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Solo sí es sí; lo demás es violación

Por Virginia Álvarez y Carmen López

Si hay algo que vuelve a quedar claro con la última sentencia sobre la violación en grupo de una menor de 14 años en Manresa es una cosa: las palabras importan e importan porque construyen imaginarios en la sociedad. Importan porque según lo que se diga o se deje de decir, las mujeres sentiremos, en mayor o menor medida, que se lucha contra la impunidad y el silencio que ha envuelto a las agresiones sexuales, en parte por la acción o inacción de las autoridades que deberían protegernos.

Las palabras importan y mucho, porque no estamos ante violencia doméstica cuando un hombre, bien sea el marido o cualquiera con el que se tiene una relación afectiva, pega, maltrata o mata a una mujer. Estamos ante violencia de género, estamos ante una violencia contra las mujeres por el mero hecho de ser mujeres. Empezar a llamar a las cosas por su nombre permite dimensionar el fenómeno, pensar, desarrollar políticas públicas y leyes que incorporen este enfoque: nos matan porque somos mujeres. 

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La ciencia y el compromiso de María Dolores Calvo Navarro

Por Flor de Torres Porras

Cuando María Dolores Calvo Navarro (Mariola) empezó a alzar la voz aún no había sido promulgada la Ley Integral contra la Violencia de Género. Ella, como médica forense, ejercía su  labor en el Instituto de Medicina Legal de Málaga, y yo trabajaba como fiscal en la misma ciudad. En esos años encontramos un camino común que nos uniría de por vida.

No puedo describir fácilmente lo que veíamos cada día en nuestros respectivos trabajos. Llegó un momento en el que alzamos la voz, porque entendíamos imprescindible amplificar, multiplicar, extender la empatía hacia las víctimas de violencia de género (a la que por aquellos años todavía se llamaba violencia doméstica) y lograr un compromiso contra esa tragedia social que  empíricamente  contrastábamos cada día en el Instituto de Medicina Legal y la Fiscalía. Nos dimos cuenta de que solo lo lograríamos desde la especialización, evitando el cuestionamiento de las víctimas, definiendo correctamente la violencia que enfrentaban. Y ante todo y  sobre todo, con un enfoque profesional, cada una desde su especialidad, al que sumamos dos herramientas personales: empatía y compromiso contra la violencia.

Víctima atrapada. Imagen de Fundación Luz Casanova.

Víctima atrapada. Imagen de Fundación Luz Casanova.

Recuerdo que con frecuencia en su trabajo había comentarios que anteponían el hecho de ser mujer a su calidad de profesional de primera línea. Removía los cimientos de un sistema judicial hecho y pensado por hombres, que se resistían a aceptar los cambios. Profesional de las ciencias forenses de primera línea, cercana, empática y única. Irrepetible. Ambas desarrollamos nuestro trabajo contra viento y marea ante una Justicia masculinizada  en la que había que cambiar la invisibilización de los delitos contra los derechos de la mujer, que se cometen por el hecho de serlo y en el ámbito de la pareja.

A ella como forense y a mí como fiscal nos visitaban a diario  mujeres víctimas de violencia de género escondidas en delitos de ‘violencia familiar’. Mujeres sin rostro frente a la violencia de género que sabíamos que sufrían.  Apenas podían hablarnos. Sus frases eran entrecortadas, asomaba frecuentemente el llanto, les costaba  fijar sus ojos en los nuestros pues tenían la mirada perdida. Su discurso ni siquiera pretendía en muchas ocasiones inculpar  a su pareja, sólo buscaban ayuda y guía para el tortuoso camino de la huida del horror que acaban de emprender.

Eso, cuando eran ellas las que comenzaban a acercarse a la Fiscalía o al Instituto de Medicina Legal. Porque teníamos  muy presentes Mariola y yo a las que no venían a vernos. Víctimas escondidas como las ancianas, los hijos de la violencia de género, las incapaces, las personas discapacitadas… No podían ver un horizonte de esperanza. Nadie les guiaba hacia la justicia, y ellas no conocían  el camino. Estaban en manos de sus maltratadores y solo con ayuda de instituciones públicas, privadas, vecinas, amigos, compañeras, podrían ser conscientes de la necesidad de denuncia de su situación y de la posibilidad de recibir atención médica, apoyo y salidas.

Venían de  distintos orígenes, incluso de distintos países, tenían distintas historias, costumbres, estratos sociales, estudios, profesiones, domicilios. Pero cuando el miedo, la rabia y la impotencia les empujaban a buscarnos, lo hacían de la misma forma: en silencio y a escondidas. Unimos fuerzas y nos coordinamos médica y jurídicamente para darles la mejor atención posible.

Hablando con ellas, pensando en ellas, fuimos desarrollando protocolos internos para reconocer su situación y formular las denuncias. Mariola las reconocía como forense y yo como fiscal denunciaba de acuerdo con las leyes del momento. Tras los juicios, pensábamos en cómo podrían rehacer sus vidas y recomponer su autoestima.

Años después  por primera vez  en España se sintió la necesidad de caminar juntos por la igualdad. La Ley Integral las nombró como víctimas de violencia de género, y creó nuevas herramientas para darles atención y justicia. Se priorizó esta forma coordinada de actuar que habíamos iniciado en Málaga, que se extendió a toda Andalucía y luego a España. Ahora existen, creadas en el marco de la Ley Integral, las llamadas Unidades de Valoración Integral de Violencia de Genero (UVIVG). Son las que nos aportan la perspectiva de género tan necesaria en los procesos judiciales.  Dependen de los Institutos de Medicina Legal y de las pericias que les encomiendan  los Juzgados y Fiscalías de violencia de género. Son pruebas periciales que permiten sacar a la luz los delitos de violencia de género, que sin ellos seguirían invisibles: delitos contra la integridad moral, delitos de violencia de género habitual…

Gracias a las Unidades especializadas se dispone de herramientas que permiten documentar correctamente el testimonio de una víctima y sus hijos y permiten situarlas científica y pericialmente como víctimas de violencia de género. Aportan pruebas necesarias e imprescindibles los procesos. La participación de un forense y su equipo multidisciplinar, formado por psicólogos y trabajadores sociales, permite una  evaluación completa y adecuada de los casos, con la que soñábamos Mariola y yo en los primeros tiempos.

Qué lejos quedan los tiempos en que había que reclamar una y otra vez que María Dolores Calvo Navarro, además de ser mujer, actuaba en su trabajo como Licenciada en Medicina y Cirugía, como especialista, como funcionaria Médica Forense por oposición, como la primera Forense Coordinadora de Violencia de Género en España y hasta como Directora del Instituto de Medicina Legal de Granada. Una trayectoria que incluye un importante paso por Europa y numerosos reconocimientos y galardones y no puede ser cuestionada.

Nombrar a Mariola para mí es  hablar de una hermana de vida y de una mujer solidaria. Este año ha sido la primera finalista del premio Avanzadoras  2016 que cada año convocan 20 Minutos y Oxfam Intermón. Pero sobre todo y ante todo es nombrar a una mujer valiosa cuyo compromiso por la igualdad abracé desde que nos unimos y abrazaré siempre. Una Mujer de Mujeres.

flor de torres nueva recortada Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Cuerpo a tierra: caso ganado

Por Irene Milleiro Irene Milleiro

Hace ya más de un año les contaba en este blog el caso de Silvia, una militar extremeña a la que el Ejército decidió no renovarle el contrato tras sufrir un cáncer de mama. Les contaba como Basi, la madre de Silvia, decidida a evitar que cometiesen una injusticia contra su hija, creó una petición en Change.org pidiendo al Ministerio de Defensa que abriese una investigación y readmitiese a Silvia en el Ejército.

Mujeres en el ejército. Imagen de change.org tuneada por TrasTando.

Mujeres en el ejército. Imagen de change.org tuneada por TrasTando.

Buenas noticias: les han dado la razón, a ellas y a las más de 100.000 personas que firmaron su petición. El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura ha condenado al Ministerio de Defensa a readmitir a la soldado, a pagarle todos los atrasos desde mayo de 2013 (más intereses) y a cubrir las costas del juicio. El Tribunal ha señalado, como Silvia defendía, que «no es admisible» que las bajas justificadas derivadas de su proceso oncológico sean tenidas en cuenta a la hora de no renovarle el contrato, y que la responsabilidad no puede recaer en la propia enferma «que nunca puede ver mermados sus derechos profesionales por padecer enfermedad».

Acabo de hablar con Silvia y estaba exultante. El Ejército era su vida, y ahora podrá volver. Ha estado estudiando enfermería estos meses y su sueño es poder combinar sus dos pasiones: la Sanidad y las Fuerzas Armadas. Otro ejemplo de lucha ciudadana que se ha visto recompensada.

Que tengan muy felices, y luchadoras, fiestas.

Irene Milleiro es responsable de campañas de Change.org

La mejor defensa

Por Irantzu Varela Irantzu Varela n

Contra la violencia machista, la mejor defensa no es el ataque.

No es cuestión de vengarse de los maltratadores, comprarse una tijera castradora o irnos todas a vivir a un mundo sin hombres.

La violencia machista no es “una lacra”, como les gusta llamarla a los políticos y medios reaccionarios; ni una sucesión casual de hechos aislados, protagonizados por hombres enajenados o problemáticos, que no responden a ningún patrón ni tienen un trasfondo político.

La violencia machista es la manifestación de una ideología, el machismo, que considera que las mujeres somos personas “de segunda”, objetos de deseo, adorno o molestia -según toque- y sólo sujetas de satisfacción. Ajena, por supuesto.

Por eso, contra la violencia machista hay que tomar medidas políticas, culturales, colectivas e individuales.

Guardameta de fútbol. Imagen: (c) Marta Hernández Arriaza

Guardameta de fútbol. Blog la sonrisa del arlequín. Imagen: (c) Marta Hernández

 

Contra la violencia machista, la mejor defensa es la educación. Explicar y demostrar a niñas y niños que no tienen que ser de una manera determinada por ser lo uno o lo otro, ayudarles a cuestionar todo lo que se les presupone -o se les impide- por ser de un sexo, enseñarles a relacionarse con personas, no con miembros de uno u otro sexo. Porque establecer la diferencia como forma de identificación en la personalidad de las criaturas, desde pequeñas, supone obligarlas a crecer entendiéndose como opuestos. Unas son lo que otros no. Y viceversa.

Contra la violencia machista, la mejor defensa es la deslegitimación. No tolerar, en ningún contexto ni con ninguna excusa, el lenguaje sexista, las bromas machistas, el uso de tópicos, la reproducción de estereotipos, los comentarios despectivos o paternalistas. Porque la trivialización del machismo, las risas -pero también los silencios- cómplices, legitiman y alimentan una forma de pensar en las mujeres como seres “distintos”, que es el primer paso para perderles el respeto. Y se acaba encontrando una excusa para la violencia.

Pero hay dos armas infalibles contra la violencia machista. Una, son las mujeres. Mujeres felices, seguras de sí mismas, con conciencia feminista, con la autoestima sana, que se respetan y entienden que tienen un lugar en el mundo. Mujeres que quieren con condiciones y no desean que las quieran mucho, sino que las quieran bien; que disfrutan de su cuerpo tal y como es, que se cuidan para estar mejor, no para gustar; que se miran con ojos generosos, no con reflejos crueles de la mirada ajena. Contra esas mujeres, es difícil ejercer la violencia. Porque no se creen el papel de frágiles satisfactoras de deseos ajenos que les ha asignado el patriarcado.

La otra arma contra la violencia machista son los hombres. Hombres felices, seguros de sí mismos, con conciencia feminista, con la autoestima sana, que se respetan y entienden que tienen un lugar en el mundo. Hombres que quieren relacionarse como iguales, desde la complicidad y la libertad, que se atreven a reconocer sus debilidades y que no tienen nada que demostrar. Esos hombres no ejercen la violencia contra las mujeres. Porque no se creen el papel de duros líderes de las vidas ajenas que les ha asignado el patriarcado.
Irantzu Varela es periodista, feminista, experta en género y comunicación, y (de)formadora en talleres sobre igualdad en Faktoría Lila.