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Discos infravalorados (II): ‘Jardín de los Callados’, de Alma Vacía

Si te gusta el rap, es posible que estés de acuerdo conmigo; si no te gusta, quizá también: pese a que el hip hop español vive días dorados en cuanto a presencia mediática se refiere, la escena está abarrotada de bandas que rozan la mediocridad más absoluta. Sólo un reducido número de ellas dan la talla. Y no necesariamente son las que triunfan.

Hoy traigo a colación un disco que no lo hizo. O al menos, no hasta el punto que merecía haberlo hecho. Bienvenidos a la segunda entrega de Discos Infravalorados.

Con miembros de bandas tan legendarias de la old school como DNI, los vallecanos Alma Vacía volvieron a juntarse en 1998 tras publicar un primer álbum un par de años antes, «Cadena de locos», que pasó sin pena ni gloria por la mayoría de aficionados al rap de este país. Con «Jardín de los callados», todo apuntaba a que llegaba la hora de que se hiciera justicia para Paco Camaleón, Dahani y Ars.

Cantando al pasado el presente

«Jardín de los callados» es una obra maestra del rap en castellano. Rimas inteligentes y combativas, bases poderosas y un flow demoledor eran sus sólo algunos de sus puntos fuertes. El disco arranca, tras un inquietante preludio, con «Cantando al pasado el presente», una feroz revisión, en apenas cinco minutos, de algunos de los capítulos más oscuros de la historia de España, para después venirse arriba con la soberbia «Poder terrenal» -uno de los momentos álgidos del disco- y terminar de rizar el rizo con un puñetazo en la cara, la demoledora «1, 2, 3 del 93 al 98» . Cuando te quieres dar cuenta, el disco ha llegado a su ecuador con «El cuentacuentos» y «Abrumando a varas de mando». Hay cera para todo (y para casi todos), pero de la que se da con estilo.

Poder terrenal

En «Jardín de los Callados» no hay momentos flojos. «Temerarios», «Bote» o «El criminal del verso» son lecciones maestras de cómo facturar rap de alto nivel. El disco guarda además un lugar de excepción para dos perlas: la colaboración del dúo MFD2 con «Aplastando al mando» y un cierre de lujo a modo de micro abierto, «La cueva gesta», con la presencia de un buen puñado de MCs amigos. La producción, a cargo de Dahani, es un despliegue de buen gusto: sampleos romedores, guitarras y bajos tocados por él mismo con sorprendente destreza, bombos y cajas atronadores y un sinfín de recursos contribuyen a redondear un álbum cuyo hilo conductor es el inconformismo y el espíritu de rebelión ante una sociedad podrida. Apenas hay hueco para el habitual -y a menudo cargante- onanismo egocéntrico de otras propuestas de la escena. Porque, sencillamente, hay gente que no necesita escribir sobre lo bueno que es en lo suyo.

Temerarios

Apenas un par de años después de la edición del disco, Alma Vacía desapareció como banda. Sus miembros se incorporaron a Dharmakarma, una banda numerosa que dio a luz a un disco homónimo aún más ambicioso y que obtuvo una mayor repercusión.

Hoy, los fans del hip hop deberían venerar a Alma Vacía como uno de los grandes grupos del género en este país. O al menos, darle una oportunidad a un disco absolutamente imprescindible de nuestro rap.