¿Es la Segunda Guerra Mundial un nuevo relato religioso para nuestros tiempos?


Desembarco de Normandía. Photograph from the U.S. Army Signal Corps Collection in the U.S. National Archives. – U.S. Army

La reflexión del título de este post la encontré recientemente en un número de la revista de la BBC History -en concreto el especial de Navidad 2020- y lo firmaba el profesor de Historia del Cristianismo en la Universidad de Durham, Alec Ryrie. Más allá de lo provocativo del título –Nuestra peligrosa devoción por la Segunda Guerra Mundial-, de lo propiamente británico del artículo y de lo debatible de algunos planteamientos, el artículo llamaba a la reflexión de manera poderosa.

Ryrie utilizaba el conocido título del serial radiofónico y superproducción cinematográfica de temática cristiana La historia más grande jamás contada para defender que, en la actualidad, la lucha contra el nazismo y la Segunda Guerra Mundial se había convertido una «nueva narrativa compartida» por el mundo occidental, en el «evento moral definitivo de nuestros tiempos, en la historia sagrada de una época secular». Este historiador señala que «la figura moral más potente de nuestro tiempo no es Jesús: es Adolf Hitler. Si antes Jesús nos enseñaba qué era el bien; hoy Hitler nos enseña qué es el mal».

Este académico afianza ese concepto de relato casi sagrado en la cantidad de memorias y narraciones sobre el conflicto (en televisión, cine, literatura…), donde el nazismo es el mal absoluto. Recuerda la ley digital de Godwin sobre las analogías con los nazis en las discusiones en la red y coloca varios ejemplos para afirmar que la «negación del Holocausto es nuestro equivalente moderno de la blasfemia». Ryre asegura que esta gran historia ha influido claramente como un espejo en populares universos ficticios como el J. R.R. Tolkien, J. K Rowling o Star Wars, que indudablemente han moldeado el imaginario de varias generaciones del siglo XX y XXI.

Este historiador concluye su artículo advirtiendo del error que supone de ‘sacralizar’ la Segunda Guerra Mundial y colocar al nazismo como referente moral negativo. Cree Ryre que es un relato que fracasa, por su anclaje histórico, contra retos modernos o biológicos -como la covid-: «No todo los villanos llevan calaveras en sus uniformes, (…), no podemos derrotarlos  volando con un Spitfire y bombardeándolos. Y nuestros valores anti-Nazis no nos aportan mucha sabiduría sobre cómo abordarlos».

Es un artículo interesante y revelador. Hace pensar, que es algo maravilloso. Es indudable que está muy enfocado en el mundo anglosajón y que el caso de España debe ser ligeramente diferente (aunque sospecho que no tanto como podemos pretender). Se puede dudar que haya un «único relato» global en la actualidad en el mundo occidental, pero de haberlo, es plausible pensar que la Segunda Guerra Mundial sea el elegido. La globalización anglosajona, el cine, la televisión, los videojuegos y la literatura han hecho mucho por ello.

Más allá de este texto del profesor inglés, esa idea de relato sagrado me ha llevado a acordarme del ensayo Pasado interactivo. Memoria e historia en el videojuego, del historiador español Alberto Venegas y que os recomendé como una de mis lecturas de ensayo histórico más sugerentes del año pasado. Venegas analiza los videojuegos como creadores de memoria histórica y señala algunos de los problemas que pueden provocar, en el caso de la Segunda Guerra Mundial: blanqueamiento del Holocausto, predominancia del relato y el foco estadounidense del conflicto, desideologización de los contendientes… Y repetición de un relato y una mirada, a su vez machacada antes y después por películas, series y novelas. En definitiva la construcción de una memoria sesgada, interesada e inexacta que cala profundamente. Las generaciones que vivieron aquella guerra están a punto de desaparecer y, a partir de ahora, la memoria de aquellos años estará sustentada en fuentes secundarias e, inevitable, en sus representaciones posteriores.

Si sumamos esa idea de la construcción de memoria (que pienso que funciona, en distintas intensidades con todo tipo de ficciones) con la idea de que la Segunda Guerra Mundial se está convirtiendo en un relato sagrado podemos extraer diversas conclusiones sobre la importancia de conocer el pasado y el riesgo de divinizarlo. También debería hacer reflexionar a los creadores de contenidos y ficciones sobre su indispensable papel a la hora de crear memoria del pasado en las sociedades en las que viven. Es también, una prueba de la maravillosa dualidad de la ficción, en la que la responsabilidad no debe ser un elemento limitador, sino una prueba de la madurez de autores y lectores. Y de que el pasado está ahí para hacernos reflexionar sobre nuestro presente y nuestro futuro.

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