Emilio Lara: «La Cruzada de los niños fue la acción de un ‘influencer’ populista de la Edad Media»

Emilio Lara (EFE/Andreu Dalmau)

En 1212, a un pastorcillo francés llamado Esteban de Coyes se le apareció Dios y le llamó a conquistar Jerusalén con niños y sin armas. Llevó una carta al mismísimo rey de Francia y éste lo mandó a casa. Obvió el mandato real y congregó a, según algunas fuentes, 20.000 niños y cientos de adultos y comenzó la marcha hacia Jerusalén. Aquella riada de niños quería lograr, sin espadas ni lanzas, lo que tras cuatro cruzadas de miles de hombres y caballeros no habían logrado. Acabó en tragedia, claro. Llegaron hasta la costa mediterránea francesa, fueron engañados y vendidos como esclavos. Al escritor Emilio Lara (Jaén, 1968) aquella cruzada infantil le ha servido para alzarse con el Premio Narrativas Históricas Edhasa 2019 con Tiempos de Esperanza.

Aquel nebuloso y trágico hecho histórico -no está claro si hubo una, dos, o es  el reflejo de una serie de movimientos sociales, o incluso si fueron realmente de niños- ha tenido un escaso impacto en la literatura. Algunas novelas juveniles (la más conocida, y muy recomendable, de Thea Beckman, Cruzada en Jeans, y basada en la versión alemana del asunto), pocas ficciones para adultos (una firmada por Peter Berling, que Lara dice que le pareció «mala y bastante incomprensible») y se dice que podría ser el germen inspirador del célebre cuento, El flautista de Hamelín, de los hermanos Grimm. Esa falta de tratamiento literario lo vio Emilio Lara como una oportunidad.

«Si tuviera que definir a mis alumnos de Bachillerato la Cruzada de los niños, les diría que fue la acción de un influencer populista de la Edad Media, Esteban de Cloyes, un pastorcillo que no disponía de YouTube, pero hablaba con un carisma espectacular y que logró movilizar a 20.000 fans o seguidores. Era un iluminado», asegura este autor que lo califica como una especie de «Juana de Arco adolescente» y que lo conecta sin dudar con célebre cuento del flautista.

Explica Lara que descubrió esta historia en la universidad: «En aquella época, tendría 20 años, estaba enamorado del realismo mágico de Gabriel García Márquez y me pareció que era esa historia era digna de ese movimiento, era alucinante». Este escritor llevó «en su disco duro mental» esa historia latente hasta hace unos años, que leyó la historia de las cruzadas de Steven Runciman y se encontró de nuevo con ella. Ahí sí, la idea germinó: Lara se veía con oficio y voz narrativa como para llevar aquella historia a la novela. Recordó su fascinación por García Márquez y la usó.

El eje de Tiempos de esperanza es efectivamente la cruzada infantil, pero Lara la superpone con varias historias corales que aprovechan varios hechos históricos que coincidieron aquel lejano 1212: por un lado, el califa almohade preparaba su ejército en Sevilla dispuesto a derrotar a los reyes cristianos peninsulares y juraba sobre el Corán que llegaría hasta Roma y convertiría el Vaticano en un abrevadero para sus caballos y, por el otro, comienza un estallido antisemita por toda Europa. Con ello, Lara compone una historia que el tilda de «carrusel de emociones», protagonizada por «desheredados» y que transcurre paralelamente en Sevilla, Roma y Francia.

«Es una novela sobre gente corriente, que lo ha perdido todo, pero que la vida les da una segunda oportunidad», explica este doctor en Antropología y profesor de Geografía e Historia en Secundaria y galardonado autor de novelas que irrumpió en el panorama editorial hace cuatro años con La cofradía de la Armada Invencible y refutó su flor literaria con El relojero de la puerta del Sol.

Con estos mimbres, urde Lara una impresionante historia de aventuras medievales, terribles, pero poderosas y sigue a tres niños de distintos orígenes que, por diferentes motivos, acaban embarcados en la loca cruzada infantil; a dos mujeres judías errantes por la acción de las turbas antisemitas, a un idealista alto cargo del papado que pelea por lo hacer lo correcto en un Vaticano corrompido y aterrorizado y a un califa fundamentalista y riguroso, que desea superar a su padre, que ahoga con su fanatismo moral a su pueblo, mientras él lee en privado la poesía erótica que prohíbe a los demás.

Para reconstruir aquella época, además de tirar de realismo mágico para contar algunos momentos ciertamente surrealistas (algunos de ellos probados históricamente), este autor se documentó a fondo sobre la pobreza en la Edad Media y sobre las instituciones de beneficencia de la época. Pero también cita a referentes literarios y cinematográficos de peso (Charles Dickens, entre otros) y corrientes historiográficas como la historia de la gente común o la de las emociones. También explica que se ha empapado, como ha hecho en todas sus novelas, de manuales de psicología y ha consultado a psicólogos clínicos para dotar de «carnalidad» a sus personajes.

Conexiones con el presente

Fanatismos, influencers, hipocresía, corrupción religiosa… A Lara le gusta recordar esa frase de Mary Beard que dice que dice que la Historia sirve para dialogar con el pasado y la aplica a la ficción, convencido de que las emociones primarias son las que movieron, mueven y moverán el mundo. Lara afirma que «el fanatismo es una constante en la historia, aunque cambiemos los términos como nos referimos a él, y yo quería confrontar esos fanatismos, el Cloyes, el de los almohades con las reacciones de la gente normal, el amor, la amistad, la lealtad, la maternidad, para que éstas fueran el rayo de esperanza en tiempos oscuros».

«España no es un caso distinto al de otros países del mundo occidental, aunque quizá lleguemos con algún tren de retraso», me dice cuando le pregunto si esta novela con tanto calado sobre los fanatismos no tendrá algo que ver con el momento político que vive nuestro país. «Los populismos y sus fórmulas ya los inventaron los demagogos en la antigua Grecia y han pasado por el Terror Revolucionario, la revolución bolchevique, el fascismo… hasta hoy. El lector de una otra ideología verá reflejado lo que cuento en el día de hoy y lo etiquetará a los partidos que considere», explica.

Lara se muestra convencido de que a la novela histórica cada vez menos se la considera un género menor, gracias, en parte a su éxito continuado. «No creo que haya literatura popular y culta, la hay mala y buena», afirma tajante. Además, considera que el género es necesario sobre todo en España: «A los españoles se les ha hurtado parte de la historia, no hemos tenido una construcción de un relato nacional como en EE UU, Inglaterra o Francia y recurren a la novela histórica para entretenerse, sí, pero también para aprender». Explica que, afortunadamente, «el mandarinato cultural está cambiando en España» y el actual estamento crítico está destacando el valor cultural de la novela histórica.

Le pregunto si ese «hurto de parte de la historia» puede explicar algunas reacciones ante la última polémica entre España y México a raíz de la conquista de América. «Sí, pero ahí están los historiadores y novelistas, como nuestro gran novelista histórico Arturo Pérez-Reverte, para contestar», afirma. «La historia de la conquista de América fue algo parecido a la romanización que llevó a cabo el antiguo imperio romano: América fue la España replicada. Fue la gran epopeya nacional, a pesar de tener también sombras. La historia de España no es más desgraciada que la de otros países», concluye Lara, que asegura que estas polémicas históricas nacen de «hacer presentismo» y de «manipular a las masas para justiciar la incapacidad de los líderes. Los intelectuales, los historiadores, los novelistas, estamos en la obligación de denunciar este tipo de chorradas», sentencia.

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1 comentario

  1. Dice ser Mitos y Leyendas para que tu los vendas.

    CRUZADA DE LOS NIÑOS – WIKIPEDIA

    Para muchos historiadores solo es una más de las numerosas leyendas medievales.

    Mejor así: solo lo sabe el que lo vivió (conocimiento directo). Para los demás solo nos quedan los libros (conocimiento indirecto)

    04 abril 2019 | 12:53

Los comentarios están cerrados.