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Cuerpo a tierra: caso ganado

Por Irene Milleiro Irene Milleiro

Hace ya más de un año les contaba en este blog el caso de Silvia, una militar extremeña a la que el Ejército decidió no renovarle el contrato tras sufrir un cáncer de mama. Les contaba como Basi, la madre de Silvia, decidida a evitar que cometiesen una injusticia contra su hija, creó una petición en Change.org pidiendo al Ministerio de Defensa que abriese una investigación y readmitiese a Silvia en el Ejército.

Mujeres en el ejército. Imagen de change.org tuneada por TrasTando.

Mujeres en el ejército. Imagen de change.org tuneada por TrasTando.

Buenas noticias: les han dado la razón, a ellas y a las más de 100.000 personas que firmaron su petición. El Tribunal Superior de Justicia de Extremadura ha condenado al Ministerio de Defensa a readmitir a la soldado, a pagarle todos los atrasos desde mayo de 2013 (más intereses) y a cubrir las costas del juicio. El Tribunal ha señalado, como Silvia defendía, que «no es admisible» que las bajas justificadas derivadas de su proceso oncológico sean tenidas en cuenta a la hora de no renovarle el contrato, y que la responsabilidad no puede recaer en la propia enferma «que nunca puede ver mermados sus derechos profesionales por padecer enfermedad».

Acabo de hablar con Silvia y estaba exultante. El Ejército era su vida, y ahora podrá volver. Ha estado estudiando enfermería estos meses y su sueño es poder combinar sus dos pasiones: la Sanidad y las Fuerzas Armadas. Otro ejemplo de lucha ciudadana que se ha visto recompensada.

Que tengan muy felices, y luchadoras, fiestas.

Irene Milleiro es responsable de campañas de Change.org

Donde estudiar es pecado

Por Irene Milleiro Irene Milleiro

Doscientas setenta y seis estudiantes de secundaria, 276, secuestradas en su instituto por un grupo terrorista. Sucedió el 14 de abril, y fue noticia durante un par de días en la prensa. Después, nada, porque sucedía en Chibok, Nigeria y no en Denver, Colorado, ni en Berlín, ni en Sevilla. Poca gente había oído hablar de los secuestradores, el grupo islamista radical Boko Haram. Así que la historia se podía haber quedado ahí, como tantas otras historias que llegan desde África. Pero esta vez no.

Imagen de la acción 'Bring Back Our Girls' (Devolved a nuestras niñas). Change.org

Imagen de la acción ‘Bring Back Our Girls’ (Devolved a nuestras niñas). Change.org

El 23 de abril, Oby Ezekwesili, ex ministra de educación de Nigeria, reclamó en público al gobierno nigeriano que rescatase a las chicas y las devolviese a sus casas. Un abogado presente durante su discurso, Ibrahim M Abdullahi, tuiteó sus palabras con la etiqueta #Bringbackourgirls. Unos días después, empezaron a leerse noticias preocupantes: las niñas estaban siendo sacadas del país a los vecinos Chad y Camerún y vendidas por unos 10 Euros a militantes islamistas para casarse.

Para las familias fue demasiado. Madres y familiares de muchas de las chicas salieron a la calle a reclamar al Presidente el rescate de sus niñas. Y la mecha prendió en EEUU y el resto del mundo. Mientras las manifestaciones en Nigeria continúan, más de un millón de personas en Twitter han compartido la etiqueta #bringbackourgirls, en apoyo a las chicas y a sus familias. Entre ellas, rostros conocidos: de Malala a Hillary Clinton, pasando por Mary J. Blige o Ashton Kutcher, organizaciones como Amnistía Internacional, Más de 400.000 personas han firmado la petición de Ify, una chica nigeriana, pidiendo a los líderes mundiales que ayuden a rescatar a las chicas. Cada día se celebran actos y vigilias de solidaridad en todo el mundo.

Y parece que todo esto está teniendo resultado. Tras semanas callados, al presidente de Nigeria no le ha quedado más remedio que prometer que traerá a las chicas a casa. Los gobiernos de EEUU, Francia y Alemania ya le han ofrecido ayuda concreta para hacerlo.

Dos preguntas me rondan la cabeza estos días. La primera ¿por qué esta vez sí? ¿Por qué se ha generado este impresionante apoyo internacional? Quizá porque Nigeria no es cualquier otro país africano, sino uno de los más desarrollados. Quizá por el cercano precedente de Malala, que generó una impresionante ola de apoyo en todo el mundo a la causa de la educación de las niñas. Quizá porque a diferencia de otros problemas que asolan África, este parece ‘manejable’ y posible de conseguir: rescatar a 200 chicas de manos de un grupo armado. Quizá porque la tecnología permite conocer estas noticias, reaccionar muy rápido y generar cadenas de solidaridad globales. Quizá porque en los últimos años es tendencia en EEUU todo lo que tenga que ver con la educación de las mujeres y su desarrollo profesional. Quizá por todo lo anterior.

La segunda pregunta me resulta más complicada de responder. ¿Por qué en España no hemos visto esas mismas declaraciones de apoyo que se han sentido en Francia o Alemania? Las noticias sobre el secuestro sí han aparecido en los medios, de forma más o menos amplia, pero iban apareciendo. Pero a diferencia de países como Francia o Alemania, nadie ha recogido el guante. Ni las ONG, ni mujeres (ni hombres) relevantes de la vida política o social han dicho prácticamente nada sobre el tema. Un ejemplo: tres semanas han tardado el PSOE y Elena Valenciano en mostrar su ‘enérgico rechazo ante el secuestro. Las organizaciones de mujeres, que yo sepa, tampoco han hablado mucho sobre el asunto. Ni el Gobierno, después del escueto comunicado dos días después del secuestro en el que hacía ‘votos’ por la inmediata liberación de las chicas. ¿Será porque África nos importa más bien poco, quizá por la falta de lazos culturales? ¿Será porque ‘ya tenemos bastante con lo nuestro’? ¿Será porque no sabemos inglés y lo de #bringbackourgirls no nos decía nada? ¿Será porque nuestra ‘sociedad civil organizada’ está en la parra o no tiene la flexibilidad ni el músculo necesario para reaccionar ante este tipo de hechos? No lo sé. Y me inquieta.

Pero basta de preguntas sin respuesta. Ya que parece que el tema finalmente ha llegado a España, aprovechémoslo. Tú también puedes hacer algo. Habla de este tema con tus amigos. Usa las redes sociales para pedir a personas relevantes que se mojen.  Anima a la ONG de la que eres socia a que se pronuncie. Escribe una carta a tu periódico o tu revista favorita. Firma la petición iniciada por Ify. Organiza una vigilia en tu calle. Cámbiate la foto de perfil. Haz lo que sea, pero no permitas que el mundo se olvide de que estas 200 chicas siguen secuestradas. Hagamos que esta vez sea diferente. Vamos a llegar hasta el final y conseguir que todas ellas vuelvan a casa y sigan estudiando.

Irene Milleiro es responsable de campañas de Change.org 

Tres mujeres y un destino

Por Irene Milleiro Irene Milleiro

El pasado domingo, Mía cumplió dos añitos. Dos años que ha pasado viviendo en la cárcel, entre Costa Rica y España.

A su madre, Raquel, la detuvieron cuando tenía 19 años en un aeropuerto de Costa Rica. Se había tragado 55 bolas de cocaína. Pero dentro tenía algo más: estaba embarazada de tres meses. Cuando se enteraron, las autoridades de la cárcel le dijeron que le quitarían a la niña cuando naciese. Por eso decidió llamarla Mía, como un conjuro para que siempre fuese suya.

Raquel y su hija Mía. Imagen: change.org

Raquel y su hija Mía. Imagen de su abuela, Cristina Hércules. Change.org

Mía y Raquel, Raquel y Mía han pasado dos años espeluznantes. Estaban en el Buen Pastor, irónico nombre para una de las cárceles con peores condiciones de América Latina. Allí Raquel fue víctima de robos, amenazas y extorsiones. Durmió en el suelo, pasó frío, pasó hambre. Pero Mía consiguió nacer. Y no se la quitaron.

Su familia en España estuvo años luchando por traérselas. Después de un largo camino de burocracia y papeleos, hace seis meses Mía y Raquel fueron trasladadas a nuestro país. A su familia le dijeron que cuando llevaran 2 meses aquí, Raquel tendría derecho a permisos. Que el ser madre y haber pasado dos años en una prisión centroamericana en condiciones infrahumanas ayudarían. Pero no. No le han dado ni un permiso por Navidad. Ni para celebrar por primera vez el cumple de su niña en la calle, con sus abuelos.

Desesperada ya, agotadas todas las instancias, Cristina, la madre de Raquel, la abuela de Mía, ha creado una petición en Change.org para pedir la libertad de su hija y de su nieta. “Raquel no es una asesina, no es una violadora, no es un peligro para la sociedad. Está arrepentida de lo que hizo y tiene una familia decente esperándola. Ella ha pagado con creces lo que hizo pero nadie nos escucha. Hemos pedido un indulto que sigue sin respuesta, hemos pedido permisos que han sido denegados, he pedido ayuda a la Defensora del Pueblo. Nada funciona.” 

Casi cada día me encuentro en mi trabajo con casos como éste. Personas como tú y como yo, que se enfrentan a un sistema deshumanizado que no les atiende, que no les escucha, que no les contesta. Personas que no salen en las portadas de los periódicos, que no tienen dinero para pagar grandes abogados, que no tienen contactos con gente poderosa. Personas que ya no creen en el sistema y que por eso recurren a lo último que les queda: el apoyo y la comprensión de otras personas como ellas. Esas personas que firman su petición y le ayudan así a transformar su voz en un grito, un grito que hoy inunda el correo de un ministerio y mañana consigue llamar la atención de algún medio de comunicación; un grito que pone cara, ojos e historia a un número de expediente. Pero sobre todo y ante todo, un grito que les dice que no están solas, que alguien les escucha, les entiende y les apoya.

Y a veces el grito consigue además cambiar su destino. Fue el caso de Miguel Montes Neiro, de Emilia Soria, de David Reboredo, de Lola Sánchez y de las muchas otras personas que, gracias al apoyo de cientos de miles de ciudadanos, consiguieron el indulto que sus familias pedían.

Ojalá sea también el caso de Raquel y Mía. Su grito se ha hecho muy grande. Más de 110.000 personas están apoyando a Cristina para pedir el indulto de su hija, que es además la libertad de su nieta. Con esas 110.000 firmas se va a ir al Ministerio de Justicia, y no va a parar hasta que tenga a sus niñas en casa. Todavía estás a tiempo de echarle una mano.

 

Irene Milleiro es responsable de campañas en Change.org