Archivo de enero, 2015

‘Apetitosos’ balones y guantes de boxeo: la charcutería de mentira de PES

La 'charcutería' de 'Submarine Sandwich'

La ‘charcutería’ de ‘Submarine Sandwich’

En la charcutería añeja y encantadora las vitrinas guardan los productos listos para venderse al peso, con carteles pinchados, en lonchas o en generosos trozos. Aunque la gama de colores rojizos abre el apetito, cuando se muestra de cerca la mano del tendero deslizándose en el interior de los estantes, surge la confusión: lo que parecían salchichones y carnes curadas resultan ser guantes de boxeo, pelotas de fútbol americano y otros objetos incoherentes.

Al convertirlos en lonchas se produce la magia: de la cortadora surgen tapetes rosas de papel, parches de tela… En el caso de un ajado guante de béisbol, salen pequeños y estilizados guantes de cuero.

En Submarine Sandwich (Sandwich submarino) el director de cortometrajes y animador PES —que sigue sin revelar su nombre real— vuelve a conseguir que salivemos con lo que no se puede comer, jugando con la percepción y descontextualizando objetos de un modo deliciosamente infantil.

El autor (al que ya me había referido antes en este blog) continúa así ampliando las posibilidades de un universo culinario de mentira iniciado con Western Spaghetti (Espaguetis del Oeste) —un plato de gomas elásticas de colores con un sofrito de cubo de Rubik, un billete de un dólar y algunos dados— y Fresh Guacamole (Guacamole Fresco), que ostenta el título de ser el cortometraje de menor duración que ha sido nominado a los Oscar.

PES consiguió la financiación para este último proyecto de animación stop motion en noviembre, con una campaña de Kickstarter en la que recaudó casi 49.000 dólares (aproximadamente 41.500 euros). Esta vez para abrir el apetito de los donantes, ha grabado también un cómo se hizo en el que habla de Submarine Sandwich como de su proyecto más ambicioso, el primero para el que ha tenido que construir un escenario completo.

«Lo que realmente me gusta de la animación stop motion es que todo lo que hay ante la cámara es real, no hay trucos digitales, todo es 100% creíble porque se trata de objetos y de un medio fotográfico», cuenta en la grabación, que desvela cómo él y un ayudante juegan con cada elemento para «domarlo» y hacer que se comporte como ellos desean.

Helena Celdrán

Kandinsky, Munch, Mondrian, Saint-Exupéry…, de dominio público desde 2015

"Vampyr II" - Edvard Munch, 1895

«Vampyr II» – Edvard Munch, 1895

El tremendo óleo de Edvard Munch Vampyr II es, desde el uno de enero de 2015, de dominio público.

Han pasado 70 años desde la muerte del pintor, legalmente llamada post mortem auctoris, y ha concluido el periodo de vigencia de los derechos de autor según la legislación que aplica más o menos toda la Unión Europea. El cuadro puede, por tanto, ser utilizado y difundido con absoluta libertad.

El año que acaba de comenzar viene bien surtido de herencias artísticas que pasan a pertenecer al legado común.

En 1944, hace 70 años, murieron el poeta de la abstracción Vasily Kandinsky, que pintaba como haciendo música; Piet Mondrian, que soñó con desentrañar el color de la «retícula cósmica» y desde hace años se lleva mucho en tapicerías y cortinas; el futurista Filippo Marinetti, propulsor de la idea de que la verdad está en la máquina y temerario compañero de viaje del neofascismo italiano, y el paladín del swing blanco Glenn Miller, quien todo lo merece por el mero título de sus canciones, que te hacen bailar sólo con mencionarlas: Chattanooga Choo Choo, Moonlight serenade, Pennsylvania 6-5000

Las obras de los cuatro son de dominio público.

'Circles Within A Circle" - Vasily Kandinsky, 1923

‘Circles Within A Circle» – Vasily Kandinsky, 1923

En lo literario destacan dos figuras de caráter legendario, Flannery O’Connor, criadora de pavos y reina del gótico sureño, ese subgénero desapegado, irónico y descarnado en el que no ha sido superada por ninguno de sus ilustres imitadores, de Faulkner a McCarthy pasando por García Márquez —todos los postulados del realismo mágico estaban en la obra de O’Connor—, y Antoine de Saint-Exupéry, el autor de Le petite prince (El principito), traducido a 250 idiomas y tercer libro más vendido de todos los tiempos (tras Historia de dos ciudades, de Dickens, y El Señor de los Anillos, de Tolkien).

Para los amantes de la narrativa pulp también se libera de derechos de autoría, aunque sólo en Canadá —en la UE habrá que esperar diez años más—, la obra de Ian Fleming, creador del personaje literario de James Bond y, como 007, bon vivant y mujeriego.

"Aften på Karl Johan" - Munch, 1892

«Aften på Karl Johan» – Munch, 1892

El asunto es menos simple de lo que sugieren estas apresuradas notas.

En los EE UU, por ejemplo, ninguna obra pasará a ser de dominio público hasta 2019, porque en 1978 se extendió de 70 a 95 años el periodo de explotación de regalías y se permitió, en una decisión deleznable que sólo defiende a las empresas que mercantilizan los bienes culturales, que se aplicara con carácter retroactivo a obras que ya estaban en los catálogos de dominio público y dejaron de estarlo, volviendo los derechos a sus legítimos propietarios.

Según las normas estadounidenses vigentes ninguna obra por encargo es propiedad del creador o compositor, sino del empleador —empresa editora o de publicación—, que será dueño de los derechos durante los 95 años siguientes a la fecha de edición. La locura de este proteccionismo corporativo motiva que los defensores del dominio público emitan cada uno de enero un listado de las obras que hubiesen entrado en la categoría de estar vigente la ley que estuvo en vigor hasta 1978.

El uno de enero de 2015, por ejemplo, entrarían en dominio público novelas como Desayuno con Diamantes (Truman Capote), películas como Vértigo y canciones como el himno del rock Johnny B. Good (Chuck Berry)… Hay, desde luego, muchas otras: todas las obras publicadas y editadas en 1958.

Podrían ser de dominio público en los EE UU (Imagen: Duke University's Center for the Study of the Public Domain)

Podrían ser de dominio público en los EE UU (Imagen: Duke University’s Center for the Study of the Public Domain)

La extraordinaria y atribulada historia es seguida con atención y narrada con ánimo reivindicativo por el Centro de la Univesidad de Duke para el estudio del dominio público, uno de esos departamentos universitarios que los yanquis saben cómo manejar como nadie [aquí está el informe sobre este año, con suficiente hipervinculación como para dedicarle meses a la lectura]. Las universidades españolas, cavernícolas como casi siempre, ni siquiera consideran que el asunto tenga interés.

Más información detallada, en ingles, puede encontrarse en el libro The Public Domain: Enclosing the Commons of the Mind, de James Boyle, que, como buen militante del procomún, deja bajar el libro gratis.

Entretanto, si les parece que hay clientela editen El Principito —ojo: encargando a alguien la traducción o buscando una traducción libre de regalías— o vendan pósters y postales de obras de Kandinsky, Munch y Mondrian. Son de todos.

José Ángel González

‘Termitat’, una colonia de termitas en tu casa

'Termitat' - Chris Poehlmann

‘Termitat’ – Chris Poehlmann

Las termitas horadan la rodaja de madera ofreciendo un espectáculo abierto. En la circunferencia se distinguen los anillos del árbol, interrumpidos y ensanchados por los túneles necesarios para la vida de la colonia. La imagen recuerda a la clásica granja de hormigas, pero con la diferencia de que la termita es un insecto satanizado, asociado siempre con la destrucción de muebles e incluso de bloques de edificios enteros.

En este caso, conviene matizar a qué especie pertenecen. Las de esta granja son termitas de madera húmeda, mucho menos peligrosas que las de madera seca. Al preferir la madera mojada y deteriorada, no suponen una amenaza, viven ajenas a los intereses de la humanidad, en zonas pantanosas y boscosas.

Chris Poehlmann tiene más de 25 años de experiencia en el diseño y construcción de exposiciones para museos, zoos y acuarios. Entusiasta de la flora y la fauna, declara que ninguna criatura viva lo ha «cautivado» nunca como las termitas. «Desde que construí mi primer prototipo de hábitat para termitas en el Museo de Historia Natural de California allá por 1982, he querido llevar el sencillamente asombroso mundo de las termitas a un público mayor».

El estadounidense se apresura a definir su proyecto como «a prueba de fugas»: Termitat —palabra surgida de la unión de termita y hábitat— es una estructura sellada de metacrilato, una granja portátil que puede contener vida durante años con sólo añadir un poco de agua cada dos semanas. Una vez consumida la madera, el producto puede ser enviado al inventor y, «por un precio moderado» ser enviado de nuevo a su dueño con una rodaja de árbol nueva.

Para financiar su fabricación, Poehlmann ha lanzado una campaña de Kickstarter que ha resultado ser un éxito a pesar de las limitaciones, al contener insectos, la granja no se puede enviar a otros países y ni siquiera a todos los estados de los EE UU. El plazo para contribuir finaliza hoy viernes 9 de enero a las 8:40 de la tarde y saldrá adelante tras recaudar casi 16.300 dólares, unos 14.000 euros: más del triple de los 5.00 dólares (unos 4.200 euros) que se pedía inicialmente.

El 'Termitat' con un microscopio electrónico que permite grabar y ver en el ordenador detalles de la vida de la colonia

El ‘Termitat’ con un microscopio electrónico que permite grabar y ver en el ordenador detalles de la vida de la colonia

Piensa en su idea no sólo como un artículo de ocio, sino también como una herramienta de aprendizaje, y destaca que este tipo de termitas ha sobrevivido con éxito por su capacidad para crear una férrea estructura social y asignar a cada miembro «roles definidos». La reina pone huevos y, junto con el rey, es la fundadora de la colonia. Los soldados son los ejemplares más grandes, tienen una gran cabeza «brillante y oscura» con «poderosas mandíbulas» preparadas para atacar a cualquier especie que se adentre en los túneles y que sin embargo no les sirven para masticar madera: los deben alimentar las ninfas.

«Es momento de contemplar de modo mucho más profundo las maravillas del mundo de los insectos. Como uno de los más asombrosos —y sin embargo más pasados por alto— organismos de nuestro planeta, a causa de su errónea clasificación como plaga, estos insectos incomprendidos, complejos y evolucionados son fascinantes de observar y tienen importantes lecciones que darnos», dice el autor en defensa de su excéntrica granja.

Helena Celdrán

‘¿Me dejas dormir en tu casa?’, pregunta a desconocidos la fotógrafa Bieke Depoorter

© Bieke Depoorter

© Bieke Depoorter

Distancia entre una y otra imagen: varios miles de kilómetros y unas 15 horas. A la derecha, un dormitorio de algún lugar de Siberia (Rusia). A la izquierda otro, pero de los EE UU.

La fotógrafa es la misma, Bieke Depoorter, belga de 1968, una intrusa en ambas casas.

En 2009, se embarcó en el Transiberiano: hizo el trayecto de ida y vuelta tres veces, bajando al azar en la parada del ferrocarril que coincidiese con el final de cada día. No sabía ruso, pero abordaba a alguien dejándose llevar por el instinto y le mostraba una nota que una amiga le había traducido:

Busco un sitio para pasar la noche. ¿Sabe de alguien con una cama o un sofá libres? Tengo saco de dormir. No quiero meterme en un hotel porque no tengo dinero y quiero saber cómo viven los rusos. ¿Me dejas dormir en tu casa?

Así nació Ou Menya —en ruso, Contigo—, un reportaje que ganó varios premios. La fotógrafa sacude de sus pretensiones cualquier propósito sociológico: no se trata de una historia sobre «cómo vive la gente», sino sobre la «intimidad» y la relación entre los anfitriones y el fotógrafo.

Sin posibilidad de comunicación oral —o con la ayuda mínima de media docena de palabras universales—, Depoorter pasó una noche en cada casa y retrató lo que sucedía. «Una sola noche puede parecer poco tiempo, pero es mucho cuando la vives», explica en una entrevista en Fader.

Ahora la valiente reportera ha culminado el yang de aquel ying con I’m About to Call It a Dayexpresión inglesa que podría traducirse como «se acabó lo que se daba» en referencia al fin de la jornada laboral o un trabajo—, una travesía de varios meses por la no menos extensa geografía de los EE UU, en una deriva al azar en la que Depoorteer evitó las grandes ciudades y buscó el latido casi nada difundido del interior del país, la siberia del otro lado del Atlántico.

La táctica que empleó fue la misma: dejarse llevar por el pálpito personal para abordar a alguien y pedirle alojamiento por una noche. Esta vez la verbalización fue más fluida porque la fotógrafa habla inglés, pero la intención intrusiva se mantuvo: no me conoces, no te conozco, pero quiero dormir en tu casa y hacer fotos a lo que pasa allí dentro.

La vulnerabilidad de doble dirección de las fotos —tú confías en mí, yo confío en ti, pero no es una confianza plena, contrastada, de manera que quizá algo puede salir mal— multiplica la fugacidad de los retratos y les confiere un carácter no del todo terrenal.

En el ensayo introductorio a I’m About to Call It a Day Marteen Dings escribe sobre la extraña condición del espectador:

Estamos inmersos en la oscuridad. Apenas podemos arañar la superficie de estas imágenes sin pulir ni barnizar. Una brisa surrealista se desplaza a través de los retratos y los paisajes a pesar de su carácter documental (…) Tal vez estas imágenes no están destinados a ser sondeadas.

Depoorter se ha quedado con toda la información, sólo ella sabe qué desean los desconocidos, a qué intercambio están dispuestos cuando la invitan a dormir en sus casas: confidencias, anécdotas, secretos, sentimientos…

¿Nunca se han preguntado, al enfilar la calle desconocida de una no menos desconocida barriada, quién vive detrás de las ventanas repetidas? La fotógrafa de estos dos luminosos proyectos ha logrado reunir algunas respuestas.

Jose Ángel González

Animales en situaciones surrealistas, una alegoría de la extinción

'Birds of America: At the Beach' - Kevin Sloan

‘Birds of America: At the Beach’ – Kevin Sloan

El estilo de las pinturas es estrictamente clásico. Las frutas apetitosas, los jarrones y fruteros ornamentados, la espesura de las cortinas rojas con dorados… Cada detalle parece extraido de un cuadro de la edad de oro del bodegón flamenco y holandés del siglo XVII. Los animales se corresponden también a un patrón purista, con abundancia de aves, recuerdan a las ilustraciones ornitológicas del naturalista y pintor del siglo XIX John James Audubon.

A pesar de contener la esencia de siglos pasados, las obras del estadounidense Kevin Sloan también están unidas al presente. Hay detalles modernos —un flotador de playa, una piscina hinchable, alargadores de enchufes…—, pero lo más llamativo y actual son las situaciones surrealistas en que el autor pone a sus animales.

'Our Modern Animal' - Kevin Sloan

‘Our Modern Animal’ – Kevin Sloan

Los frecuentes relojes de agujas y las bolas del mundo son símbolos del escaso tiempo que el ser humano tiene para remediar la extinción de la vida sobre el planeta, una ardilla permanece en pie sobre un montón de dados y sostiene algunos entre sus brazos, como aferrándose a la suerte, un elefante hace equilibrios sobre una bola del mundo, que a su vez está sobre una cuerda.

Sloan expresa en su arte una «profunda preocupación» por la Tierra, en particular por sus «habitantes silenciosos», la fauna y la flora del mundo. Con las extrañas combinaciones de elementos y criaturas crea «un diálogo entre el mundo moderno que hemos creado y el frágil, tranquilo y aún así siempre presente mundo natural». En trabajos que clasifica de «realismo alegórico», el artista busca que el espectador se haga preguntas, no que las conteste, iniciar conversaciones sobre nuesta relación con la naturaleza y enfrentar el futuro inmediato.

'The Magician' - Kevin Sloan

‘The Magician’ – Kevin Sloan

Siente especial interés por las primeras ilustraciones científicas, en particular por aquellas de la era de los descubrimientos que representaban las maravillas del continente americano. Entre los artistas decisivos para él cita a la alemana Maria Sibylla Merian (1647-1717), gran iniciadora de la entomología moderna, que investigó y documentó en dibujos la metamorfosis de las mariposas cuando nada se conocía del proceso. Por supuesto, no se olvida del estadounidense Audubon, pionero de la ornitología, el primero en retratar a las aves con suma rigurosidad y en posturas y escenarios acordes con sus costumbres.

El autor reflexiona sobre el exotismo que contienen las obras de estos dos creadores, ilustradores de especies apenas conocidas en aquel momento, artistas «que minuciosamente y con precisión ilustraron un nuevo mundo recién descubierto, dándole a su audiencia una comprensión científica y estética». El paralelismo que establece con el presente es dolorosamente cierto: a pesar de tener un profundo conocimiento de la naturaleza, ahora también la percibimos como  exótica, con especies dignas de ser protegidas en una vitrina por estar amenazadas.

Helena Celdrán

'Modern Wilderness' - Kevin Sloan

‘Modern Wilderness’ – Kevin Sloan

'Focal Point' - Kevin Sloan

‘Focal Point’ – Kevin Sloan

'Birds of America: Audubon's Tea' - Kevin Sloan

‘Birds of America: Audubon’s Tea’ – Kevin Sloan

'The Preserve' - Kevin Sloan

‘The Preserve’ – Kevin Sloan

'Birds of America: The Donation'- Kevin Sloan

‘Birds of America: The Donation’- Kevin Sloan

Kevin Sloan

Kevin Sloan

¿Te atreves a jugar al ajedrez ‘on line’ contra Marcel Duchamp?

Marcel Duchamp playing chess on a sheet of Glass, 1958 © Arnold Rosenberg

Marcel Duchamp playing chess on a sheet of Glass, 1958 © Arnold Rosenberg

El rumor causó un revuelo en el París bohemio de los años veinte. En las tabernas del cosmos artístico de Montmartre no se hablaba de otra cosa. Decían que Marcel Duchamp —el prodigio que había revuelto el panorama artístico con Nu descendant un escalier n° 2  (Desnudo bajando una escalera, nº 2), el cuadro-explosivo que dejó al mundo con la boca abierta a ambos lados del Atlántico —pimero, en 1912, en el Salon des Indépendants de París y al año siguiente en la exposición del Armory Show de Nueva York—, se retiraba del arte para dedicarse al ajedrez.

«He llegado a la conclusión», dijo, «de que no todos los artistas son ajedrecistas, pero todos los ajedrecistas son artistas».

Aunque aquello fue una falsa alarma y siguió haciendo de las suyas porque sabía que el absurdo es el único modo posible de eludir la muerte («me contradigo una vez y otra para no ser víctima de mis propios gustos», afirmaba) y también que el arte era un prédica esnobista que sólo tenía sentido si iba acompañada del sentido del humor («el arte es plagio o revolución»), Duchamp nunca se sintió mejor que jugando al ajedrez, del que era, confesaba, «una víctima» y al que otorgaba una pureza sincera que la práctica artística nunca alcanzaría.

Piezas del conjunto original de Duchamp de 1918

Piezas del conjunto original de Duchamp de 1918

En 1918, como contó mi compañera de blog Helena Celdrán en la entrada El ajedrez perdido de Duchamp, resucitado para impresoras 3D, diseñó y talló en Buenos Aires sus propias figuras de ajedrez. En los años veinte adquirió el grado de maestro, entre 1928 y 1933 participó en varios campeonatos nacionales franceses —en el de 1925, para el que diseñó el cartel, quedó en sexta posición— y también jugó en las primeras Olimpiadas de ajedrez.

Muchos años más tarde, en 1962, entreviendo quizá la cercanía de la muerte y la sinrazón de lo vivido una vez agotado, negó permiso para que cualquiera de sus obras de arte fuese expuesta en público con intenciones retrospectivas. No se sentía merecedor de la aprobación global de una muestra cronológica, autorizada y coronada por el presuntamente infalible juicio del tiempo. «Sólo he sido un peón desnudo para el arte», se justificó con una frase de bouquet ajedrecístico.

Sólo un año después, en octubre de 1963, reinterpretó la afirmación y se plegó a autorizar una exposición retrospectiva en una exclusiva galería de Pasadena (California-EE UU) —desde 1955 tenía la nacionalidad estadounidense, aunque regresaba a París siempre que podía y nunca se sintió yanqui del todo—. Fue un éxito histórico porque era la primera vez que se reunían desde las vinñetas humorísticas de juventud de Duchamp para los diarios franceses, hasta los experimentos más audaces de convergencia del cubismo con el futurismo y, por supuesto, muchos de los ready made con los que mostró su desprecio por el arte entendido como estado de santidad, entre ellos el inolvidable urinario al que llamó Fuente, firmó con nombre falso y fue rechazado en un salón de arte parisino en 1917 para renacer  una y mil veces como condensación de la estupidez de las categorías.

Duchamp jugando al ajedrez en la exposición de Pasadena. Foto: © Julian Wasser

Duchamp jugando al ajedrez en la exposición de Pasadena. Foto: © Julian Wasser

Uno de los salones de la exposición de Pasadena estaba por completo dedicado a las muchas obras que Duchamp dedicó al ajedrez.

El artista se dejó retratar en una de las salas simulando jugar una partida con una de sus amigas, la joven de 20 años Eve Babitz, que en la imagen aparece desnuda y, con el tiempo, escribiría un divertido articulo en la revista Esquire recordando la situación. Lo tituló a la manera de Duchamp: «Fui un peón desnudo para el arte. La verdadera historia del día en que Marcel Duchamp puso a la clandestina Costa Oeste en el mapa de la cultura jugando al ajedrez con la autora, quien en aquel momento era una joven desvestida con mucho que aprender». [La fotografía ha sido objeto de toda suerte de homenajes y reinterpretaciones: en esta entrada del blog Artedrez se acumulan unas cuantas].

Duchamp (1867-1968) murió en su estudio de Neuilly-sur-Seine, de un fulminante ataque al corazón. Antes había cenado con su amigo Man Ray, otro de los genios locos del siglo XX. Como era ateo y satírico fue enterrado bajo una losa con un epitafio que respeta ambos méritos: «Después de todo, son los otros quienes mueren».

Captura de pantalla de 'Playing Duchamp'

Captura de pantalla de ‘Playing Duchamp’

Creo que al maestro le hubiera convencido también como leyenda final esta declaración vivencial:

Hoy me conformo con jugar (…) Las piezas de ajedrez son los bloques del alfabeto que moldean los pensamientos. Aunque formen un diseño visual en el tablero, expresan abstractamente su belleza como un poema.

Si se animan y atreven a jugar contra el artista-ajedrecista pueden hacerlo en Playing Duchamp, una página web interactiva diseñada y mantenida por Scott Kildall, que ha utilizado en la programación todas las partidas de las que se conservan notaciones jugadas por el hombre que predicó con el ejemplo su propia máxima:

La destrucción es creación.

No es necesario desnudarse para el enfrentamiento, pero, ojo, porque, como en cada partida de ajedrez, las mentiras e hipocresías serán castigadas.

Jose Ángel González

Maude White transforma el papel en frágiles estructuras

Maude White

Maude White

«Guardo un gran respeto por el papel. Cuando corto, el material fino y membranoso me revela su fuerza. (…) El papel está en todas partes y ha estado contando historias durante siglos. Respetándolo y honrándolo por lo que es y no considerándolo como un paso previo a algo más grande, siento que comunico algo del placer que me produce».

Es capaz de reducir el folio a un esqueleto. La estadounidense Maude White (Búfalo – Nueva York, 1986) transforma el papel en finos laberintos, en redes enrevesadas como mapas urbanos. Cuando muestra ante la cámara sus trabajos, sostiene las frágiles estructuras, a veces sólo levantándolas ligeramente de la superficie con la yema de los dedos, para demostrar que son carcasas sin relleno.

Enamorada de su técnica, lo que más le gusta de ella es crear espacios negativos, convertir los huecos en la parte más importante de la obra. Desde pequeña quiso encontrar «lugares ocultos», detalles secretos en el mundo que nos rodea: en su página web, confiesa que siempre creyó que si uno mira un objeto con detalle, puede ver algo que hasta ese momento había pasado desapercibido y resulta ser incluso precioso.

Maude White

Maude White

Su destreza le permite reproducir largas melenas de personajes femeninos, el trazado único de unas huellas dactilares, plumas de aves, aglomeraciones de burbujas de jabón, colibríes y halcones aprovechando mapas viejos…

Cuando corta papel, tiene la sensación de estar revelando uno de esos «espacios secretos» que buscaba de niña, como si lo que moldeara con tijeras y cuchillas siempre hubiera estado allí, esperando a que ella lo descubriera. «No creo por amor al arte, sino por amor al papel, para hacer visibles las historias que cada pieza de papel intenta comunicarnos».

Helena Celdrán

'Violin Piece' - Maude White

‘Violin Piece’ – Maude White

Maude White

Maude White

Maude White

Maude White

'Bubble Girl' - Maude White

‘Bubble Girl’ – Maude White

'Red-Tailed+Hawk' - Maude White

‘Red-Tailed+Hawk’ – Maude White

El turco Bulent Kilic, el fotógrafo que mejor narró 2014

© Bulent Kilic / AFP

© Bulent Kilic / AFP

Erkin Elvan tenía 15 años y murió en marzo de 2014, tras 269 días en estado de coma, porque le había reventado el cerebro el impacto de un bote de gas lacrimógeno disparado por la policía turca contra los manifestantes que pedían libertades cívicas en el país. El chico no era parte de la protesta: iba a comprar pan para su familia y pasaba por la zona de Estambul donde se producían eso que los siniestros amigos del poder llaman ahora disturbios cuando siempre se llamaron protestas reprimidas a fuego y sangre.

La foto es del día siguiente a la muerte del muchacho, cuando cientos de miles de personas salieron a la calle en 32 provincias turcas y la Policía respondió con la misma moneda: hubo centenares de heridos.

La mirada directa de la chica, como si la cámara fuese el único lugar importante del mundo, consciente de la necesidad de que los ojos hablen, evita contar los pormenores, las causas y los efectos. Todo está dicho en el aspecto doliente de esta madonna adolescente cuyas lágrimas se han mezclado con el agua lanzada a presión por los camiones policiales cuando el poder, con desprecio, escupe a la cara de las víctimas.

El hombre que hizo la foto tiene 35 años y es padre de un niño que acaba de aprender a andar. Se llama Bulent Kilic y nació en el este de Turquía, en Tunceli, un área de mayoría kurda con la memoria histórica todavía ensangrentada por la matanza de Dersim, a mediados de los años treinta, cuando el Ejército turco mató a miles de personas en una masacre sin otra justificación que la el afán genocida.

Hrabove, Ucrania, 2 de agosto. Una chica llora al abandonar su hogar en Donetsk tras un corte de luz, agua y abastacimiento ordenado por el gobierno © Bulent Kilic / AFP

Hrabove, Ucrania, 2 de agosto. Una chica llora al abandonar su hogar en Donetsk tras un corte de luz, agua y abastacimiento ordenado por el gobierno © Bulent Kilic / AFP

El padre de Kilic, maestro de profesión, se llevó a la familia a Estambul intentando encontrar un hábitat menos lastrado por el odio. No sospechaba que su hijo, que entonces tenía 5 años, sería elegido por el destino como testigo de la pervivencia del mal, la eternidad circular de las matanzas, el prolongado reguero de dolor y llanto, el eco infinito de las balas…

Cuando en estas fechas se dictan los nombres de los protagonistas del año que se nos acaba de ir de las manos, mencionar a Kilic es mencionar también a todos aquellos para quienes la expresión admirativa «¡feliz año!» no es más que formulismo, porque saben que la felicidad debe conquistarse y en la tarea habrá víctimas inocentes. Kilic ha sido el mejor narrador de 2014, el fotógrafo que ha contado con más bondadosa valentía la vida de los héroes, las miles de personas que van a comprar el pan a lo largo del mundo y les revientan la cabeza en el camino.

A Bulen Kilic, que después de mucho freelanceo pagado con tarifas medievales logró entrar en France Press, le han señalado como mejor reportero de 2014 The Guardian y TimeLa coincidencia no es casual sino resultado de la justicia y de la apuesta de ambos medios por la buena fotografía, que es lo que siempre ha sido: lo contrario a una estampita para ilustrar necedades.

Estambul (Turquía), 31 de mayo. Un policía amenaza a una pareja durante las manifestaciones en favor de mayores libertades ciudadanas © Bulent Kilic / AFP

Estambul (Turquía), 31 de mayo. Un policía amenaza a una pareja durante las manifestaciones en favor de mayores libertades ciudadanas © Bulent Kilic / AFP

Al repasar la obra durante el año que acaba de terminar de este hombre robusto, calvo y ataviado con ropa de mercadillo regresas a cada uno de los escenarios que retrató: la crisis de Ucrania, el accidente minero en Manisa (Turquía), los refugiados kurdos escapando desierto adelante de la invasión del Estado Islámico…

Pero en las fotos de Kilic, necesariamente apocalípticas —con ese material ha decidido traficar en una decisión libre que jamás llegaremos a entender del todo los miedosos—, siempre queda espacio para el hombre corriente, un lugar central que late como un corazón.

Es de buena educación desear que 2015 sea un año más feliz que 2014. Si como resulta más que probable vuelve a ser un rosario de amargura, ojalá Bulen Kilic siga ahí para lapidar las mentiras con el recuerdo de las víctimas, los doloridos, los desesperados…

José Ángel González