La televisión ha creado un mundo esquizofrénico en el que entre el individuo y lo global no hay nada. Alain Touraine

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Apocalipsis TV: Pantojito contra Carminito

Leo en el ¡HOLA! de hoy una columna de Jesús Mariñas. Ya sólo por eso, por atreverme a descifrar la prosa de un tipo que empieza un artículo con esta frase:

Vaticinan pero no hay nada seguro.

Alguien tendría que imponerme una medalla. O incluso un medallón. De ternera, si me apuran.

Sigo. Coño. Ya escribo. Como Mariñas. Sólo me falta su exquisito gusto para joyas y complementos.

Digo. Decía. Que leo a Mariñas en el ‘¡HOLA!‘. Donde dice aquello de…

Vaticinan pero no hay nada seguro.

¿El qué? Pues eso es lo fuerte. Más que la construcción sintáctica. Lo fuerte es que vaticinan pero no hay nada seguro que en el ¡Mira quién baila! de la próxima temporada podrían competir Kiko Rivera (aka Paquirrín) y Julián Contreras Jr.

(PAUSA PARA LOS GRITOS)

No sé si me explico: el hijo de la difunta Carmina (ese que, según Abel Arana-a sus pies, de nuevo- apunta maneras de musculoca) y el primogénito de I.P., la tonadillera hirsuta.

Bailando.

Por separado, a Zeus gracias.

(LA HOSTIA)

Perdón: LA REHOSTIA.

Límite 24 horas en Antena 3

Ahora mismo no recuerdo a cuántas horas me quedé anoche del hallazgo del cadáver de Carmina Ordóñez . Me debí de quedar dormido unas diez horas antes, o algo así. No fui capaz de soportar esa burda reconstrucción de las horas previas mezclada con las mismas entrevistas de siempre a quienes la conocieron o vivieron a su costa.

Y es que mi límite está muy por debajo de las 24 horas.

El nuevo programa de Antena 3 trata de sacarle unas gotas más de jugo a lo morboso y a lo banal a través de un tratamiento dizque de periodismo de investigación, de reconstrucción de unos hechos intrascendentes sin rigor alguno. Y recurre a las mismas voces de siempre, a las mismas imágenes mostradas hasta mi saciedad, y a algunas tan exclusivas como las del aspecto actual del interior del apartamento donde murió hace unos años esa mujer, o el portal de su casa de Tánger.

El Límite 24 horas de Carmina Ordóñez fue una exhumación grotesca de un cadáver del que los necrófagos pretenden seguirse alimentando, y del que algunos – con perdón- ya chupan hasta los huesos. Un asco.

Aunque sólo por escuchar a un Matamoros (nunca sé si Coto o Kiko) hablando de cómo «Carmina entraba a la leprosería de Marrakech y se abrazaba a los leprosos. Los leprosos la adoraban. Y ella adoraba a los leprosos», ya mereció la pena. Por eso, y por el reiterado uso de la palabra «bicoca». Que es un término cuya utilización yo, personalmente, desaconsejaría en cualquier monográfico dedicado a la Ordóñez.