijos desde hace dos años. ‘En mi barrio hubo masacres y muertes, y por eso huimos’.

El conflicto en el que el país ha caído desde finales del año 2012 ha tenido graves consecuencias en el derecho al acceso al agua potable de los centroafricanos. No sólo para los que han perdido sus casas y dependen de que organizaciones como Oxfam Intermón les provean de agua, duchas o letrinas. Aquí los hogares tienen dos formas de conseguir agua: la red de suministro oficial, que se limita prácticamente a la capital, Bangui, y que a veces no llega directamente a las casas, sino a fuentes instaladas en las calles, y los pozos. Desde el inicio de la guerra, tuberías, puntos de distribución y otras infraestructuras han sido destruidas y muchos pozos contaminados con los cuerpos de víctimas de la guerra. ‘Y si la población bebe el agua de esos pozos’, apunta Clarisse, ‘te puedes imaginar lo que viene después. Las epidemias pueden desatarse en cualquier momento’.

Clarisse explica que son los propios desplazados los que integran buena parte de la fuerza laboral contratada por Oxfam Intermón en los sitios.  Ellos se ocupan de promover la higiene, de vigilar los puntos de agua, de limpiar las letrinas o de recoger los residuos.

Trabajar en los sitios para personas desplazadas es para Clarisse una manera de conocer a sus compatriotas. ‘Este trabajo me ha permitido conocer quién soy yo y quién es la población’. Sonríe mirando al cielo y añade: ‘A fuerza de trabajar con ellos, se establecen relaciones, conexiones. Por eso cuando estoy en casa echo de menos a los desplazados’.

María José Agejas es periodista. Forma parte del equipo de Oxfam Intermón en República Centroafricana.