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La decisión de tener a tu primer hijo viene marcada por los genes

Siempre he creído y sigo creyendo que es deseable que la decisión de tener un hijo sea meditada y consciente, que ese niño sea buscado y deseado cuando hemos visto que en mejores condiciones estamos para atenderlo. No creo que haya necesidad de explicarlo.

GTRES.

GTRES.

Pero también he dicho con frecuencia que si se analiza demasiado, si se espera al momento perfecto para adentrarse por primera vez en la maternidad o la paternidad, es posible que nunca seamos padres. Mas aun hoy día, con la crisis y sus efectos en las parejas jóvenes en pleno apogeo. Mi experiencia me dice que llega un día en que mandas todos los miedos y las consideraciones (al menos un poco) al carajo y esa decisión la tomas con las tripas.

Ha llegado el momento. Y punto. Te lanzas a una piscina cuya temperatura desconoces contando salir con bien. Al fin y al cabo, la mayoría lo consiguen te dices para sacudirte miedos y dudas. No vas a esperar más. Lo mejor es enemigo de lo bueno y ya nos apañaremos.

No siempre es así, por supuesto. Hay veces que llega por descuidos mas o menos intencionados. En otros casos la edad obliga a tomar esa decisión. Ahora o nunca.

Pero me da la sensación de que en los embarazos buscados siempre hay ahí un impulso irracional, que nace en algún lugar recóndito e imposible de identificar.
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Las nanas también son canciones de amor

62fd68c67b9393db0bac40cc3826737b– ¿Ya estás otra es con la cancioncita? Te ha dado fuerte – me dijo mi santo este fin de semana al oírme cantar de nuevo lavender’s blue (dilly, dilly). Es cierto que la estoy entonando mucho y está en el top de los cuarenta principales de mi casa, la canto a mis hijos y mi sobrina de diez meses también la ha escuchado.

Se trata de una nana que descubrí la semana pasada viendo en casa La Cenicienta de Kenneth Branagh que estuvo en cines el invierno pasado, su protagonista la canta e impregna gran parte de la banda sonora. Para mí todo un hallazgo, por mucho que hayan apostado más por la versión de A dream is a wish your heart makes de Lily Collins o Edurne en la promoción.

Me dio por investigar un poco y me encontré con que en realidad es una canción de amor muy antigua, de la que ya hay constancia escrita en el siglo XVII. En ella él intenta convencerla de que, como él la ama, ella debe corresponderle y acceder a yacer juntos.

Lavender’s green, diddle, diddle,
Lavender’s blue
You must love me, diddle, diddle,
cause I love you,
I heard one say, diddle, diddle,
since I came hither,
That you and I, diddle, diddle,
must lie together

En el XIX se convierte en una nana, aunque sigue siendo al tiempo una canción de amor. «Si tú me amas, yo te amaré». Todas las nanas son, de hecho, canciones de amor.

Lavender’s blue, dilly, dilly, lavender’s green
When I am king, dilly, dilly, You shall be queen
Who told you so, dilly, dilly, who told you so?
‘Twas my own heart, dilly, dilly, that told me so
Call up your men, dilly, dilly, set them to work
Some to the plough, dilly, dilly, some to the fork
Some to make hay, dilly, dilly, some to cut corn
While you and I, dilly, dilly, keep ourselves warm
Lavender’s green, dilly, dilly, Lavender’s blue
If you love me, dilly, dilly, I will love you
Let the birds sing, dilly, dilly, And the lambs play
We shall be safe, dilly, dilly, out of harm’s way
I love to dance, dilly, dilly, I love to sing
When I am queen, dilly, dilly, You’ll be my king
Who told me so, dilly, dilly, Who told me so?
I told myself, dilly, dilly, I told me so

Hay muchas versiones, pero os dejo aquí la de la película.

No es la primera vez que me deslumbra una nana de una película de Disney tras ser madre. Ya sucedió con la maravillosa Baby mine (hijo del corazón) de Dumbo. Una película que merece la pena revisitar y que es especialmente conmovedora si la ves teniendo un niño con discapacidad.

Baby mine, don’t you cry
Baby mine, dry your eyes
Rest your head close to my heart
Never to part, baby of mine

Little one when you play
Don’t you mind what they say
Let those eyes sparkle and shine
Never a tear, baby of mine

If they knew sweet little you
They’d end up loving you too
All those same people who scold you
What they’d give just for

The right to hold you
From your head to your toes
You’re so sweet, goodness knows
You are so precious to me
Sweet as can be, baby of mine

Volviendo a Lavender’s blue, Resulta interesante ver cómo algunas melodías han sobrevivido durante siglos, en muchos casos con letra, con frecuencia para cantar a los niños. También lo es que las nanas suelan coincidir en tener un sabor a la vez dulce y triste. Tal vez por eso siempre sentí como una canción de cuna el Y sin embargo te quiero, en un poema de Rafael de León.

Llorando junto a la cuna
me dan las claras del día;
¡mi niño no tiene padre…
qué pena de suerte mía!
Anda, rey de España, vamos a dormir…
Y, sin darme cuenta, en vez de la nana
yo le canto así:

Te quiero más que a mis ojos,
te quiero más que a mi vida,
más que al aire que respiro
y más que a la madre mía.
Que se me paren los pulsos
si te dejo de querer,
que las campanas me doblen
si te falto alguna vez.

¿A quién se lo dice, al padre canalla o al niño?

Nunca se canta tanto como cuando eres padre. Bueno, no sé si generalizar. Dejémoslo en que yo nunca he cantado tanto como tras ser madre y sé que no soy la única. Y he disfrutando cantando, buscando con mi voz el sueño, el juego, el consuelo o la alegría de mis hijos. Y espero no dejar nunca del todo de hacerlo según mis niños crezcan.

Cantas más, cantas feliz y libre de absurdos complejos a los que mas quieres y que mejor te escuchan. Y es entonces cuando acuden a nuestros labios, directamente desde el corazón y nuestros viejos recuerdos, aquellas canciones que nos cantaron a nosotros, a nuestros abuelos y, tal vez, a los abuelos de nuestros abuelos.

También acuden en esos momentos temas del Cantajuego y canciones de lo mas variopinto, no vamos a engañarnos. Yo he dormido y consolado con frecuencia a mis hijos con Tahures zurdos por ejemplo. Puestos a cantarles, hay todo un universo para elegir, pero las tonadas tradicionales afloran en esos momentos.

Una de las canciones que yo más he cantado (y sigo cantando) a mis hijos es La tarara, otra melodía que procede del folclore popular y a la que Federico García Lorca, que sabía apreciar la belleza de lo aparentemente sencillo, puso nueva letra.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.
Lleva mi Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Luce mi Tarara
su cola de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Ay, Tarara loca.
Mueve, la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.

Buscando por Internet he encontrado en el recomendable blog La pizarra de yuri una referencia a la nana más antigua que se recuerda, dedicada a un bebé llamado Marco. La traducción del latín es suya. Por desgracia no se ha conservado la melodía, pero estoy segura de que también era dulce y algo triste.

La nana más antigua que se recuerda aparece recogida en las Sátiras de un poeta romano del siglo I llamado Aulio Persio Flaco. Se la conoce como aut dormi aut lacte (o duermes o mamas), y está dirigida a un niño que se llamaba Marco. Llama la atención la dulzura del ritmo, la sofisticación de la sonoridad de las palabras, lo imaginativo de las rimas, la delicadeza de las imágenes que invoca y la simpática sinceridad del estribillo, en el que cualquier mamá harta de intentar que su bebé mame o se duerma de una vez se sentirá identificada sin duda.

La-la, la-la, o duermes o mamas;
si no mamas, duerme, duerme.

Blando sueño, ven, sueño,
vacilan, Marco, nuestros ojos,
se apodera del cuerpo tierno,
son ojos llenos de sueño:
ven, sueño.

La-la, la-la, o duermes o mamas;
si no mamas, duerme, duerme.

Alta en el cielo resplandece la luna
vagan en la noche sombras vanas;
en el silencio, ladran los perros,
brillan las mil y una estrellas,
resplandece la luna.

La-la, la-la, o duermes o mamas;
si no mamas, duerme, duerme.

Lejos, maduran dulces frutales,
se marchitan las lilas, florecen las rosas;
las estrellas en el cielo están radiantes…
Ronca… ríe… sobre tus cabellos
siente los frutales.

Lalla, lalla, aut dormi aut lacte
nisi lactes, dormi, dormi.

Sí, definitivamente las nanas son canciones de amor.

¿De verdad quieres ser una MILF? #yosoyunaMWLF

Hoy le cedo la palabra a otra madre reciente: Jessica Gómez, que también es escritora y propietaria de la web hablamebajito.com.

Jessica publicó hace menos de 24 horas en su página de Facebook un reivindicativo canto a la autoestima con mucho sentido del humor (así hay que leerlo) que me ha permitido compartir aquí con vosotros.

A estas alturas no debería ser necesario insistir en que somos más que un cuerpo, que somos precisamente todo lo demás, que es lógico cuidarse, querer sentirse guapa y deseable, pero que eso no debería estar vinculado a deseos ajenos o cánones imposibles, que son los nuevos corsés de los que liberarse, no no merecemos una burda consideración de objetos a los que usar y tirar.

latojaHe leído por ahí un artículo sobre lo feos y deprimentes que son los pechos caídos. Ay, que asquete, sí. Tetas que cumplen años y cambian a la vez que sus dueñas. Habrase visto.

Malditas insolentes…

La edad y la maternidad. Los dos aliados de los pechos caídos. Son inevitables (al menos cumplir años. Y no es que sea inevitable, sino que parece mejor que la alterniva). Pero seguro que se puede hacer algo para borrar el rastro de ambas, edad y maternidad. Porque ya sabéis que, gracias a American Pie, la mujer moderna tiene un gran objetivo: ser una MILF. Una “Mom I’d Like to Fuck” (en español, una MQMF, una “Madre Que Me Follaría”), atractiva y apetecible incluso para los más jóvenes. Y digo yo…

Pero vamos a ver, chiquitín, ¿quién te ha dicho a ti que a mí me interesa que me quieras to fuck? ¿Quién carajo eres tú y por qué crees que necesito tu aprobación, pequeño machistillo? ¿Sabes qué? Yo no soy una MILF, yo soy una MWLF. Y te voy a explicar la diferencia:
Una MILF es una madre que ha conseguido no parecerlo. Que mantiene un cuerpo cuasi adolescente de pechos turgentes y abdomen terso. Una MWLF no sólo parece una madre, sino que se enorgullece de ello. De mostrar su cuerpo creador y nutritivo.

Una MILF también mantiene una actitud cuasi adolescente, a juego con el cuerpo. Inocente y juguetona. Una MWLF hace tiempo que dejó la inocencia a un lado, porque su sabiduría no cabe donde cabe la inocencia.

Una MILF basa su poder en las medidas de su cuerpo. Una MWLF basa su poder en lo que puede hacer con él.

Una MILF es un cuerpo. Una MWLF es una actitud.

Una MILF pasa a tu lado y espera que la mires. A una MWLF le repatina si la miras o no, y siéntete halagado si te ve lo bastante hombre como para mirarte.

Una MILF podrá (o no) saber mucho sobre sexo. Una MWLF sabe sobre sexualidad a unos niveles que tú ni siquiera sospechas que existen.

Una MILF espera que conozcas su cuerpo. Una MWLF conoce su cuerpo con una profundidad que te daría vértigo (y además lo sabe).

Una MWLF es capaz de disfrutar su cuerpo y su sexualidad de una forma tan natural, tan literalmente salvaje, tan libre de juicios, me atrevería a decir que tan mística, que tú y tu MILF os marearíais al primer orgasmo.

A una MILF la eliges. Una MWLF te elige a ti.

Una MILF lo es sólo porque tú, don nadie, decides que lo es, y por tanto sin ti no puede ser. Una MWLF sólo depende de ella misma. Asústate: no te necesita.

Chiquitín, yo no soy una MILF, soy una MWLF: una Mom Who Likes to Fuck. Y no sabrías qué hacer conmigo.

* La foto de la escultura la tomé en La Toja en 2007.

Tigriteando (y por tanto la crianza respetuosa) consigue dos galardones en los #Premios20Blogs

Eso que muchos llaman la blogosfera maternal, un universo de blogs variopintos hasta el extremo pero con la crianza o la maternidad como eje, goza de excelente salud. Ayer pude disfrutar de la fiesta de la novena edición de los Premios 20Blogs y quedó claro, viendo a los ganadores, que goza de una excelente salud.

En esta última edición hay tres blogs que han tenido dos premios. Uno es La huertina de Toni (Medio ambiente y Blogs más votado), otro es Una de cada mil (Salud y vida sana y también premio principal). Ambos muy recomendables y con unos fantásticos autores detrás.

El tercero ha sido Tigriteando (categoría Blogosfera y premio especial Madresfera), un sitio fantástico comandado por Bei, madre de Abril y Emma, que rebosa respeto por los niños, amor por los libros y que ahonda en el método montessori.


¿Qué no sabéis lo que es el método Montessori?
¿Habéis oído el término pero no tenéis claro lo que implica? ¿Ni siquiera lo habéis escuchado nunca?

Esa delicia de blog que es Tigriteando, a la que quiero felicitar especialmente por las dos estatuillas que se ha llevado merecidamente a casa, lo explica divinamente en este post: 10 dudas frecuentes sobre el método Montessori, un sistema con el que yo no comulgo por completo, os confieso, pero que me parece imprescindible conocer, que tiene mucho bueno sobre lo que reflexionar y aplicar y que me encanta lo respetuoso que es con los niños.

Ya podéis ir a leer el blog de Bei, que ya otro día hablaremos más despacio de Montessori.

Y, ya puestos, podéis echar un vistazo a los blogs finalistas y ganadores, veréis más blogs de temática maternal y seguro que descubriréis muchas lecturas interesantes. No dejéis pasar la oportunidad de descubrir joyas de la blogosfera, ese para mí es el verdadero sentido de estos premios.

Felicidades a todos los premiados.

¡Nos leemos!

Teresa Olivares, Cofundadora y Directora de Marketing y Ventas de TUTETE, y Mónica de la Fuente, fundadora de Madresfera, entregan uno de los premios al blog Tigriteando.  (JORGE PARÍS)

Teresa Olivares, Cofundadora y Directora de Marketing y Ventas de TUTETE, y Mónica de la Fuente, fundadora de Madresfera, entregan uno de los premios al blog Tigriteando.
(JORGE PARÍS)


No pasa nada por tener un único hijo, no son más mimados ni más egoístas

El mes pasado escribí sobre la (incomprensible y absurda) presión que reciben las parejas que no tienen hijos, a las que muchos tildan incluso de egoístas y les auguran que se arrepentirán cuando se les haya pasado definitivamente el arroz. Tras aquella entrada, una amiga que tiene una niña de casi seis años y que es treintañera reciente me comentaba que no es la única presión social que se recibe en torno a tener hijos.
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Ella lleva varios años aguantando impertinencias por su decisión de tener una única hija. Las aguanta ella y también su hija. Y entiendo su exasperación porque yo soy hija única de un hijo único.

Las cosas deberían haber cambiado en tres décadas, pero por lo visto parece que no.

Si una pareja sólo tiene un hijo y por edad, haber perdido a la pareja o problemas de salud se quedan ahí, la gente no suele insistir. En cambio, en unos padres aún jóvenes y sanos, mucha gente se pone muy pesadita. Cómo si en la decisión de ser padres de nuevo esos fueran los únicos factores a tener presentes.

Y con frecuencia los metomentodo acaban dirigiéndose a los niños. ¡Qué manía tienen muchos de andar interrogando a los niños pequeños cuando lo que en realidad están haciendo es cotillear por poderes! Querrían preguntar a los padres, pero no se atreven y hacen la finta infantil: «¿no querrías un hermanito?» «Pídele a mamá y a papá un hermanito para jugar!«.

Yo, que no tenía el menor interés por tener hermanos teniendo ya un buen puñado de primos de mi edad y estando en el colegio todo el día rodeada de niños, llegué a contestar a uno de esos plastas siendo muy pequeña y estando ya muy harta: «no puedo tener hermanos porque a mi mamá se le han acabado los fetos».

Y recuerdo a mi madre defendiéndose contando que yo no estaba nada mimada, que no era nada egoísta (sí, esgrimen el egoísmo ante las parejas que no quieren tener hijos y también ante la situación del hijo único) elaborando la teoría de que yo lo compartía todo porque no tenía un hermano en casa que me disputara los juguetes. Por cierto, que es algo que no creo que sea cierto, el apego a los objetos y el grado de «mío mío» no obedece a un factor tan simple. Y es la opinión mayoritaria de los profesionales:

Según la psicóloga Gabriela Ensinck, el hecho de ser hijo único no es un elemento que define por sí solo el futuro de un niño. Su evolución, como la de cualquier otro, depende de la educación que le den sus padres. El hijo único puede tener un desarrollo tan sano como el de un hijo con hermanos. Algunos problemas que experimentan los niños, como la dependencia de los padres, el consentimiento, la sobreprotección, introversión, etc, no son sólo características de los hijos únicos. Se deben, en la mayoría de las veces, a la manera como los padres los educan.

También se escudaba en problemas de salud: mi parto que acabó en cesárea fue muy malo, estaba el problema del RH, también que ella estaba delicada del corazón a partir de mis cuatro años…

Eso ya frenaba más.

Las charlas sobre mi condición de hija única llegaron a mi edad adulta, con largas e incluso encendidas discusiones en las que gente cercana me insistía en lo que me había perdido por no tener un hermano, que una relación como la que tienes con un hermano no la tienes con nadie. Absurdo, estoy harta de ver hermanos que se han convertido en los peores enemigos y hermanos que se ignoran con muy distinto grado de cordialidad. También estoy cansada de ver relaciones intensas, especiales y perennes con familiares de segundo o tercer grado y con buenos amigos que son más que muchos hermanos, personas que la vida ha puesto en tu camino y has elegido que sigan permaneciendo a tu lado.

No pasa nada por no tener hijos. No pasa nada por tener un hijo único. Esos niños no tienen por que ser más mimados o egoístas, la personalidad de cualquier niño se forma por un conjunto amplio de factores innatos y adquiridos. No crecen tristes por no tener un hermano con el que jugar, yo es algo que nunca eché de menos. Tampoco ahora.

Y tampoco pasa nada por tener mas de tres hijos, que la gente se está haciendo cruces y tachando de locos (aquí no parece haber egoísmo, sino pérdida de cordura) a todos los que se atreven con la familia numerosa.

Parece que lo único que evita presión es tener dos hijos, sobre todo si tienes la famosa parejita, el niño y la niña. Ahí te dejan en paz. Menos mal.

De verdad, qué puñetera manía con intentar dirigir la vida de los demás, con proyectar en ellos lo que nosotros haríamos en sus zapatos. Mucho mejor sería ponernos en los zapatos ajenos para comprender, empatizar, no juzgar y dejar a cada cual tranquilo con sus decisiones y circunstancias.

* Foto: GTRES

Si a mi madre no le gusto: ¿a quién le voy a gustar? (ellos lo escuchan todo)

GTRES.

GTRES.

Hay un común denominador en muchos de los testimonios que he leído de personas que han pasado por trastornos de la alimentación y problemas graves de aceptación. Incluso por personas que, sin llegar a tanto, no se acaban de sentir a gusto en su pellejo.

Y ese común denominador son las madres.

Nunca se las culpa directamente, pero sí se sugiere, se insinúa, se comenta de manera más o menos explícita porque cuesta cargar el problema que crees tuyo en alguien a quien amas en que en parte el problema echó raíces por sus comentarios, sus percepciones expresadas en alto de sus propios hijas.

Aquí, en un texto extenso de la muy recomendable Weloversize, tenéis un ejemplo en el que lo cuentan de manera bastante explícita:

También desde muy pequeña recuerdo la obsesión por mi peso alrededor de mí, aunque en realidad nunca estuve gorda. Viendo fotos, era una niña normal, pelín rellenita si acaso, pero de ningún modo gorda. Supongo que mi madre y mis abuelas perseguían sus propios demonios, o por lo menos recuerdo a mi madre haciendo comentarios peyorativos sobre su propio cuerpo, o sobre el cuerpo y el peso de otras mujeres. Creo que esa bola transgeneracional se fue engrosando (nunca mejor dicho) de abuelos a padres a hijos hasta que me explotó a mí en la cara, y de algún modo tuve que expiar este tema para romper así con esa carga en mi estirpe familiar.

Complejos trasladados, heredados y heredables. Si yo, madre, vivo inconforme con mis piernas demasiado flacas, mis cartucheras, mi barriga insistente por muy delgada que esté o mi pecho plano, vigilo a mi hija, pendiente de si ha heredado mis ‘defectos’, que no son tales en realidad, sino las partes que no encajan en un molde absurdo.

Y lo peor es que además lo decimos, incluso de manera hiriente y dirigiéndonos directamente a ellos. No sólo lo decimos las madres, sorprendentemente muchos adultos deciden opinar según les place del físico de los niños. Pero importa especialmente cuando nos lo oyen a nosotras.

La presión ambiental procedente de publicidad y medios de comunicación es enorme, pero me da que tal vez vaya tocando mirar la viga en el propio ojo.

No siempre es puramente aspecto físico: «Mira, ha heredado mi poca gracia al bailar», dicen y se quedan tan a gusto. ¿Cómo no va estar llena de gracia una niña pequeña bailando feliz, independientemente de cómo lo haga?

Bailar libre y sin miedos es uno de los pequeños grandes placeres de la vida, y una legión de adultos no se atreve a hacerlo nunca, o sólo lo hacen a solas en casa o perdidas las inhibiciones al estar borrachos. Ni a cantar, ni a contar chistes, ni a reír a alma abierta.

Ellos lo oyen todo, como dicen bien clarito en la canción del musical ahora llevado al cine Into the woods: «Careful the things you say, children will listen. Careful the things you do, children will see and learn».

Y yo no lo me lo voy a consentir. Os aseguro que me voy a esforzar por ser un buen paragüas para sus complejos, por intentar que crezcan queriéndose. Con mis hijos y con los niños que me toquen, con la esperanza de que el camino sea tal vez menos arduo, tal vez más corto. Lo que tampoco tiene que ver con los cumplidos vacíos y exagerados.

Lo haré porque también hay testimonios de mujeres fuertes y felices, que pisan firme y sereno, recordando que sus madres contribuyeron a ello. Y yo prefiero ser una de ellas, una de esas que dicen «despliega tus alas, mi pequeña mariposa», o «no te preocupes por tu talla».

¿Vosotras?

Mama told me not to waste my life,
She said spread your wings my little butterfly
Don’t let what they say keep you up at night
And they can’t detain you
‘Cause wings are made to fly
And we don’t let nobody bring us down
No matter what you say – it won’t hurt me
Don’t matter if I fall from the sky
These wings are made to fly

Yeah my mama she told me don’t worry about your size
She says, «Boys like a little more booty to hold at night.»

Colecho, porteo, parto natural, lactancia… menos guerras y más sentido común

lactanciaLactancia, colecho, porteo y parto natural creo que siempre han sido los temas más polémicos en mi blog. Los tres primeros los he practicado, el cuarto no. Y contando mis experiencias y mi postura han generado numerosos comentarios, posturas enfrentadas, susceptibilidades heridas… por mucho que para mí defender la lactancia, por ejemplo, no suponga en ningún caso atacar a las madres que no han dado el pecho ni sentirme mejor que ellas.

No debería ser así. No debería haber guerras o prejuicios basados en las distintas formas de afrontar la crianza de nuestros hijos. Flexibilidad y sentido común deberían ser nuestras banderas. Esas y no juzgar alegremente a los demás.

Sabiendo que no hay dos personas iguales en este mundo, es fácil deducir que tampoco hay dos madres o dos niños iguales y por tanto hay millones de maneras de criar, todas correctas cuando se hacen desde el amor y el respeto y ninguna libre de errores.

Pero parece que tendemos con demasiada frecuencia a convertirnos en tribus enfrentadas, a cansar al de enfrente con nuestra insistencia, a etiquetar sin conocer y sin necesidad, a tener un pellejo demasiado sensible y sentirnos heridos o atacados antes de tiempo.

Por eso me ha gustado este vídeo, que ha llevado al humor extremo esos sectarismos absurdos y que deja claro que al final, en lo importante, estamos todos de acuerdo.

Nuestros niños son lo más importante.

¿Qué tendrá la cama de papá y mamá?

¿Qué tendrá? Puede que las sábanas sean iguales, incluso el tamaño. Es posible incluso que ni siquiera estén papá y mamá dentro. Pero está claro que la cama de papá y mamá tiene algo especial.

Julia y Jaime son niños de bien dormir. Madrugan todos los días, incluyendo fines de semana, pero no se despiertan en plena noche. Las pesadillas son algo desconocido en casa. No son de venir de madrugada buscando nuestro consuelo y compañía.

Eso sí, por las noches les gusta hacer alguna incursión entre nuestras sábanas antes de acabar arropados por las suyas.

«¿Puedes leerme el cuento hoy en tu cama, mami?», pregunta con frecuencia Julia. Y se lo leo o lo leemos entre ambas, luego cantamos y allí la dejo buscando el sueño. Más tarde habrá que trasladar el peso caliente de sus veinte kilos justos.

Jaime no pregunta. Jaime prefiere venir por las mañanas, mientras su hermana aún duerme, a abrazar nuestra almohada en la que aún se nota la calidez de nuestros propios sueños interrumpidos por las obligaciones.

«Será que conserva el olor de papá y mamá», me comenta una amiga. Tal vez. Somos más animales de lo que nos gusta pensar. A mí me gusta pensar que la cama de mamá y papá es para ellos una balsa de seguridad sobre un mar en calma. Nada malo puede pasar en ese pequeño fuerte. Estar allí es sentirse protegido y amado.

¿Cómo negarlo? ¿Por qué negarlo? ¿Para qué negarlo?

Ojalá la cama de papá y mamá conservara siempre esa magia, ojalá siempre pudiera ser de torreón de sueños. Ojalá.

J&J ayer noche.

J&J ayer noche.

¿Y tú qué opinas de la maternidad subrogada?

«¿Y tú qué opinas del vientre subrogado?». Esa pregunta, que yo también os transmito, me la hizo mi compañera Amaya Larrañeta mientras elaboraba el tema que acaba de publicarse: Un millar de niños españoles nacen cada año en el extranjero a través de madres subrogadas.
embarazo
Pues opino lo mismo que respecto a la donación de óvulos, algo de lo que ya he hablado someramente aquí y aquí. Me parece perféctamente bien siempre y cuando se haga con los controles sanitarios y legales precisos.

En las donaciones de óvulos, menos en las clínicas que yo conozco en España que están rigurosamente controladas, las mujeres donantes son plenamente conscientes de lo que hacen y lo que implica, y se embarcan en ello con un criterio inicial de generosidad, una evaluación psicológica y varias pruebas médicas de control. También las parejas que aceptan donación de óvulos pasan por el psicólogo y son convenientemente informadas.

En España las donaciones son y deben seguir siendo completamente altruistas, aunque entendería que se estableciera de manera legal y no arbitraria una compensación razonable por los tratamientos a los que hay que someterse y las cuarenta semanas de preñez que culminan en parto.

Bajo esas condiciones, no veo qué problema hay en que una pareja heterosexual que no puede tener un hijo por la vía ordinaria pese a tener esperma y óvulos válidos o una pareja homosexual acceda a la maternidad de esta manera, que no va a ser barata ni responder a un capricho en ningún caso.

Eso respecto a su práctica en España. Algo que no está pasando porque en España no es algo legal. Un dato que tal vez os sorprenda, yo desde luego lo desconocía: llegan casi tantos niños a España de subrogación como por adopción internacional. Ese millar de niños españoles que nacen cada año en el extranjero en un ‘vientre de alquiler’ son también una realidad sobre la que va llegando hora de tomar algunas decisiones. No pueden seguir en el limbo.

Estados Unidos es el país más caro, pero también el más controlado. En cambio es muy preocupante que se está creando un mercado repugnante en otros países, sobre todo asiáticos, con mujeres explotadas vilmente. Eso es un abuso a erradicar internacionalmente y tan culpable es la mafia que lo promueve como aquellos que recurren a ello para ser padres.

Hay además personas que defienden que la gestación subrogada, como tal, es un uso y abuso del cuerpo femenino sin justificación de ningún tipo. Yo no tengo esa percepción. Creo que disponer libremente de nuestro cuerpo implica que yo pueda hacer con él lo que desee siempre que lo haga por voluntad propia y no obligada por nadie o por ninguna circunstancia. Una mujer libre debe poder decidir si abortar o no, si tener sexo o no cuando, cómo y con quién desee, si dona óvulos o presta su vientre para regalar su hijo a otras personas. Todo dentro de un control sanitario y legal coherente, como decía en el arranque. Cualquier presión que reciba hacia un lado o hacia otro es indeseable.

Por último y por supuesto, el otro punto de polémica típico cuando se habla de este tema es el: ¿Tú lo harías?. Yo no, pero que yo no lo hiciera no implica que otras mujeres no puedan hacerlo sin mayor problema. Yo tampoco tendría sexo intrascendente de una noche con un desconocido. Pero lo que yo no haría, no me guste o no entienda no debe limitar a los que me rodean. En ese sentido os recomiendo leer el testimonio de Rebecca una madre que tuvo mellizos «para ayudar a una española que sufrió 6 abortos» y que ahora está de nuevo embarazada de mellizos, también elaborado por Amaya.

«Siempre supe que no eran biologicamente míos. Eran sus óvulos y su esperma. Yo solo los llevaría nueve meses para ayudarles y porque su madre no podía», explica Rebecca.

Yo ya me he explicado: ¿Y tú qué opinas de la maternidad subrogada?

Ojalá llegue el día que ningún padre ponga piedras en el camino de sus hijos

Los meses de agosto y septiembre los he pasado inmersa en el universo de Outlander, lo confieso. Estaba enfrascada en Tulipanes de marte, de mi compañero de blogosfera Javi Yanes, pero durante el viaje que hicimos por el norte de Francia con los niños quería leer algo ligero, así que compré y descargué en inglés los libros de Diana Gabaldón y me quedé enganchada como Frodo en la tela de Ella-Laraña. Y tras los libros (he leído los cuatro primeros y he decidido parar) vino la serie, una versión cuidada e inteligente de los mismos que estuve disfrutando con mi santo y que me dio tema de conversación con un par de compañeras de la redacción que también estaban viéndola.

No sé si sabréis de qué serie hablo, pero no voy a entrar en detalles, mejor dejo a Jesús Travieso que la destripe en su blog Solo un capítulo más, pero la cosa es que su protagonista, un actor escocés poco conocido llamado Sam Heughan, se está convirtiendo a toda velocidad en un sex-symbol internacional con legiones de seguidores en redes sociales. La verdad es que es de esos pocos tipos a los que la mugre favorece. No quiero negar el indiscutible atractivo del muchacho, pero cuando le limpian y atusan o en su versión corriente y moderna a mí no me dice nada. A mi santo le encanta su voz por cierto.

Es éste que veis aquí, muy bien acompañado de su preciosa coprotagonista Caitriona Balfe.

Los protagonistas de la serie 'Outlander'.

Los protagonistas de la serie ‘Outlander’, os aseguro que él sin mugre pierde mucho.

En una de esas conversaciones que os comentaba con un par de compañeras sobre las virtudes más superficiales del señor Heughan, se me ocurrió comentar con toda la naturalidad del mundo que si tuviera que elegir entre una noche loca con él o con Caitriona, no dudaría en quedarme con la segunda. Decir tontadas es gratis e incluso saludable a veces. Pero os aseguro que estaba siendo completamente sincera.

No es la primera vez que hago un comentario de este tipo. Y que noto que se me quedan mirando, tal vez fugazmente, sorprendidos, con cara de póker, un poquito escandalizados o directamente incrédulos. Llevo desde los dieciocho años felizmente enamorada de un hombre, mi santo, con el que he tenido dos hijos y junto al que confío poder envejecer. Jamás he tenido una relación sentimental con una mujer. Se supone que debo ser una heterosexual de libro y no decir esas cosas.

Imagino que así me sienten los demás. Pero no necesariamente es así como me siento yo.

¿Ava Gardner o John Wayne? Ava, sin lugar a dudas. ¿Jon Nieve o Cersei? Vivan los Lannister. ¿Juan o María? Pues depende de cómo sean Juan y María.

Lo diferente me atrae normalmente en mayor medida, pero también lo propio. Si mi historia de amor con mi santo se rompiera, no sé a ciencia cierta de quién me enamoraría después. Probablemente un hombre. Tal vez no. Muchos varones supuestamente atractivos no despiertan ningún interés en mí, y en cambio encuentro mujeres fascinantes con relativa frecuencia.

Una vez me dijeron lo siguiente: “imagina una línea, en un extremo estaría la heterosexualidad pura, en el otro las personas que se siente solo atraídas por su mismo sexo al 100%. Muchísima gente se sitúa en puntos intermedios, más cerca o más lejos de una de esas dos opciones, solo que la sociedad y lo que se supone que te debe gustar tira mucho”. Me da que no es tan simple, pero decidí comprar la teoría y situarme mentalmente en algún punto intermedio .

No me preocupa. No es nada que haya provocado en mí profundas reflexiones, problemas de identidad o crisis personales de ningún tipo. Ahí ha estado siempre. Sin más. Soy monógama y, como os decía, feliz en mi situación. No tengo la necesidad de compartimentar, etiquetar y clasificar para poder digerirme ni a mí misma ni a los demás.

Y puede que a estas alturas os estéis preguntando por qué demonios os estoy contando todo esto en un blog de maternidad, copado normalmente por las andanzas de los niños. Pues porque además de conversaciones sobre macizos televisivos, también he tenido recientemente un par de conversaciones con dos amigos, un hombre y una mujer, a los que sus padres no supieron comprender y querer bien cuando se puso sobre la mesa su relación con una persona de su mismo género.

«Tenéis un hijo o una hija sano y bondadoso. ¿Qué más queréis? Hay que aceptar la realidad de las personas que más amamos«, me dan ganas de decirles.

Creo que, por como soy, por como pienso, estoy a salvo de hacer pasar por lo mismo a Julia si el día de mañana viene a casa de la mano de otra chica. De hecho si Jaime fuera capaz en el futuro de tener una relación sentimental con un hombre que le quisiera bien sería la madre más feliz del mundo. Por desgracia su autismo le acabará robando ese tipo de amor casi con total seguridad.

Ojalá llegue el día que ningún padre, ninguna madre ponga piedras en el camino de sus hijos por algo tan natural como amar a otra persona, que no haya cariños mermados, alterados o desaparecidos a modo de víctimas colaterales en el proceso de conocerse y quererse a uno mismo como es.

Independientemente de nuestras expectativas, de nuestras propias inclinaciones o creencias, los padres deberíamos facilitar las cosas a nuestros hijos, no crear problemas donde no los hay, que ya se los encontrarán de sobra en otras partes. Deberíamos amarlos como son, sin más.