I. Biggi resucita las historias de comandos de la Segunda Guerra Mundial para lectores del siglo XXI

Fotograma de la película El Desafío de las Águilas (1968) con Clint Eastwood.

La Segunda Guerra Mundial sigue muy vigente en la ficción internacional y nacional. Sin embargo, dentro de esta temática hay un subgénero que tiene aura de ‘pasado’, de ‘antiguo’: el bélico y de comandos. Tras ganar el premio Cerros de Úbeda con Valkirias, el escritor I. Biggi (San Sebastián, 1965) ha regresado a las librerías con Proyecto Moisés (Edhasa, 2020), una novela de acción y aventuras que trata de reactualizar y traer al siglo XXI aquellas míticas películas de misiones imposibles y comandos.

El comando capitaneado por Biggi navega por un auténtico campo de minas en su misión para ofrecer una novela entretenida y actual y cercana para los lectores de hoy: jugar con la nostalgia de aquellas míticas historias sin caer en la propaganda belicista que desprendían; huir de los tópicos anglosajones y acercarlo al público español… Pero Biggi, como aquellos comandos, parece salir exitoso en su objetivo y resucita aquellas grandes sesiones de tarde. Vuelven las historias de comandos de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos escritores se mueven por modas, pero usted regresa a un subgénero que parece más propio del cine de los años 50 y 60 y de las novelas de Alistair Maclean

Siempre digo que escribo de lo que me gusta y de lo que me he “empapado”. Esta atracción por este momento crucial en nuestra historia creo que, precisamente, me viene del cine y de aquellas películas bélicas que veíamos los sábados después de comer. Los cañones de Navarone, Los doce del patíbulo, Los violentos de Kelly y compañía, me marcaron y siempre que volvía a verlas soñaba con escribir mi propia aventura.

Escribe que esta novela nace de la nostalgia de aquellas tardes de cine bélico, ¿pero es la nostalgia el único motor de esta novela o ha reactualizado el canon de aquel cine de comandos?

Son varias cosas. La idea nace con esa nostalgia y las ganas de crear mi propia aventura. Pero también quiero recordar sucesos de hace unas décadas sobre los que tenemos que estar alerta para que no vuelvan a ocurrir. El mundo está desequilibrado y cuanto más desequilibrio entre las personas, y entre nosotros y la naturaleza, más probabilidades de que volvamos a reeditar viejos horrores de los que nos creemos a salvo. “Enseñar entreteniendo”, es un lema de la Ilustración, que quizá suene muy arrogante, pero es así. Quiero mostrar algo de una forma amena que invite al lector a querer saber más.

Como novedad también aporta un toque español a esa historia, que nunca se veía en aquellas historias, ¿es el sueño de un niño espectador hecho realidad?

Es la idea de ofrecer una visión más cercana de un conflicto que nos rozó de una manera más tangencial. En aquellas películas salían sobre todo americanos, unos cuantos británicos, y pocos franceses. Eso da una sensación de lejanía. Quería hacerla más cercana y de paso contar algunos hechos que sí los sufrimos en nuestras carnes.

¿Qué es lo que más satisfacción le ha producido al escribir esta novela?

La propia aventura. Ver cómo se desarrolla. Mientras la escribía me sentía partícipe de las correrías de este comando. Todos los personajes tienen algo de mí, así que me resultaba muy fácil empatizar con sus situaciones. Me pasa lo mismo con el resto de mis novelas, pero en ésta, muy volcada en esas aventuras del comando, resultó especialmente intenso.

¿En qué se fijó al diseñar al comando protagonista de la novela?

Quería que los componentes fueran personas normales. Nada de héroes o fanáticos. Gente que vivía la guerra como lo que es: una desgracia. Gente en contra del horror. Gente que bastante tenía con ir tirando por la vida como para adentrarse en grandes gestas. Personas con dudas. Todos los personajes son de raza blanca y hombres, porque era lo más lógico en ese momento, pero quería dar voz a los ciudadanos vulgares sobre los que se desató semejante tormenta y por eso elegí personas de distintas nacionalidades y clase social, para intentar reflejar diferentes puntos de vista.

Quizá no sea su caso, pero al leer esta novela a mí los personajes me salen con rostros de actores clásicos (Bronson, Marvin, Peck) y el color de aquellas películas… ¿Cómo trabaja un escritor para lograr ese efecto, creo que deseado, en el lector sin que resulte demasiado evidente?

En este caso ha sido sencillo. Quienes han visto aquellas películas enseguida pondrán rostro a mis personajes, como lo hice yo. Fueron poderosos actores. Bronson, Marvin, Savalas, Eastwodd, Quinn… Cuando descubres a uno de mis personajes y lo asocias a alguno de ellos, es como cuando miras una nube y te parece un árbol. Inconscientemente tu cerebro los asocia. No es mérito mío, sino de aquellos actores que marcaron mucho a sus personajes.

Algo que se podría achacar a ese subgénero es que quizá convertían la guerra en algo demasiado festivo, épico…

Sin duda. Ese era uno de mis grandes miedos. Aquellas películas estaban pensadas para animar a la población americana a luchar contra los “malvados”. Presentaban la guerra como algo varonil, heroico incluso casi, casi, divertido. Yo tengo claro que esa no es la realidad y me preocupaba banalizar el sufrimiento que padecieron tantos millones de personas escribiendo una novela de aventuras. He tratado de reflejar el dolor y la realidad de lo que fue un conflicto armado en los que todos salieron heridos.

En los últimos años hemos visto varios éxitos literarios de novelas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, pero ninguno circunscrito a lo bélico, ¿el tiempo de este género ya pasó?

La Segunda Guerra Mundial queda ya muy lejos. Es algo de “otro siglo”. Yo no conocí nada de aquello, pero me tragué un montón de películas que despertaron mi curiosidad, gracias a las cuales me dio por estudiar aquella época. Hoy son películas desfasadas y para los jóvenes aquellos tiempos tal vez resulten tan polvorientos como los de Aníbal y su paso de los Alpes a lomos de elefantes.

¿Cómo ha sido la labor de documentación de esta novela? ¿Qué le ha resultado más complejo?

Mi anterior novela trataba sobre los vikingos. Cuando comencé a documentarme, me llevé la sorpresa del escaso material que encontraba. Con Proyecto Moisés ocurrió lo contrario. Hay ríos de documentos, artículos, kilómetros de película… Tal vez esto fue lo más complejo, conseguir que la información no me enterrara. Cuando se escribe una novela, todo lo que estudias parece poco y tiendes a alargar los tiempos. Una cosa te lleva a otra y ésta a otra. Si no tienes cuidado, jamás terminarás de reunirlo todo y la novela se quedará en el tintero.

Fotograma de Los cañones de Navarone (1961)

La acaba de mencionar y, en cierto sentido, me ha parecido que esta novela tiene muchas conexiones con su anterior obra, Valkirias: los héroes inesperados, la preparación, la misión…

Es curioso. Me han hecho varias entrevistas, pero en ninguna ha salido esta cuestión. Es cierto. Yo veo esas conexiones. Tal vez porque siempre insuflo algo de mí en los personajes y por tanto no pueden ser grandes héroes. John Wayne era un tipo magnífico y daba el papel en este tipo de películas, pero ¿existía? Me gustan los personajes más cercanos. Anthony Quinn en Los Cañones de Navarone, el mismo Marvin en Los doce del patíbulo, Charles Bronson… Personas más normales que se ven enfrentadas a una situación que las supera y que la afrontan como pueden. Los boinas verdes que entrenan día y noche sin duda tienen un gran mérito, pero ya tienen suficientes películas y novelas. Yo prefiero la gente de la calle. Y esa necesita de preparación, aceptación y decisión. Y gran valentía. Creo que mis personajes, cada uno a su forma, terminan siendo unos héroes.

Y por último, dispare, ¿de aquellas películas cuál es su favorita, Los doce del Patíbulo, Los cañones de Navarone, Los héroes del Telemark, Ha llegado el águila…?

Me lo pones muy difícil, ¿eh? Esas y unas cuantas más son con las que más he disfrutado. Pero si me tengo que quedar con una sería Los doce del Patíbulo, porque es de la fuente de la que más he bebido. Y eso que el último tercio de la película no me termina de convencer. Esa misión… Igual la más completa me resulta El Desafío de las Águilas. Clint Eastwood siempre es Clint Eastwood.

Y ¿cuál es la que menos le gusta, a la que no desearía que nadie relacionara Proyecto Moisés?

No me gustaría relacionarla con La Lista de Schindler. Y no porque no sea una obra magnífica, que lo es. Sino porque esta película habla de un dolor inmenso, inconcebible. Es una película que se debe ver aparte. Aquí no hay ni un instante de paz para el espectador. Es una película que me impactó terriblemente y a la que relacionarla con mi novela me parecería faltarle al respeto. Mi aspiración es haber conseguido una novela con la que entretener al espectador, tratando de no frivolizar el drama vivido. La Lista de Schindler es una lección de vida. La he visto dos veces y he sufrido. Algún día, cuando mi hijo esté preparado, la volveré a ver con él.

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