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No descartéis a Amina

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Amina está descartada. Los españoles, cómodamente sentados en el sofá de casa, hemos decidido que esta joven marroquí ya no merece nuestra ayuda. En el reality de la cooperación hay que elegir: solo podemos apoyar a 3 de los 10 concursantes. Y Aminata, la concursante número 7, ha quedado fuera. Trabaja recogiendo fresas, sin contrato ni seguridad social. No tiene alternativa, no ha podido estudiar y este es el único sueldo que entra en casa. Sin embargo, hemos decidido eliminarla. “No podemos ayudarlos a todos”, lamenta con sarcasmo la presentadora.

Por suerte, este concurso es falso, aunque tiene mucho de realidad. Oxfam Intermón se lo ha inventado para despertar conciencias. Desde que empezó la crisis, el Gobierno ha recortado un 70% la ayuda a los países en desarrollo. Y eso se traduce en que 7 de cada 10 personas han dejado de recibir nuestro apoyo. Hemos “descartado” a esas personas. Es cruel y perverso, pero apenas ha provocado la indignación de la ciudadanía.

Tal vez porque la gente no es consciente de que la ayuda sirve. La historia de Amina se basa en la historia real de más de 20.000 mujeres del norte de Marruecos que, gracias a la cooperación española, son conscientes de sus derechos y se han empezado a organizar para reclamar mejores condiciones laborales. Hace unos meses en este blog os contábamos cómo la suerte de cientos de chicas marroquíes había cambiado por completo. Ahora tenían esperanza.

Su caso no es excepcional. Durante muchos años, la solidaridad de los españoles ha provocado cambios en miles de mujeres de todo el mundo. Se han subvencionado programas para que las mujeres se organicen contra la violencia y la discriminación, tengan mayor independencia económica, puedan decidir sobre sus vidas, participen en espacios políticos y sus voces sean escuchadas.

Ojalá la gente reaccione al ver el reality de la cooperación. Y desde su sofá, o desde la calle, diga Sí me importa las personas que más lo necesitan.

 

Laura Hurtado es periodista y participa en el proyecto Avanzadoras de Oxfam Intermón

¿Y si hubiera nacido en Marruecos?

Por Alejandra Machín Ale Machín

No hubiera podido estudiar más allá de la educación primaria, porque en los douar (los pueblos que se asientan alrededor de las plantaciones en el campo marroquí) no hay institutos. Al llegar a los 18 años habría tenido que tomar la decisión de ponerme a trabajar de manera intensiva en el campo para poder ser independiente económicamente. Con suerte, habría tenido la oportunidad de trabajar recogiendo fresas en los campos de cultivo que abastecen a las grandes distribuidoras de alimentos europeas.

 

Caravana de formación en derechos laborales en Marruecos. Imagen de Chus García-Fraile.

Caravana de formación en derechos laborales en Marruecos. Imagen de Chus García-Fraile.

Si fuera así probablemente no tendría un contrato. Ni siquiera podría estar segura de que la empresa paga por mí la seguridad social. Si me pusiera mala o si tuviera un accidente de trabajo probablemente no tendría derecho a reclamar ni baja ni indemnización. Trabajaría alrededor de 12 horas al día por algo menos de 5 euros la jornada en unas condiciones muy duras. Me dolería la espalda de pasarme toda la jornada agachada con una caja en la espalda cuando trabajara recolectando en el campo, y pasaría frío y trabajaría toda la noche si estuviera en las plantas de envasado.

Lo peor es que me sentiría indefensa, rabiosa, porque no sabría muy bien defender mis derechos como trabajadora y porque sola no tendría la fuerza para enfrentarme a mis empleadores y exigirles lo que por ley me corresponde.

El futuro sería muy negro.

Espero que un día, al salir del trabajo, me hubiera encontrado con la caravana de Oxfam Intermón en mi douar. Allí, otras compañeras trabajadoras de la fresa, me habrían animado a poner en regla mis papeles de la seguridad social, me hubieran indicado correctamente como hacerlo. Con ellas, habría tenido la oportunidad e integrarme en la Asociación Al-Karama (dignidad en árabe) y de poder seguir aprendiendo y exigiendo mis derechos laborales con otras compañeras. Incluso, junto con ellas, podría haber comenzado a emprender proyectos económicos más satisfactorios y menos penosos. Me sentiría más fuerte, más valiente y más acompañada.  Mi suerte habría cambiado.

Reunión en la Asociación Al-Karama. Imagen de Isabel Cebrián.

Reunión en la Asociación Al-Karama. Imagen de Isabel Cebrián.

Todo esto sería posible solo si España siguiera financiando el programa de Justicia de Género que se lleva a cabo en Marruecos.

El pasado mes de diciembre tuve la oportunidad de ir a conocer a un grupo de mujeres que trabajan en el cultivo de la fresa en Marruecos. Fui como parte del proyecto de Más y Mejor Ayuda que Oxfam Intermón está realizando para poner en valor la importancia de la cooperación española como política pública y como herramienta para crear un mundo más justo para todas.

Y es que la ayuda oficial al desarrollo (una de las principales herramientas de la cooperación internacional para luchar contra la pobreza y la desigualdad en el mundo) es muy importante en Marruecos. A pesar de la idea de país desarrollado y de buenos datos macroeconómicos que podamos tener de Marruecos, la frontera entre Marruecos y España es una de las más desiguales del mundo. En España somos 9,7 veces más ricos que nuestros vecinos marroquíes. Y esta diferencia se nota sobre todo en el ámbito rural y en las mujeres trabajadoras.

¿Es o no es importante la cooperación internacional?

 

Alejandra Machín es investigadora especializada en estudiar las causas de la desigualdad y la pobreza. Actualmente trabaja en el proyecto Más y Mejor Ayuda, cuyo objetivo es defender la cooperación internacional como una política pública muy importante de solidaridad internacional.

Naima: ¿Dónde empieza la fresa?

Por Marcela Ospinaxcervera9622marceOspinaIO2013_low

Ya no hay fresas en el mercado. La temporada ha pasado y pienso en Charifa, Naima, Jamila, tres mujeres marroquíes que posiblemente hoy no traigan dinero a casa para que ellas y sus familias puedan comer. Basan su sustento en la principal actividad laboral para las mujeres del norte de Marruecos: la industria de la fresa.

Miles de ellas trabajan desde muy temprana edad, y en condiciones adversas, en campos de cultivo de fresas y fábricas que empaquetan o congelan estos frutos para exportarlos, principalmente a la Unión Europea. No son campesinas dueñas de sus tierras. Son asalariadas temporeras, obreras incansables de manos delicadas que surten nuestras despensas.

Naima muestra sus manos cortadas por el trabajo en la fresa. Imagen de Pablo Tosco

Naima muestra sus manos cortadas por el trabajo en la fresa. Imagen de Pablo Tosco

Durante los meses intensos de la cosecha, entre febrero y mayo, las mujeres pueden llegar a trabajar doce horas seguidas bajo el sol completamente encorvadas, descansando solo media hora a lo largo de todo el día. Pero en los seis meses de inactividad, estas mujeres deben rebuscar un sustento alternativo porque lo que cobran diariamente en la época de cosecha no es suficiente para ahorrar y poder subsistir el resto del año.

Cuando conocí a Naima en marzo de este año le estaba “robando” tiempo precioso de atención a su hija para responder a las preguntas que le hacíamos el periodista Bru Rovira y yo. Después de la entrevista empezaba su turno nocturno en el que durante 10 horas y de pie trocea fresas en un eterno silencio, a pesar de estar rodeada de otras 600 mujeres. La vimos emprender la marcha resignada a vivir una noche más de malos tratos por parte del capataz, a ser testigo tal vez de algún abuso sexual, que ya ha visto ocurrir donde trabaja.

Hoy Naima debe estar limpiando casas o viviendo de la caridad de sus familiares. Estará deseando que crezcan fresas en los campos, propiedad de grandes empresas marroquíes y españolas, para volver a la fábrica. Y aunque sus condiciones laborales allí aun no sean dignas,  es posible que no tenga más alternativa que pedir, una vez más, un puesto en la fábrica si quiere comer, pagar el colegio de su hija o hacer frente a una posible enfermedad.  Esta próxima temporada se esforzará en parecer más joven porque para las mayores de 30 años ya no hay oportunidades en el sector, y ella, con 31, sabe que su futuro se complica.

Pero el futuro también puede ser el desenlace alentador de un cambio en su vida, que empezó a gestarse cuando una compañera le habló de derechos laborales. La invitó a una reunión de una asociación apoyada por Intermón Oxfam y no solo entendió que tenía derecho a algo tan básico como un contrato y por ende, a beneficiarse de la protección social, sino que aprendió a leer y escribir.

Con estas poderosas herramientas es posible que Naima decida buscar suerte en otro sector o bien, que inicie una pequeña revolución en la fábrica para que el resto de sus 600 compañeras aprendan a exigir sus derechos.

Yo también espero que vuelva la temporada de fresa. Quiero saber cómo ha cambiado la vida de Naima y de aquellas mujeres valientes que se atreven alzar su voz a pesar de que su entorno las quiere calladas y sumisas.

 

Marcela Ospina es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.