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¿Qué tiempo hace hoy en Marte?

JF Buenestado J Martín-TorresPor Javier Martín-Torres y Juan Francisco Buenestado (CSIC-UGR)*

Actualmente es posible contestar a esta pregunta cada mañana a través de REMS (Rover Environmental Monitoring Station), una estación meteorológica de diseño español que viaja a bordo del Curiosity. Este vehículo robótico recorre desde agosto de 2012 la superficie de Marte realizando diversos experimentos con el objetivo último de determinar si el planeta es habitable o lo fue algún día. De paso, sus investigaciones proporcionarán un mejor conocimiento de la historia, la dinámica, la geología y la meteorología y el clima de nuestro vecino.

Autorretrato del Curiosity

Autorretrato de Curiosity realizado a partir de diversas imágenes tomadas con la cámara de su brazo extensible. En total está equipado con 17 cámaras para diferentes usos científicos.

En estos dos últimos aspectos son en los que REMS juega un papel destacado. Cada hora, durante al menos cinco minutos, sus seis sensores miden, de forma autónoma y simultánea, la temperatura del aire y del suelo, la presión atmosférica, la velocidad y dirección del viento, la humedad relativa del aire y la radiación ultravioleta. Esta forma de medir es nueva con respecto a otros instrumentos meteorológicos enviados anteriormente a Marte y permite interrelacionar los diferentes parámetros así como obtener una perspectiva coherente de la evolución de su clima. Gracias a ello podemos conocer cómo se comporta la atmósfera de Marte durante un día, una estación o un año marciano, que dura 687 días terrestres.

Los análisis del Curiosity se ciñen a la zona en la que aterrizó: el cráter Gale, una gigantesca hondonada cercana al ecuador del planeta que se creó hace millones de años tras el impacto de un meteorito. A lo largo de su itinerario, el vehículo ha desvelado algunas peculiaridades meteorológicas de la zona, que, pese a situarse en la región más cálida de Marte, tiene un clima extremadamente frío, con temperaturas que rara vez superan los 0oC y que sufren oscilaciones diarias de hasta 80oC.

REMS ‘sólo’ es una estación meteorológica situada en un punto concreto de la superficie de todo un planeta, pero –a diferencia de otras estaciones anteriores– viaja a través de un terreno de enorme variabilidad topográfica. Esta peculiaridad ha permitido conocer mejor fenómenos como el intercambio entre el suelo y la atmósfera de la escasa cantidad de agua que hay en Marte, una cuestión especialmente importante a la hora de determinar la habitabilidad del planeta.

Brazo Curiosity

‘Brazo’ en el que se sitúan algunos sensores meteorológios del Curiosity.

Para conocer no sólo la meteorología en el cráter Gale, sino la climatología de Marte a escalas más amplias, no basta con los datos del instrumento. Es necesario apoyarse en modelos climáticos desarrollados gracias a nuestro conocimiento de las atmósferas de Marte y la Tierra –al fin y al cabo, los principios físicos que rigen la dinámica del clima terrestre son universales–. A partir de los datos recabados por REMS se pueden deducir características climatológicas más generales, e incluso ayudar a perfilar detalles para un estudio más preciso de la atmósfera terrestre. De tareas como esta se encarga, entre otros equipos, el Grupo de Ciencias Planetarias y Habitabilidad del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC-UGR), con sede en Granada.

Hoy, 26 de junio de 2014, un año marciano después de su llegada a Marte, estaba previsto que el Curiosity concluyera su misión, pero afortunadamente, debido a su éxito científico y tecnológico, la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) ha decidido extenderla indefinidamente.

 

* Javier Martín-Torres y Juan Francisco Buenestado son integrantes del Grupo de Ciencias Planetarias y Habitabilidad del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC-UGR) y autores del libro La vida en el universo (CSIC-Catarata).

Panspermia, la teoría de los meteoritos fecundadores

Meteor Crater, en Arizona. Erik Charlton.

Meteor Crater, en Arizona. Erik Charlton.

Por Mar Gulis

En 1969 cayó en Murchison (Australia) un meteorito cargado de buenas noticias para quienes piensan que el universo está lleno de vida. En los fragmentos de aquel objeto no se encontró ningún ser extraterrestre pero sí moléculas orgánicas que son la base del desarrollo de la vida. Un análisis detallado demostró que en la roca había quince aminoácidos que se habían formado fuera de la Tierra; algunos de ellos, incluso, todavía no se han encontrado en nuestro planeta.

El hallazgo probaba que la materia orgánica puede ‘sobrevivir’ a las altas temperaturas  que se producen cuando un meteorito atraviesa la atmósfera. Las moléculas de carbono resisten en el interior de la roca porque la gran velocidad a la que caen estos objetos –entre 10 y 70 kilómetros por segundo– hace que solo se ‘incendien’ las capas superficiales.

Los científicos no descartan que, si los meteoritos pueden transportar materia orgánica, en algún momento de la historia nos hayan ‘traído’ vida propiamente dicha (bacterias en forma de espora, por ejemplo)y que, incluso, esa vida haya sido el origen de todos los seres vivos de nuestro planeta.

Meteor Collision from Zach Gildersleeve on Vimeo.

Esto supone aceptar que la vida no es un fenómeno exclusivo de la Tierra sino que se encuentra en otros lugares del universo, a los que habría llegado a través de meteoritos ‘fecundadores’ de planetas. Esta teoría se conoce  nada más y nada menos con el nombre de litopanspermia, del griego lito, piedra; pan, todo; y spermia, semilla.

En su libro Extraterrestres (CSIC-Libros de la Catarata), Javier Gómez-Elvira y Daniel Martín explican que, si bien no se ha logrado probar, esta propuesta cuenta con buenos argumentos a favor.

Uno de ellos es que en la Tierra existen microorganismos capaces de sobrevivir en los fragmentos que se proyectarían al espacio tras el impacto de un gran meteorito. Esto quiere decir que, si en Marte hubiera habido vida antes que en la Tierra, el choque de un meteorito sobre su superficie habría lanzado trozos de material con compuestos orgánicos al medio interestelar y estos podrían haber alcanzado nuestro planeta. Vamos, que todos nosotros podríamos tener un origen marciano.

Otro argumento favorable es que algunos microorganismos pueden aguantar las duras condiciones de vida en el espacio, como los altos niveles de radiación ultravioleta o el enorme contraste de temperaturas.

Panspermia sí o panspermia no, tenemos que ser conscientes de que este debate no responde a la pregunta del origen de la vida. Aunque llegara a demostrarse que ‘venimos’ de Marte o de otro planeta, todavía quedaría una pregunta muy importante por responder: ¿cómo narices apareció la vida en el universo? Se trata de una pregunta de plena actualidad en ciencia, a la búsqueda de cuya respuesta la astrobiología está dedicando enormes esfuerzos…

Si quieres más ciencia para llevar sobre la vida en el universo consulta el libro Astrobiología (CSIC-Libros de la Catarata), coordinado por Álvaro Giménez Cañete, Javier Gómez-Elvira y Daniel Martín Mayorga.