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Consentimiento sexual, ¿cuestión de edad?

Por Susana Martínez-Novo SusanaMartinezNovo70

Diversas fuentes gubernamentales han confirmado estos días que la reforma del Código Penal incluirá la elevación de la edad mínima de consentimiento en el delito de agresiones y abusos a menores, de 13 a 16 años. Esta noticia ha sido acogida de forma favorable por alguna organización que trabaja en defensa de los derechos de los menores y criticada por otros sectores que consideran adecuada la edad mínima actual o que piensan que el referente debe estar en la madurez de la persona y no en su edad.

Cuando hablamos de edad mínima en las relaciones sexuales, nos estamos refiriendo a la edad de la víctima de un posible delito y no del agresor que deberá ser juzgado conforme a la legislación que le corresponda según su edad.

Adolescente. Imagen de @despendolada.

Adolescente. Imagen de @despendolada.

Cada persona llega a la madurez  en momentos diferentes de la vida. Nuestra madurez o grado de vulnerabilidad puede variar incluso según las  circunstancias  una vez alcanzada la mayoría de edad. Sin embargo, la ley debe establecer unos mínimos criterios de referencia que nos sirvan para determinar cuándo una conducta es delictiva, pues la indeterminación del delito es contraria a nuestro sistema constitucional, aunque los tribunales tienen un margen de discrecionalidad para actuar según el caso concreto. En estos supuestos, la edad es un criterio válido del que partir, si bien lo que nos estamos cuestionando ahora es si la diferencia entre los 13 y los 16 años es sustancial.

Para empezar,  no existe un criterio objetivo para determinar una edad u  otra , sino el consenso al que se llegue por los políticos en un momento determinado. Es cierto que cuanto menor es una persona más fácil es manipular su voluntad y forzar su consentimiento. En sentido inverso, las secuelas que estos hechos dejan en las víctimas, son mayores cuando más conocimiento y conciencia de lo ocurrido tienen, y en muchos casos son irrecuperables.

En tal sentido si valoramos la medida como mecanismo preventivo y disuasorio frente a los abusos a menores, podríamos pensar que supone un plus de protección frente a estos delitos. Pero  si valoramos esta medida desde un contexto más amplio, nos encontramos con múltiples problemas.

Establecer la edad mínima de consentimiento en los 16 años supone negar la posibilidad de que los jóvenes tengan relaciones sexuales con anterioridad, so pena de incurrir en un delito, lo cual implica desconocer la realidad social en la que nos movemos en la actualidad ya que todos sabemos  que muchas chicas y chicos tienen relaciones antes. En estos supuestos, se prevé según parece la exclusión de la responsabilidad si el autor de los hechos es de edad próxima a la víctima o similar grado de madurez, con lo cual volvemos a la indeterminación del concepto y al arbitrio judicial. Por otra parte habrá que ver en que medida se puede producir como efecto colateral un  incremento en los abortos ilegales. La chica que tenga relaciones con su novio antes de los 16 abortará para ocultar un hecho que puede implicar a su pareja en la comisión de un delito.

Tampoco hay que olvidar lo que puede pasar si la presión de los padres lleva a alguna menor a alegar «abuso» ante el miedo de haber cometido un acto no permitido por la ley o como los padres pueden presionar a los hijos para presentar cargos en estos casos.

Ante todas estas disquisiciones con las que podríamos llenar páginas, personalmente solo puedo decir que percibo en todo esto  un halo de vuelta al proteccionismo del Estado sobre la libertad sexual de las personas, y especialmente de las mujeres, que excede de lo estrictamente jurídico para entrar en la esfera de lo ideológico. 

Quedan muchas preguntas por responder. ¿Qué relación tiene esta medida con las demás  planteadas por el Gobierno? ¿ De qué forma puede afectar la elevación de la edad mínima de consentimiento para mantener relaciones a la libertad de las mujeres para decidir sobre su sexualidad y sobre su maternidad? ¿Por qué hablamos de 16 y no de 15 ó de 14 años?

No podemos olvidar que ésta forma parte de un paquete de reformas cuyo texto definitivo todavía no conocemos.  Aún así, lo que es preocupante en este caso es que  las pretendidas garantías vengan acompañadas de grandes retrocesos, como el que va a suponer entre otros la reforma  del aborto  para muchas mujeres en nuestro país.

Considero que el gran problema, al margen de la edad, en los casos de agresiones y abusos sexuales, consiste en la prueba sobre los hechos. Los que trabajamos día a día en los pasillos de los juzgados, sabemos lo difícil que es en la práctica probar la existencia o no del consentimiento en las relaciones sexuales, sobre todo cuando estas conductas se desarrollan habitualmente en un ambiente de intimidad sin la concurrencia de testigos. Imaginaos la indefensión de la víctima que solo cuenta con su palabra contra la del agresor.

Más complicada aun es la situación cuando se trata de mujeres jóvenes, cuyo desarrollo físico induce a pensar que tienen una edad o desarrollo madurativo superior al real. Si esto se acompaña de unas copas en un fin de semana “divertido” el tema ya no hay por donde cogerlo y la impunidad es absoluta.

Por ello en lo que yo haría hincapié es en trabajar para reforzar las medidas de prevención, información y educación sexual en igualdad, especialmente entre jóvenes adolescentes, pues la prevención es la mejor manera de luchar contra este tipo de conductas que desgraciadamente son tan comunes en nuestra sociedad.

 

Susana Martínez Novo. Abogada y activista. Presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres y miembro de la Asociación Española de Abogados de Familia.

Trabajo doméstico: un convenio contra la indecencia

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Muchas protagonistas de esta historia no han oído hablar del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) «sobre el trabajo decente,  pero sufren en sus carnes el hecho de que, dos años después de ser propuesto (16 de junio de 2011), el Estado español no lo haya ratificado. Rosemary, Eugenia, Verónica o Guadalupe son como pequeños granos de arena en el inmenso desierto del empleo doméstico mundial, del que forman parte más de 53 millones de personas, sin contar niñas y niños. No se nos puede pasar por alto un dato significativo: el 83% de los trabajadores domésticos son mujeres.

Animación de Marcosur y Oxfam

El horario de la empleada doméstica. Animación del proyecto ‘Mujeres migrantes, mujeres con derechos’ de Marcosur y Oxfam

Si les pidiéramos a nuestras protagonistas que nos hicieran un resumen de sus condiciones de vida, podrían narrarnos algo así: «En la actualidad, las trabajadoras domésticas con frecuencia reciben salarios muy bajos, tienen jornadas de trabajo muy largas, no tienen garantizado un día de descanso semanal y, algunas veces, están expuestas a abusos físicos, mentales y sexuales, o a restricciones de la libertad de movimiento. La explotación de las trabajadoras domésticas puede ser, en parte, atribuida a los déficits en la legislación nacional del trabajo y del empleo, y con frecuencia refleja discriminación en relación al sexo, raza, casta». A decir verdad, esta descripción tan precisa, aunque bien podrían haberla hecho ellas mismas, procede de la OIT.

Una cosa, claro, es leer formulaciones impecables en artículos impresos o virtuales, otra cosa es escuchar los relatos que hacen las propias protagonistas, y algo absolutamente distinto debe de ser vivir un día tras otro, un año tras otro, la cruda verdad que las estadísticas reflejan con frialdad. Al adentrarnos en la realidad española, salta a la vista que gran parte de las trabajadoras domésticas se ven obligadas a soportar una dificultad añadida a la precariedad  ya señalada: el factor de la inmigración. Es precisamente en este cruce de variables donde las historias concretas de las mujeres que conocemos y acompañamos desde Pueblos Unidos apuntan con el dedo a situaciones estructurales de flagrante injusticia y vulneración constante de derechos humanos, hábilmente invisibilizadas tras los muros de los domicilios particulares y bajo el amparo legal.

Rosemary, boliviana, lleva 8 años trabajando en España y, sin embargo, continúa en situación irregular. El lector suspicaz podría sospechar que “algo habrá hecho”… pero no, esta mujer no tiene antecedentes penales. Surgen muchas preguntas. Por ejemplo: ¿por qué Rosemary “no tiene papeles” si de hecho trabajó tanto tiempo? ¿quiénes se beneficiaron de tenerla trabajando ‘en negro’ sin cotizar a la Seguridad Social?, ¿y cuál es la responsabilidad del Estado cuando permite que estas situaciones se hayan producido hasta la saciedad en los últimos años?

Hoy domingo 16 de junio se cumple el segundo aniversario del Convenio 189 de la OIT, que trata de garantizar la protección de los derechos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores domésticos. El Gobierno de España ha propuesto la no ratificación, alegando incompatibilidades de la ley española con los artículos 2, 7, 13 y 14 del Convenio. Mientras tanto, ajenas a convenciones europeas y debates parlamentarios, millones de mujeres continúan sufriendo condiciones laborales injustas de las que otros sacan buen partido. Esta es una ‘indecencia’ de la que en los próximos días seguiremos hablando.

 

Margarita Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid.

Más de la mitad dedicará durante los próximos días un espacio destacado a conocer las situaciones de las personas que dependen del trabajo doméstico para vivir.

Una mujer en la calle

Gema Castilla

Por Gema Castilla

María disfruta con la música, siempre está con sus cascos puestos y tarareando. La veo cada día por una conocida plaza madrileña. Tiene la voz grave, profunda, pero es en sus ojos donde podrías perderte. Se puede leer en su mirada su ajada vida. María vive en la calle, es una mujer sin hogar.

Según los datos del INE, en la Encuesta de Personas Sin Hogar del año 2012, cerca de 23.000 personas no tienen hogar en España, pero esta cifra sólo corresponde a aquellos que acudían a los centros (albergues y otros servicios públicos). A quienes están en situación de calle no se les cuenta, que es una forma de decir que se les tiene poco en cuenta.

Tacones lejanos. Imagen de @gemacastilla

Tacones lejanos. Imagen de @gemacastilla

Entre esas personas cada vez hay un mayor porcentaje de españoles, y de mujeres. El número de mujeres se ha incrementado en un 19%, pasando de las 3.790 que se plasmaban en 2005 a un total de 4.513 en 2012. Eso supone el 19,7% de las personas sin hogar, cuando hace siete años representaban el 17,3%. Ese porcentaje duele con más rabia aún si a las cifras le ponemos caras. En total, en España por cada 100.000 habitantes hay 71,3 personas sin hogar. Y son muchas ‘Marías’ repartidas por todos los rincones de nuestra geografía.

Las personas sin hogar son incomprendidas y rechazadas, pero yo os invitaría a ampliar vuestra mirada hacia ellas. A abrir los ojos de la aceptación y entender que María está en la calle como resultado de una sucesión de hechos traumáticos en un periodo corto de tiempo. Es lo que llaman sucesos vitales estresantes: la muerte de un ser querido, la separación matrimonial, un desahucio, una encarcelación, la pérdida de empleo… que pueden sumarse a la falta de apoyo familiar y afectivo. Quizá cerca de nosotros tenemos a alguien que también ha sufrido o sufre la combinación de varios de estos sucesos, la mayoría de ellos de forma casual o involuntaria. Podemos pensar en cómo afectan a su vida. Es como asomarse al abismo.

Muchas de estas personas sufren trastornos de salud mental, discapacidades, adicciones, problemas de salud con dolor crónico, complicaciones administrativas, falta de intimidad, miedo a las agresiones o robos de sus pocas posesiones… Y además el dormir en la calle suele agravar estos problemas, porque, ¿qué harías tú para poder soportar esa realidad?. Sus vidas están en un desequilibrio que se mantiene a lo largo del tiempo, y pasan los días, las semanas y los meses y veo como María lleva su vida a cuestas. Y le cuesta.

Cada noche el suelo es el colchón de miles de personas en toda España. Están a la intemperie. Por eso antes de que tus tacones vuelvan a alejarse al paso de una persona sin hogar, mírala, reconsidera su situación y reconoce en ella la dignidad inherente que tenemos todas las personas. Porque María podrías ser tú mañana.

 

 

A vueltas con el mundo

Por Gema Castilla Gema Castilla

El mundo está del revés. Y en muchas de sus acepciones semánticas: como infortunio, como golpe con la mano vuelta, como parte opuesta de algo… pero a los problemas se les puede dar un giro. Y así, convertir la enfermedad, en salud. La desigualdad, en integración. Los conflictos, en paz. El analfabetismo, en educación. La pobreza, en bienestar.

Soy testigo del dolor en la mirada de las personas más gravemente excluidas que pasan cada día por @RAISfundacion. Si esa mirada calase, seguro que el giro sería más contundente. Porque cada euro invertido en solidaridad tiene un impacto real sobre el futuro de millones de personas tanto en nuestro país como en todo el planeta. Cabe destacar que, según un estudio de la Asociación Española de Fundraising y Bain & Company, los fondos donados a las ONG tienen una repercusión en la sociedad nueve veces superior a su valor, es decir, por cada euro recibido, las organizaciones pueden llegar a generar una media de nueve euros de impacto económico a largo plazo.

Por eso, quiero agradecer a la ciudadanía sus donaciones, y en especial a las contribuciones de sus socios regulares, que en los últimos dos años han crecido un 10%, alcanzando los 3,5 millones. Una cifra que representa el mayor colectivo de personas que colaboran con una aportación económica al sostenimiento de su organización, por delante de sindicatos, partidos políticos o clubes de fútbol. Porque en un momento en el que la economía es el ojo del huracán y los fondos públicos se han visto cercenados contundentemente, es cuando más valor tiene la participación ciudadana y su compromiso con los más vulnerables. Así que por pequeña que sea la aportación, sin lugar a dudas, todo suma.

7,5 millones de personas colaboraron con las organizaciones sociales españolas en 2012

Infografía de la campaña SOMOS sobre el apoyo económico a las ONG en España

El seleccionador nacional Vicente del Bosque, el campeón del Mundo de moto GP Jorge Lorenzo, el deportista Juanma López Iturriaga, la periodista Ana Pastor, los presentadores Christian Gálvez, Carlos Sobera, Sandra Sabatés y Anne Igartiburu, las actrices Marta Etura y Macarena Gómez o los músicos Antonio Carmona y Carlos Jean son algunos de los ciudadanos que han querido demostrar su compromiso. Pero tú también puedes hacerlo. El próximo 24 de mayo todos podemos salir a la calle con una prenda del revés para celebrar el Día SOMOS o bien participar en las quedadas a las 12 de la mañana de ciudades como Badajoz, Guadalajara, Huesca, Madrid, Palma de Mallorca o Pamplona.

Gracias en nombre de los beneficiarios de programas de empleo para personas en riesgo de exclusión, gracias por contribuir a la investigación en la leucemia, gracias por dar asistencia a personas con discapacidad, gracias por contribuir a aquella catástrofe del otro lado del océano, gracias por dar acceso a la educación a cientos de niños. GRACIAS eterno y en mayúsculas. Porque estoy convencida que unidos podemos cambiar el mundo, entre todos vamos a darle la vuelta a los problemas y hacer de este planeta un lugar mejor para vivir.

 

¿Quién cuida a la cuidadora?

Por Natalia Quiroga Natalia Quiroga

Suena el despertador mientras ella termina de hacer su cama. Llega  la noche  y se acostará antes de que el sueño aparezca por sorpresa desde esa esquina del sofá a la que se tiene acostumbrada. Todo antes, siempre alerta. Hace ya una hora que se ha ocupado de acostarle a él. Con la ayuda de una grúa, le coloca suavemente sobre la cama, le ayuda a estirar el brazo inmóvil, le quita las gafas, le tapa con la manta. Con la misma grúa le levantará por la mañana, le ayudará a lavarse, le ayudará a vestirse, a desayunar. Y es en esa hora que le queda entre medias cuando aprovechará para limpiarlo todo, poner la radio, sentarse, desayunar y salir por fin para llevarle al centro de rehabilitación donde dos horas más tarde volverá para recogerle.

En España hay cerca de un millón y medio de personas dependientes. Un millón y medio de existencias dependiendo de la ayuda de otra existencia para poder seguir con el día a día de existir. Dependiente y cuidadora, la historia de la relación entre estos dos puntos de una misma cuerda puede venir de lejos, puede que sea apenas reciente  o  puede, como sucede en muchos casos, haber llegado de un día a otro. Sucede que hay veces que la dependencia llega para quedarse, por sorpresa.

Cuidadora acostando a un anciano. Intervención sobre imagen de rs21Cuidadora. En España, el perfil de los cuidados sigue teniendo rostro de mujer en un 92% de los casos:  52 años de media, casada, con estudios primarios, sin ocupación remunerada.  Perfiles no casuales, lugares muy comunes. Mujeres que, como en el caso de nuestra protagonista, se han ocupado del cuidado de sus hijos, siempre han estado pendientes del cuidado de sus padres y a las que la vida les juega esa “mala” partida de tener que hacerse cuidadoras de sus parejas.  Mujeres que se piensan unidas a la palabra cuidado sin saber muy bien en qué momento, ni dónde, ni cómo, ni cuándo, el destino y una sociedad eminentemente patriarcal, volvió a decidir por ellas.

Mujeres luchadoras, mujeres con toda la energía que haría falta para levantar tres países y todas las banderas.  Mujeres que siempre dan y casi nunca reciben: el año pasado, el Gobierno extinguía la cotización de 145.000 cuidadoras para dejarlas, de nuevo, descuidadas pero cuidando. Mujeres que, a pesar de todo, apuestan por seguir sonriendo cuando estás a su lado, que siguen disfrutando de una conversación con ganas y que a veces siguen teniendo la certeza de que no están solas.

Pero, ¿quién se ocupa de cuidarlas a ellas que cuidan?

No es éste un llamamiento en vano ni un llamamiento cualquiera.

Va por ellas, por todas, por ella.

Va por ti, mamá.

 

 

Natalia Quiroga, soñadora y contadora de historias. Comunicadora online  en organizaciones sociales y durante los últimos seis años, trabajando en temas de infancia. Aprendiendo y desaprendiendo como una niña.