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"Sin música, la vida sería un error". (Friedrich Nietzsche).

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Cierra La Riviera

Lo que faltaba. Teníamos pocas salas de conciertos en Madrid y cierran una de las más activas, La Riviera. La cosa no acaba ahí. El consistorio ha echado el cierre también a discotecas como el Moma (José Abascal), el But (Barceló), y una de las salas con mejor sonido de la ciudad (aunque con una programación muy alejada del rock), el Macumba, ubicado en la estación de Chamartín. Se rumorea además que locales como el Dink (en Malasaña), el Archy (Marqués de Riscal), el Déjate Besar (Hermanos Bécquer) y otros muchos pueden ser los siguientes en caer. Estás que te sales, Gállar.

Como podéis leer en la noticia, el cierre de La Riviera obedece a las reiteradas denuncias por falta de licencias, ruidos, ampliación de horarios o venta de alcohol a menores. Pero como también sabréis, todo ello coincide con el triste suceso del Balcón de Rosales y la posterior alarma social entre la opinión pública, lo que sin duda no ha hecho más que acelerar un proceso que, por dejadez o pura conveniencia, se venía demorando desde hace años. Ahora, y para que parezca que se actúa con celeridad y contundencia desde el Ayuntamiento, se coge y se hace todo a capón, sin tener en cuenta a los perjudicados. Los más inmediatos, los que tenían programados conciertos para este fin de semana: Sidonie, que trasladan su concierto de esta noche a la discoteca Joy Eslava (a la misma hora), y Stereolab, que se lo llevan el domingo a la mítica -pero mucho más pequeña- Sala Sol, lo que ha obligado a que ya no se vendan más entradas.

Por mi parte, seré plenamente sincero: me es bastante indiferente que se cierren discotecas. Las hay a pares y apenas las frecuento. Pero el problema que Madrid tiene con las salas de conciertos -que ya viene de largo- raya lo vergonzante y es impropio de una ciudad de más de tres millones de habitantes. Tras los cierres de Canciller, hace ya unos años, el derribo de Aqualung y el fulminante cierre de hoy de La Riviera, prácticamente nos hemos quedado sin salas de aforo medio, aquellas en las que caben entre mil y dos mil personas. Y yo me pregunto, si el cierre de La Riviera se prolonga, ¿dónde van a tocar los grupos que se encuentran a medio camino entre la sala Heineken (800 personas) y el Rockódromo (12.000 personas)?. Porque son unos cuantos, y arrastran a un público más que numeroso. Basta echar la vista atrás para ver la cantidad de conciertos que ha programado La Riviera durante el último año, colgando el cartel de «no hay entradas» con una asiduidad pasmosa.

Los problemas de licencias que puedan tener las salas no son de la incumbencia de los que amamos la música. Si hay motivos legales y de seguridad de auténtico peso para cerrarlas, que las cierren. Pero alguien tendrá que poner de su parte y promover que otras puedan ocupar su lugar con todas las garantías. Porque es un atentado cultural que una ciudad como ésta no apueste más que por los conciertos multitudinarios. Y es que, señores del Ayuntamiento, necesitamos mucho más que Rock in Rio para poder presumir de tener una ciudad en condiciones.

Hoy Madrid es un poco más gris.