Hoy domingo, cuando escribo estas líneas, han publicado la mayoría de los diarios los últimos sondeos preelectorales.

Como es sabido, los legisladores nos toman por tontos y no permiten que se publiquen sondeos en fechas más próximas a las elecciones, no vaya a ser que en la última semana se produzcan influencias nefastas sobre nosotros, los infelices electores.

Yo creo que eso, que a lo mejor en los primeros años de la transición a lo mejor tuvo algún sentido, no tiene ninguno ahora.

Pero no era de eso de lo que quería hablar hoy. Los sondeos preelectorales son uno de esos ejemplos que se ponen siempre para comparar con los estudios de audiencia y cualquiera de los de mercado

que utilizan muestras para obtener estimaciones de la realidad.

Hay dos claves que determinan la calidad y la posible precisión del estudio: que la muestra sea representativa (y para eso el muestreo tiene que ser aleatorio, o lo más parecido posible a eso) y que el tamaño sea suficiente; cuanto más grande mejor.

Hoy he visto un sondeo con poco más de mil entrevistas, que si en algunos casos pueden ser suficientes para estimar la intención de voto a nivel nacional, parecen insuficientes cuando la situación está, como parece en esta ocasión, muy igualada.

Otro diario publica un sondeo que utiliza casi 9.000 entrevistas para así poder hacer estimaciones de voto a nivel provincial. Eso hace menos de 200

entrevistas por provincia. Y como supongo que en las provincias más pobladas se habrá realizado alguna más, no quiero ni pensar en cuantas le habrán correspondido a Soria y en el error de

muestreo que eso representa.

El caso es que, si atendemos a los resultados de estas encuestas, las elecciones van a resultar muy igualadas. Es más, en la mayoría de las provincias no habrá diferencias en la distribución de escaños con el reparto de 2004; sólo en unas pocas variará un escaño; prácticamente en ninguna cambiarán dos.

Me pregunto ¿valió la pena el enfrentamiento constante, la crispación, los insultos, las acusaciones,si al final cada uno sigue donde estaba?

Lo pensé también al escuchar los comentarios la noche del primer debate. En la mayor parte de los casos me daba la

impresión de que el comentarista habría dicho lo mismo fuera cual fuera el contenido y el resultado del debate. Es más, pensé que los comentarios sobre

el debate podrían haberse grabado antes de su celebración.

Nadie había escuchado nada diferente de lo que quería oir.