El crimen de los Sagardía, una verdad oculta por la Guerra Civil que busca justicia en la ficción

Detalle de la cubierta de ‘Los años del silencio’ (HarperCollins Ibérica)

Casi 90 años después, del crimen de la familia Sagardia se sigue sin conocer toda la verdad.  En agosto de 1936, poco después del inicio de la Guerra Civil, gran parte de esta familia (la madre, Josefa, embarazada y sus seis hijos menores) fueron expulsados de la localidad navarra donde vivían, Gaztelu, asesinados y presuntamente arrojados a la profunda sima de Legarrea por sus vecinos. Solo se salvaron el padre y el hijo mayor que estaban fuera trabajando y que, ante la imposibilidad de encontrar a sus familiares y bajo la presión del pueblo, se unieron a la guerra con los requetés y comenzaron una batalla judicial por encontrarlos. Esa lucha comenzó meses después, en 1937, pero solo se encontraron los restos cuando se exploró en profundidad aquella sima de más de 50 metros en 2017. Se encontraron los cuerpos 80 años después, pero la verdad sigue incompleta.

Con semejante materia prima el novelista vitoriano Álvaro Arbina ha compuesto Los años del silencio (HarperCollins Ibérica, 2023) novelando lo que pudo ocurrir en aquel pueblo navarro del País del Bidasoa. Arbina vuelve así al pasado, con el que debutó en sus novelas La mujer del reloj y La sinfonía del tiempo, tras el descanso en clave de thriller contemporáneo que supuso Los solitarios.

El que fuera saludado como uno debut fulgurante en el género histórico hace unos años da una lección de madurez en esta novela. Con el crimen de los Sagardia, Arbina vuelve a mostrar un estilo contundente y certero y una cuidada estructura narrativa, quizá herencia de su formación como arquitecto. Es verdad que, probablemente por el contenido real del caso, parece más contenido como narrador que en otras novelas y ofrece una ficción más concentrada, de la que quizá en algún pasaje se podría haber sacado más jugo literario, ir más allá a través de la ficción. Parece que Arbina ha tenido que echar el freno de mano en ocasiones.

Pero esa contención se entiende: esta novela tiene la grandeza de buscar justicia y verdad -aunque a veces resulten imposibles- y el poder de la ficción se nota en los pequeños detalles que la llenan. Arbina apuesta por tratar de explicar lo inexplicable, por profundizar en la oscuridad, sin olvidar nunca que lo que tiene entre manos fue tristemente real. Una de esas violencias sin aparente motivo ideológico -al menos de manera fundamental- que quedaron solapadas por aquella marea de violencia sectaria del año 36. Los años del silencio es una novela que, una vez más, hace bueno el lugar común aquel de «pueblo pequeño, infierno grande».

Con poco margen en lo argumental, Arbina se adentra en las atmósferas y los personajes hallando logros sensacionales. Ese padre y su hijo tratando de descubrir una verdad que intuyen y que seguramente no quieren hallar. Ese pueblo de pasiones y vicios ocultos, telúricos, a punto de reventar. Ese abogado, acompañado de un perro llamado Watson, que lucha por una Justicia que percibe que el sistema del momento no puede ofrecer. O esos dos hermanos, Agustín y Mercedes, marcados por la violencia, quizás los dos personajes más oscuros y fascinantes de la obra.

La novela lleva al lector y golpea cuando es preciso. Trata de reconstruir una historia truculenta sin, y eso se agradece, necesidad de explicitar demasiado la violencia salvo en momentos oportunos y puntuales -la tortura en ostatu de Gaztelu es un pasaje que impacta-. Construye una novela que, sin estar exenta de misterio, se basa en los personajes para hacerla avanzar, en construir una novela sobre familias y vecinos, y sobre los horrores que están a la vuelta de la esquina.

Es una reconstrucción desde la ficción del cómo y el por qué sucedió aquellos dantescos hechos. Y con ella, además de recrear los hechos y el ambiente, las emociones, Arbina logra también harto complejo: lograr crear tensión narrativa y suspense sobre unos hechos que el lector, a poco que se haya puesto, sabe cómo van a terminar.

Porque en medio de una Guerra Civil sangrienta, del horror mayor que este país ha vivido en el último siglo, una familia encontró un infierno aún peor. Una tragedia que, a día de hoy, todavía no ha podido ser completamente reconstruida y que, probablemente, no tenga nunca justicia. Algo que seguramente solo se pueda reclamar desde un ejercicio de ficción honesto como construye Arbina en esta novela.

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1 comentario

  1. Y cuántas historias habrán quedado enterradas.

    19 febrero 2023 | 14:05

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