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Disney, McDonalds, Starbucks… dejarán de usar pajitas de plástico. ¿Por qué no hacemos lo mismo las familias?

(GTRES)

El plástico es muy útil, de tantas maneras diferentes que no tiene sentido ponerse a enumerarlas. No hay que demonizarlo porque es muy necesario en nuestro día a día. Pero sus ventajas se nos han ido de las manos y nos hemos pasado de frenada, elaborando todo tipo de archiperres innecesarios, de usar y tirar y, ya de paso, contaminar.

El problema con los plásticos desechables es tal, que cada vez copa más las portadas de los medios de comunicación de diferentes maneras, incluidas las crecientes legislaciones para limitar su uso.

Hoy os quiero hablar de un plástico muy concreto, uno vinculado en gran medida a la infancia, aunque también se usen con poca medida en la edad adulta: las pajitas.

No hace mucho que Disney anunció su intención de erradicarlas de todos sus parques, poco después de que Starbucks dijera que dejaría de emplearlas en 2020 y de que McDonald’s sustituyera las pajitas de plástico por otras de papel en Reino Unido e Irlanda, algo que irá extendiendo por otros países.

¿Por qué no sumarnos las familias a esas iniciativas privadas?

Creo firmemente en la responsabilidad de los padres por educar en la conservación del medio ambiente a nuestros hijos. No es algo que debamos obviar, aunque para ello nosotros seamos los primeros que debamos dejar de autoengañarnos y dar ejemplo: llevando a cabo un consumo r3soknsbale, reciclando, reutilizando, no contaminando, respetando el entorno en nuestras excursiones familiares

Y explicando de paso a nuestros niños los motivos por los que es importante hacer todo eso, adaptado a su nivel, pero de forma constante para que vaya calando la idea en ellos de que este planeta es nuestro hogar y que todos tenemos la obligación de respetarlo y contribuir a su conservación.

Os propongo, como un pequeño pasito, como un ejemplo de todo lo que podemos llegar a hacer, el dejar de emplear pajitas de plástico y contar a nuestros niños la razón por la que ya no las cogemos en los restaurantes de comida rápida ni las compramos para tenerlas en casa.

Podemos vivir sin ellas y apenas tienen vida útil antes de convertirse en residuos. Ni siquiera son tan divertidas.

Con pequeños pasos se completan maratones. Y se despiertan conciencias.

(GTRES)

¿Conoces estos términos relacionados con los recién nacidos?

bebé

(GTRES)

Ser padre o madre supone muchos aprendizajes. Uno de ellos, sin duda no el más importante, está relacionado con la terminología que nos era ajena y pasamos a dominar. Nuestro vocabulario se amplía, aprendemos muchos nuevos términos y conceptos. He decidido recopilar algunos de los más frecuentes relacionados justo con el momento del nacimiento, con los primeros días de nuestro hijo.

¿Quieres ponerte a prueba para ver si conoces estas palabras relacionadas con los recién nacidos? Y no solo vale para ponernos a prueba, también para aprender e incluso recordar.

¿Te animas?

¿Quieres tener hijos? ¿Cuánto sabes sobre embarazo, lactancia y crianza del recién nacido?

Un tercio de las madres puntúa por debajo del 4 sobre 10 sus conocimientos sobre embarazo, lactancia y crianza del bebé antes de la llegada de su primer hijo. De manera parecida se titulaba la nota de prensa de Danone Early Life Nutricion que he recibido recientemente, y que también concluía que un 68% de las madres españolas confiesa sentirse insegura después de dar a luz.

Son datos apoyados en una muestra poco representativa (apenas 130 madres, todo hay que decirlo), pero no dudo que haya bastante de verdad tras esta afirmación. Por mucho que nos lancemos a la maternidad y la paternidad cargadas de lecturas, nos sentimos a veces gigantes con pies de barro.

«Mi prima dice que me puede regalar una maxi-cosi. ¿Qué demonios es eso?». «¿El humidificador es necesario?». «He leído en unos sitios que al cordón umbilical del bebé hay que ponerle alcohol y en otros que nada, ¿con qué me quedo?». «¿Debo esterilizar las cosas del bebé o no?». «¿Qué demonios es eso del baby lead weaning?».

No sé qué habría respondido yo antes de tener a mi primer hijo, probablemente que sabía muy poco sobre embarazo, lactancia y crianza. En gran medida por la falta de niños pequeños en mi entorno. Y cuando ya estaba decidida a tener hijos y había leído al respecto, tampoco sé cómo habría podido valorar mis conocimientos. Ahora, a posteriori, sí que sé que había mucho que no sabía y que no sabía que no sabía. Mucho que creía saber y también desconocía. Mucho instinto agazapado para salir y que debe ser escuchado.

He decidido, traducir todo eso en el primer trivial que elaboro para este blog (otros compañeros blogueros los hacen con frecuencia, os recomiendo los trivials históricos de David Yagüe y los literarios de Regina exLibris). Un trivial al que sobra decir que están invitados todos aquellos interesados en sumergirse en la maternidad o la paternidad.

Sí, madres y padres, que en el texto que ha inspirado todo esto solo se habla de madres y maternidad, pero va siendo siglo ya de cambiar también eso, incluso desde la elaboración de notas de prensa.

¿Llevas a tu hijo con el abrigo puesto en la sillita del coche? Pues no es buena idea

Este martes me ha llegado una nota de prensa del comparador de seguros de automóvil Acierto.com que habla de los errores (potencialmente muy peligrosos) que cometemos al llevar a los niños en el coche, una nota de prensa que también hace recomendaciones para que viaje con niños por carretera sea más seguro, más allá de lo que pueda indicar la normativa.

Volvo ideando nuevas formas de viajar con un bebé en el coche.

Hablan del tiempo límite que un niño debe estar en una maxi-cosi (esa sillita similar a un huevo, uno de esos muchas términos que pocos aprenden hasta tener niños), no debería ser más de hora y media. También de la importancia de que los cinturones no estén retorcidos o de que la cabeza del niño no asome sobre el respaldo de la silla (que no estiremos demasiado las sillitas, vaya). Por supuesto, de la obligación de llevarlos siempre en una sillita homologada, algo que tres de cada cuatro personas han reconocido haberse saltado en alguna ocasión.

Lo leía y sonreía satisfecha, porque todo eso lo he hecho y lo sigo haciendo.

De hecho, eché en falta algunas recomendaciones importantes que yo también procuro seguir. La principal es la de llevar un sistema de retención infantil a contramarcha. La verdad es que eso  no lo hice porque cuando mis hijos eran pequeños no se oía hablar del tema, pero es muy importante y no me he cansado de recomendarlo dentro y fuera del blog. Otra es la de emplear los asientos traseros siempre que sea posible aunque el niño tenga ya la medida mínima para ir delante sin elevador, o la de no dejar de usar el elevador hasta que el niño tenga metro y medio, por mucho que antes pueda ser legal.

Pero había algo que recomendaban como relevante que os confieso que, por desconocimiento durante los primeros años de vida de mis hijos, no cuidé y que tampoco había recogido en el blog: quitarles el abrigo antes de atarles en tu silla de seguridad.

Ojo al vídeo:

El 52% Se los conductores montamos a nuestros niños hijos con el abrigo puesto. Y es mejor evitarlo.

Respecto al abrigo, los expertos indican que dejárselo puesto incrementa hasta en un 80% las posibilidades de que el niño salga despedido del vehículo en una frenada brusca. Aquí entran en juego lo ajustados que vayan los cinturones y lo voluminosa que sea la prenda. Y es que, para empezar, lo que hace el abrigo es generar un volumen falso en el tórax del pequeño, disparando las posibilidades de que se deslice hacia delante, fuera de la sujeción, si se produce un choque. El asunto cobra todavía más importancia si tenemos en cuenta que muchos de estos anoraks están fabricados en tejidos impermeables y resbaladizos.

Una buena opción para evitar percances y si no queremos que nuestro hijo pase frío es colocarle el abrigo por encima de la silla (y el cinturón) o hacernos con una mantita. Si se trata de una cuestión de tiempo, recuerda que esos segundos que tardarías en desvestirlo y sentarlo correctamente son cruciales. En concreto y según la Asociación Nacional de Seguridad infantil, únicamente son necesarios 30 segundos para hacerlo bien.

Y por si os estáis preguntando hasta cuándo es poco recomendable ponerse el cinturón sobre abrigos voluminosos, la respuesta es que es algo que debería evitarse a cualquier edad, por mucho que el riesgo sea mayor con los bebés y niños pequeños.

Es preciso tomarse en serio de una vez la atención temprana, los niños necesitan una respuesta pública rápida y de calidad

(GTRES)

Hay situaciones en las que no se puede esperar. Hay situaciones en las que hay que reaccionar rápido, sin perder el tiempo.

Ofrecer una atención temprana pública y de calidad a los niños que tienen autismo, parálisis cerebral, X-Frágil, retraso madurativo, síndrome de Down, espina bífida o trastornos específicos del lenguaje, por poner unos pocos ejemplos relativamente más frecuentes entre un inmenso abanico posible, no es algo que pueda demorarse por meses, incluso por más de un año.

Pero está pasando. Los niños de entre cero y seis años que precisan de sesiones de logopedia, estimulación, fisioterapia.. en los centros de atención temprana están perdiendo un tiempo precioso. Lo pierden con frecuencia por distintos motivos antes de ser derivados, normalmente por la lógica negación de los padres a creer que a su niño le pasa algo malo y la poca vista de algunos pediatras.

Pero lo peor es que una vez que el pediatra o el especialista efectivamente derivan a un niño para que reciba esas necesarias terapias, también se están acumulando tiempo de espera incomprensibles.

Para un bebé o un niño pocos meses marcan una gran diferencia; la ductilidad del cerebro, las distintas etapas el desarrollo, la necesidad de escolarizarse con garantías… hacen necesario que estas intervenciones terapéuticas no se prolonguen en el tiempo.

Es algo que está siendo noticia estos días con el foco puesto en la Comunidad de Madrid, donde se habla de una espera media de un año y de plazas insuficientes:

Hay una campaña de firmas en marcha, por los Derechos de los niños con Diversidad Funcional de la Comunidad de Madrid, en la que se afirma lo siguiente:

Por si los padres de un niño con discapacidad no tenemos suficiente con las intervenciones quirúrgicas, ingresos hospitalarios y revisiones médicas a las que son sometidos, la Comunidad de Madrid y otras administraciones públicas se encargan de poner todo tipo de trabas y obstáculos en el camino para conseguir la igualdad de nuestros hijos.

Nosotros y otros muchos padres madrileños sentimos que con el actual modelo de gestión en materia de Discapacidad y Dependencia, nuestros hijos son los menos beneficiados por las «Políticas Sociales y de Familia”. Entre otras dificultades nos encontramos ante:

  • La lentitud en Valoración Infantil (Atención Temprana, Discapacidad…).
  • Un grado de Dependencia no ajustado a la situación, además de la lentitud e impago de la prestación para Cuidados en el Entorno Familiar.
  • La falta de pago del Reintegro de Gastos por Desplazamiento y de Material Ortoprotésico.
  • La falta de recursos en las Escuelas Infantiles (Enfermera y material adaptado).
  • La necesidad de parques infantiles e instalaciones accesibles.

Estos obstáculos podrían ser salvados si desde el momento en que nacen nuestros hijos, el aparato burocrático trabajara con mayor celeridad ante estos casos y concediera a estos niños las ayudas que les corresponden. Así, desde el primer momento, todos contribuiríamos a que no crezcan en desigualdad de condiciones.

Queremos ver que los derechos reconocidos a nuestra hija y a los demás niños con capacidades diferentes sean llevados a la práctica y que no se queden solo en el papel. Es nuestro deber como padres velar para que se apliquen el principio de igualdad y la Ley para facilitar su integración.

No estamos solicitando un trato de favor, sino lo que en derecho corresponde a nuestros hijos.

(GTRES)

Es algo común a toda España. Ojalá fuera un problema solo en Madrid.  Además, en determinados lugares, tiene la dificultad añadida de que los centros de atención temprana están a una gran distancia y que no es tan sencillo encontrar buenas terapias por la vía privada.

Lo de buscar una solución por tu cuenta y riesgo es algo que sucede muchísimo. Dada la demora que hay por la vía pública, las familias que pueden permitírselo inician la estimulación de sus hijos pagando. En ocasiones las terapias de atención temprana y las privadas acaban teniendo lugar al mismo tiempo, incluso empleando aproximaciones diferentes y sin coordinarse.

Entraña el riesgo de acabar perdiendo tiempo y dinero  en lugares no demasiado recomendables. Los padres no siempre estamos capacitados para discernir los buenos abordajes terapéuticos de aquello que son inútiles o incluso desaconsejables.

Más allá de las demoras, también hay que tomarse en serio que la estimulación temprana pública a la que todos los niños que la necesiten deberían tener pronto acceso, sea de calidad. Y es algo que no siempre está pasando. Hay centros con profesionales estupendos, pero no es raro encontrar poca especialización, personal saturado que no deja de recibir un niño tras otro, sin tiempo para formarse, para actualizarse, para profundizar… La gestión de estos centros que prestan un servicio público varía muchísimo. De hecho es normal que sean competencias delegadas a distintos tipos de asociaciones con aproximaciones dispares.

Por eso también sucede que muchos padres recomiendan la vía privada no solo por la rapidez (aunque ojo, ahí también hay saturación y tiempos de espera), sino por la especialización, profesionalidad y eficacia. Pero sobra decir que no todas las familias pueden permitirse la vía privada.

¿Imagináis que ese panorama se lo encontrase un niño al que se le ha diagnosticado un cáncer? Inconcebible, ¿verdad?. Pues en estos casos también debería serlo.

No puede ser.  Es una situación insostenible.  Todos los niños tienen derecho a terapias públicas prontas y eficaces y no las están recibiendo.

Es imperativo tomarse en serio de una vez la atención temprana.

¿Eres de los que disfrutan o de los que huyen de coger un bebé ajeno en brazos?

Es posible que el mundo se divida entre aquellos que desean coger en brazos un bebé, cualquier bebé, y esos otros que no tienen el menor interés.

Los primeros disfrutan sintiendo sosteniendo esa vida frágil, recién iniciada. Si llora saben cómo consolarlo o al menos se esfuerzan en hacerlo. Se les ve casi siempre seguros, confiados, felices de acunar ese cuerpecito fragante y ajeno.

A los segundos, por mucho que les gusten los bebés, que los quieran y les enternezcan, se les ve vacilantes con un bebé en brazos. Se les nota incómodos, deseosos de entregar el recién nacido en otros brazos. Si notan que empieza a protestar lo sueltan aún más rápido, como una delicada granada cargada. No siempre es por inseguridad o falta de experiencia, a veces es una simple cuestión de falta de interés, de ganas.

Así era yo antes de tener mis propios hijos. Pese a cumplir este mes diez años de blog  maternal, antes de tener mis propios hijos nunca era voluntaria para coger a un bebé y si me lo soltaban en brazos estaba tensa como una cuerda de violín y deseando devolverlo cuanto antes a sus padres o a cualquier otro voluntario.

Me encontré con frecuencia en esa situación. Un bebé desconocido, con el que apenas tenía ninguna relación, pero se suponía que por ser mujer joven tenía que tener cierta maña innata, el deseo de acunarlo. Y cuando no lograba escaquearme y lo tenía en brazos era como Torakichi, el protagonista de la deliciosa serie de maga Padre e hijo, en la imagen que ilustra este post.

A veces coseché miradas peculiares, de extrañeza, de conmiseración. Entre eso y que nunca jugué con muñecas (¿tendrá algo que ver?, ¡quién sabe!), muchos en mi entorno más cercano creían que carecía por completo de instinto maternal.

Los hombres jóvenes de mi entorno no se veían en esas. No con tanta frecuencia al menos. No tan juzgados con toda seguridad. Micromachismos supongo.

Sé que no era miedo lo que sentía, no era tampoco rechazo. Tal vez incomodidad. Me resulta difícil discernir que me empujaba a ello.

Con la llegada de mis hijos, pasó a ser de otra manera. Ya poco antes, con algún bebé muy cercano, de gente a la que quería mucho, noté otras sensaciones. No me he convertido en la madre del mundo  queriendo sostener a todo bebé con el que me cruzo, pero estoy tranquila y lo disfruto cuando sucede, recordando con un punto de nostalgia la etapa en la que mis hijos, que ya tienen once y ocho años, eran así de pequeños y tiernos.

Somos seres complejos y cambiantes, en constante evolución.

Pero aún hoy, cuando veo un bebe y gente comiéndolo en brazos, me resulta fácil ver cuando una persona lo acoge con dulzura y gusto y cuando está en una situación incómoda y desea que acabe pronto.

Y me sigue intrigando a qué se debe y si llegaran a cambiar.

¿Cómo es el proceso de entregar un bebé en adopción en España?

(GTRES)

Ha sido noticia hace un par de días. En 2016 fueron entregados en adopción en España un total de 180 bebés, según datos facilitados por las comunidades autónomas. Madrid y Barcelona estuvieron en cabeza con 35 y 33 adopciones respectivamente. En último lugar, sin adopciones de este tipo, están Cantabria, Asturias y La Rioja.

Veo la noticia en un teletipo del que me llama especialmente la atención que explican cómo es el proceso de entregar a tu bebé en adopción, algo «totalmente legal y que no tiene ningún tipo de consecuencias penales para los progenitores».

Importante tenerlo en cuenta cuando todavía se ven titulares en los medios con demasiada frecuencia relacionados con el abandono de bebés, un drama que por desgracia a veces conlleva la muerte de ese recién nacido. Eso, obviamente, sí que se considera delito según el artículo 229 del Código Penal, que indica que «el abandono de un mejor de edad o una persona con discapacidad necesitada de especial protección, será castigado con la pena de prisión de uno a dos años». Si lo hacen los padres o tutores la pena de prision se incrementa, igual que si las circunstancias del abandono implican un peligro para la salud del pequeño.

¿Cómo es el proceso de entregar un bebé en adopción? No es algo que se conozca normalmente. Me da la impresión de que tenemos más en mente las escenas de las series y películas, que poco tienen que ver con la realidad, que los pasos que realmente hay que dar.

Así lo explicaban en el teletipo de Europa Press, y lo comparto porque me parece algo que es interesante conocer:

El primer paso, antes del nacimiento, es avisar al centro de Servicios Sociales de la ciudad y del distrito donde se resida para dar los datos personales y explicar los motivos que han llevado a tomar dicha decisión. A continuación, los Servicios Sociales notificarán el caso a los servicios de protección de la infancia, dependientes de los gobiernos de cada comunidad autónoma, para que el niño sea inmediatamente tutelado y protegido cuando nazca.

La entrega del pequeño deberá hacerse justo después del parto, momento en el que el recién nacido será trasladado al servicio de Neonatología del hospital y la madre a una habitación aparte. Aún así, los progenitores tendrán derecho a conocer el sexo de su bebé y la posibilidad de visitarlo durante los días que la madre permanezca en el hospital.

Después del parto, la madre deberá firmar un documento de renuncia de potestad del menor, proporcionado por un trabajador social y un jurista que se desplazarán al hospital, en el que conste si desea ser informada de la situación del pequeño en un futuro y de las causas por las que ha decidido entregar a su hijo en adopción.

Una vez que el menor recibe el alta médica, éste será recogido por los servicios de protección y entregado a un centro de acogida a esperas de una familia adoptiva.
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¿Hasta qué punto es bueno coger a los bebés en brazos?

Mi hija ha cumplido ocho años la pasada semana. Mi hijo cumplirá once años este verano.

Con Jaime hace mucho que lo de cogerle en brazos se acabó y, en menos tiempo del que yo quisiera, será él el que podrá cogerme a mí. Siguen los abrazos, los besos y los ratitos acurrucados juntos en el sofá bajo la manta, pero sostenerle en mis brazos, sentir su olor y su calor, consolarle cantando y hacerle reír haciéndole alcanzar el cielo, son ya únicamente buenos recuerdos en lo que anclarse.

A Julia aún la cojo a veces, para lanzarla a su cama por las noches entre risas, para darnos un abrazo de mono araña o si se queda dormida en algún sitio. No podré hacerlo mucho más tiempo. Muy pronto me faltarán las fuerzas para levantar su peso y la sensación de sostenerla, entre mimos, canciones o carcajadas de cristal solo quedarán en nuestra memoria.

Me preguntan hasta qué punto es bueno coger a los bebés en brazos y recuerdo que cuando comencé este blog Jaime no tenía ni dos años y Julia no estaba aún en este mundo, me acuerdo de lo mucho que ellos querían estar sobre mí, conmigo, y que fue una etapa maravillosa que ha podido ser larga pero ha pasado en un suspiro.

Me lo preguntan y no puedo evitar pensar en darle la vuelta a la pregunta. ¿Hasta qué punto puede ser malo no hacerlo? ¿Hasta qué punto puede ser perjudicial dejar a un bebé o un niño pequeño llorar reclamando los brazos, el consuelo, la protección, la atención, el amor… y no dárselo?.

Yo siempre he preferido equivocarme por exceso de cariño. Siempre he optado por reforzar el vínculo, no por quebrarlo.

Claro que hay momentos en los que nos podemos sentir abrumados, con mucho que hacer, poco tiempo disponible y un bebé o un niño pequeño que nos frena. Pero es que tal vez debamos frenarnos. Tal vez debamos parar y reconsiderar nuestras prioridades. No son pequeños tiranos. En absoluto. Son nuestros cachorros que nos necesitan.

Y crecen tan deprisa, que antes de lo que creemos habremos olvidado los momentos en los que nos sentimos superados y solo atesoraremos con nostalgia los instantes en los que nuestros brazos encerraban para ellos el mundo entero.

(GTRES)

¿Son buenas las toallitas húmedas para los bebés? (para el medio ambiente no)

Hace pocos días una compañera de trabajo me hacía esa misma pregunta: ¿Son buenas las toallitas húmedas para los bebés?.

(GTRES)

No soy dermatóloga, tampoco una especialista en los componentes en los que puedan estar impregnadas. A poco que se busque por Internet se encuentra de todo, tanto noticias que recogen su seguridad como otras que hablan de una relación directa de la metilcloroisotiazolinona con la dermatitis alérgica y contenidos que explican todos los componentes que pueden tener y que habría que evitar (sí, incluyendo esos sospechosos habituales que son los parabenos) y cómo hacer toallitas caseras. Creo que voy a sugerir a Javi Yanes, mi compañero del blog Ciencias Mixtas, que eche un vistazo para hablarnos del tema con rigor y conocimiento de causa. De entrada, yo no me alertaría demasiado.

Sí sé que es difícil en estos tiempos vivir sin ellas cuando eres madre reciente. Y acabas usándolas para todo, no sólo para limpiar a tus hijos en el cambio de pañal.

Son un imprescindible en la bolsa del carro e innegablemente útiles. He visto estas toallitas limpiando culos, bocas, manos, (todo eso de bebés y también de adultos) hocicos caninos, retrovisores, pantalones vaqueros, gafas, iPads e incluso cristales de acuario.

Pueden crear dependencia, creedme. Deberían avisarlo en el paquete.

Pero os voy a decir una cosa, yo fui usándolas cada vez menos y me di cuenta de que podías vivir con un número muy limitado de ellas, porque puede que para los bebés no sean malas, pero para el medio ambiente no son precisamente buenas, entidades de todo tipo recuerdan el grave impacto que causan y recomiendan limitar su uso.

No debería ser necesario decir que no deben dejarse tiradas por cualquier sitio ni lanzarlas al inodoro. Pero lo voy a hacer porque me consta que en el tratamiento de aguas de nuestras ciudades son una pesadilla (ni siquiera las que dicen que son aptas para irse por ahí es recomendable tirarlas por el desagüe) y porque es demasiado frecuente verlas intentando ser biodegradables sin éxito en parques infantiles y demás zonas en las que abunden los niños pequeños.

Yo las fui usando cada vez menos con Jaime, que tenía piel atópica. Tras probar mucha crema descubrimos que lo mejor para que estuviera bien era prescindir en lo posible de cremas y jabones. Dejamos de bañarle a diario y a hacerlo la mayoría de las veces únicamente con agua, prescindimos de cremas y champús y tiramos de los jabones naturales de toda la vida y mejoró inmediatamente.
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¿Un nombre original o un nombre más común para nuestros hijos?

¿Un nombre único (o casi) o un nombre más común para nuestros hijos? ¿Qué os gusta más? ¿Un nombre que haga que no gire la cabeza al oírlo o uno que tenga que repetir tres veces cuando se identifique?

Nosotros huimos de la lista de los diez más puestos en el INE, lo confieso. Pero una cosa es huir de esos diez y otra muy distinta tener un nombre demasiado original, tanto que sonara extraño la primera vez que otros lo oyeran. Eso no era santo de nuestra devoción.

Cada familia tiene sus propias reglas, todas respetables. La verdad es que a nosotros nos preocupaban más otras cosas: que no estuviera repetido en la familia, que no fuera compuesto, que no tuviera diminutivo fácil, que no hubiera personajes muy populares con ese nombre si era distintivo…

Respeto a esto último, os confieso que desde antes de tener aún claro si quería ser madre tenía claro que, de tener una niña, la llamaría Leonor. Y entonces, cuando estaba embarazada de Jaime, nuestros entonces príncipes tuvieron a su primogénita y decidieron llamarla así y me lo chafaron.

No obstante, en estos tiempos el tema de la marca personal está muy de actualidad y hay expertos en branding que aseguran que conviene añadir como  norma la originalidad, incluso siendo el primero en algo, desde que naces. Te ayuda a ser encontrado en redes sociales y en buscadores y hace que te recuerden mejor, lo que puede implicar beneficios personales, sobre todo en tu carrera.

«Alguien con un nombre único destacará del resto y será más recordado», comenta Raúl Ituero, de la empresa AVÁN & ERA que salió a los medios en otoño ofreciendo como servicio buscar un nombre único para su hijo a los padres que requirieran sus servicios. Una empresa que es un spin-off del estudio Damenáme y que asegura toda la dedicación del mundo para proponer nombres originales y a gusto de los padres.

Lo que me lleva a otra pregunta: ¿Qué te parecería que una empresa experta en marcas te ayudara a elegir el nombre de tu hijo?

Yo no lo haría la verdad. Es algo que me parece demasiado personal. Julia y Jaime se llaman así por decisión de su padre y mía, pero ni siquiera buscamos consejo en la familia más cercana. Pero me consta que, aunque hay gente que lo tiene muy claro o no lo tiene pero no necesita recursos externos, otros muchos tiran de libros y páginas webs que incluyen todo tipo de nombres y significados. Así que tal vez no resulte algo tan descabellado permitir que una empresa te lo proponga.

Lo que está claro es que es una decisión importante. La primera tal vez que tomamos por nuestros hijos más allá de decidir traerlos a este mundo. Algo que admite pocos experimentos, porque es cierto que va a marcarles de por vida.