La testosterona sigue reinando en la novela histórica

Fotograma de la serie Inés del alma mía (PRIME VIDEO / RTVE)

Mario Escobar es historiador y novelista con decenas de obras publicadas con gran éxito a nivel internacional. El año pasado ganó el premio Empik en Polonia que reconoce al autor internacional más vendido en el país. Ahora regresa con la novela La reina de Saba, donde novela la historia de Isabel Barreto, que se publica esta misma semana.

Llevo en el oficio de “escribidor” –según el diccionario de la RA: Escritor prolífico- más de dos décadas y he comprobado con sorpresa el rechazo de muchos “escritores” de novela histórica a los temas más femeninos o protagonizados por mujeres. A estas alturas del siglo no es algo que me quite el sueño. En el mundo de la “novela histórica” hay mucho canta mañanas, que desprecia el éxito, está obsesionado con el dato y tiene complejo de historiador frustrado. Desde que el ilustre Walter Scott inaugurase el género en el siglo XIX, intentando rescatar las viejas leyendas inglesas y presentarlas al gran público, ha llovido mucho, sobre todo en Gran Bretaña. En aquellas primeras historias las mujeres siempre tenían un papel secundario o decorativo, esperando ser salvadas por el héroe de turno. De este cliché se salvaban muy pocas féminas, la mayoría reinas que habían contribuido al engrandecimiento de su reino o santas como Juana de Arco -que fue guerrera y santa- y Teresa de Jesús. En la actualidad, soplan vientos de cambio, en los últimos años han llegado novelas con personajes femeninos muy fuertes. Desde la Julia de Santiago Posteguillo o la más reciente de Aquitania de Eva García Sáenz de Urturi, que trata sobre la famosa reina Leonor, ambas obras ganadoras del Premio Planeta, pasando por el último premio Edhasa, reducto de la novela histórica más clásica, con la novela La reina en el exilio. Robert Graves, uno de los mejores escritores de novela histórica del siglo XX, publicó algunos títulos sobre mujeres como La hija de Homero, pero eran casos anecdóticos.

Las novelas con protagonistas femeninas solían estar clasificadas como novelas para mujeres y despreciadas por escritores masculinos, al igual que por el público del mismo sexo. Esto ha provocado que muchas lectoras, siempre hay notables excepciones, se inclinaran por otros géneros o simplemente se abstuvieran de leer las novelas testosterónicas -palabro que creo que no existe- de frustrados caballeretes a los que les hubiera gustado nacer en otra época.

En España, este desfase de novelas con temáticas femeninas, aunque se han publicado títulos como La princesa de Éboli de Almudena de Arteaga o La Beltraneja de la misma autora, para muchos escritores y algunos lectores, se trataba de un subgénero dentro del de novela histórica.

Nunca me ha gustado caminar por senderos transitados, amplio es el camino que lleva a la “perdición literaria”, caminar por el sendero estrecho siempre es más difícil, pero al final nos conduce a lugares más interesantes. Por ello no me ha importado mucho nunca el sexo de mis protagonistas, tampoco la raza o la nacionalidad. Siempre he buscado personajes auténticos y mestizos, justo en la mitad de dos culturas o civilizaciones, por lo que cuesta entender que alguien lo haga.

La reina de Saba es mi particular homenaje a una de esas mujeres olvidadas de la historia. Isabel Barreto fue una gallega que llegó a América con su familia con la esperanza de conseguir una vida mejor, se casó muy joven con Álvaro de Mendaña, descubridor de las Islas Salomón y viajó con él, para conquistar para el Imperio las ínsulas añoradas por los Sanchos de la historia. Aquella epopeya en la que cuatro naos partieron desde el Perú para colonizar las islas, se asemeja en gran manera a una especie de Mayflower español, aunque sin Acción de Gracias ni declaración política. Un grupo de familias, militares y marineros intentaron establecerse en las Islas Salomón, a un tiro de piedra de Australia y Nueva Guinea, si lo hubieran conseguido, tal vez hoy hablaríamos de una Oceanía española.

Isabel Barreto tuvo que asumir el mando de la expedición y asumir el cargo de gobernadora. Ese giro inesperado del destino la convirtió en la primera mujer almirante del mundo y la primera gobernadora. Aquel hecho nos habla de su hazaña, de un tipo de féminas dispuestas a romper con los usos y discriminaciones que sufrían las mujeres en el siglo XVI. No fue la única, Catalina de Erauso o Inés Suarez también fueron pioneras en aquel Nuevo Mundo que parecía destinado a cambiarlo todo, pero que al final se quedó en agua de borrajas.

La conquista de las Islas Salomón se han novelado en otra ocasiones, como en la obra de Robert Graves en su Las islas de la imprudencia o la más reciente Las islas del poniente de Julio Alejandre Calviño, pero La Reina de Saba se centra en la epopeya personal de Isabel Barreto y su lucha por defender sus derechos sobre las Islas Salomón en una sociedad misógina, pero también es una novela de aventuras, traiciones, pasiones y piratas.

Las novelas históricas no tienen por qué ser aburridas para ser de calidad: Sinuhé el egipcio de Mika Waltari es una de las más entretenidas novelas históricas de todos los tiempos y es de todo menos aburrida, por no hablar de Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar o las novelas fantásticas de Gore Vidal. En el campo patrio tenemos a los Episodios Nacionales de Don Benito Pérez Galdós, al que no se le dio el Nobel de Literatura por escribir sobre la gente vulgar y no de los próceres que siempre han escrito la historia.

Disfruto de las batallas, de la épica y la adrenalina de un duelo, pero hay algo en la sutileza y el susurro de muchos personajes, que nos ayudan a ser mejores personas. Muchos odian los modelos y arquetipos, a los héroes y sus hazañas, pero sin ellos seríamos como veleros en medio de la tormenta. Isabel Barreto es de esos personajes que te dejan huella, que te reconcilian un poco con el mundo y te animan a luchar hasta el final. La progesterona es la sustancia precursora de la testosterona y los estrógenos, por ello no podemos negarnos a reconocer, que para enfrentarse al mundo hay que tener dos buenos ovarios, todavía hoy, destacar en la casi exclusiva historia masculina del mundo es un acto de valor. Doña Isabel Barreto los tuvo, los ovarios, y La Reina de Saba es su historia.

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