El Londres de Charles Dickens, por Emilio Lara

La calle Fleet, de Londres, en el siglo XIX (WIKIPEDIA)

Emilio Lara es autor de La cofradía de la Armada Invencible y El relojero de la Puerta del Sol. Ha sido merecedor del Premio de la Crítica de Andalucía 2017. Es el primer autor que escribe una postal para la serie Vacaciones en la Historia.

[Emilio Lara, autor de ‘El relojero de la Puerta del Sol’: “El siglo XIX es una época virginal literariamente, está por escribir” ]

Londres, 19 de septiembre de 1868.

Querido hermano:

Londres parece una ciudad espectral. Londres es niebla. Espesa y verdosa. La llaman puré de guisantes y, a veces, la gente se tapa la cara con un pañuelo, como los forajidos, porque dicen que ataca a los pulmones. La bruma que nace del Támesis y el humo de carbón de las chimeneas de las fábricas se asienta sobre las calles como el aliento de un fantasma y, al caer la noche, apenas se ve nada. Te aseguro que caminar en la oscuridad neblinosa da miedo.

Por cierto, el Támesis es un río sucio y maloliente en el que flotan los peces muertos. Lo surcan a diario cientos de embarcaciones que provienen de todos los rincones del imperio británico, y constituye una delicia ver navegar a los veleros y clípers procedentes de la India que traen las bodegas llenas de algodón y té. Te sorprenderá saber que aquí gusta más el té que el café.

Los ingleses dicen que el tiempo es oro. Viven obsesionados con la puntualidad. Y aunque a veces exageran, podríamos imitarlos. El parlamento parece una catedral gótica, y a la torre del campanario la llaman Big Ben. Al dar la hora, el peculiar sonido de sus campanadas se escucha a través de la niebla. El reloj del Big Ben lo arregló hace poco un compatriota, Losada, el relojero más famoso de Europa, cuyo establecimiento, en Regent Street 105, acoge una tertulia de españoles exiliados o de paso. Curiosamente, Losada hace un par de años regaló a los madrileños el reloj de la Puerta del Sol. Debemos sentirnos orgullosos.

Como sabes que tengo espíritu aventurero, el otro día me adentré en el East End, una de las barriadas más populosas. Y la más peligrosa. El East End está lleno de irlandeses que, al salir del trabajo, se gastan la paga en tabernas infames bebiendo pintas de cerveza o ginebra rebajada con agua. No se lo reprocho, porque sus trabajos en las fábricas o en los muelles son durísimos, y además, viven hacinados en miserables casas de ladrillo ennegrecido por el hollín. En las calles abundan raterillos, prostitutas pintarrajeadas y mozalbetes desocupados que, cuando llueve, a cambio de una moneda, cargan a cuestas con caballeros y damas para que no pisen el lodazal que se forma. En el East End he asistido a combates de boxeo con puños desnudos y a luchas de perros contra nidadas de ratas. Les chifla apostar. Junto a los edificios de ladrillo hay barracones de madera y chamizos donde organizan timbas, y me chocó ver a un fotógrafo que montó el cajetón de su cámara sobre un trípode para fotografiar escenas de miseria. Al parecer, desde que se inventó el daguerrotipo, es costumbre que las sociedades filantrópicas utilicen dichas imágenes para ablandar los corazones de los ricachones y conseguir que se rasquen el bolsillo para mejorar las deplorables condiciones de vida de estas gentes.

Los parques londinenses son de una belleza extraordinaria. Me gustan Regent’s Park y St James’s Parh, pero sobre todo, Hyde Park. Aunque el sol de Londres es de hojalata y cuando no llueve llovizna, las familias organizan merendolas en los parques, sentadas sobre la hierba, mientras las bandas de música militares, con los soldados embutidos en sus casacas rojas, interpretan marchas imperiales. Pero yo prefiero caminar en silencio sobre la hierba.

Me gustaría ser invitado a uno de sus selectos clubes. En ello estoy. Ojalá visite el Boodle’s o el Brook’s. En el primero, fundado en 1762, los mayordomos hierven y lustran las monedas para que los socios no se manchen. En el Brook’s arde el fuego de su chimenea desde 1764, pues comentan que cuando se apague, se perderá el imperio británico. Son un pueblo excéntrico.

Un abrazo de tu hermano.

Vacaciones en la Historia: postales desde el pasado.

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