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La carta de los comunes

«Madrid hace tiemque dejó de ser una unidad social autocontenida, si es que alguna vez lo fue. Un programa de liberación de la reproducción social y de gobierno de los comunes debe así tener en cuenta las interconexiones globales que hoy constituyen la metrópoli madrileña. Y aunque aquí, como no podría ser de otra manera, se dan respuestas a problemas globales adaptadas a este contexto específico, para que todo el programa de apertura de nuevos comunes tenga sentido, éste tiene que estar acompañado por movimientos similares en las distintas escalas geoeconómicas. Desde la extensión universal de los comunes, a escala local, hasta el diseño de mecanismos para gestionar los global commons como la atmósfera, los océanos, o el total de la biosfera, pasando por la solución de los problemas de deuda ecológica o déficit de materiales, el espectro de los comunes tiende a la universalidad. Dicho de otro modo, el programa de los comunes será global o no será».

Este texto pertenece a La carta de los comunes, un libro de los colectivos Madrilonia y Observatorio Metropolitano. Publicado con licencia Creative Commons por Traficantes de sueños. La Carta de los comunes es un ácido y acertado escrito recreado en Madrid, en el año 2033, año en el que se recuerda «con una media sonrisa la crisis de los años diez». El texto especula sobre una revolución constante de la ciudadanía sobre los bienes comunes que habían sido privatizados por instituciones irresponsables. Y hace un fantástico vínculo de leyes / conceptos medievales (el procomún) y tecnologías libres.  Los comuneros que se alzaron en Castilla en 1521 fueron los precursores del 15M, queridos políticos. Y si viviesen en el año 2012, serían defensores de las commons cities y formarían parte del nuevo grupo de trabajo del Media Lab Prado, Ciudad y procomún. La carta de los comunes es, sin duda, una lectura muy recomendable. Cualquier alcalde y/o político debería leerla.

Curioso: los estados nación están diluyéndose, sobrepasados por problemas globales que les superan; las ciudades se están convirtiendo en los nuevos núcleos de influencia, poder y convivencia (recomendable lectura de Zygmunt Bauman en City of fear, city of hopes). Pero al mismo tiempo las ciudades no tienen ni recursos ni capacidad legislativa. Y sus gobiernos suelen demostrar una ceguera antológica. Además, en el caso de España, la situación es doblemente absurda: los expatriados han perdido el derecho a votar en sus ciudades y los inmigrantes (una gran mayoría) no pueden votar. ¿Quién gobierna nuestras ciudades, nuestros bienes, nuestro procomún? ¿Con qué legitimidad? ¿En nombre de quién?

 

 

 

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