Fernando Royuela: «El humor es un instrumento de resistencia siempre que hay desigualdad de fuerzas»

Fernando Royuela (Cedida por el autor).

Desgraciadamente, el humor no es el elemento más habitual en la narrativa histórica nacional. Cada vez tiene mayor presencia, es verdad, pero sigue estando lejos de ser habitual. Fernando Royuela (Madrid, 1963), más conocido por una carrera más literaria no adscrita a ningún genero, se ha lanzado en este 2018 a lo histórico con La risa final (Harper Collins Ibérica), una obra ambientada en la Guerra de Independencia española, donde el humor y el tono aventurero son sus principales pilares.

¿Por qué decidió escribir esta novela, tan diferente a lo que había hecho antes?

La novela de aventuras forma parte de mi pasado, de mi infancia. Esta es un homenaje a los novelones de Dumas, Salgari, Scott… Yo tengo dos iconos claros sobre la Guerra de Independencia: una es la serie Curro Jiménez y otro son los cómics de Los Guerrilleros. Siempre me ha atraído esa época y en parte fue por esos das ficciones. Juntas esas dos pasiones, la novela de aventuras y este escenario tan fascinante y contradictorio, y ellas me llevaron a esta novela.

Pones dos ejemplos masculinos, pero tu protagonista, Rosario, es una mujer…

Quizá porque el papel de las mujeres en todas las contiendas está olvidado.También me apetecía narrar desde el punto de vista femenino, que nunca lo había hecho y lo tenía como reto. Además, es una visión femenina fuerte, como imaginaba que sería una mujer enfrentada a un conflicto de esta magnitud.

Una guerra donde nacen todos los conflictos de la España de los dos últimos siglos…

Por supuesto, la llamamos de Independencia por convención. Fue el romanticismo el que la bautizó así y la elevó a la quintaesencia de la realidad española. En realidad, fue por un lado una guerra europea donde luchaban ingleses y franceses, y por otro, una guerra civil con españoles luchando entre ellas. Y aún más, fue un enfrentamiento entre el modelo del Antiguo Régimen y una concepción moderna del mundo, nacida de la ilustración. Si la llamamos de Independencia es para entendernos. En aquel momento, los propios españoles no la entendían así y la llamaban revolución o guerra contra el francés o el gabacho.

Introduce el humor en un género que habitualmente peca de solemne, ¿no da vértigo?

Para empezar diría que mi novela, más que histórica, es una novela en la historia. La historia es un telón de fondo donde narrar y hacer los juegos literarios que yo quería hacer. Es mi materia prima: como si vas a la pescadería, cuanto mejor sea el pescado, mejor saldrá el plato, pero al final todo depende de cómo lo has cocinado. Es una novela en la historia, ocupo los géneros histórico y de aventuras, les doy una patada en la puerta, me meto dentro y los pervierto. No recreo la historia como en las ficciones históricas al uso, sino más bien me recreo en ella para manipular, pervertirla y usarla con fines puramente literarios. El humos no es que no tenga que ver con el género, es que va más allá. Forma parte de mi escritura y no pienso renunciar a él. Por muy horribles que sean los hechos históricos, el humor puede realzar el dramatismo. Una de las cosas que he querido plantear es cómo el humor puede ser entendido como una arma de resistencia en una lucha tan feroz.

En aquella lucha tan feroz… Y en estos tiempos donde un tuitero o un humorista pueden acabar en prisión.

El humor nunca va a ser políticamente correcto. Estamos viendo un retroceso de lo satírico, una persecución que no augura buenos tiempos. El humor es un instrumento contra el poder, un instrumento de resistencia siempre que hay desigualdad de fuerzas, es una vía de escape muy popular contra la falta de libertad y la censura. En el siglo XIX se contaban más de 200 revistas satíricas. Si nos ceñimos a la Guerra de Independencia también existía ese uso del humor como arma: si vas al museo Municipal de Madrid, vas a la sala de la guerra y la mitad está integrada por grabados satíricos de la época en los que se ponía a parir a Napoleón, a José Bonaparte, a los Borbones, de una manera muy hiriente y nada complaciente. Hoy nos resultaría todo políticamente incorrecto. El poder de la risa como elemento de resistencia es uno de los temas capitales de la novela y no solo porque sucedió así, sino porque tiene una vigencia innegable en la actualidad.

También en su obra reflexiona sobre la construcción de la identidad de lo español…

La historia, como todo, se pone al servicio de los intereses y se usa a conveniencia. La Guerra de Independencia fue invento del Romanticismo, como lo fue el uso que se le dio para afianzar la identidad nacional que no había antes, porque antes se definían como vasallos del rey. Tras esta guerra detona el conflicto de la identidad española, pero se ha utilizado después de formas muy torticeras: en su primer momento, bajo esa identidad había un sentimiento ilustrado, que se encontraba en un sector determinado; el pueblo llano quería el retorno de su rey. Este Big-Bang de la construcción nacional es cierto, aunque después ha sido manipulado y usado torticeramente hasta el franquismo.

¿Cómo trabajó la faceta documental de su novela?

No soy historiador y no lo quiero ser. Pero el punto de partida de la novela implica un conocimiento. La uso como materia prima, me documento para conseguir materia prima de calidad, y con eso, la he trabajado, la he moldeado a mi antojo, la he pervertido, para sacar una novela. Yo no recreo ni novela la historia, me recreo en ella. La novela histórica tradicional es algo que no me interesa nada. Quien quiera conocer la historia, que lea un libro de historia. Yo quiero hacer otra cosa: literatura.

Puedes seguirme en FacebookTwitter y Goodreads.

Si te ha gustado esta entrada, quizá te interese…

 

1 comentario

Los comentarios están cerrados.