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Naima: ¿Dónde empieza la fresa?

Por Marcela Ospinaxcervera9622marceOspinaIO2013_low

Ya no hay fresas en el mercado. La temporada ha pasado y pienso en Charifa, Naima, Jamila, tres mujeres marroquíes que posiblemente hoy no traigan dinero a casa para que ellas y sus familias puedan comer. Basan su sustento en la principal actividad laboral para las mujeres del norte de Marruecos: la industria de la fresa.

Miles de ellas trabajan desde muy temprana edad, y en condiciones adversas, en campos de cultivo de fresas y fábricas que empaquetan o congelan estos frutos para exportarlos, principalmente a la Unión Europea. No son campesinas dueñas de sus tierras. Son asalariadas temporeras, obreras incansables de manos delicadas que surten nuestras despensas.

Naima muestra sus manos cortadas por el trabajo en la fresa. Imagen de Pablo Tosco

Naima muestra sus manos cortadas por el trabajo en la fresa. Imagen de Pablo Tosco

Durante los meses intensos de la cosecha, entre febrero y mayo, las mujeres pueden llegar a trabajar doce horas seguidas bajo el sol completamente encorvadas, descansando solo media hora a lo largo de todo el día. Pero en los seis meses de inactividad, estas mujeres deben rebuscar un sustento alternativo porque lo que cobran diariamente en la época de cosecha no es suficiente para ahorrar y poder subsistir el resto del año.

Cuando conocí a Naima en marzo de este año le estaba “robando” tiempo precioso de atención a su hija para responder a las preguntas que le hacíamos el periodista Bru Rovira y yo. Después de la entrevista empezaba su turno nocturno en el que durante 10 horas y de pie trocea fresas en un eterno silencio, a pesar de estar rodeada de otras 600 mujeres. La vimos emprender la marcha resignada a vivir una noche más de malos tratos por parte del capataz, a ser testigo tal vez de algún abuso sexual, que ya ha visto ocurrir donde trabaja.

Hoy Naima debe estar limpiando casas o viviendo de la caridad de sus familiares. Estará deseando que crezcan fresas en los campos, propiedad de grandes empresas marroquíes y españolas, para volver a la fábrica. Y aunque sus condiciones laborales allí aun no sean dignas,  es posible que no tenga más alternativa que pedir, una vez más, un puesto en la fábrica si quiere comer, pagar el colegio de su hija o hacer frente a una posible enfermedad.  Esta próxima temporada se esforzará en parecer más joven porque para las mayores de 30 años ya no hay oportunidades en el sector, y ella, con 31, sabe que su futuro se complica.

Pero el futuro también puede ser el desenlace alentador de un cambio en su vida, que empezó a gestarse cuando una compañera le habló de derechos laborales. La invitó a una reunión de una asociación apoyada por Intermón Oxfam y no solo entendió que tenía derecho a algo tan básico como un contrato y por ende, a beneficiarse de la protección social, sino que aprendió a leer y escribir.

Con estas poderosas herramientas es posible que Naima decida buscar suerte en otro sector o bien, que inicie una pequeña revolución en la fábrica para que el resto de sus 600 compañeras aprendan a exigir sus derechos.

Yo también espero que vuelva la temporada de fresa. Quiero saber cómo ha cambiado la vida de Naima y de aquellas mujeres valientes que se atreven alzar su voz a pesar de que su entorno las quiere calladas y sumisas.

 

Marcela Ospina es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.