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¿Por qué se quema antes una sabana que un bosque? Cinco cuestiones sobre inflamabilidad e incendios

Por Juli G. Pausas (CSIC)*

La inflamabilidad de las especies vegetales es relevante en los incendios, aunque su papel depende de diversas condiciones. Vamos a intentar aclarar algunas cuestiones al respecto:

  • La inflamabilidad es la capacidad de prender y propagar una llama

La inflamabilidad no se debe confundir con la cantidad de biomasa, que es la carga de combustible. Es decir, una planta, una comunidad vegetal o una plantación es más inflamable que otra si, teniendo aproximadamente una misma biomasa, prende y propaga mejor el fuego.

  • Hay especies de plantas más inflamables que otras

Todas las plantas son inflamables, pero unas más que otras. Una aliaga o un brezo arde mejor que un lentisco o un alcornoque. Entre las características que incrementan la inflamabilidad nos encontramos, por ejemplo, tener hojas y ramas finas, madera ligera, retener ramas secas o tener elevado contenido en compuestos volátiles. En cambio, tener hojas gruesas y pocas ramas, gruesas y bien separadas, reduce la inflamabilidad. Árboles con abundantes ramas basales son más inflamables que árboles con las primeras ramas elevadas y con espacio entre el sotobosque y la copa.

Aliaga_incendios

La aliaga (Ulex parviflorus) es una planta muy inflamable porque casi toda la biomasa es muy fina y acumula ramas secas. / Juli G. Pausas

No obstante,  todas estas características no tienen por qué estar correlacionadas entre sí; las plantas pueden tener diferente grado de inflamabilidad según la escala en que se mire. Por ejemplo, hay algunas especies de pino que tienen una alta inflamabilidad a escala de hojas pero baja inflamabilidad en la estructura del árbol, por tener la copa elevada. Por lo tanto, en incendios poco intensos el fuego se propagará superficialmente pero no alcanzará la copa, como en el caso de incendios de sotobosque.

  • Hay comunidades vegetales más inflamables que otras

En algunas comunidades pueden dominar especies más inflamables que en otras, lo que condiciona la inflamabilidad de toda la comunidad vegetal, ya sea natural o una plantación.

Además, hay otras características que incrementan o reducen la inflamabilidad a escala de comunidad. Entre ellas podemos mencionar:

    • la continuidad y distribución de las especies muy o muy poco inflamables
    • el número de plantas muertas por sequía, por ejemplo
    • las condiciones microclimáticas que se generan dentro de la comunidad. En bosques densos dichas condiciones pueden inhibir la probabilidad de fuego
    • las condiciones topográficas. Una mayor humedad en depresiones topográficas reduce la inflamabilidad de las plantas.

Así, se quema más fácilmente un aulagar o un brezal mediterráneo que un bosque denso y sombrio; o una sabana que un bosque. Los sistemas sabana-bosque tropicales son claros ejemplos de mosaicos determinados por diferente inflamabilidad.

Pinar de pino carrasco (Pinus halepensis). No solo las hojas son bastante inflamables sino que la continuidad entre el suelo y las copas hace que todo el árbol y el pinar sea muy inflamable, y genere incendios intensos de copa. / Juli G. Pausas

  • La gestión forestal puede modificar la inflamabilidad

La gestión forestal puede modificar la estructura de los árboles, de la comunidad, y del paisaje. Reduce la cantidad de biomasa, el combustible, pero también la continuidad, y por lo tanto, la probabilidad de que se propague el fuego. Por ejemplo, tanto en bosques como en plantaciones forestales, a menudo se realizan cortas del sotobosque y de ramas inferiores de los árboles, se introduce pastoreo o se realizan quemas prescritas, todo con el objetivo de estimular el crecimiento en altura de los árboles y generar una discontinuidad vertical entre el sotobosque y la copa. De esta manera, el fuego se propaga sólo por el sotobosque, los incendios son menos intensos, y la mayoría de árboles sobrevive.

Pinar de pino_incendios

Pinar de pino laricio (Pinus nigra) con árboles que tienen baja inflamabilidad, ya que hay una discontinuidad entre el sotobosque y la copa, de manera que el fuego se propaga por la superficie y no llega a alcanzar las copas (incendios de sotobosque). / Juli G. Pausas

En matorrales, la gestión puede reducir la biomasa, pero no es fácil reducir la inflamabilidad. Las plantaciones forestales a menudo son masas densas y homogéneas de árboles, muchas veces de especies muy inflamables como eucaliptos, y por lo tanto propensas a propagar incendios. Por lo tanto, la gestión forestal es clave para reducir la cantidad de combustible y la inflamabilidad de estas plantaciones. Además, a escala de paisaje, se puede disminuir la capacidad de propagación de un incendio mediante cortafuegos y generando paisajes en mosaicos.

 

  • El tamaño de los incendios puede estar  determinado por la inflamabilidad de las especies

En general, el tamaño de un incendio está condicionado por la cantidad, continuidad, y homogeneidad de la vegetación, sea natural o plantaciones, el grado de humedad de esta, y por el viento. La inflamabilidad de las especies también es relevante en el comportamiento del fuego y el tamaño de los incendios, pero su papel relativo depende de las condiciones. En incendios poco intensos, diferencias en la inflamabilidad (ya sea por cambios en la estructura forestal debidos a la gestión, o por diferencias naturales de las especies), pueden condicionar que una zona arda o no, y por lo tanto, el tamaño del incendio. En condiciones extremas de sequía y fuertes vientos, las diferencias en inflamabilidad serán poco relevantes. Igualmente, dependiendo de las condiciones, un cortafuegos puede o no frenar un incendio.

 

Juli G. Pausas  es investigador del CSIC en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación Incendios Forestales (CIDE), y autor del libro Incendios forestales (CSIC-La Catarata) perteneciente a la colección ¿Qué sabemos de?, disponible en la Editorial CSIC Los Libros de la Catarata.

 

Acabar con los incendios es antinatural e insostenible

* Por Juli G. Pausas (CSIC)

Para que se produzca un incendio forestal se requieren tres condiciones: una ignición que inicie el fuego, un combustible continuo e inflamable, y unas condiciones de propagación adecuadas. ¿Se dan estas tres circunstancias en nuestros ecosistemas?

Empecemos por el final, las condiciones de propagación. Una de las principales características del clima mediterráneo es que la estación más seca coincide con la más cálida (el verano), cosa que no se da en la mayoría de los climas del mundo. En verano se genera un periodo relativamente largo con unas condiciones de elevadas temperaturas y baja o nula precipitación, que son ideales para que, si hay un incendio, se propague fácilmente. Además, no es raro tener días de viento relativamente fuerte, seco y cálido (por ejemplo, los ponientes en la costa valenciana) que facilitan aún más los grandes incendios.

Las tormentas de verano actúan como fuente de ignición e inician incendios forestales / D. Maloney.

La siguiente condición es la existencia de un combustible continuo e inflamable. En la mayoría de los ecosistemas ibéricos, la vegetación es lo suficientemente densa y continua como para que, si hay un incendio en verano, pueda extenderse a grandes superficies. Esto es aplicable tanto a los bosques como a la gran diversidad de matorrales que encontramos en nuestro territorio. De manera que la vegetación mediterránea forma lo que a menudo se llama el combustible de los incendios forestales. No hay que olvidar que este combustible está compuesto por una gran diversidad de seres vivos que tienen detrás una larga historia evolutiva; son parte de nuestra biodiversidad. Esta continuidad en la vegetación era especialmente evidente antes de que los seres humanos realizaran esa gran fragmentación que se observa actualmente en nuestros paisajes, principalmente debida a la agricultura, pero también a las abundantes vías y zonas urbanas.

Pero con una vegetación inflamable y unos veranos secos no es suficiente para que haya incendios, se requiere una ignición inicial. Hoy en día, la mayoría de igniciones son generadas por personas, ya sea de manera voluntaria o accidental. Pero, ¿hay igniciones naturales? La respuesta es . A menudo tenemos tormentas secas en verano, cuando las condiciones de propagación son óptimas, de manera que los rayos generados por estas tormentas pueden actuar como fuente de ignición e iniciar un incendio forestal. Tenemos muchos ejemplos de incendios generados por rayos (la mayoría sofocados rápidamente por los bomberos); y en los meses de verano, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) detecta miles de rayos potencialmente capaces de generar igniciones (ver mapa).

31-07-2015, localización de 12.835 rayos que se registraron durante 6 horas en la Península Ibérica. / AEMET.

Por lo tanto, las tres condiciones arriba mencionadas se dan de manera natural en nuestros ecosistemas, y por lo tanto podemos afirmar que sí hay incendios naturales. Pero, ¿cuántos?

Las estadísticas de incendios actuales nos dicen que los generados por rayos son una minoría, comparado con la gran cantidad de incendios provocados por el ser humano. ¿Podría esta minoría de incendios por rayo representar la cantidad de los incendios esperables en condiciones naturales? La respuesta es no. Una gran cantidad de rayos cae en suelo sin vegetación combustible (zonas agrícolas y urbanas) y por lo tanto no producen los incendios que producirían en unas condiciones más naturales. La mayoría de las igniciones en el monte generadas por rayos son apagadas por los bomberos forestales cuando aún son sólo conatos o incendios muy pequeños. Nuestros bomberos apagan la inmensa mayoría de las igniciones; sólo un porcentaje muy pequeño se escapa y se transforma en los incendios que aparecen en los medios. Además, de los incendios que realmente progresan, la mayoría son más pequeños de lo que sería esperable en condiciones más naturales, porque los apagan los bomberos o porque se detienen en zonas no inflamables (zonas agrícolas, urbanas, cortafuegos, etc.). Como consecuencia, las estadísticas de incendios por rayos, ya sea en número de incendios o en área afectada, no reflejan la importancia que tendrían los incendios en condiciones naturales, sino que los subestiman. Algunos de los incendios que actualmente se dan por actividad humana, en realidad están sustituyendo a incendios naturales.

Es decir, en unos paisajes más naturales (con menos presión humana) que los actuales, sería de esperar que hubiese menos incendios porque habría muchas menos igniciones (la elevada población actual genera la mayor parte) pero, en muchos casos, esos incendios podrían ser más grandes. El balance probablemente sería de menos áreas afectadas por el fuego, pero sí habría incendios frecuentes. A todo esto hay que añadir que actualmente estamos alterando el clima, de manera que la estación con incendios tiende a ser más larga y las olas de calor más frecuentes. Todo ello incrementa la actividad de los incendios.

Incendio en el Parque Nacional Bitterroot, Montana (EE.UU.) . / John McColgan.

En definitiva, lo importante es saber si el régimen de incendios actual y futuro es ecológica y socialmente sostenible teniendo en cuenta el cambio climático. Eliminar los incendios es imposible, antinatural y ecológicamente insostenible. Nuestra sociedad ha de aceptar la existencia de incendios, aprender a convivir con ellos, adaptar las estructuras y los comportamientos, y gestionar las zonas semiurbanas, los paisajes rurales, las plantaciones forestales y los parques naturales para que el régimen de incendios sea ecológica y socialmente sostenible. Todo ello sin olvidar que lo normal es que un día puedan ser sorprendidos por un incendio.

* Juli G. Pausas trabaja en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación (CIDE) del CSIC y es autor del libro Incendios forestales de la colección ¿Qué sabemos de?, disponible en la Editorial CSIC y Los Libros de la Catarata.

Ecología del fuego: ¿son perjudiciales todos los incendios?

Por Mar Gulis

Repartido entre los estados de Wyoming, Montana e Idaho, el gran Parque Nacional de Yellowstone es la casa de osos pardos, lobos, bisontes y alces, entre otros animales salvajes. Sus más de 8.983 km2 albergan también el Gran Cañón de Yellowstone y una impresionante colección de géiseres y fuentes termales. Considerado el parque nacional más antiguo del mundo, su variada fauna y estos fenómenos geotérmicos lo convierten en una joya desde el punto de vista medioambiental.

Bisontes junto a una fuente termal en el Parque Nacional de Yellowstone / Wikipedia

Bisontes junto a una fuente termal en el Parque Nacional de Yellowstone / Wikipedia

Por eso el incendio que sufrió en 1988 desató una gran alarma. En realidad fueron varios los incendios que abrasaron más de medio millón de hectáreas. La magnitud de las llamas fue tal que todos los recursos desplegados por el Gobierno de EEUU resultaron insuficientes. El fuego no se extinguió hasta tres meses después, cuando llegaron el frío y las lluvias.

Lo sucedido marcó un punto de inflexión en el ámbito académico, concretamente en la denominada ‘ecología del fuego’. Estos términos, aparentemente contradictorios, tienen más en común de lo que puede parecer a simple vista. El incendio generó muchos estudios acerca de las causas y las consecuencias del fuego sobre la flora y la fauna del parque. Una década después se repasó toda esa literatura y llegaron las sorpresas: la comunidad científica concluyó que casi toda la biodiversidad se había recuperado, encontrándosea niveles similares a los de antes de 1988.

El incendio de 1988 arrasó XX hectáreas / Wikiepedia

El incendio de 1988 arrasó más de medio millón de hectáreas / Wikiepedia

A partir de las investigaciones, se observó, por ejemplo, que incendios parecidos habían ocurrido en el pasado, solo que con frecuencias bajas, aproximadamente cada 200 o 300 años. Conclusión: los incendios no eran necesariamente perjudiciales para la biodiversidad.

Pensemos en lo que sucede con la lluvia: “Existe un régimen de lluvias, con diferentes frecuencias e intensidades, que es bueno para el ecosistema. Si te sales de ese régimen y se producen lluvias torrenciales o sequía, se convierte en negativo. A los fuegos les pasa un poco lo mismo”, explica el biólogo del CSIC Juli G. Pausas. Hay regímenes naturales de incendios que no son negativos para la naturaleza y la biodiversidad; “pero si te pasas porque quemas demasiado o porque quemas demasiado poco, sí pueden ser malos”.

La clave, por tanto, estaría en la frecuencia y la intensidad de las llamas. Y aquí entra en escena el factor humano. Aunque desde el punto de vista ecológico el fuego constituye un disturbio -reduce la biomasa y causa la muerte de plantas y animales-, lo esencial es que nosotros hemos alterado el régimen natural de incendios en el planeta. Directamente, por ejemplo al usar el fuego para preparar el terreno agrícola, o al generar incendios deliberados; o indirectamente, introduciendo especies exóticas en los ecosistemas que pueden aumentar o disminuir la frecuencia e intensidad natural de los incendios.

Uno de los geiseres del parque / Wikipedia

El géiser Castle de Yellowstone, en erupción / Wikipedia

Sin embargo, muchas características de algunos ecosistemas se explican por la acción de las llamas. El caso del área mediterránea es muy claro: “Hay regímenes de incendios que son sostenibles desde el punto de vista ecológico y que han moldeado la diversidad de nuestros paisajes, de eso no hay duda. Otra cuestión es que si en el paisaje pones personas y casas, puede que ese régimen de incendios ecológicamente sostenible, sea socialmente insostenible”, señala Pausas. Por eso, cuando surge un fuego en un área poblada, las autoridades deben desplegar los medios necesarios para apagarlo, independientemente de que su impacto sea positivo o no para el ecosistema. Por el contrario, si el área no está poblada el protocolo puede ser diferente. “Habrá que evaluar la intensidad del fuego, cuándo se produjo el último incendio y cuáles son las características del suelo y las especies que lo habitan. Si no va a ser un problema para la biodiversidad, a menudo es suficiente establecer un control mínimo para que no se propague a zonas no deseadas”, explica el investigador.

El papel del fuego es complicado, pues tiene efectos negativos y positivos, dependiendo de las características del in­cendio y de las adaptaciones de las especies del entorno. La ecología del fuego estudia cómo han ido variando los regímenes de incendios en los diferentes ecosistemas y climas, y cómo han moldeado la biodiversidad.

 

Si quieres más ciencia para llevar sobre la ecología del fuego, consulta el libro Incendios forestales (CSIC-Catarata), de Juli G. Pausas.