El curioso origen etimológico del término ‘propina’

El curioso origen etimológico del término ‘propina’

Conocemos como ‘propina’ a un dinero que se da voluntariamente y con el que se quiere agradecer y recompensar a alguien por la realización de un buen servicio realizado (el camarero que te atiende en un bar/restaurante, al taxista…)

Esta gratificación es voluntaria, aunque cada vez son más los lugares en los que se incluye en la cuenta a pagar. Por ejemplo en Estados Unidos viene a ser una práctica obligatoria el dejar propina, debido a los bajos salarios que tienen la mayoría de trabajadores que se dedican al sector servicios en el que está estipulado dejar de propina una cantidad que esté alrededor del 15% de lo que ha subido la cuenta.

El origen etimológico del término ‘propina’ proviene del latín bajo ‘propina’ y éste a su vez del vocablo ‘propināre’ utilizado para referirse al acto de dar dinero a alguien con la intención de que fuese a tomar un trago a la salud del que se lo ofrecía (dar de beber). Al latín llegó desde el griego ‘propinein’: ‘pro’ (antes/para) ‘pinein’ (beber) que acabó significando ‘para beber’.

 

Lee y descubre el curioso origen de otras conocidas palabras y expresiones

 

Os recomiendo la lectura del interesante post de la página protocolo.org: ‘La propina. Cuándo darla. Cuánto dar. A quién dar la propina’
Post realizado a raíz de la consulta realizada por Carlos Martín a través del apartado de contacto de este blog

Fuentes de consulta: etimologias.dechile / diariopalentino / RAE
Fuente de la imagen: daquellamanera (Flickr)

4 comentarios

  1. Dice ser tragametierra

    Propina: Impuesto autoimpuesto para presumir, delante de amigos y familiares, de lo bien
    que nos va en la vida, aunque en la mayoría de los casos no sea cierto.

    17 diciembre 2015 | 11:29

  2. Dice ser Enurito

    De hecho en francés sigue diciéndose «pourboire» «para beber».

    17 diciembre 2015 | 12:12

  3. Dice ser Al Sur de Gomaranto

    .
    Las propinas en centro Europa
    Allá por los años sesenta,
    nos marchamos a Alemania,
    con pasaportes de turista
    un grupo de compatriotas,
    cinco jóvenes parados.
    Con la intención y los deseos
    de poder encontrar trabajo.
    Cuando a Alemania llegamos,
    para atrás nos devolvieron,
    por carecer de contrato.
    Ya de vuelta para España,
    en tren atravesando Suiza,
    dijimos aquí nos quedamos,
    pero esta vez por separados.
    La experiencia nos enseñó
    que en un grupo de cinco
    eso, ya eran demasiado.
    Uno se bajó en Zúrich,
    el segundo lo hizo en Berna,
    el tercer en Biël-Biennne,
    el cuarto bajó en Lausanne,
    y el último yo, en Ginebra.
    Antes habíamos acordado,
    que transcurrido dos meses
    en la capital teníamos que vernos,
    el veinticinco de diciembre.
    En el día señalado,
    los cinco estábamos allí,
    con lágrimas en los ojos.
    Pero contento al saber,
    que todos teníamos trabajo.
    Cada uno fue contando,
    como le fueron esos dos meses.
    Había anécdotas suficientes
    para llenar varios libros.
    Hoy relataré una mía,
    de las que a mí me ocurrieron,
    es la de las PROPINAS.
    Cuando a Ginebra llagué
    no hablaba nada de francés,
    tampoco nada de italiano
    y mucho menos de inglés.
    Encontré una pensión,
    para poder pasar las noches,
    en la calle hacía mucho frio.
    Cada mañana temprano
    salía a buscar trabajo.
    tenía muy poco dinero,
    hacía una comida al día,
    (Ya se habían acabado,
    la conserva y el chorizo)
    La comida consistía,
    en un café y un pastelito,
    en el bar de la estación.
    Ojeaba allí la prensa,
    en un apartado rincón
    intentando de encontrar,
    las ofertas de trabajo,
    pero no entendía nada.
    El que atendía la mesa
    era el mismo camarero.
    Bonjour Monsieur,
    yo respondía: Buenos días,
    por favor deme un café.
    Él, abriendo algo más los ojos,
    me decía como preguntándome ¿OLÉ?
    Yo pesaba, nada sabe de español,
    este solo hice Olé,
    en vacaciones iría a los toros.
    Queriendo mostrarme amable,
    sonriendo le decía, Olé
    y un café con leche me traía.
    En el centro de la mesa,
    Había una bandeja,
    con tapadera de cristal.
    Dentro seis pastelitos,
    Distintos en tamaño y forma.
    Parecer decían ¡Comedme!
    Cogí uno, el más pequeñito
    yo no podía tragarlo,
    relleno estaba de queso,
    y además era salado,
    lo dejé mordido en el plato.
    e hice señas al camarero,
    de que quería pagar,
    le ofrecí mi monedero,
    para que él se cobrara.
    Estuvo rebuscado monedas,
    entre las Pesetas los Francos,
    Me cobró un Franco, quince
    me dio la factura, el ticket.
    Donde había el siguiente cargo:
    1 Café au lait……. 0.50- Fr. Suisse
    1 Gateau, fromage.. 0.50- Fr. Suisse
    Total quittance … 1.00- Fr. Suisse
    Yo un día le pregunté:
    ¿Si no tenían pasteles dulce?
    Me respondió en francés:
    -No le comprendo Señor-
    Al cabo de seis días
    que yo había ya probado,
    los seis pasteles distintos.
    Ninguno me había gustado
    Y los dejaba en el plato.
    Cuando le pedí la cuenta,
    y sobre un plato metálico,
    el ticket puso en mi mesa
    le di, lo que ascendía la cuenta,
    una moneda de un Franco,
    que por cierto eran de plata.
    En francés trato que le diera,
    quince céntimos de propina.
    Yo le decía ¿Qué le pasa?
    Señor, yo no comprendo francés
    Si ya le ha pagado un Franco,
    que es el total de la cuenta.
    Asombrado me quedé,
    cuando en perfecto español,
    con acento de una región,
    que ahora es autonomía,
    Me dijo que la propina,
    es obligatoria en Suiza,
    que era un quince por ciento,
    y no se incluía en la cuenta.
    Ese era el precio del servicio,
    lo que constituía su sueldo.
    Le miré muy fijamente,
    no le di los quince céntimos,
    sobre el platillo puse, treinta.
    Tuve deseos de decirle
    muchas, muchísimas, cosa.
    Y mordiéndome la lengua,
    cogí la puerta y me fui,
    nunca más a ese bar volví.
    Transcurrido varios años
    de renovar mi pasaporte
    salía yo del Consulado.
    El camarero llegaba,
    sería, para tramitar algo.
    Ambos nos reconocimos,
    nos miramos un momento,
    lo noté algo turbado.
    Le dije sin acritud, en francés:
    -Buenos días compatriota,
    te invito a un café con leche-
    No dijo ni sí ni no,
    se puso de un color rojo,
    con la mirada hacia el suelo,
    dio la vuelta y se marchó.
    Ya estará jubilado
    y seguro retornado,
    Si lee este comentario,
    desde aquí le pido perdón.
    Por invitarle a café,
    no en español, sino en francés,
    a la puerta del consulado.

    22 Noviembre 210

    ASdG. 17,12.2015/ .284

    17 diciembre 2015 | 18:04

  4. Dice ser Antonio

    En efecto este es el significado exacto. viene a ser un «tomate algo a mi salud».

    19 diciembre 2015 | 23:49

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