Del Valle de la Muerte a Toledo: el misterio de las rocas que se mueven solas

Por Javier Carmona (CSIC)*

Hace años, en el Valle de la Muerte (California, EEUU), en el lugar más caluroso y más deprimido topográficamente de nuestro planeta (85,5 metros bajo el nivel del mar) junto con el Mar Muerto, se descubrieron unos surcos de arrastre que dejaban tras de sí rocas de tamaño considerable. Las trazas no se encontraban en zonas con pendiente que pudiesen facilitar el desplazamiento de las rocas y, en ocasiones, cambiaban inexplicablemente de dirección.

Roca deslizada en el Valle de la Muerte / Wikipedia

En el lago seco de Racetrack, la zona del valle donde este fenómeno es más frecuente, las rocas tienen un tamaño de entre 15 y 45 centímetros y pesan hasta 30 kilos. La longitud de los surcos que dejan a su paso es de centenares de metros y su profundidad media, de 2,5 centímetros.

A lo largo de los años se han formulado diversas hipótesis para poder explicar estos movimientos: terremotos, huracanes, inundaciones puntuales o un origen biológico, incluso la presencia de extraterrestres o civilizaciones pasadas. Pero, en la naturaleza, la explicación más sencilla suele ser la correcta y este caso no iba a ser de otra manera.

70 años de observaciones

En 1948 comenzaron las observaciones empíricas en la zona. Los movimientos se fueron identificando con estacas, que marcaban la posición original de las rocas y su nueva ubicación si experimentaban desplazamientos en años o meses sucesivos. Pero fue en 2014 cuando el misterio empezó a resolverse. Ese año se publicó un estudio en la revista científica PLOS ONE que incluía observaciones precisas de GPS colocados sobre las rocas y datos obtenidos por una estación meteorológica. También, y por primera vez, se logró grabar una secuencia de imágenes donde se podía observar el movimiento de un bloque a lo largo de más de 200 metros.

Los datos recogidos dejaban claro que el desplazamiento sólo se producía durante el día y en invierno. En ese momento del año las temperaturas diurnas alcanzan los 30 grados centígrados, pero por la noche pueden descender hasta los -10. A esas temperaturas, el agua vertida por las escasísimas precipitaciones invernales se congela. Durante el día, el hielo se funde originando una pequeña lámina de agua, pero, bajo la roca, persiste una fina capa agua congelada. Esto propicia que un poco de viento sea capaz de empujar una roca situada encima del hielo y hacer que se deslice por la superficie sin apenas esfuerzo. Además, si la dirección del viento cambia, el desplazamiento y el surco lo hacen en esa nueva dirección.

De hecho, se pudo comprobar que, con tan solo con una fina capa de hielo de entre 3 y 6 milímetros de espesor, se podía producir este movimiento. También, que una velocidad del viento de 4 o 5 metros por segundo era suficiente para desplazar las rocas a velocidades de entre 2 y 5 metros por minuto. Además, se observó que según la velocidad y la dirección del viento y de la corriente de agua superficial, el movimiento de la roca podía variar. ¡Misterio resuelto!

Rocas que se desplazan en la provincia de Toledo

Se han descrito manifestaciones parecidas de rocas que se mueven solas en España, concretamente en la laguna Altillo Chica, en la localidad de Lillo (Toledo). En este caso, las rocas eran de un tamaño inferior, pero de hasta 8 kilos de peso. Sin embargo, aquí no se desplazan por la presencia de hielo.

Roca deslizada en Lillo, Toledo / Wikipedia

Roca deslizada en Lillo, Toledo / Wikipedia

Esta laguna puede estar parcialmente seca en algunas épocas del año. Cuando aumenta su superficie acuosa, en las zonas menos profundas se generan tapices microbianos. En momentos de tormentas con fuertes precipitaciones y vientos, este tapiz puede actuar como lubricante o incluso romperse, permitiendo el desplazamiento de la roca sobre la superficie, lo que a su vez deja un surco de arrastre. A pesar de que el espesor de la lámina de agua es muy reducido, de apenas 2 o 3 centímetros, y el fondo de la laguna es muy plano, se han medido velocidades en la corriente de agua de 2 metros por segundo con vientos de 14 metros por segundo.

Nuestro planeta es un lugar fascinante, y todavía ocurren multitud de fenómenos sorprendentes que a veces pasan desapercibidos. Solo es cuestión de observar.

 

*Javier Carmona es responsable de comunicación y cultura científica del Instituto de Geociencias (CSIC-UCM).

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