Nos pasa siempre, esto es así: vemos una superestrella y parece que ha brotado de la nada, como un hongo. Que no tiene un pasado, que no tiene una trayectoria, que no lleva trabajando años y años para llegar al momento de apogeo en el que está. Incluso a Luis Fonsi le pasó: triunfó con el Despacito y había quien creía que era su primera canción. Hasta la incombustible Jennifer Lawrence comenzó vestida de mascota de peluche en Monk.
Pues esto pasa también con Emma Stone. La actriz de 34 años ganadora de un Óscar a mejor actriz por La La Land, ya en 2017, y famosa por sus increíbles papeles en cintas tan icónicas, intensas y dispares como La favorita, Birdman, The amazing Spider-man, la reciente e increíble Pobres criaturas, de Yorgos Lanthimos, o —perdonadme que esta me encante— Cruella, también tuvo unos inicios. Y no podían gustarme más.