Entradas etiquetadas como ‘derechos laborales’

«Organízate si no quieres que te organicen»: Las Kellys luchan contra la precariedad laboral

Las Kellys

Por Las Kellys

Seguro que alguna vez os ha pasado, estás en la habitación del hotel y llaman a la puerta despacito: “Toc-Toc, permiso, camarera, servicio de habitaciones, limpieza.

Somos las camareras de pisos, Las Kellys, las mujeres “Kellympiamos” las habitaciones en los hoteles. Mujeres, hasta hace poco invisibles, que se mueven sin parar y desarrollan un trabajo feminizado poco valorado pero imprescindible, estructural. Sin él, los hoteles no podrían existir ni promocionarse porque nadie paga por dormir en una habitación sucia.

Sobre el departamento de pisos los hoteleros depositan la responsabilidad de hacer que los clientes se sientan como en su propia casa durante la estancia. El problema es que no suelen proveer el tiempo ni los medios para ello. Además, el turismo low cost no siempre se acuerda de meter el civismo en la maleta cuando viaja, todo hay que decirlo.

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Pequeños detalles y grandes oportunidades

judit mascó

Por Judit Mascó 

Cuando empecé en el mundo de la moda, no era muy consciente de que algo que te apasiona puede ser una profesión, e influir de manera determinante en tu vida, y en la de muchas más personas. La ropa, que para algunas personas tiene un aura de ‘frivolidad’ muchas veces inmerecida, y quizá es así para todo el mundo, hasta que un día te paras a reflexionar sobre quién hay detrás de la prenda que has elegido una mañana.

Hace tiempo tuve la oportunidad de viajar a Uganda a visitar una cooperativa de Café de Comercio Justo, y descubrí los  principios básicos de este movimiento. Uno de ellos me tocó  especialmente la fibra porque afecta mucho a las mujeres en el ámbito laboral: “Compromiso con la no discriminación, equidad de género y libertad de asociación“. En países como Uganda, por citar uno que conozco, la mujer no tiene un fácil acceso a la tierra y apoyarlas a ellas en concreto genera beneficios no sólo para ellas, sino para toda la comunidad. Este mismo proceso de la producción de café lo he visto en el ámbito textil.

En la vida muchas pequeñas cosas son inmensamente valiosas. Las pequeñas cooperativas, como Creative Handicrafts producen a pequeña escala moda sostenible, con una calidad muy cuidada y respetando los principios de comercio justo. Con esta cooperativa  y dentro de la colección primavera-verano 2013 Veraluna decidí hacer mi “pequeña” colaboración diseñando mi primer bolso que además se fabricaría bajo estos principios. El resultado no estuvo mal, así que cuando me volvieron a pedir ayuda para un nuevo diseño, no lo dudé.

La nueva creación ha sido un fular que tiene para mí algunas características que lo hacen práctico y atractivo: funcional, ni corto ni largo, suave y en dos versiones de color que permitan combinarlo prácticamente con todo. Éste es el resultado, y se aceptan todas las opiniones, pero sobre todo es una invitación a quienes deseen dar el paso hacia un consumo más responsable. Lo más agradable de llevarlo puesto es saber que su producción se ha hecho por mujeres trabajadoras cuyos derechos se respetan, y que comprarlos beneficia a muchas familias que ahora pueden tener una vida más digna.

El fular  diseñado por Judit Mascó está a la venta durante esta semana en Showroomprive, y los beneficios son íntegramente para la cooperativa Creative Handicrafs en la India.

Judit Mascó. Soy madre de 4 hijas, me entusiasma viajar y descubrir, de profesión modelo y presentadora,  y colaboro en varios medios de comunicación. Estoy comprometida con  diferentes entidades con las que me siento identificada.

Made in Dagenham: una huelga que hizo historia

Por Patricia AndersenPatricia Andersen

Las revoluciones de mayo de 1968 son famosas por el cambio en las políticas sociales que supusieron en toda Europa. Francia aparece a menudo como el origen de estas revueltas. Sin embargo, existe una película británica que nos muestra como un pequeño grupo de mujeres trabajadoras en la inmensa industria de Ford de Dagenham, al este de Londres, marcaron los primeros pasos para una de las luchas sociales que aún a día de hoy no ha terminado: la igualdad salarial entre hombres y mujeres.

Pago Justo. (c) ARP Sélection

Pago Justo. (c) ARP Sélection

Made in Dagenham (2010), de Nigel Cole, llegaría a España con el título Pago Justo. Las únicas 187 mujeres que trabajan en la empresa de Ford, que emplea a 55 000 operarios, se ven envueltas en las huelgas que colapsan el país. Lo que en un principio comienza como una lucha por lograr que se las considere mano de obra cualificada como a los hombres, acaba convirtiéndose en una lucha por la igualdad de salarios entre ambos sexos que llevará a este pequeño grupo de mujeres hasta el Ministerio.

Las 187 mujeres trabajaban elaborando las tapicerías de los asientos de los coches, en unas condiciones de trabajo más que mejorables y sin ser consideradas mano de obra cualificada que les permita un salario más justo y una remuneración adecuada para las horas extra por el simple hecho de ser mujeres.

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Los fulares de Anjali

Por Yasmina BonaYbona

Suelo llevar un fular en mi bolso. Me resulta un complemento bonito y efectivo para proteger mi garganta, especialmente en otoño y primavera, cuando las temperaturas son demasiado altas para llevar bufanda pero no tanto como para dejar el cuello despejado. Cuando elijo un fular en una tienda, me fijo en el color para ver si combinará con mi ropa, pongo atención también en el tipo de tela y, cómo no, en que tenga un precio razonable. Pero no suelo pensar en quién lo habrá cosido.

Reflexioné sobre este tema hace unas semanas, cuando conocí a Anjali Tapkire, una cooperativista de Mumbai que trabaja en la industria textil en la India. Ella ha puesto el hilo a agujas que han zurcido miles de vestidos, camisetas, pijamas y fulares que luego han llegado a tiendas de nuestro país. Me contaba que en su cooperativa, Creative Handicrafts, que presidió durante 17 años, trabajan 700 mujeres que confeccionan todo tipo de ropa, pero lo más importante es que lo hacen bajo los principios del comercio justo.

Anjali Tapkire, de la cooperativa Creative Handicraft, en la tienda de comercio justo de Oxfam Intermón en Barcelona. (c) Ivan M. García / Oxfam

Anjali Tapkire, de la cooperativa Creative Handicrafts, en la tienda de comercio justo de Oxfam Intermón en Barcelona. (c) Ivan M. García / Oxfam

La industria textil es una de las más feminizadas y proclives a infringir los derechos laborales de las mujeres. En Centroamérica, por ejemplo, más de 260.000 mujeres trabajan en maquilas, en su mayoría produciendo ropa en condiciones de gran precariedad laboral: jornadas interminables, salarios de miseria que rara vez llegan a los 300 euros mensuales o enfermedades por cumplir metas de producción inhumanas. Por eso, el modelo de producción y organización del trabajo pueden ser claves a la hora de empeorar o mejorar la situación de discriminación que sufren las mujeres. Este mismo mes, se cumplen dos años del derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh, que acabó con la vida de más de mil trabajadores del sector textil.

Por suerte, en la cooperativa de Anjali, mujeres y también hombres trabajan en condiciones dignas. Con su trabajo, sacan de la miseria a personas que viven en los slums, los barrios más pobres de Mumbai. Anjali dice que poder cambiarles la vida es lo que da sentido a la suya. Ella misma, con la ayuda de los microcréditos que impulsa su cooperativa, pudo comprar una casa más sólida que la estructura de cartón y plástico bajo la que vivía antes. Con el dinero que ganaba, pudo graduarse en psicología y costear los estudios de sus hijos. Cuando las mujeres entran a Creative Handicrafts logran tener independencia económica, pueden decidir cómo gestionan su dinero, aprenden a desarrollar sus capacidades en talleres de formación y ganan confianza y autoestima. Son logros de gran valor si tenemos en cuenta que más del 50% de la población india está desaventajada económicamente, y dentro de este porcentaje las mujeres ocupan un lugar especialmente desfavorecido debido a largos años de sufrir explotación y dependencia social y económica.

Los fulares que han pasado por las manos de Anjali no son solo piezas bonitas y efectivas para proteger gargantas. Son telas que perfilan nuevas personalidades a las mujeres de los barrios más pobres de Mumbai: más independientes, más confiadas, con más autoestima y, en definitiva, más felices. Vale la pena reflexionar sobre todo ello cuando compramos nuestra ropa.

 

Creative Handicraft es uno de los grupos productores de la India que elabora las piezas de comercio justo de la colección de Veraluna de Oxfam Intermón

 

Yasmina Bona es periodista y trabaja en Oxfam Intermón.

No descartéis a Amina

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Amina está descartada. Los españoles, cómodamente sentados en el sofá de casa, hemos decidido que esta joven marroquí ya no merece nuestra ayuda. En el reality de la cooperación hay que elegir: solo podemos apoyar a 3 de los 10 concursantes. Y Aminata, la concursante número 7, ha quedado fuera. Trabaja recogiendo fresas, sin contrato ni seguridad social. No tiene alternativa, no ha podido estudiar y este es el único sueldo que entra en casa. Sin embargo, hemos decidido eliminarla. “No podemos ayudarlos a todos”, lamenta con sarcasmo la presentadora.

Por suerte, este concurso es falso, aunque tiene mucho de realidad. Oxfam Intermón se lo ha inventado para despertar conciencias. Desde que empezó la crisis, el Gobierno ha recortado un 70% la ayuda a los países en desarrollo. Y eso se traduce en que 7 de cada 10 personas han dejado de recibir nuestro apoyo. Hemos “descartado” a esas personas. Es cruel y perverso, pero apenas ha provocado la indignación de la ciudadanía.

Tal vez porque la gente no es consciente de que la ayuda sirve. La historia de Amina se basa en la historia real de más de 20.000 mujeres del norte de Marruecos que, gracias a la cooperación española, son conscientes de sus derechos y se han empezado a organizar para reclamar mejores condiciones laborales. Hace unos meses en este blog os contábamos cómo la suerte de cientos de chicas marroquíes había cambiado por completo. Ahora tenían esperanza.

Su caso no es excepcional. Durante muchos años, la solidaridad de los españoles ha provocado cambios en miles de mujeres de todo el mundo. Se han subvencionado programas para que las mujeres se organicen contra la violencia y la discriminación, tengan mayor independencia económica, puedan decidir sobre sus vidas, participen en espacios políticos y sus voces sean escuchadas.

Ojalá la gente reaccione al ver el reality de la cooperación. Y desde su sofá, o desde la calle, diga Sí me importa las personas que más lo necesitan.

 

Laura Hurtado es periodista y participa en el proyecto Avanzadoras de Oxfam Intermón

Naima: ¿Dónde empieza la fresa?

Por Marcela Ospinaxcervera9622marceOspinaIO2013_low

Ya no hay fresas en el mercado. La temporada ha pasado y pienso en Charifa, Naima, Jamila, tres mujeres marroquíes que posiblemente hoy no traigan dinero a casa para que ellas y sus familias puedan comer. Basan su sustento en la principal actividad laboral para las mujeres del norte de Marruecos: la industria de la fresa.

Miles de ellas trabajan desde muy temprana edad, y en condiciones adversas, en campos de cultivo de fresas y fábricas que empaquetan o congelan estos frutos para exportarlos, principalmente a la Unión Europea. No son campesinas dueñas de sus tierras. Son asalariadas temporeras, obreras incansables de manos delicadas que surten nuestras despensas.

Naima muestra sus manos cortadas por el trabajo en la fresa. Imagen de Pablo Tosco

Naima muestra sus manos cortadas por el trabajo en la fresa. Imagen de Pablo Tosco

Durante los meses intensos de la cosecha, entre febrero y mayo, las mujeres pueden llegar a trabajar doce horas seguidas bajo el sol completamente encorvadas, descansando solo media hora a lo largo de todo el día. Pero en los seis meses de inactividad, estas mujeres deben rebuscar un sustento alternativo porque lo que cobran diariamente en la época de cosecha no es suficiente para ahorrar y poder subsistir el resto del año.

Cuando conocí a Naima en marzo de este año le estaba “robando” tiempo precioso de atención a su hija para responder a las preguntas que le hacíamos el periodista Bru Rovira y yo. Después de la entrevista empezaba su turno nocturno en el que durante 10 horas y de pie trocea fresas en un eterno silencio, a pesar de estar rodeada de otras 600 mujeres. La vimos emprender la marcha resignada a vivir una noche más de malos tratos por parte del capataz, a ser testigo tal vez de algún abuso sexual, que ya ha visto ocurrir donde trabaja.

Hoy Naima debe estar limpiando casas o viviendo de la caridad de sus familiares. Estará deseando que crezcan fresas en los campos, propiedad de grandes empresas marroquíes y españolas, para volver a la fábrica. Y aunque sus condiciones laborales allí aun no sean dignas,  es posible que no tenga más alternativa que pedir, una vez más, un puesto en la fábrica si quiere comer, pagar el colegio de su hija o hacer frente a una posible enfermedad.  Esta próxima temporada se esforzará en parecer más joven porque para las mayores de 30 años ya no hay oportunidades en el sector, y ella, con 31, sabe que su futuro se complica.

Pero el futuro también puede ser el desenlace alentador de un cambio en su vida, que empezó a gestarse cuando una compañera le habló de derechos laborales. La invitó a una reunión de una asociación apoyada por Intermón Oxfam y no solo entendió que tenía derecho a algo tan básico como un contrato y por ende, a beneficiarse de la protección social, sino que aprendió a leer y escribir.

Con estas poderosas herramientas es posible que Naima decida buscar suerte en otro sector o bien, que inicie una pequeña revolución en la fábrica para que el resto de sus 600 compañeras aprendan a exigir sus derechos.

Yo también espero que vuelva la temporada de fresa. Quiero saber cómo ha cambiado la vida de Naima y de aquellas mujeres valientes que se atreven alzar su voz a pesar de que su entorno las quiere calladas y sumisas.

 

Marcela Ospina es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.

Trabajo doméstico: un convenio contra la indecencia

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Muchas protagonistas de esta historia no han oído hablar del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) «sobre el trabajo decente,  pero sufren en sus carnes el hecho de que, dos años después de ser propuesto (16 de junio de 2011), el Estado español no lo haya ratificado. Rosemary, Eugenia, Verónica o Guadalupe son como pequeños granos de arena en el inmenso desierto del empleo doméstico mundial, del que forman parte más de 53 millones de personas, sin contar niñas y niños. No se nos puede pasar por alto un dato significativo: el 83% de los trabajadores domésticos son mujeres.

Animación de Marcosur y Oxfam

El horario de la empleada doméstica. Animación del proyecto ‘Mujeres migrantes, mujeres con derechos’ de Marcosur y Oxfam

Si les pidiéramos a nuestras protagonistas que nos hicieran un resumen de sus condiciones de vida, podrían narrarnos algo así: «En la actualidad, las trabajadoras domésticas con frecuencia reciben salarios muy bajos, tienen jornadas de trabajo muy largas, no tienen garantizado un día de descanso semanal y, algunas veces, están expuestas a abusos físicos, mentales y sexuales, o a restricciones de la libertad de movimiento. La explotación de las trabajadoras domésticas puede ser, en parte, atribuida a los déficits en la legislación nacional del trabajo y del empleo, y con frecuencia refleja discriminación en relación al sexo, raza, casta». A decir verdad, esta descripción tan precisa, aunque bien podrían haberla hecho ellas mismas, procede de la OIT.

Una cosa, claro, es leer formulaciones impecables en artículos impresos o virtuales, otra cosa es escuchar los relatos que hacen las propias protagonistas, y algo absolutamente distinto debe de ser vivir un día tras otro, un año tras otro, la cruda verdad que las estadísticas reflejan con frialdad. Al adentrarnos en la realidad española, salta a la vista que gran parte de las trabajadoras domésticas se ven obligadas a soportar una dificultad añadida a la precariedad  ya señalada: el factor de la inmigración. Es precisamente en este cruce de variables donde las historias concretas de las mujeres que conocemos y acompañamos desde Pueblos Unidos apuntan con el dedo a situaciones estructurales de flagrante injusticia y vulneración constante de derechos humanos, hábilmente invisibilizadas tras los muros de los domicilios particulares y bajo el amparo legal.

Rosemary, boliviana, lleva 8 años trabajando en España y, sin embargo, continúa en situación irregular. El lector suspicaz podría sospechar que “algo habrá hecho”… pero no, esta mujer no tiene antecedentes penales. Surgen muchas preguntas. Por ejemplo: ¿por qué Rosemary “no tiene papeles” si de hecho trabajó tanto tiempo? ¿quiénes se beneficiaron de tenerla trabajando ‘en negro’ sin cotizar a la Seguridad Social?, ¿y cuál es la responsabilidad del Estado cuando permite que estas situaciones se hayan producido hasta la saciedad en los últimos años?

Hoy domingo 16 de junio se cumple el segundo aniversario del Convenio 189 de la OIT, que trata de garantizar la protección de los derechos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores domésticos. El Gobierno de España ha propuesto la no ratificación, alegando incompatibilidades de la ley española con los artículos 2, 7, 13 y 14 del Convenio. Mientras tanto, ajenas a convenciones europeas y debates parlamentarios, millones de mujeres continúan sufriendo condiciones laborales injustas de las que otros sacan buen partido. Esta es una ‘indecencia’ de la que en los próximos días seguiremos hablando.

 

Margarita Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid.

Más de la mitad dedicará durante los próximos días un espacio destacado a conocer las situaciones de las personas que dependen del trabajo doméstico para vivir.