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¿Sabes que son las bajocas? ¿Y las gartipesas? Pues sigue leyendo…

Por Mar Gulis (CSIC)

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Dos de las mujeres encuestadas con una niña, en Mojácar. / ALPI.

Pongamos que visitamos un pueblo manchego, concretamente de la zona oriental de Cuenca o de Albacete, y nos sentamos a hablar en una plaza con un grupo de señoras mayores. Si la conversación deriva por la vertiente culinaria, es posible que alguna de ellas nos dé una receta de bajocas. En otro momento de la conversación, puede que mencionen las judías verdes. Ambos términos designan el mismo alimento, pero las mujeres hablarán de bajocas para referirse a las que proceden de la huerta, mientras que utilizarán la expresión judías verdes para las que trae el frutero, es decir, “las que vienen de fuera”. Esta es una de las anécdotas que cuenta Pilar García Mouton, investigadora del CSIC que ha coordinado el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI).*

Este proyecto, que constata la riqueza léxica peninsular, es una especie de “archivo histórico que recoge la lengua de nuestros abuelos”, explica la filóloga. En él podemos encontrar curiosidades como los cientos de vocablos existentes para nombrar a las mariquitas. Todavía puede oírse en pueblos asturianos citar a la paxarina de Dios, en León a la vaquina de Dios o en Salamanca a la gallinita ciega para designar al popular insecto.

Estos y otros muchos vocablos están recogidos en el ALPI, que recopila los resultados de un trabajo desarrollado en los años 30 del pasado siglo. En ese periodo, un grupo de investigadores liderado por Tomás Navarro Tomás recorrió la Península Ibérica y Baleares preguntando a los lugareños, a partir de un cuestionario minuciosamente elaborado, cómo denominaban una serie conceptos cotidianos.

El objetivo era recoger y plasmar esa variedad lingüística planteando más de 1.300 preguntas a habitantes de 527 localidades. La meteorología y la astronomía, la flora, la fauna, la ganadería, la matanza del cerdo, el cuerpo humano y sus enfermedades, la familia con el nacimiento, la boda y la muerte, los vestidos y las comidas tradicionales, los utensilios de cocina, la vid y el vino o la elaboración de quesos fueron algunos de los temas abordados.

Según el propio Navarro Tomás, el objetivo de aquel primer ALPI era “ofrecer una representación de la lengua popular hablada en pueblos menores y antiguos por personas iletradas o de escasa cultura, entre los cuarenta y los sesenta años de edad”. A pesar de que el proyecto se ideó a principios de siglo, las circunstancias lo fueron retrasando. Entre 1931 y 1936 se realizaron casi todas las encuestas, pero después de la guerra civil hubo que esperar tiempo para que, con la colaboración de varios investigadores y la tutela desde el exilio de Navarro Tomás, se retomaran los trabajos en el CSIC. Finalmente, en 1962 se editó el único volumen publicado hasta hoy.

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Uno de los encuestadores, Aníbal Otero, realizando el cuestionario. / ALPI.

Ahora, más de medio siglo después, un equipo coordinado por García Mouton ha editado ese material y lo ha volcado en una página web en la que cualquiera puede comprobar cómo un mismo objeto recibe distintos nombres en función del lugar donde nos encontremos. Mediante una sencilla búsqueda, acotada por provincia, localidad o concepto, entre otros parámetros, el usuario de la página descubrirá, por ejemplo, que los guisantes pueden llamarse tirabeques en A Coruña, pero también chícharos, arbechos, cantudas, arvejas, gríjoles, brísoles o bisaltos en otros lugares. O que en ciertas zonas de Valencia dar volteretas se dice dar la trampa la mora, mientras que en algunos pueblos coruñeses se ha usado la expresión dar pinchacarneiros. O que las lagartijas pueden llamarse salamantiguinas, gartipesas, ligaternas, santigüelas o zarandillas, entre otras denominaciones. Y así hasta casi 5.700 respuestas que pueden visualizarse en mapas y que se completan con fotos históricas de los objetos descritos y las personas encuestadas.

Como la información es anterior a los cambios culturales, demográficos y lingüísticos que se produjeron tras la guerra civil, el ALPI es “un testimonio de incalculable valor acerca de aquella época”, explica García Mouton, del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del CSIC. “Después de la guerra se produjeron grandes movimientos de población del campo a la ciudad, todo el mundo empezó a ir a la escuela y la influencia de los medios de comunicación extendió el uso de nuevos términos. Todo eso transformó la forma de hablar en muchos lugares”, explica. El ALPI recoge miles de palabras que reflejan la manera en la que hablaban nuestros abuelos y abuelas, algunas de las cuales todavía se oyen en las calles y plazas de los pueblos.

 

*El ALPI, que continuará desarrollándose durante los próximos meses, cuenta con financiación de la Fundación BBVA, dentro del proyecto ‘Atlas Lingüístico Interactivo de la Península Ibérica’.

¿Por qué a las lagartijas les vuelve a crecer la cola?

Por Mar Gulis (CSIC)

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La capacidad de regenerar de las lagartijas se denomina autotomía caudal / Wikipedia

“Te mueves más que un rabo de lagartija”. Si os han dedicado alguna vez esta expresión, seguramente se deba a vuestra tendencia a la hiperactividad. El origen de esta frase tiene que ver con uno de esos prodigios de la naturaleza: la asombrosa habilidad de las lagartijas para regenerar su cola. ¿Cómo se explica este fenómeno? Se trata de un mecanismo de defensa que no es exclusivo de estos pequeños reptiles: la denominada autotomía caudal, que se refiere a la capacidad para desprenderse de una parte del cuerpo de forma voluntaria, es decir, bajo control neural, es compartida también por algunos anfibios como las salamandras. Después de ‘perder’ la cola, estos animales a menudo regeneran esa parte del cuerpo.

En el caso de las lagartijas, cuando son agarradas por la cola por un depredador, algunas especies “se deshacen de un fragmento mediante una contracción muscular”, explica Alfredo Salvador, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. “Este trozo desprendido tiene contracciones musculares espasmódicas durante un breve lapso de tiempo. El objetivo es distraer al depredador, permitiendo a la lagartija escapar”, añade. De ahí el ‘te mueves más que un rabo de lagartija’. Este apéndice posee además una estructura que hace que la pérdida de sangre y masa muscular sean mínimas cuando se produce la autotomía caudal.

Así, el asombroso mecanismo les daría una ventaja inmediata de supervivencia. Sin embargo, la pérdida de la cola “tiene también costes para el individuo, que tendrá más dificultades para desplazarse y correr”, por lo que estará más expuesto a los depredadores. Para compensar la vulnerabilidad, “las lagartijas que han ‘perdido’ un fragmento de cola están más ocultas mientras la regeneran”, subraya este investigador.

Al margen de cuáles sean las ventajas y los costes, desde el punto de vista biológico la capacidad de regeneración de estos reptiles fascina a los científicos. El proceso se inicia cuando, una vez ‘perdida’ la cola, “hay una migración de células epiteliales alrededor de la herida para formar un capuchón epidérmico, en el que se forma una estructura cónica que es el blastema. Este está formado por células no diferenciadas que van a dar lugar a los distintos tejidos de la [nueva] cola”.

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El ejemplar tarda varias semanas o incluso meses en desarrollar su nueva cola / Wikipedia

Una vez puesto en marcha el proceso, el ejemplar puede tardar varias semanas o incluso meses en desarrollar su nuevo apéndice, que será “funcionalmente igual al anterior, pero de menor longitud”, explica Salvador. “La cola va creciendo poco a poco y pasadas una o dos semanas está ya disponible, aunque será todavía muy corta y su papel locomotor estará reducido”.

Los científicos han observado que el diseño y la estructura de la cola son diferentes entre el desarrollo embrionario y el proceso de regeneración. Por ejemplo, “la columna vertebral no se formará y en su lugar aparecerá una estructura cartilaginosa”, señala.

Ya hemos dicho que también las salamandras son capaces de este prodigio. Pero, ojo, porque la autotomía con regeneración de brazos, patas, palpos labiales o antenas “se observa en más de 200 especies de invertebrados, entre ellos, cefalópodos, arañas, insectos, crustáceos y estrellas de mar”, recuerda Salvador. Lamentablemente, los humanos carecemos de esta capacidad regenerativa. Pero ahora que los expertos conocen los mecanismos del proceso, el siguiente reto sería replicar esta habilidad en los humanos, es decir, desarrollar formas de estimular la regeneración de extremidades en personas. “La investigación con células madre está logrando la regeneración de tejidos, pero todavía parece lejana la posibilidad de regenerar estructuras complejas como las extremidades”, apunta el investigador del CSIC.